El primero en realizarlas, en 1865, fue Blackley, que observó una reacción cutánea, eritema y habón, tras hacer una escarificación en su antebrazo y esparcir sobre ella polen de gramíneas. Desde 1911 se han venido utilizando los extractos alergénicos expresados de varias maneras, P/V, PNU/ml, y desde 1978 se utiliza la estandarización biológica, basada en la potencia alergénica en la que se determina la actividad biológica del extracto y se expresa en UB. En 1924 Lewis y Grant realizaron la prueba cutánea intraepidérmica o de punción (prick test). Pero no fue hasta que en 1970 que Pepys, tras realizar una serie de modificaciones, describe el método tal y como se utiliza en la actualidad2. Con las pruebas cutáneas se pone de manifiesto el tipo de reacción según la clasificación de GELL y COOMBS. Con la prueba intraepidérmica detectamos la reacción tipo I inmediata, con la intradérmica reacciones inmediatas y tardías, y con las pruebas epicútaneas (pacht-test) se detecta la hipersensibilidad tipo IV o de tipo tardío mediadas por células. Los objetivos básicos de la realización de las pruebas diagnósticas en alergia son: •
Determinar el alérgeno relevante, estableciendo la causa específica de los síntomas y el grado de sensibilización del individuo.
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Descubrir posibles alergias previamente no sospechadas.
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Establecer un diagnóstico diferencial con enfermedades no alérgicas.
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Direccionar el tratamiento para reducir o evitar la exposición e indicar una posible desensibilización.
Tipos de pruebas cutáneas En la actualidad existen diferentes técnicas para realizar las pruebas cutáneas:
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La intraepidérmica (prick test) detecta respuestas inmediatas mediadas por la IgE específica (Tipo I) unida a receptores celulares en la superficie de los mastocitos cutáneos.
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La intradérmica detecta respuestas inmediatas IgE mediadas y respuestas de hipersensibilidad retardada tipo IV. Prácticamente no tiene utilidad con aeroalérgenos.