¡Con qué alegría cogía la cuchara y la sorbía! Y si de dolor hablamos, inmenso dolor, como un hierro candente clavado en el pecho, el de Miguel Hernández (1910-1942) ese enorme poeta muerto a los 31 años de edad de tuberculosis pulmonar y de pena, en la prisión de Alicante. Como el toro he nacido para el luto y el dolor, como el toro estoy marcado por un hierro infernal en el costado y por varón en la ingle con un fruto. El dolor en punta de costado, típico de neumonías y pleuresías agudas, aparece en una redondilla de Alonso de Ledesma (1562-1623), padre del conceptismo literario tan imitado luego por otros poetas, haciendo burla del supuesto mal de amores que, en realidad, suele ser tan sólo la manifestación de una enfermedad orgánica: Un galán enamorado de mal de amores ha muerto, y el efecto ha descubierto que era dolor de costado. De neumonía muere don Guido, el típico caballero-señorito andaluz satirizado por Antonio Machado en “Llanto de las virtudes y coplas por la muerte de don Guido”:
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