Semanario #719

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Domingo 14 de Noviembre de 2010

Tiempos revolcados; valores olvidados

¿Habrá algún joven que quiera ser santo hoy? tía diaria, los distintos momentos de oración al día, la devoción a María, la dirección espiritual, el apostolado… y muy especialmente, la oportunidad de llevar a la práctica las virtudes, en la nunca fácil vida comunitaria. El Seminario, lejos de ser una “pecera” que aísle de la realidad, es un “crisol” donde se forja primero un buen cristiano para que sea después un buen sacerdote. Sin embargo, hay que decir que, como en todo, no faltan las tentaciones. El seminarista, como ya se vio, tiene a su alcance muchos más medios de santificación que cualquier otro joven, y precisamente en ello reside el peligro. Existe el riesgo de “acostumbrarse” a las cosas santas, y por abandono de la ascesis y superficialidad en la oración, caer en la tibieza -¡terrible enfermedad del alma!-; o peor aún: dejarse arrastrar por el ambiente mundano y caer en una mentalidad conformista y permisiva, en la que se deja de buscar sinceramente a Dios, creyendo que al fin y al cabo no es necesario tanto esfuerzo, y considerando a la santidad como una idea medieval por la que sienta indiferencia o incluso repugnancia. Son tentaciones sobre las que hay qué estar muy alerta, porque la apatía y la desidia son las mejores artimañas del Demonio para apartar del buen camino a los que han sido llamados a la santidad.

Ricardo López Díaz, III de Teología

N

o se duda de que los haya, lo difícil es dar con ellos, sobre todo porque vivimos hoy en una Sociedad cuyos jóvenes son bombardeados constantemente con slogans y modelos de vida que invitan al libertinaje, a la irreverencia y a la ligereza, mientras que el estilo de vida honesto y recatado se presenta como ridículo, obsoleto y aburrido. Baste recordar frases como: «Los chicos buenos van al Cielo; los chicos malos van a donde les da la gana»; o aquello de: «Te portas bien… pero si te portas mal, invitas». En el mismo lenguaje de los jóvenes se usa, de forma despectiva, el término «santito» o «beato» para señalar burlescamente a quienes actúan con seriedad o que cometen el terrible “pecado” de entregarse al estudio o comprometerse con su fe, en vez de andar de farra en los antros, irse de reventón o dedicarse al cotorreo con los cuates. Estando así de mal cotizada la santidad, ¿habrá hoy algún joven para quien ésta sea un ideal de vida?

Diversos carismas, un mismo Espíritu Al menos, mientras haya jóvenes formándose para el sacerdocio en el Seminario por ejemplo, la respuesta es sí. Porque pretender ser sacerdote, pero no querer ser santo al mismo tiempo, sería una contradicción absurda. La santidad nunca pasará de moda para el que quiera seguir a Cristo. Claro, no hay que olvidar que la vocación a la santidad es universal -bien lo recordamos en la reciente Solemnidad de Todos los Santos-; pero del seminarista cabe esperar un testimonio aún mayor que el de otros jóvenes, puesto que está llamado a ser líder y modelo para otros. Ahora bien, ¿hay algún parámetro, algún molde en el que deba encajar un seminarista para que pueda decirse que es santo? ¿Es más santo el seminarista piadoso y serio, que el amiguero y bromista? ¿A partir de qué punto podemos decir que ya es santo? Para empezar, hemos de recordar que en la Iglesia hay gran diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo. Es imposible encasillar a todos en un mismo modelo y, por lo tanto, injusto sería el hacer comparaciones. El modelo es único: Cristo. Y a Cristo podemos verlo en todos

Un ideal alto La oración constante, la frecuencia de los Sacramentos, la vida de comunidad, el estudio, el deporte, el servicio en el apostolado, son medios valiosos para la santificación de todo seminarista. Foto: Rodolfo Rodríguez Leyva.

los que fuimos creados a imagen suya. ¡Curiosa paradoja! Debemos llegar a parecernos a Jesús, pero cada quien con su propio y original modo de ser… y en ello está la riqueza inagotable de la santidad. Ser otro Cristo en medio del mundo, es, sin duda, un alto ideal, que afortunadamente aún tienen muchos jóvenes llenos de coraje e ilusión; y entre ellos se cuentan en especial los seminaristas y quienes optan por la vida consagrada.

Medios y también obstáculos En el Seminario, Casa de Formación, se tienen al alcance innumerables medios de santificación: la Eucaris-

La santidad no es, en definitiva, un ideal pequeño. Los grandes santos de la historia han probado el heroísmo de sus virtudes yendo a contracorriente de la mentalidad del mundo; y hoy, no menos que antes, urgen jóvenes que apuesten por lo verdadero en medio del falso relativismo; por el amor responsable ante la sexualidad banal; por la caridad solidaria frente al creciente individualismo; por la fe comprometida ante el ateísmo práctico. El joven que ha sentido en su corazón el llamado al sacerdocio y lo ha aceptado, debe reconocer que ha apostado a algo muy grande, y cuando ya se vea inmerso en la formación, se dará cuenta de que no es fácil perseverar. Invito a todos a hacer oración en este mes de la santidad, por los seminaristas, para que Cristo, el Santo de los Santos, nunca permita que se apague en ellos la llama del anhelo y lucha por la santidad.


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