N.º 7 • D OMINGO O RDINARIO V I , C ICLO B
• 15 de Febrero de 2015 •
«Si quieres, puedes limpiarme»
¡Q
ué dura ley aquella! El que veía aparecer en su piel las manchas de la lepra, sabía que todo estaba perdido para él. Era declarado impuro, y se le marginaba fríamente. «Vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento». Como tantos “leprosos”, en tiempos de Jesús, hoy, drogadictos, gitanos, expresidiarios, alcohólicos, enfermos de sida... La sociedad –decimos– tiene que defenderse de ellos. Nosotros –los puros, los sanos– tenemos que cuidarnos. Y así “educamos” a nuestros hijos. ¡Parece tan normal! Pero viene Jesús y nos lo pone todo del revés. Se le acerca un leproso, y Él, «sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó» (¡qué atrevimiento!) diciendo: «Quiero [que sanes], queda limpio». Es que a Jesús no le gustan los 'ghettos'. Él ha venido a liberar, a salvar. Por eso no quiere que se margine a nadie. ¿Cómo podrá sanar un enfermo, si de antemano se le corta todo contacto con la vida? Él prefiere arriesgar, porque ama. Él opta, decididamente, por la integración. Y el camino queda abierto. Frente a un mundo que cierra cómodamente los ojos para no ver al que sufre. Jesús enseña a los que quieran seguirlo un camino
diferente: acoger, integrar, salvar. Y por ese camino difícil, incomprendido, han ido entrando, a través de los siglos, los que han optado por seguir a Jesús. Es algo, pues, que debemos pensarnos muy en serio. Se trata de una encrucijada. O tomamos el camino de la Primera Lectura y, en un “sálvese quien pueda”, buscamos solamente no contaminarnos con el mal, conservarnos limpios e impecables, colocar fuera de la vista toda la pobreza y la maldad que andan sueltas por el mundo, no mezclar las manzanas sanas con las podridas... o cambiamos a esa otra lógica positiva de Jesús, reflejada en sus parábolas: un poco de levadura, metida en la masa, es capaz de transformarla; un grano de sal, muriendo dentro, acaba dando sabor a toda la comida. Se trata de una lógica totalmente distinta. Ir por el mundo con los brazos abiertos acogiendo, comprendiendo, compartiendo, integrando; aún a costa de tragarnos el miedo de que algo sucio se nos pueda pegar. Ir por el mundo dando la vida, amando.
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