Tema 3 el hecho catequístico

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EL HECHO CATEQUÍSTICO1 ACTIVIDAD DE DESARROLLO Lee el PDF del Hecho catequístico. Realiza una síntesis del contenido. Plasma la síntesis en una presentación con 10 diapositivas máximo. (4 pts). 1.1.

Dios habla y se comunica con nosotros

Una afirmación, importante que hacemos los creyentes es que Dios habla y se comunica con las personas, toma la iniciativa y busca, siempre, a alguien con quien conversar. La Sagrada Escritura contiene el mensaje que el Padre ha comunicado, y que se transmite de generación en generación, hasta nuestros días a todos los seres humanos. En esta acción, además, ha habido participación de personas a quienes Él mismo ha llamado para ser sus intermediarios y colaboradores. El autor de la carta a los Hebreos comienza diciendo: “Muchas veces y de muchas maneras habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas. En estos últimos tiempos nos ha hablado por medio de su Hijo” (Heb 1,1). Los libros del Antiguo Testamento contienen las Palabras que Dios dirigió a los hombres por medio de los profetas. Los libros del Nuevo Testamento contienen y nos traen las Palabras de Cristo, el Hijo del Padre. Así, entonces, la Biblia contiene el Mensaje de Dios que ha sido confiado a la comunidad de la Iglesia. Por mandato del Señor Jesús, la Iglesia debe anunciar a todos los hombres, este mensaje. El día de la Ascensión al cielo Jesús se despidió de sus discípulos, dándoles este mandato: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra: vayan, pues, y hagan discípulos a todas las gentes: bautícenlas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Enséñenles a guardar todo lo que yo les he mandado. Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,18). Por esta razón la Iglesia siempre educa a los discípulos de Jesús y lo hace por medio de muchas personas: el papa, los obispos, los sacerdotes y diáconos y también a través de los laicos. Llamamos catequistas a las personas que realizan esta maravillosa tarea de comunicar el mensaje de Dios y educar la fe de las personas. Por tanto, la primera tarea de un catequista es conocer el Mensaje que Dios quiere comunicar a las personas. Su vocación será profundizar siempre más la Palabra de Dios, especialmente la que nos dirige el Señor Jesús. 1.2.

El hombre, interlocutor de Dios

La grandeza de la misión del catequista radica en el hecho de haber sido escogido para ser un portador de la Palabra de Dios a los hombres, un intermediario entre Cristo y las personas. 1 2

INPAS “Modulo de catequética fundamental”, 2009. Ver Orientaciones para la catequesis en Chile (OCCH), 130ss (Sección tercera, capítulo III, Los sujetos destinatarios de la

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Hoy, Cristo no hace oír su propia voz para hablarles a las multitudes y a los discípulos, sino que lo hace por medio de los hombres y mujeres, entre los cuales están los catequistas. Cada catequista le presta a Jesús sus palabras, sus capacidades, su corazón, su fe, su pedagogía, para que el Señor hable a través de él. Por su rol de intermediario, el catequista no solamente se esmera en conocer el mensaje de Dios, sino que se empeña también por conocer a las personas a quienes se dirige. Quien educa la fe ha de conocer al grupo de catequesis que le ha sido confiado y a cada uno de los discípulos del Señor que lo componen. Esta exigencia está fundamentada en el hecho de que el mensaje de Jesús no es un mensaje abstracto, es para cada persona y en la situación en que esta se encuentra. Por eso el catequista se ha de empeñar en conocer siempre más a las personas que catequiza para poder transmitirles el mensaje que necesitan. El interlocutor de la catequesis es el «hombre – en – situación», es decir, la persona y el medio ambiente en el que se encuentra inserta. La catequesis, por lo tanto, debe ser «situada»; no puede ser abstracta. Por lo anterior se puede afirmar que un verdadero educador de la fe debe tener bien abiertos los dos ojos: con un ojo mira a Dios y a su mensaje, y con el otro mira al hombre en su situación. Si mirara solamente a Dios y su mensaje, caería en el espiritualismo. El cristiano es espiritual, pero no es espiritualista. Tampoco un catequista puede mirar solamente al hombre porque caería en el horizontalismo, en el sicologicismo. Es evidente, entonces, que no es lo mismo anunciar la Buena Noticia de Jesús a un anciano que a un niño; no es lo mismo anunciarlo a un campesino que a un profesional universitario; no es lo mismo anunciar el Evangelio a personas encarceladas o a jóvenes con síndrome de Down o a quienes integran alguna rama de las Fuerzas Armadas. El catequista es, pues, el intermediario entre Dios Padre y el hombre – en – situación. En el documento Orientaciones para la Catequesis en Chile hay un capítulo completo dedicado a los sujetos destinatarios de la catequesis y otro que describe los distintos lugares y situaciones donde se realiza esta acción educativa2. Lo mismo ocurre en la exhortación apostólica del Papa Juan Pablo II “Catechesi tradendae” acerca de la catequesis. 1.3.

La mediación del catequista

Decíamos anteriormente que el catequista le presta a Jesús su voz, su mente, su corazón y su pedagogía. Detengámonos sobre esto último. Para poder llevar el Evangelio de Jesús al grupo, el catequista empleará una determinada pedagogía. Esto significa que necesita de un método y de un lenguaje apropiado a los destinatarios que va a acompañar. El método a utilizar con los niños debe ser distinto al que se utiliza con los adultos. Lo mismo ocurre si catequiza a un grupo de pescadores de Chiloé, en cuyo caso no puede usar expresiones referidas al desierto o a las montañas, pues para ellos es bien difícil imaginar esa geografía ya que el lugar donde viven es muy distinto. Si catequiza a los agricultores del altiplano nortino, no les hablará insistentemente de peces, redes y olas del mar. Observando a Jesús nos damos cuenta que Él sacaba las parábolas y las comparaciones de los elementos de la vida diaria de quienes le escuchaban: la mujer que hace el pan, la sal de la cocina, el trabajo del sembrador o del pescador, el banquete de bodas y los juegos de los niños en la plaza, etc. Fiel a su Maestro el catequista se ha de hacer siempre más competente en los

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Ver Orientaciones para la catequesis en Chile (OCCH), 130ss (Sección tercera, capítulo III, Los sujetos destinatarios de la catequesis) y 155ss (Sección cuarta, capítulo II, Lugares de la catequesis”) respectivamente.

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métodos y lenguajes de la comunicación para ser mejor colaborador(a) e instrumento en manos de Jesús. 1.4.

El Espíritu Santo, Maestro interior

Para comunicarse con los hombres, Dios Padre usa dos caminos: uno visible, el otro invisible. El camino de la visibilidad es el que hemos descrito hasta ahora. El mensaje del Padre Dios nos llega por medio de los profetas, especialmente por Jesús, por su Iglesia y también por medio del catequista, con su método y lenguaje. Todas estas realidades visibles se centran en Jesús, el Maestro. Sin embargo, existe un segundo camino imprescindible. Es un camino espiritual e invisible. Se trata del Espíritu Santo, quien realiza su misión silenciosa e inefable en el corazón de cada persona que participa en la catequesis. Juan Pablo II en Catechesi tradendae lo llamó “el Maestro interior”3. El Papa, en esta exhortación apostólica, recuerda las palabras de Jesús: “Cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a la verdad completa” (Jn 16,13). Y luego cita a San Agustín cuando dice: “El Espíritu Santo desde ahora instruye a los fieles según la capacidad espiritual de cada uno. Y él enciende en sus corazones un deseo más vivo, en la medida en que cada uno progresa en esta caridad, que le hace amar lo que ya conocía y desear lo que todavía no conocía”4. Estas consideraciones revelan que el Espíritu Santo da a los discípulos de Jesús la seguridad en la fe que el catequista no puede dar. El catequista propone el mensaje de Jesús y el Espíritu Santo lo confirma y hace que produzca frutos. Pablo les indicó a los cristianos de la ciudad de Galacia cuáles son los frutos del Espíritu: “El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí” (Gal 5,22). Todo catequista, cuando educa la fe de su comunidad, ha de tener presente que lo hace siempre «en equipo», con Jesucristo y con el Espíritu Santo. Por esta acción del Espíritu Santo, nace en el corazón de las personas la respuesta a la comunicación de Dios. Esta respuesta se llama fe. Ahora, tenemos una idea más precisa acerca del hecho catequístico. Conocemos a los actores de la catequesis y el actuar particular de cada uno: Dios Padre envió un mensaje de salvación por medio de los profetas y especialmente en Cristo Jesús. Hoy, la Iglesia pregona este mensaje y lo repite por medio de cada catequista que, con su particular pedagogía, lo propone a la persona en su situación específica. Esta lo acoge y responde con la fe. Todo esto, bajo la moción del Espíritu Santo. En síntesis, todo catequista debe atender fundamentalmente a cuatro realidades5: • • • •

Al Padre y a Jesús, que quieren dar un mensaje: la historia de la salvación; A la persona-en-situación, que acoge y responde al mensaje con su fe; Al método y al lenguaje más apropiado para hacer comprensible y acogedor el mensaje; Al Espíritu Santo, que quiere hacer persona espiritual al catequista y al catequizado.

3

Cathechesi tradendae, 72. Ibid. 5 En este texto vamos a hablar algo de cada uno de estos aspectos. Sin embargo, poco se dirá sobre el método, pues es tema del área metodológica. 4

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