De Todos los cuentos, Corregidor, Buenos Aires, 1975.
La luz resplandeciente y cálida inundó el ámbito de un mundo perdido y al fin recuperado. La playa y la línea de vegetación se extendían hasta perderse en el horizonte del sur. Inmediatamente reconocí el río de mi infancia. Allí me esperaba mi hermano Sam, y como fue nuestra costumbre apenas nos saludamos con un breve “qué tal”. Me pareció más alto que antes. Con ademán
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