le ensombrecía el semblante. Nunca pensé que su presentimiento pudiera ser verdad, ya que en ese momento la verdad de los números me estaba vedada. Todos salieron, menos el extraño. Aproveché para hacerme de la guitarra y darle al tipo un tono que lo acompañe en su muerte. En otro tiempo yo había sido un guitarrero como pocos, pero las huidas constantes y el andar limpiando mugre ajena me volvieron resistío a las cuerdas. Solo atiné a decirle: –Será mejor que vaya señor, esta es
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