trocedió unos pasos tomándose la cara con la mano. Soltó el cuchillo y entendió el mensaje que la muerte le enviaba. Era un hombre con dos cicatrices en la cara. Hizo unos pasos hacia atrás, hasta que se frenó hincando las rodillas en el suelo. Rosas no reculó en el pensamiento de este, nadie lo puede hacer. Él era un joven, no entendía qué significaba otra cicatriz en ese rostro viejo. Caminó dando pasos erráticos hasta que tuvo enfrente al Chino y sin pensarlo dos veces, le partió el pecho en una cu-
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