“Celedonio Flores. Por qué canto así”

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Celedonio Flores. Por qué canto así

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donde se florea Celedonio, el “Negro”. Martina Iñiguez, del tango “A Celedonio, el Negro”, con música de Mateo Villalba, c. 2008. Cuando comenzó a escribir tangos, Flores era un chiquilín inexperto como Contursi, aunque sus lecturas fueran más abundantes que las del autor de Ivette. El negrito enjugó las lágrimas de Contursi con el pañuelo compadrón que llevaba en el cabalete y, como quien dice, pasó a otra cosa. Pero no devolvió al tango las insolencias de Villoldo o del viejo Gobbi, sino el aplomo –la capacidá– del hombre corrido que puede mirar la vida como lo que es, agua que corre. José Gobello, Mujeres y hombres que hicieron el tango, Ediciones Libertador, 2008; p. 254.

No te aflijas, negro Flores, de no estar, que estás no estando: cual cristianos entre leones custodiamos tu emoción; cuando el siglo veintiuno ya se vaya al mazo y cuando mucha fama y mucho vento sean polvo, irán cantando “Mano a mano”, todavía, los porteños que aún no son. Celedonio Esteban Flores, pingo, hermano y más poeta, más querido y más presente, me conforta el recordar tu piedad, tu derechura, tu talento y tu carpeta: dame fuerzas, Cele mío, que hoy con una palanqueta de afanar muertos, te juro, yo te vuelvo a hacer cantar. Horacio Ferrer, “Celedonio Esteban Flores”, en Megamor, Marcelo Oliveri Editor, 2010; pp. 78 y 79.


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