"Cómo meter un perro en una valija", de Laura Cedeira

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objetivo. No me quedaba otra. —Claro, no quedaba otra, entonces fuiste y le pediste ayuda a mi enemigo número uno. Vos sí que sos un amigo. —Pero él nos prestó a Vitto, algo de buena onda tiene. Cuando mencionaron a Vitto, los chicos se acordaron de que habían dejado a los perros solos en el patio. Inmediatamente, corrieron hasta el fondo de la casa. La escena con la que se encontraron parecía sacada de un dibujito animado de la tarde. Alfonsina estaba más negra de lo que era; el barro le tapaba todo el cuerpo y casi no le permitía moverse. Y Vitto —que había tenido la delicadeza de no revolcarse en el pasto

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