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Al maestro se le respeta... carajo
Álvaro Restrepo Betancur - Docente I.E. José Félix de Restrepo Vélez del municipio de Sabaneta
¡Al maestro se le respeta… carajo! Tal la emotiva y vital consigna en las movilizaciones del magisterio colombiano. Este grito de lucha y de combate en las calles del país, es una exhortación al respeto y la dignificación de la profesión docente.
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Al maestro lo respeta el Estado y sus gobernantes, creando condiciones dignas para el ejercicio de su profesión. Condiciones intelectuales y materiales, en aspectos como la salud, recursos para la educación, garantías para la formación continua, libertad de cátedra, salario profesional, entre otras.
Al maestro lo respeta la politiquería parroquial, cuando no se entromete descaradamente en su labor, estima su independencia intelectual y no lo toma como ficha partidista, ni como objeto de sanción y de castigo, como en el caso de los llamados traslados inconsultos.
Al maestro lo respetan los directivos docentes, maestros ellos mismos, cuando lo consideran su par y, por ende, son leales con sus luchas y expectativas. Lo respetan estos directivos docentes, que en su mayoría son patronistas, legalistas o santanderistas y deshumanizados, cuando no le dan trato de “obrero de la educación”, “papagayo amaestrado” al servicio de un falso e ideológico concepto de “calidad educativa”.
“El mejor maestro es el maestro reflexivo, no el maestro que cumple servilmente, desde la ceguera mecánica, con el tareísmo y el activismo institucional”.
Al maestro lo respetan sus colegas, cuando deponen envidias, resentimientos e hipocresías y se exponen a su discurso, experiencias y conocimientos, con el ánimo de aprender de su par, y generar comunidad académica. Lo respetan cuando lo acompañan en sus luchas.
Al maestro lo respetan los estudiantes, cuando ven en él a un mayor con autoridad, no con autoritarismo, a un orientador, en el sentido socrático del término y, desde el silencio pedagógico se concentran para el aprendizaje y la activa participación en el proceso de la clase.
Al maestro lo respetan los padres de familia, cuando atienden con amabilidad sus sugerencias y orientaciones, y cuando dejan de mirar la escuela en términos de guardería o de simple parqueadero, entendiendo que la labor de educar a niños y jóvenes es asunto que también les compete profundamente.
23 El maestro se respeta él mismo cuando se asume como intelectual crítico y se esfuerza, día a día, por crecer intelectualmente, como autodidacta, a través de la lectura, la investigación y la escritura, ganándose un lugar en la cultura de nuestra nación. Como al decir de Kant, el mejor maestro es el maestro reflexivo, no el maestro que cumple servilmente, desde la ceguera mecánica, con el tareísmo y el activismo institucional. Sí… ¡Al maestro se le respeta…carajo!