algo diferente de sí mismo. El ser cortés y educado supone abrirse al resto de personas, ofrecer algo que no tenga como fin el propio beneficio. “El sexto planeta estaba habitado por un geógrafo. El Principito se dispuso hacer la descripción de su planeta para el geógrafo: “mi planeta no es muy interesante” Dijo el Principito “Es muy pequeño; tengo tres volcanes, dos en actividad y uno extinguido. También tengo una flor...” “No anotamos las flores” Dijo el geógrafo “¿Por qué? Es lo más lindo” “Porque las flores son efímeras” El Principito quedó confuso, ¿Cómo un hombre que estudia los planetas puede obviar una flor? Si no admira la belleza de la naturaleza jamás sería capaz de respetarla. Y así se marchó del planeta. “El séptimo planeta que visitó el Principito fue la Tierra. Entonces apareció el zorro. “Ven a jugar conmigo” Le propuso el Principito “No puedo jugar contigo” Dijo el zorro “No estoy domesticado” “¿Qué significa domesticar?” Preguntó el Principito “Si me domesticas tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mi único en el mundo y seré para ti único en el mundo” Ocurre que cuando una persona es digna de tu confianza en parte te ha domesticado. Confiar y que confíen en ti es una de las sensaciones más magníficas del mundo (como diría en Principito). “Así el Principito domesticó al zorro. Y cuando se acercó la hora de la partida: “Voy a llorar” Dijo el zorro “La culpa es tuya, no deseaba hacerte mal, pero quisiste que te domesticara” Dijo el Principito “Si, pero habré ganado el color del trigo…”- Dijo el zorro” El zorro se despidió entonces del Principito, con el dolor que supone separarse de un amigo, pero su espíritu animoso le hacía recordarle en el trigo de los campos, pues el color del trigo era igual que los cabellos dorados del Principito. “Y el zorro se volvió y le dijo “Adiós. He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos” Esta fue una de las mayores lecciones que aprendió el Principito, la pureza del corazón hace a los seres puros y por ello sólo se ve bien con el corazón. “Gracias a esto el Principito supo que aunque su rosa podía parecerse a cien mil rosas más algo la diferenciaba del resto: “Si amas a una flor que se encuentra en una estrella, es agradable admirar el cielo por la noche pues todas las estrellas están florecidas”. Existe un sentimiento de hermandad que nos une al resto pero la amistad supone “ese algo más” que el Principito encontró en su rosa. El Principito admiraba a todas las rosas, pero sólo una en el mundo conseguía esa sensación tan especial en su interior. “Lo que me emociona tanto de este Principito es su fidelidad por una flor, es la imagen de una rosa que resplandece en él como la llama de una lámpara, aun cuando duerme...”. El Principito mostraba su lealtad por su rosa. Sin embargo su lealtad aparecía en todo su ser haciéndole coherente en su forma de ser, pensar y sentir. “La última reflexión del Principito antes de partir fue la siguiente: “¿Sabes? Mi flor..., soy responsable. ¡Y es tan débil! ¡Y es tan ingenua! Tiene cuatro espinas insignificantes para protegerse contra todo el mundo...” Sentí que el Principito debía marchar con su rosa. El sentimiento de responsabilidad supone una de las fuerzas más imponentes.