La Saga del Kanguro

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7. Las grandes comanchadas El ser comanche no es sólo estar endurecido y curtido físicamente. Hay que lograr también la moral del guerrero. (Metas del Kanguro, 1927)

Desde el mismísimo principio tuvimos que empezar una dura formación física. El imperativo geográfico nos imponía una marcha previa considerable si queríamos llegar a sitio en que pudiéramos considerarnos en el campo. Nuestras dos o tres primeras excursiones fueron a los glacis del Fuerte de La Cortadura -el que levantaron los gaditanos en 1808, con las tropas francesas a la vista, y para que fuese la última barrera. Está a 5 Km. escasos de Cádiz-, o al Balneario de la Victoria que, en aquella época y fuera de temporada oficial, había de estar totalmente desierto. Es decir, que se trataba de unas modestas marchas de 4 ó 5 km.. y otros tantos a la vuelta. Pero aquello no podía satisfacernos. En 20 km. de trayecto hacia la Península no hay más vegetación que la raquítica de Torregorda o los escasos eucaliptos de El Jardinillo. Y nosotros queríamos campo, campo de verdad, con árboles, con matorrales, con accidentes de terreno. La playa, vasta extensión de 20 Km. al cabo de los cuales la corta la Ría de Sancti Petri, tras la cual y a lo largo de otros 6 continúa el arenal, estaba bien para algún día que otro, pero en ella, por su llanura y por su suelo, no podían hacerse las mil prácticas que nosotros soñábamos. De El Jardinillo ya hemos hablado. No era que no nos sirviera; era que nos repelía. Y no obstante, allá tuvimos que empezar a ir, a pie, en cuanto la Patrulla estuvo organizada. Total, 26 km de ida y vuelta.

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