
Bienvenido D. Florencio
Navarra le espera
Ser o no ser
La Historia, D. Florencio, a veces, se confunde y, no obstante, los caminos del Señor no son los nuestros pero sí lo son, los aceptemos o no, que, cada cual, lo sabe, sea a tientas o a oscuras.
La realidad nos enseña que una Diócesis es imposible de `contemplar´ pero si es, como lo es, la de Pamplona y, que no se olvide, Tudela, es un reto difícilmente superable por su historia y geografía, dejo de lado el arte, que `arranca´, quiérase o no, con el Imperio Romano y, hablo así, por quienes desconocen que la historia se escribe con mayúsculas aunque sea menuda y no siempre reconocida su supremacía en el sentir de todos (lo de todas lo dejo para la Real Academia de la Lengua).

El Papa lo ha nombrado PASTOR de pastores que, por lo visto, dejan mucho que desear tanto en las estadísticas como en la manutención del día a día! Sólo deseo dejar constancia de mi afecto y fervor ante una decisión digna de respeto que, enorgullece sanamente, a quien lea estas líneas y, como dejó escrito el Fundador de Schola Cordis Iesu (Apostolado de la Oración) el insigne jesuita mallorquín P.Orlandis, S. I., la ESPERANZA es la virtud teologal q `mueve´ la misión -que no evangelización- con que Ud. debe revestirse ya que, como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica (núm. 886): «Cada uno de los obispos, por su parte, es el principio y fundamento visible de unidad en sus Iglesias particulares» (LG 23); es decir, la unidad pastoral se alcanza y sostiene en el empeño común de evangelización en el sometimiento de los sacerdotes a la autoridad jerárquica de la Iglesia lo que siempre
ha sido y es, con clavos de hierro, lo que han “conseguido” los santos obispos de todos los tiempos pese a su condición humana débil y pecadora — ‘requisitos’ sin los cuales no es viable ninguna línea pastoral digna de encomio — lo que traducido en román paladino le deseo, con urgencia, ánimo martirial en defensa de la Fe (así hablaba San Pablo a Tito y Timoteo) ENCARNADA en Navarra, que aquí, jamás el pueblo de Dios, sencillo y fiel, ‘habló’ de diócesis sino de curas [párrocos] y Obispo amén de congregaciones religiosas y vida monástica, menos florecientes hoy que ayer pero más digna de atención y, sobre todo, cariño y afecto que `desarman´ toda obstinación e indiferencia como principios constitutivos, a día de hoy, fuertemente consolidados en esta tierra, que es, así, como llamamos, porque somos, de aquí.
¿Hay una historia que contar?

Navarra es una región situada entre dos `mundos´ en la actualidad, la CRISTIANDAD que `amparó´ las diversas poblaciones acaudilladas por la Corona y, sucesivamente, el Rey con sus prohombres, y, muy recientemente, un fortísimo proceso secularizador de honda raigambre filosófica, en otras palabras, un hegelianismo de derechas de clara raíz conservadora.
Se lo quiero explicar ya que los hechos acaecidos en el siglo XX, más aún, en la ya `oscurecida´ Transición - acuerdo para comprender, como en ninguna otra comunidad de España, la realidad presente - como CLAVE de entendimiento de los futuribles que han consolidado una deficitaria convivencia, inusual en estas tierras, como resultado fáctico de la intromisión de las ideologías en el cuerpo de Cristo que han ‘dejado’ y siguen dejando hondas heridas, humanamente desquiciadas, en una realidad físicamente maravillosa -un paisaje y gastronomía exquisitos- con una Historia común realmente espectacular -véase los monumentos y patrimonio artístico heredado y, prácticamente, todo él restaurado- además de un habla y una lengua -el vascuence- cuidado pero no hablado como se debiera, hacen ver un panorama preclaro de dimensiones planetarias ya que la inmigración de estos últimos años -realidad a la que no se está prestando atención alguna en el caso del mundo islámico- no dejan de cuestionar el modelo actual de régimen Foral muy nombrado en siglos precedentes y, hoy, prácticamente desconocido por la inmensa mayoría del pueblo navarro. La constancia de la transmisión oral en la vida de las
familias y pueblos han definido, y lo siguen haciendo, la verdadera política institucional más `fresca´ y realista de la Comunidad Foral de Navarra.
El otro `mundo´ nacido, como es bien sabido en todas las instancias del Reino de España, lo constituye la clase política de orientación filosófica positivista (A. Comte) con un marcado acento liberal de signo izquierdista en lo político y secularizador en lo social ante el que la Jerarquía de la Iglesia en España no ha dado la suficiente respuesta que está, y todo el mundo lo sabe, en la Doctrina Social de la Iglesia perfectamente documentada en el Magisterio Ordinario y Extraordinario de los Papas de los tres últimos siglos que, con inaudita insistencia en todos los ámbitos de su presencia y con testimonios heroicos de vida martirial, han exhortado a los fieles y, atención, a los pueblos que no han recibido —aún— el Evangelio de Cristo a `prepararse´ a morir antes que traicionar la savia fecundísima de la Sangre Preciosa de Cristo, Señor de la Historia y Salvador del género humano.
En concreto, la realidad presente de su diócesis, la constituye, en instancias oficiales al más alto nivel y con fuerte impacto comunitario el Socialismo REAL de base spinoziana que se inocula desde los medios oficiales de comunicación y afecta, sin descaro, la educación pública desde una desmedida presencia del igualitarismo de género sin respeto a la racionalidad propia de todo ser humano, nacido al amparo del Derecho Natural, acogido y `protegido´ en una legislación pública y privada -el Fuero- de significado religioso auténtico y constituyente de sociedades libres e igualitarias.
Causas de la debacle
La Transición (1975-1982) como fenómeno político de primerísima importancia en la historia reciente del pueblo español, como ningún otro suceso del siglo XX - a excepción de la conmoción que supuso el conflicto armado del 36 - supuso y, sigue suponiendo a todas luces un tiempo a investigar con audacia y determinación hacia la verdad `inconfesada´ de sus verdaderos protagonistas, tuvo, como hemos citado, una importancia decisoria en Navarra sin parangón - salvo en la Comunidad Autónoma Vasca, aunque de otro tono y consecuencias morales y físicas - en toda su historia como realidad política independiente forjada en la Alta Edad Media en el empeño común de `recuperar´ las señas de identidad destruidas por la violencia militar islámica y la consiguiente `desnaturalización´ del tejido social cristiano de herencia hispanovisigótica.
La actual fisonomía del pueblo navarro -que existe- es una indefinición de pareceres que están sin orientar ya que, desde instancias políticas y, sobre todo

eclesiales, no está nada claro el papel que deben jugar si es que deben `jugar´…
No obstante esta clara definición de la realidad navarra, ya ve que no hablamos de Diócesis sino de Navarra, es, tal vez, una conmiseración hacia lo indefinido que tanto éxito está teniendo en el resto de España si tal es el nombre en que lo que se cree es tal vez lo más necesario `rescatar´.
Es del todo necesario un recto sentido de acercamiento a Dios y no una respuesta fácil a las demandas de una sociedad, imperiosamente democrática, que, más de una vez a merced de las tendencias que la solicitan, no ofrece, realmente, consideración alguna a su pasado de hondo sentido religioso y, por qué no, tradicional. Una palabra que, a fuer de ser denostada por recordar tiempos pretéritos a `olvidar´ no queda más que a disposición únicamente de los progresismos como única fuerza vital de actuaciones con la delimitación de los tiempos subsiguientes carentes de toda veracidad y autenticidad.
Líneas de actuación
Una pastoral que descuide, sistemáticamente, la presencia de los hechos mencionados, que, por ejemplo, las consultas electorales refieren de continuo, olvida el mandato del Hijo de Dios de enseñar a todas las gentes la recta fe en la humanidad redentora de Jesucristo Nuestro Señor tal y como la Tradición, en todas las facetas sociales y políticas que no dejan de ser bendecidas por la Iglesia y tan en boga, no dejan de ofrecer una CONSIDERACIÓN de tantos bienes recibidos.
Una presencia tan sólo nominal de la jerarquía en las distintas modalidades de actuación pública a lo largo y ancho del año —que no Calendario Litúrgico— muestra un desconocimiento flagrante de lo que debe ser un ministerio profético de alegría y esperanza en el Señor, tan denigrado en ambientes de izquierda y, que, no obstante, son dignos de redención y curación en el seno de la sociedad, a la que no olvidemos, y, es enseñanza pontificia, nos debemos con caridad y `urgencia´ el atender e, ir, aunque nos cueste la honra y el menosprecio tanto humano como
sacerdotal. Una `ilusa´ consideración de que los males que aquejan a la sociedad navarra se ‘parecen’ o transmiten de igual modo que en regiones adyacentes es, francamente, deplorable y carente de toda significación sociológica.
La realidad, estimado D. Florencio, no hace sino demostrar la insuficiencia de tantos planes pastorales y una inadecuada formación de las nuevas generaciones de fieles que acuden a las parroquias y, sobre todo, a los movimientos católicos, con ánimo sincero de una formación integral en la Fe además de afecto y comprensión ante la tremenda embestida que las ideologías, de todo tipo, se ensañan con deliberada intención de derivar las conciencias de la sumisión a la Iglesia Católica a un constante maniqueísmo que, subyacente a toda conversación pública y privada, afecta a la convivencia familiar y lugares de encuentro laboral, deportivo, recreativo, etc etc.
Entonces, ¿qué hacer? Una primera aproximación a tan honda preocupación es la instancia de San Ignacio de Loyola tan apropiada siempre que se ha de tomar las decisiones en el día a día: « […] lo que debo hacer por Cristo » [EE 53]. Así, toda `eficacia´ evangelizadora se apoya en la Persona Divina de Jesucristo y no en infinidad de tecnicismos y razones aparentes.
No menos acuciante es el diálogo personal e intransferible con los miembros de las distintas Asociaciones y Movimientos diocesanos que deben capitalizar y resurgir como auténticas antorchas de dinamización verdadera en el compromiso diario con la gente allí donde se encuentre y no dejarse llevar, como atestigua sin cesar el Papa Francisco, por políticas, y digo bien, políticas sectarias de `crecimiento´ personal y familiar desatendiendo, cada vez más, la constante desafección de millares de hombres y mujeres, hijos de familias auténticamente cristianas, que no ven en la Religión cristiana sino una `más´ en un batiburrillo de opiniones, siendo ésta la creencia más difundida y que merece una seria reflexión de la RESPONSABILIDAD que, tantos de nosotros, hemos obviado por resultar incómoda a nuestros intereses de no “dejarnos ensuciar” con las palabras y pensamientos de aquellos que han sido y son alejados por las ideologías anteriormente descritas.
La vida en los pueblos, más que en Pamplona y sé bien lo que digo, está más dispuesta a recibirle, salvo casos contados de ‘siembras perniciosas’, como Pastor y no como abanderado de una Doctrina que, parece en ocasiones, más digna de respeto que no de desprecio tal y como nos advirtió el Salvador. No es `posible´ un anuncio de la Buena Nueva sin presencia física de los pastores y laicos comprometidos, se diga lo que se diga, con la consiguiente persecución y sufrimiento moral como advirtió, y advierte, la Presencia real y misteriosa de Jesucristo, a quien debemos proclamar como lo hizo su fiel discípulo San Pablo en la Carta a los Efesios: «que Cristo habite en vuestros corazones, para que, arraigados y cimentados en el amor, podáis comprender con todos los santos cuál es la anchura y
la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de Cristo, que excede todo conocimiento, para que os vayáis llenando hasta la total Plenitud de Dios» (Ef 3, 17-19).
El mundo educativo fundado en instituciones religiosas y católicas, más bien inclusivo de sí mismo que una `apertura´ sólidamente fundada no en valores, ya caducos, sino en virtudes y vida sacramental firmemente arraigada en la Iglesia como Esposa Mística del Cordero (Ap 19, 7; 21, 2.9) pero incapaz de asemejarse a Cristo en la humanidad doliente del pueblo al que sirve sin obedecer el mandato de Jesús: “y dijo: «Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos» (Mt 18, 3)”.
La enseñanza pública, en el lenguaje corriente, pues la anterior lo es `igualmente´, muestra un intervencionismo constante del Departamento de Educación, modélico en legislaturas pasadas por su constante dedicación al bienestar del alumnado y, más aún, profesorado sin sesgo sectario alguno, pasa por unos momentos de innovación tecnológica sin precedentes y una serie de discursos igualitarios de clara raigambre constructivista y, más aún, hostiles a toda enunciación veraz de la naturaleza humana; una sinergia a todas luces dañina psíquica y social sin precedentes en la historia reciente de Navarra.

El mundo laboral está ‘disminuido’ en el campo que no fenece gracias a las ayudas de la Unión Europea en todos los sectores de actividad agrícola y ganadera sin olvidar el sector de la agroalimentación que es, sin duda, el más próspero por la excepcional valentía de empresarios que no se han arrugado ante tantas dificultades de todo tipo y, más aun, creen en el buen hacer de sus mayores con la asunción de las mejoras técnicas propias del mundo de hoy.
La actividad industrial gira en torno a la Cuenca de Pamplona y la Ribera, fuertemente inclinadas a la exportación (sector de la automoción y auxiliares; agroalimentaria y bodegas familiares) que sostienen, más de lo que se piensa, la vida económica de una Navarra que tuvo, en el siglo XX (años 60 y 70) la industrialización más rápida que se conoce pues vino de la mano de empresarios (Félix Huarte) y políticos (Amadeo Marco) que tuvieron el acierto de incorporar mano de obra a una naciente economía de tipo desarrollista ya generalizada en toda España.
Los servicios, a la vanguardia de las sociedades occidentales - las quejas son infundadas, sobre todo en la Sanidad Pública -, son una muestra del buen hacer que ha caracterizado el `pulso´ de una sociedad que sabe servir y, no obstante, tiene conciencia de una labor nunca acabada y necesitada de progreso constante (investigación, docencia universitaria, recursos propios…).
La vida sindical sigue, excepto en casos singulares, la tónica anteriormente descrita de `lucha´ a nivel externo y monismo de izquierdas en cuanto a unidad sindical se refiere tanto en lo referente a salarios y relaciones laborables como a una impronta política siempre deseable y sujeta a subvenciones públicas; una realidad totalmente olvidada desde hace décadas por su fuerte intervencionismo que incurre, en demasiadas ocasiones, en violencia verbal como autodefensa de sus posturas. ___

Estimado D. Florencio, no queda sino recordarle con cariño la advertencia de Santo Toribio de Mogrovejo en sus caminar como Arzobispo de Lima en aquellas tierras del Perú: «Al único que es necesario siempre tener contento es a Nuestro Señor».
Un cordial saludo