Negritud, sororidad y memoria: poéticas y políticas de la diferencia en la narrativa de M. Condé [2]

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Negritud, sororidad y memoria: poéticas y políticas de la diferencia en la narrativa de Maryse Condé; Marta Asunción Alonso Moreno, UCM, 2017.

la Bête (2013: 56) o el Meursault de Camus (1942). El vecindario al completo se acoge al luto70: Le canal Vatable avait pris le grand deuil. Dans toutes les maisons, on avait recouvert les miroirs avec des housses violettes et placé des rameaux bénits sous les images saintes. Pendant quatre jours et quatre nuits, les gens n’avaient pas cessé de défiler et de s’asseoir autour du cerceuil à dessus de verre où elle reposait. Les yeux en eau, ils remémoraient sa générosité, ses paroles de réconfort pour ceux que le malheur abattait, le boire et le manger71 toujours servis à table (1997: 136).

Otra notable ilustración de la idiosincracia, social y rotundamente oral, de los velorios antillanos la ofrece la novela Traversée de la Mangrove (1989). Se desarrolla esta, precisamente, casi como las tragedias clásicas, conforme a la regla de las tres unidades originalmente adaptada a las latitudes y costumbres guadalupeñas: en el tiempo de una noche caribeña (a su vez dividida en tres etapas, que se corresponden con las tres partes del libro: atardecer, madrugada y alborada) y en el espacio de la casa del extranjero muerto (una antigua habitación azucarera, abandonada tras la crisis de la caña que azotó las Antillas a principios del siglo XX). La acción unitaria tiene aquí que ver, claro está, con la muerte de este misterioso personaje: Francis Sancher, nacido Francisco Álvarez Sánchez, cubano o tal vez colombiano, huído en la isla antillana para terminar sus días de apátrida. La imagen de la traversée, así como la mangrove, reenvían pues al tránsito dificultoso, tan sólo aliviado por la oralidad, entre mundos distintos: la isla versus el extranjero y la vida versus la muerte. Además, se asemeja el momento del cuento con los rituales de intimidad materno-filial que suponen las nanas o canciones de cuna en todas las culturas. 70

Además de la oralidad, la bebida y la comida, leemos en Jacques Roumain que “c’est la coutume de jouer aux cartes dans les veillées” (1989: 170). También se acostumbra a contar “devinettes” (1989: 172 y 173). Los velorios, en Las Antillas, tienen así lugar “entre les larmes et le rire. Tout comme la vie, compère…” (1989: 173). 71 Más concretamente, ron agrícola y “soupe grasse”, típica de los velatorios., aunque no sólo. Su poder reconfortante le asegura un lugar privilegiado en el menú de toda casa antillana que se precie de serlo. Se elabora, según las posibilidades de cada hogar y las épocas, con verduras varias y manitas de cerdo. Vide glosario en anexos.

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