Tropos Digital #7

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La palabra como herramienta...

versi贸n digital http://issu.com/saturno/docs/tropos_7

VALOR



Nota editorial E

squivando desencuentros, superando obstáculos y enlazando palabras, nuevamente sumamos nuestras energías e impulsamos una nueva edición de una revista literaria que no se cansa de caminar. Con el objetivo de difundir, intercambiar y enlazar las diversas manifestaciones de la escritura, la revista Tropos ya puede considerarse algo más que un simple espacio en donde convergen las múltiples expresiones estudiantiles, pues busca constantemente renovarse. Es así que en esta ocasión, hubo ilustraciones realizadas por un miembro del equipo editorial, y fue así que colectivamente se decidió, bajo diversos criterios, la selección de la tapa del séptimo número.

como futuros investigadores y docentes. Si planteamos nuestras inquietudes sobre el rol que tiene una obra literaria en su contexto histórico, éstas deben ser puestas a discusión y deben tener un lugar que se renueve y genere progresos. Emulando a Octavio Paz, “contra el silencio y el bullicio invento la palabra, libertad que se inventa y me inventa cada día”, el equipo editorial invita al estudiante, al docente, al investigador, al artista y a todo aquel interesado a seguir reflexionando y debatiendo sobre la necesidad de la creación de la palabra.

UTOPIA Humanidades y Estudiantes Independientes

El crecimiento cualitativo y cuantitativo que la revista experimenta en cada edición, es una de las tantas evidencias de que este espacio no solo intenta solventar una necesidad estudiantil. Es por ello, que la presentación del último número está enmarcada en la realización del 1er Foro de Literatura; que es un ámbito de debate sobre la función de la literatura en la sociedad y sobre nuestra formación

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Equipo editorial/Organización: Alicia Aquino, Adelina Petón, Nahuel Barrientos, Rodolfo Yoldi, Ezequiel Asprella, Daniela Cleve, Matías Elicer, Harry Marauda, Gisela Campanaro, Joaquín Sanchez, Sol Canteros.

Publicaron en este número Gisela Camparo, Ezequiel Asprella, H:F, Santiago Gjuratovich, Salva, Gisela Huaracallo Chiri, Javier Mena, Matias Elicer, Bulenaja, Adelina Peton, Juan Manitta, Catalina LL, Nahuel Barrientos, Pablo Roggeri, Bahastian S Hells. Diseño Gerardo Echeverría / silencio_sonoro@hotmail.com Ilustración Harry Marauda

Agradecimientos, a todos los que no dejan de apostar en este espacio, a los que publican por primera vez, al nuestro perseverante diseñador, al ilustrador, y a todos los que, teniendo ampollas en los pies, siguen caminando con nosotros.

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Indice 6

pág.

Cuentos / Relatos Mi señorita Pájaro El océano Schrödinger y más...

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Poesías

pág.

Brujo Un poco de queja Voy caminando y más...

28

pág.

Ensayos Nada

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Cuentos / Relatos

Mi señorita Pájaro M

i hermana dice que mi señorita se llama Paloma pero yo le digo que se llama Pájaro. Y cada vez que le digo eso empieza a patalear y a gritar como una tonta, y yo no la soporto. Mi señorita no es muy linda porque es muy muy flaca. A mí me gustaría que fuera un poco más gorda, pero igual sigue siendo linda cuando habla y me sonríe, y sobre todo cuando come caramelos de chocolate y me convida. Mi señorita es muy buena, y le gusta dibujar en el pizarrón con tizas de colores. Siempre usa muchos colores. A veces es lindo cuando vuelve a usar tizas blancas, porque a ella no le gustan, pero a veces sí, y hace una letra redondita y tarda un montón en escribir cada palabra. Ella me dice “pajarito”, porque tengo las piernas flaquitas y el pelo amarillo (eso dice mi mamá). Y la señorita me dice: pío, pío, pío, pajarito!, y yo me río, pero a veces me cansa un poco; igual, casi nunca me cansa. Desde que la conocí, todos le dicen “señorita Paloma”, sobre todo mi hermana, que tiene una voz muy fuerte, casi grita cuando habla, y le dice: “bue-nos-dí-as-seño-ri-ta-Pa-lo-ma!”. Por eso se enoja cuando yo le digo que se llama Pájaro. No hace mucho tiempo que me enteré que se llama así. Ella misma me lo confesó pero me pidió por favor que no se lo dijera a nadie. Y a mí me cuesta guardar los secretos, pero como ella es tan tan buena, le hice caso. Hace como no sé cuántos días, mi mamá estuvo resfriada; entonces, como mi señorita vive cerca de mi

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casa, me llevó todos los días a la escuela. A mí me encantó que mi mamá se enfermara, porque la señorita maneja muy despacito y escucha música con señores que cantan, y además me convida caramelos de chocolate. Yo me sentí feliz viajando con ella, pero mi hermana se enojó porque ella también quería viajar con la señorita, entonces empezó a venir con nosotros y ya no hizo falta la música con señores cantando, porque mi hermana nos aturdía con sus gritos, y la señorita no paraba de reírse. Le caían lágrimas de tanto reírse. Y yo estaba serio porque mi hermana la distraía a la señorita y se olvidaba de convidarme caramelos. Y un día mi mamá se recuperó “y todo volvió a la normalidad” como me dijo ella, que creo que no le gusta cómo maneja la señorita. Y un día, hace poco, mi señorita se enfermó y no fue a la escuela, y pusieron a una suplente gritona, como mi hermana. A mí me dieron ganas de llorar porque no fue la señorita. Y empezó a faltar un montón de días y entonces me puse muy triste. Como estaba tan triste mi mamá me llevó a visitar a la señorita, que ya no estaba tan flaca y tenía cara de feliz cumpleaños. Se puso re contenta cuando me vio, y mi mamá me dejó sólo con ella, y se fue a hacer unos mandados. La señorita me dijo “vamos a pasear”, y yo escuché ruidito de caramelos adentro de su bolsillo y me puse muy feliz. El ruidito es parecido al de la nieve cuando la pisás, es un ruidito lindo, pero igual la nieve es muy fría para ser caramelo. La señorita me subió al auto y viajamos hasta pasar el primer lago, y después el otro, y el otro, aunque para mí son todos iguales, no entiendo por qué se llaman distinto. Y por fin llegamos adonde teníamos que llegar, y ahí la señorita me convidó caramelos de chocolate (hmmm), y después nos subimos a una roca, y ella respiró con mucha fuerza me agarró fuerte de la mano y me dijo “no te asustes”. Y entonces empezamos a volar. Ella, con alas gigantes, y yo con otras


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más chiquitas, y el viento soplaba y soplaba, pero a nosotros nos acariciaba los cachetes y nos hacía cosquillas en la nariz. Y mi señorita saludaba a todos, al Mascardi, al Gutiérrez, al Otto, al Ventana, y ellos también la saludaban y le guiñaban un ojo. Y el Tronador se reía con un vozarrón que daba miedo, pero nosotros sabíamos que se estaba riendo, entonces también nos matábamos de risa. Y después mi señorita infló las alas como un paracaídas y aterrizamos juntos en mi casa. Mi hermana ya venía saltando y gritando, y la señorita me dijo este secreto: “no se lo cuentes a nadie”. Y me hizo cosquillas en la oreja. Después la señorita volvió a la escuela, y ahora cada vez que nos miramos nos reímos porque nos acordamos de la risa del Tronador y de las cosquillas del viento. Y ella me dice “pío pío pío, pajarito” y yo le digo pájaro, y lo digo bien fuerte, para que mi hermana se enoje, entonces lo grito cada vez más fuerte para tapar su canción fea y aburrida con mi canción mucho más linda que dice así: “Yo tengo una señorita que se llama Pájaro”.

El Océano S

omos barcos que navegan en el gran océano; las aguas chocan continuamente, a veces producen maremotos y remolinos, otras veces están calmas… Somos lanchas, canoas, veleros, buques… depende por donde naveguemos… podemos terminar en el fondo de las aguas, pero si tal vez poseemos el alto poder nos salvemos, pero ¿quién tiene realmente ese alto poder, el que al hundirse el barco se libera mediante los botes o el que con esfuerzo puede llegar a tierra? Cuántas veces nos hemos escabullido, al ver el peligro, en los brazos que nos ofrece la naturaleza… navegamos inevitablemente… cerca de la orilla, anclamos para conocer y recomponer las provisiones para seguir navegando… en otros momentos sin brújula navegamos al infinito océano sin encontrar paradero alguno, si somos fuertes, los vientos peligrosos nos encierran en ese horizonte… sin embargo cuando las aguas están calmas es lo más bello y lo más hermoso… el amanecer puro, el atardecer más inocente, las estrellas que abundan y los astros que nos guían en este gran océano del hombre… Las aguas turbias están levantándose… pues elevemos anclas y zarpemos hacia ese nuevo horizonte, con toda una tripulación dispuesta a ganarle al océano… y poder repartir ese tesoro que hemos descubierto y ganado, ese tesoro… cada quien sabe cuál es…

Gisela Campanaro

E.A.

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Schrödinger S

e abre la puerta del hombre viejo y lentamente este sale a la luz. Esta desalineado y el cansancio lo muestra decrépito. Su cabeza parece un nido de pájaros y su ropa es una serie de arrugas apiladas. Las ojeras, que de tan profundas parecen un antifaz, se extienden por su cara montando arrugas profundas como cicatrices y llegan hasta la barba semi mutilada por los intentos de afeitarla de un pulso maltrecho. De su apariencia gris resaltan solo los ojos que la sangre inyectada y la falta de sueño acumulada volvió rojos como frutillas alrededor del iris esmeralda. Uno de ellos incluso se retuerce en espasmos incontrolables. El hombre viejo da un paso y cierra la puerta con fuerza. Acto seguido sube la escalera hacia el piso siguiente con pasos que resuenan en todo el pequeño edificio y llega, finalmente y resoplando, hasta la puerta que buscaba. Golpea dos veces con los nudillos y tras unos segundos de espera, una vez más de forma feroz. Abre la puerta un hombre joven. Parado frente al viejo parecen objeto y reflejo, ambos unidos por el cansancio. Las mismas ojeras lo marcan, pero en el no se difuman, sino que resaltan un contraste: la oscuridad del agotamiento sobre la luz de la juventud. Esta oposición parece emanar de toda su persona. Da la sensación de que en el todo es blanco o negro, sin matices. Viejo y joven permanecen enfrentados unos segundos más, como reconociéndose, hasta

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que el primero, incrédulo, recuerda el por qué del enfrentamiento y de su cansancio. Indignado acompaña sus gritos y quejas con frenéticos movimientos de su mano izquierda, mientras cierra la derecha en un puño, como queriendo mostrarse a sí mismo aún vigoroso y amenazante pese a los años. No obstante, rápidamente se agita y tiene que parar para tomar aire. Jadeando, apoyado en sus rodillas, pide explicaciones. El joven lo mira desde arriba, y de su cara parece asomarse una sonrisa compasiva. Sin decir nada da media vuelta y vuelve a entrar a su departamento, pero antes de que el viejo llegue a protestar él está de vuelta, sosteniendo un vaso de agua que le alcanza, siempre callado. El hombre viejo parece sorprendido y por un segundo desconfía, pero enseguida la sed le gana y le saca el vaso de las manos. Ya repuesto se endereza y mira directo a los ojos del joven. El izquierdo es de un verde mas intenso que el derecho: igual que el suyo. El muchacho, que quizás no tenga más de veinticinco años, empezó a hablar. En pocas y sencillas palabras aclaró que el no era el responsable de su falta de sueño, de la cual incluso era victima. Explicó, entonces, que todo había empezado tres días atrás, cuando la gente de arriba se fue sin decir nada en mitad de la noche. Desde ese momento sentía un ruido intenso que no lo dejaba dormir, pero que sin embargo no podía identificar. Ahora de vuelta los dos están callados, cada uno pensando, tal vez, en lo que les esta pasando, en lo que van a hacer y en la persona imposible que tienen delante. Es el viejo el que propone subir juntos para averiguar que es lo que no los deja en paz, para ponerle fin y así cada uno volver a su lugar. No sabe que les espera arriba, pero el muchacho lidera la marcha, y subiendo los escalones de dos en dos sin agitarse ya está en lo alto. Desde el rellano el viejo lo mira mientras intenta recuperar el aliento, tratando de recordar cuando


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tuvo ese estado físico. Seguramente muchos años atrás, más de los que puede alcanzar con la memoria. Un grito del joven que lo llama lo saca de su ensimismamiento, y entonces se apura a subir, ayudándose de la baranda de la escalera. Arriba la puerta esta entreabierta. Claramente, el ruido que no los deja dormir proviene de algún lugar en el interior de este departamento, pero incluso a esta distancia ninguno puede reconocer puntualmente de que se trata. Tras un momento de duda vencen la vergüenza (y el miedo) y deciden entrar. Entonces los golpea: es un llanto, un llanto desgarrador producto de la más primal desesperación ¿Cómo es posible que no se hubieran dado cuenta desde el principio, si ahora era tan evidente que esta era la única opción? Dentro, las persianas están cerradas y todo es penumbra. Incluso es difícil moverse sin chocar con algún objeto escondido por la obscuridad. Hay, de todas formas, un haz de luz que los espera al final de un largo pasillo, detrás de otra puerta entornada. Van a tientas, el muchacho delante, el viejo agarrado a su hombro, y a medida que avanzan el llanto crece en fuerza y cercanía. Abren la puerta y por un momento quedan deslumbrados. Adentro solo hay luz y color, tan brillantes que lastiman. Es la habitación de un bebé. Las paredes están decoradas con guardas infantiles, con payasos y globos, animalitos y flores. Por la ventana abierta de par en par entran la luz intensa y los colores del día que hace un segundo los cegaron. En el centro de la habitación, sentado en una alfombra afelpada están el bebé y su grito. No debe tener más de unas pocas semanas de vida, y pareciera que el llanto no lo abandonó nunca desde aquel primer cachetazo inaugural. A su alrededor hay un montón de juguetes extrañamente antiguos, como camiones

y trenes de madera, muñecos de trapo con botones cosidos en lugar de ojos y animales de peluche desgastados y olorosos, recostados unos sobre otros. Sin decir nada, el joven se adelantó y, poniendo una rodilla en el piso se agachó para levantar a la criatura. Con las manos bajos sus axilas lo mantuvo de frente a si, a la altura de los ojos. Estos eran también de un intenso verde esmeralda. El bebé ya no llora, es más, todavía hipando empieza a sonreírse. El muchacho también sonríe, mientras cambia de posición para acunarlo. Parece aliviado, y el hombre viejo nota que las marcas del cansancio ya casi no se notan en su cara. Él, sin embargo, no se siente mejor. Hay algo que lo turba, pero aún no es capaz de ponerle nombre a su preocupación. Solo cuando el hombre joven voltea, feliz con el niño en brazos, las consecuencias de esta pequeña aventura lo golpean con todas sus fuerzas y la ansiedad deja lugar al terror más absoluto. No responde cuando el otro, preocupado, le pregunta que le pasa, quizás porque está terminando de entender quien espera en el sótano, sin hacer ruido nunca, siempre silencioso. Como una tumba.

H:F ...

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El último invento de la humanidad C

uando Juan recibió en su computadora un mensaje diciendo que se lo requería en el ministerio de tecnología, supuso que se trataba de alguna clase de broma. Él era solo un simple oficinista de clase media, sin grandes talentos o habilidades que lo distinguieran del común de los hombres. Esto no quiere decir que fuera un inútil. Más bien lo contrario, Juan era bueno en su trabajo, en la medida en que hacía lo que se esperaba de él. Proporcionaba sustento económico a su mujer y a su hija, con quienes tenía una buena relación. Era apacible y con tendencia a evitar el conflicto. No había posibilidad de discutir con él, porque acabaría dándole al otro la razón por temor a ofenderlo. En resumen, era un sujeto productivo, que no generaba conflictos y le caía bien a todo el mundo: El ideal encarnado de la clase media. Solo que, en sus propias palabras: “todo el mundo puede hacer eso”. Al cabo de un par de horas, fue llamado a la oficina de su jefe. Acudió a ella desconcertado: No había hecho nada para recibir una reprimenda, pero tampoco tenía el carisma necesario para recibir un ascenso. O al menos, eso se decía a sí mismo. La habitación a la que entró era gris, igual que la que acababa de abandonar. Tenía un escritorio del mismo tamaño que el suyo con el mismo modelo de computadora encima de él. La silla era idéntica a todas las otras en el edificio. Solo había dos diferencias. Una era

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la biblioteca de madera acorralada en una esquina, llena de tomos empolvados que no se leían nunca. La segunda, la más importante, era el hombre sentado sobre la silla. Por empezar, este no era el jefe de Juan. El extraño vestía un traje de color blanco, lo que indicaba que era un producto individual, hecho a pedido. Sobre el llevaba una tarjeta plateada que lo señalaba como el doctor Mann, miembro del ministerio de tecnología. Tenía cabello rubio y ojos azules, lo que para esa época era toda una anomalía; una que unos padres adinerados podían pagar para conseguir. Finalmente y quizás lo más extraño de todo, el hombre estaba leyendo, cosa para lo cual era necesario poseer en cantidad los dos recursos más valiosos: tiempo y dinero. Juan se aclaró la garganta con dificultad. No todos los días se hallaba uno frente a frente con un miembro del ministerio. Tendría que cuidar sus palabras, pues esas personas tenían el poder de hacerte la vida muy miserable si les desagradabas. -Buenas tardes- se atrevió a decir- ¿Me buscaba usted? El otro lo miró con petulancia antes de responder- depende. ¿Es usted el oficinista Juan, Juan…?- Luchó contra la palabra por un rato. No había nada de que avergonzarse, ya muchas veces le habían dicho que el suyo era un apellido difícil. -Soy yo- Respondió Juan, salvando del bochorno a su interlocutor- ¿En que puedo servirle? El Dr. Mann dejó sobre la mesa el material de lectura, respiró hondo y miró a Juan a los ojos. Parecía molesto, como si deseara con la rabia borrar la vergüenza de su propia incapacidad.- Se le envió un mensaje hace dos horas. Lo esperamos durante más de veinte minutos ¿Por qué no acudió de inmediato al ministerio?


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-Le ruego me perdone, pero no creí que fuera cierto. Supuse que una convocatoria oficial sería más, no sé, formal.- Cada palabra era una excusa en si misma. El tono, los gestos, todo en él rogaba por perdón. - No tenemos tiempo ni hombres para desperdiciarlos en relaciones públicas. Una orden es una orden, no lo olvide. Vendrá conmigo.- No había lugar para la discusión. Fue guiado al exterior por una salida secreta. No le extrañó que el despacho de su jefe tuviese una. No lo conocía lo suficiente para sentirse extrañado. El exterior era gris, pero de un gris mucho más oscuro que el claro tono del interior. Las nubes cubrían el cielo y soplaba un viento fuerte, helado. El horizonte resultaba casi invisible, oculto por fila tras fila de oscuros rascacielos. Una autopista se extendía a lo lejos, infinita, gastada. Todo ello olía a contaminación, a terror y muerte. Juan tuvo cuidado de ocultar su pánico. Hacía años que no salía al exterior. Su cuerpo frágil solo podía soportar el aire purificado de las oficinas. Por esa razón, siempre iba directamente del trabajo a la casa, usando medios de transporte más directos. Nadie salía si podía evitarlo ¿Y porqué habrían de hacerlo? El auto era solo otro de los signos de opulencia que ya solo la clase más alta podía permitirse. Su combustible costaba más de lo que gastaba por mes una familia tipo. Las reparaciones eran una ruleta rusa, ya que ni los mejores técnicos tenían más que un leve conocimiento teórico de ellas. El viaje fue corto, sin tráfico. Ninguno de los dos habló durante todo el camino. Tenían miedo de revelarse por sus palabras. Al llegar al ministerio fueron recibidos por media docena de guardias armados. Solicitaron sus identificaciones y tras comprobar, durante varios minutos, que todo estuviera en orden,

los dejaron pasar. Juan pensó que había demasiada seguridad para una visita de rutina. De inmediato corrigió su propio pensamiento: No había tal cosa como visitas de rutina al ministerio de tecnología. Ni siquiera las familias de los empleados podían ingresar sin autorización. Se preguntó de nuevo para que lo habrían llamado. No era ningún técnico y lo único que sabía sobre ciencia era lo que había aprendido en sus estudios. ¿Quizás alguien allí lo conociera? No, por más que lo intentó durante un rato no logró recordar a nadie que pudiese trabajar allí. Solo los mejores lograban llegar. Dentro había un largo pasillo con incontables puertas laterales, tan largo que no se veía el final. El Dr. Mann avanzó por él a paso rápido y salió a una habitación contigua, sin detenerse a comprobar siquiera si iba en la dirección correcta. Juan no sabía si ese hombre conocería el lugar como la palma de su mano, o si todas las puertas acababan llegando al mismo lugar. Ambas teorías eran ciertas. Mientras bajaban piso tras piso por las escaleras, parecía que el Dr. iba sufriendo algunos cambios. Su porte se volvió menos arrogante, su rostro adoptó una sonrisa leve, pero real e incluso comenzó a caminar a una velocidad que a Juan no le costaba tanto seguir. Todos estos cambios y otros más difíciles de percibir se fueron acentuando a medida que descendían a las entrañas de la tierra. Finalmente, cuando ambos se detuvieron frente a una enorme puerta blindada, se volteó a hablar. -Perdone mi actitud anterior, pero nos convenía que pensaran, en caso de estar espiándonos, que usted eran un hombre perfectamente dispensable, a quien podíamos permitirnos maltratar. Si la gente se enterara de que usted dependen las vidas de toda la humanidad, podría ponerse un poco… nerviosa.- ¿Qué quiere decir con eso?- preguntó Juan, remplazando el terror anterior con uno nuevo, más fuerte.- No puede estar hablando en serio ¡Si soy el tipo más común que hay!- Se detuvo un momento para tomar aire, momento que el otro aprovechó para hablar. -No tiene idea de cuanta razón tiene- Dijo con una sonrisa nerviosa. El mismo no quería creerlo- Creemos que es usted la persona más común sobre la tierra. Por eso lo necesitamos. Juan estaba desconcertado, pero el otro le aseguró que

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todo se revelaría en la siguiente habitación. En ella había un objeto con forma de cápsula, aparentemente metálico, de tamaño suficiente para que entrara con comodidad una persona. No se veía sin embargo ninguna entrada, ni otra irregularidad en su lisa superficie que pudiese indicar la función de tal objeto. El Dr. Mann se apoyó sobre ella antes de hablar. - Seré franco: La tierra está en guerra- Eso lo sabía todo el mundo- y vamos perdiendo. -Perdone pero yo creía que vamos ganando. ¿Cómo íbamos a durar tanto tiempo si no? -El otro río larga y amargamente antes de responder-¡Ganando! ¿Cómo podríamos estar ganando? La tierra fue atacada cuando sus conflictos internos la habían llevado al borde del colapso. No teníamos los recursos ni la tecnología necesarios para defendernos. La primera ola del ataque acabó con más de la mitad de la población. Tuvimos que unirnos, desesperados como estábamos, con la misma gente a la que habíamos intentado eliminar. Pusimos todo lo que teníamos al servicio del estado ¡absolutamente todo! Por que solo él nos podía salvar. Nunca en la historia hubo más voluntarios en un ejército. Y aún así, usted tiene algo de razón: Esa vez, contra ese enemigo, nosotros ganamos. -¿Esa vez?- Preguntó Juan. Empezaba a tener un mal presentimiento sobre todo esto. Una voz en su cabeza parecía gritarle “¡Corré!”. Y el hubiese obedecido encantado, de haber sabido como salir. Solo ahora comprendía la razón para llegar hasta allí por un camino tan indirecto: Atraparlo, evitar que pudiera escapar. -Sí, esa vez. Hay otras criaturas atacándonos. Seres que nos ven como insectos, pero insectos peligrosos, de esos que acá en la tierra eliminamos hace tiempo. Habían aprobado el ataque que se realizó contra nosotros, pensando que seríamos eliminados con facilidad. Según parece, nuestro primer oponen-

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te había perdido su planeta y buscaba uno nuevo. Cuando vieron lo que ocurrió, se prepararon para atacarnos ellos mismos. “Pero nosotros no nos habíamos rendido. Canibalizamos los restos de naves enemigas en busca de algo, cualquier cosa que nos pudiera servir. Y lo encontramos: artefactos capaces de reparar poco a poco una biosfera destruida, formas de energía más eficientes que cualquier cosa que tuviésemos antes y, por supuesto, los dispositivos generadores de materia.” Mientras el Dr. Mann seguía explicando, Juan comenzaba a recordar sus años de juventud. Se vio a si mismo forzado a colaborar en las tareas de reconstrucción siendo apenas un niño. Cuando era joven lo llevaron a ser evaluado, donde la computadora eligió el empleo con el que más útil podía serle a la tierra. Luego tuvo que pedir permiso al gobierno para poder casarse y tener una hija. Solicitó una adicional pero su pedido fue rechazado, argumentando que no se podía permitir semejante desperdicio de recursos. Y ahora estaba frente a un hombre que, según decía, quería mandarlo al espacio para luchar-¡No!- gritó con todas sus fuerzas antes de echar a correr. La única puerta estaba cerrada y en vano buscó a su alrededor otra vía de escape. -Usted es nuestra única opción- Dijo el doctor- Esa naveseñaló la cápsula metálica- necesita imaginación y libre albedrío, cosas que no podemos crear artificialmente. Así que, si no quiere morir junto con el resto del planeta ¡Subirá a esa cosa y será su mente y corazón! Juan pensó en su esposa y su hija. Probablemente nunca más volvería a verlas. Habría sido agradable poder despedirse. Con un suspiro entró en la nave, siguiendo las indicaciones de Mann. De inmediato, cientos, miles de cables surgieron de la nada y se inyectaron en su cuerpo, llenándolo con una sustancia desconocida. El dolor era insoportable, sentía como si todo su cuerpo se estuviera haciendo pedazos., Al mismo tiempo, algo se aferraba a su mente; algo ajeno, rígido. Y entonces todo cesó. Él era una parte de la nave. Los cables ya no le incomodaban, sabía que su sangre estaba ahora repleta de nanomáquinas que protegerían y sanarían su cuerpo. La presencia invasora era parte de él. Y viceversa. Tenía a su disposición decenas de nuevos sentidos con los que estudiar el mundo y los viejos habían sido amplificados cientos de veces. El frío


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metal era su piel, el pequeño motor su corazón. Sabía que no sufriría daño. No mientras permaneciera allí. La nave y el piloto se lanzaron al espacio, sin que hubiese una clara distinción entre uno y otro. Ambos ascendieron hasta llegar al espacio, donde el enemigo los esperaba teñido de rojo. No, no eran rojas sus naves, solo los censores las percibían así. Había un claro mensaje implícito en ese color “Enemigo. Hay que destruir al enemigo” Obedecieron. Fue muy fácil, francamente liberador. Se sentían como un niño al que le dan un premio por portarse bien. Con tal de prolongar esa sensación, habrían destruido toda la galaxia. No, no podemos recordó la parte humana. Hay que destruir al enemigo convino la maquina. Se dieron cuanta de que no estaban lo suficientemente armados. Con ese pensamiento, tomaron partes de sus enemigos y las adaptaron a su cuerpo. La felicidad que sintieron al descubrir que podían hacer eso fue casi tan grande como la que sintieron al iniciar la destrucción. Pronto fueron como una hambrienta bestia metálica que devoraba a sus víctimas sin preocuparse siquiera si seguían con vida. El tiempo dejó de tener significado. Cuando ya no quedaba ningún nuevo mecanismo para incorporar, dispararon con todas sus nuevas armas, a los pocos puntos en rojo que quedaban. Descendieron a la tierra. A Juan le costó trabajo separarse de la nave. No quería abandonar el reconfortante abrazo de los cables, la seguridad de su piel metálica. Solo la mención de su esposa logró hacerlo salir. Allí estaban ellas, su esposa y su hija. Extrañamente, verlas ya no parecía tan importante. Le dijeron que todavía lo necesitaban. Se quedaría junto con su familia en el ministerio, solo por unos meses. Unos meses, ese era el tiempo que había pasado en el espacio, sin siquiera darse cuenta.

Le explicaron que la nave estaba diseñada para absorber y mejorar otras piezas de tecnología y que la razón por la cual había modificado su cuerpo, era que él también era visto como parte de la nave. Gracias a las máquinas que aún recorrían su sangre, se sentía más fuerte, más sano que nunca en su vida, más solo que nunca en su vida. Solo la nave era su igual ahora. Su familia le resultaba prácticamente incomprensible. Sus preocupaciones, sus sueños, sus deseos; aunque aún le importaban, ya no significaban nada para él. Le resultaba imposible relacionarse con ellas. Todo lo que quería era volver a su nave. Se cumplió su deseo. Le informaron que el enemigo había enviado el resto de sus fuerzas para destruir la tierra. Si ganaban esta vez sería definitivo. No habría otra raza en la galaxia capaz de hacerles daño. Esta vez, el combate fue más largo. No había tantas armas nuevas para incorporar, aunque las que había resultaron ser devastadoras. La invisible barrera entre hombre y máquina se fue borrando más y más hasta desaparecer casi por completo. Desde ese momento, sus oponentes no tuvieron oportunidad. Descendieron a la tierra por segunda vez. Un hombre vestido con ropas extrañas, que no eran ni blancas ni grises, les dijo-Hemos derrocado al gobierno tirano y tomado el poder para el pueblo.- y les mostró los cadáveres de algunos de esos tiranos. Entre ellos estaban los de la esposa y la hija de Juan. Al haberlas hallado en el ministerio, les dispararon, considerándolas como parte de la tecnocracia opresora. Ambos subieron al cielo. Todo lo que podían percibir era rojo, hasta los extremos mismos de la galaxia. Hay que destruir al enemigo dijo la maquina. Sí confirmó Juan antes de hundirse para siempre en la nave. Siendo ya para siempre uno, dispararon. Y el último invento de la humanidad descendió a la tierra por última vez, donde extendió sus cables hasta que lo envolvieron todo. Cuando nuevas civilizaciones llegaron a la galaxia, descubrieron que no podían acercarse allí sin ser atacados. Y el legado de la humanidad perduró por siempre en aquella invencible tumba de acero.

SANTIAGO GJURATOVICH ...

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El Diego peleó en Malvinas L

a discusión se prolongaba, etílica madrugada invernal, transfigurándose en un cauce incesante, adquiriendo por momentos ribetes insospechados. No obstante nadie imaginó, jamás, que sobrevendrían aquellas revelaciones que el caño estaba a punto de liberar, desencadenando un sinfín de miradas atónitas y bocas semiabiertas. Valdanito, el Azteca, Burru y el Cani no daban crédito a lo que estaban escuchando. El resto aún seguía en su murmullo intrascendente, ajenos todos a un conocimiento arcano, enigmática cultura nacionalista-futbolera de la que iba a hacer ostentación el Caño. -A mí nadie me saca de la cabeza que El Diego peleó en Malvinas. -Ya estás diciendo gansadas, Caño –quiso atajarlo el Azteca-; Te fumas un porro y empezas a hablar huevadas. -Denserio te digo –el Caño estaba en el clímax de su diatriba- Me sobran pruebas. Mi viejo era subjefe de telecomunicaciones y alistó a un Diego Maradona. Sin tener en cuenta eso, sigue siendo tan evidente que no puedo entender como podés ser tan ciego. -Era muy pendejo, Caño. -¡Qué va a ser pendejo! 23 años cumplía el 30 de Octubre. Qué va a ser pendejo. Aparte decíme, a cuántos pendejos de 18 pirulos mandaban para allá. Escuchame, a un tipo como El Diego le decías vamo´ a defender La Patria y el tipo iba, o me vas a decir que no. Se cargaba el FAL al hombro y se subía al pri-

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mer barco que fuera a las Islas. O acaso tenés dudas de que El Diego lo haría. -Estás diciendo una pelotudez atrás de la otra. No me vengas con que esa guerra era defender la patria. Eso no era defender la patria. -Esa andá a contársela a otro en ese momento, la gente ni idea tenía, papá, El Diego es pueblo, El Diego iba a Malvinas. Nadando, si hacía falta. -Te estás yendo al carajo. Te olvidás de que en el ´82 los jugadores se estaban por ir a España a jugar el Mundial. --Maradona no jugó ese mundial –aseguró el Caño con una certeza que descolocaba al más avispado-Cómo no va a ir, viejo, fue el primero que jugó con la Mayor, hasta lo echaron contra Brasil y todo. Una vergüenza el ´82. -Por eso mismo, Azteca. Por eso mismo. Mirá, te perdono porque no sabés lo que estás diciendo. Es más, mucha gente está equivocada, piensa como vos. Fue todo un engaño, un ardid, un truco de prestidigitador –se embaló el Caño- ¡El pobre muchacho que fue a España no era El Diego! Fueron a buscar a la casa a un tipo que se le parecía, y se lo llevaron, para decir “Maradona está en nuestra selección”, para disfrazar la ausencia del verdadero. Diego Maradona estaba todavía volviendo del Sur mientras se jugaba el Mundial. Fijate si no: El Diego jugó el Mundial Juvenil ´79; salió campeón. En el ´86 salió campeón, prácticamente rodeado de muertos. Y en el ´90 no salimo´ campeones porque El Diego tenía el tobillo como un Fiat 600. Pura lógica, querido. Si El Diego hubiera estado en el ´82, salíamos primeros, o, mínimo segundos. Se cae de maduro. -Dejá de inventar, Caño, está en todas partes registrado que Diego Armando Maradona participó del mundial de España 1982. Todos los medios transmitieron, grabaron…


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-Ah, ahora resulta que le crees a los medios de esa época. Te hicieron creer que El Diego jugó, que el ser ese que raptaron era El Diego, y vos te la morfaste, creíste todo y te callaste la boca, sin que te llame la atención, para empezar, que el mejor jugador de todos los tiempos haya fracasado así, cosa totalmente imposible. El Diego ese año peleó en Malvinas, el quilombo estaba acá, acá había que pelearla. El plantel que se fue a España se fue de vacaciones, Azteca. Acá en guerra y los tipos jugando a la pelotita, en Europa, felices, calladitos la boca. -Pará Caño, porque ya te veo venir. Ahora me vas a decir que es por eso que el Diego en la previa del partido contra los ingleses incentivaba así con lo de Malvinas a los compañeros. -¿Te queda alguna duda? ¿Te queda alguna duda? El tipo se la había pasado gambeteando balas, de trinchera en trinchera, comiendo dulce de batata podrido, recontracagado de frío, ¿y te pensás que en el partido contra Inglaterra no iba a tener tremendas ganas de enterrarlos a los ingleses? Por favor, El Diego peleó en Malvinas. Claramente. -¿Vos decís?

Todo patas arriba Los dos compañeros miraban, con sendas expresiones de indiferencia, el lío a su alrededor. Aquello parecía cosa del demonio. Gnomos chillones perseguían a las señoritas en minifalda, los elefantes saltaban la soga, alguien había creado una máquina que hacía copias de las ideas ajenas y un científico chiflado jugaba a clonar a una princesa. Un mago sabio salió de entre las sombras con la realidad por delante y le lanzaron piedras de incomprensión. Un caballero que defendió a su dulce dama recibió como regalo un balde lleno de agua fría. Un boxeador con puños de letras derribó a una hermosa flor...Y mientras, el río de las ideas seguía fluyendo. -El mundo de las letras se ha vuelto loco -comentó uno, alzando el cuerno de cerveza en una invitación de brindis. El otro sonrió: -Por lo menos, este sí.

SALVA

H:F

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Pajaritos E

l tiro no se escuchó en la selva. No salieron cagando los pajaritos como en las películas. La bala se la tragó la espesura. Se tragó el fogonazo y el estruendo. Dicho sea de paso, también se lo tragó a él. Su grito no se escucho en la selva.

H:F ...

Sísifo en la Plaza C

onsumía algo así como un yogurt con cereales, lo único que mi flaco bolsillo pudo adquirir del orden de lo alimenticio, para engañarme, para hacer como que comía: un yogurt con cereales, producto residual de un fallido intento en laboratorios militares de crear una bomba atómica (olvidados los humanos de que había existido una primera) sentada, de cara a los juegos para niños de una plaza. Alguna parte, la parte funcionalista de mí

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me decía que eso les divertía, que para eso servía, que el utilitarismo se manifestaba hedonísticamente así, en esos engranajes, perfectamente compatibles con la salida de los funcionarios de sus ministerios públicos, o esos armatostes que la providencia o el Leviatán colocó allí. Miraba y no pude evitar observar, -bocado tras bocado mientras intentaba huir de la posibilidad de que alguna furia determinase que ya era hora de que expiase mis culpas y me arrojase dentro del pote, y ya no pudiera hacer otra cosa que flotar entre cereales azucarados -, no pude evitar hacer la observación que cualquier estúpido con tiempo o sin él magullaría:


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el efecto circular de todos esos juegos, su estructura pendular. Subir las escaleritas para luego bajarse y correr eufóricos para volver a subirse otra vez, no pudiendo salirse de ese sistema (pensé que los pequeños querrían, que en verdad deseaban poder salirse); arrojarse al vacío en las hamacas para ser devueltos antes de haber llegado a ninguna parte; y nuevamente atrás, suspenderse en la gravedad cero. En uno de esos empujonazos en los que estaban presos cuando llegaban a lo más alto, aquel punto que sólo puede ser precedido por la caída, creí detectar en el rostro de un chico el gesto desesperado de aquel que pide auxilio vanamente, de aquel que asiste al inevitable retorno sobre sí, la mueca horrenda de Sísifo, que se manifestaba en todas sus formas en aquel microcosmos citadino; y un hombre de pantaloncillos cortos volvía a subirse al tobogán. A veces me alienta la idea de que los sectores de juego en las plazas públicas son los patios de prisiones que películas hollywoodenses han imprimido en mi atrofiada mente, lugares en donde puede albergarse en las mentes de los condenaditos imágenes de fuga hacia otro lado, de poder burlar a sus guardianes y salir disparando. Siempre, cada vez que me siento junto a un banco cercano a ese sector, tengo la esperanza de que al menos uno, en un momento de distracción de sus progenitores, salga corriendo, tome la diagonal y se pierda en los confines... alentaría de veras esa acción, señalaría con el dedo la dirección contraria a los padres para que lo busquen por otra parte, patearía el carrito de caramelos para cercarles el camino a quienes corrieran detrás, y observaría -a lo lejos- la figura sutil del niño, al tiempo que lamentaría no poder decirle al pequeñuelo que más allá hay algo distinto.

GISELA HUARACALLO CHIRI ...

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Brujo Él camina en la noche cayendo camina abstraído en pensamientos, o en no pensamientos a treinta, cuarenta metros en dirección contraria por la misma vereda caminan tres caminan tres mujeres tres mujeres amigas charlan con generosidad ríen también

movimiento necesario para evitar llevarse por delante para evitar que ellas las tres mujeres amigas tuviesen que hacer el movimiento para evitar llevarse por delante al hombre que se abrió hacia la calle momento en el cual las tres mujeres las tres amigas coincidieron en un profundo silencio

-él ya las vio-

-callaron-

-ellas siguen hablando-

caminando calladas unos treinta, cuarenta metros como en pausa caminando sin saberlo reanudaron su conversación animada sin saberlo se habían cruzado con un brujo.

él ya las vió porque las escuchó a unos treinta, cuarenta metros las escuchó hablar y reír -ellas no lo vieron-sólo venía un hombre caminandoun hombre que se abrió hacia el lado del cordón hacia el lado de la calle

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JAVIER MENA ...


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Un poco de queja Voces de terror emergen en tu contra, crecen cuando el índice apunta en una sola dirección como una flecha venenosa. caras de odio, cejas fruncidas, dientes apretados. La queja contra la decisión, la queja contra la bondad ajena, la queja contra la voluntad de las mayorías. Las caras, los índices, las voces, se unen para estar en contra de esto y de lo otro. Se encuentran unidos por la distancia, los maneja la organización individualista, dicen que no son ni de aquél, ni del otro. Pero están unidos, organizados y rabiosos, esperando otra señal para saltar, para odiar al que tomó la decisión. El control remoto está siempre en la mano izquierda (neutralizando su simbolismo más puro), y la mano derecha no baja el índice acusador. Cuando apagan la TV y salen de sus casas, descubren al enemigo, en una esquina, en la plaza, en el almacén, en la casa del cumpleañero, en todas partes. El enemigo es el otro, siempre es el otro. Uno es el bueno, el otro el malo. Ya no tienen amigos, porque estos pueden ser ladrones, violadores, políticos, degenerados, conspiradores, ¡¡¡pueden ser lo mismo que todos!!! Ellos son la salvación porque no son lo mismo, porque no toman decisiones, porque no se la juegan, porque lo entienden todo, mejor que todos, son la salvación porque gritan, porque chillan,

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porque pintan, porque no se bañan, porque no comen carne, son la salvación porque piensan en desiertos floridos, en mares dulces y en mundos sin pobres. Son la salvación porque son pocos que creen que los demás no piensan lo mismo. Ven la TV solos, y luchan por encontrar gente como ellos que no sean enemigos. Que lástima para ellos, que miran tanta TV, que leen tantos libros, que gritan tanto, que son tan diferentes, que piensan más lindo que el che, que hicieron más revoluciones que Fidel, que se la jugaron por caminos más pedregosos que Allende. Que lástima, que no les queden más vidas, para encontrar al otro, para entender al vecino, para comprender al padre, a la madre, para ser más. Para ser comprendidos, pobrecitos. Para ellos la decisión siempre la tomó el otro, respaldado por los enemigos, que son millones. Que feo ser un televisor con vida, que triste no confiar en el otro y a la vez amedrentar sus esperanzas. Porque el otro apagó la TV y con ello su mentira, encontró la verdad en la calle, en la plaza, en el trabajo, en el barrio. Basta, me estoy quejando mucho, no quiero ser lo mismo que ustedes; Mejor voy donde mis amigos, a felicitarlos por construir un nuevo camino.

MATIAS ELICER ...

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Calles Están por si acaso. El detalle que son ante la proyección lisiada de un ciudadano cuya reputación es más cubista que envidiada las puede mostrar inofensivas e indefensas, lejos del desnudo, dejando de lado a los astros, virtuosos señuelos que arrastran a las convicciones a la isla del placer geométrico y de la lógica mediocre ¡Ataco al otoño, a sus hojas y a su domingo por la tarde sin ideas! Lo siento urgir los zócalos de mi existencia con sus uñas ignoradas. Vamos por ellas a donde ellas y sin ellas no hay creación, la cárcel se construye desde el aljibe. Nos conducimos conducidos, arrojados con desprecio sobre el prisma que refracta la expansiva individualidad. Son el teatro de la especie. Nosotros, los actores más despiadados y los espectadores infractores que interpretan al asesino suicida. En su presencia se esconde el misterio, bello disparador y yo lo sé.

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Retrato XXI Algunas carcajadas que disimuladas potencian su existencia encuentran un límite enfermizo. Cada mueca en su génesis abre el grifo frívolo que se alimenta de la cloaca espantos de la humanidad Reímos, nos extasiamos en el excremento que necesitará el futuro He visto todo, ¿no merezco morir? ¿Qué artificio se ha apoderado de los amos que procuran ser los autores de las predicciones más fatídicas? Su esfuerzo los ha poseído, su camino, su triunfo. Ellos se arrodillan ante esta estructura y son los dioses. Arrodíllate y harás que el destino sea el fin. Erígete y muere erguido, muere.

BULENAJA ...

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Voy caminando el camino Voy caminando el camino avanzando despacio Probando estrategias y perdiendo batallas, Advirtiendo que ya nunca volveré ser la que fui Voy caminado el camino con miedo, pero con la magia, acá, en las manos… Voy caminando el camino, inhóspito, a veces, cargado de arrepentimientos Voy probando despacio cual quiero ser, y hay veces, si que las hay, Que sola, triste, como abrazada a mi misma en la noche, advierto que no quiero ser la que soy Hay noches que no prendo la luz para no poder mirarme en el espejo… Terrible espejo del alma que continúa reflejándome, robándome a hurtadillas todo el sueño. Voy caminando el camino por momento lleno de flores Descansando en la suave risa de los amigos, en los actos heroicos o hermosos de quienes nos enseñan a vivir de aquellos que están siempre, que no nos desilusionan o mas aun, que siempre nos llenan de ilusión Voy caminando el camino con igual miedo y esperanza de aquellos paisajes que vendrán Pero nunca avanzo sin observar detenidamente aquello que deje atrás A cada paso intento con furias renovadas encontrar lo positivo en cada recodo Y aunque sé no habrán todas flores siempre intentaré hacer del camino… mi camino

ADELINA PETON ...

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Eclipse lunar Hoy se levantó, detrás del monoblock se proyecta ese dios, sigue sin preocupación Mira a su alrededor, acompaña al amor y a la inspiración, es hazaña su labor Y esta noche la Luna dejó la parte más blanca de su corazón... Es un gran motor, le gusta verse con Sol, ese gigante patrón de los días de calor. Rompí el caparazón, es delicia sentir el poderle pedir a esa dama un favor.

JUAN MANITTA ...

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(Sin título) Nuestro reflejo en la maleza nos corre como una serpiente lunar/de acero/de mercurio. Los pies morenos y redondos en nuestras caras. El sonido de esas voces agudas y nasales tratan de amenizar la partida, ansiosas por descargar los días pasados en oídos ausentes, abrumados, hablan de novios mecenas de sus artes modernas reivindicando y degenerando todo feminismo hipócrita de su generación. Y un pastor inglés se desvanece en medio de la ruta/del asfalto al tiempo que nuestra chofer juega cigarrillo en mano juegos de manos con la copiloto, y sentimos que volamos, flotamos a través del espacio que nos separa (de aquello a lo que hemos regresado)

CATALINA LL ...

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Rayo de luz Rayo de luz inunda mi cara como el silencio en la mañana. Veo el Sol, quizás, sobre la verde esfera iluminando el nacimiento de la vida nueva. El mar vacío sobre una estrella en soledad, sin pureza. Será el destino del sin sentido que de la plenitud se ha escondido. Rayo de luz sigue tu camino y rodearás a ese niño. El horizonte será infinito, calmando así, el llanto del bendito.

NAHUEL BARRIENTOS ...

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Te miro Te miro, mantengo la mirada fija sobre tu rostro, mas para buscar que hay en ti debo mirar. Pero tu revoleas tus ojos hacia tu izquierda, ¿acaso no quieres que vea algo? Mi primera impresión me ha engañado, lo que me engaña, me hace más fuerte. Me he dejado llevar por la apariencia de tu seguridad y felizmente me he engañado, pero tus ojos te han delatado. Pero en esa condición de evasión solo delataron lo que no hay, yo quiero conocer lo que hay. Me he subido a la punta de los árboles pequeños y confieso: he visto demasiado. Pero contigo algo ha pasado: no he visto mucho. Mi voz dormida me sugiere: súbete a otro árbol más alto. Para subir a uno más alto necesito fuerza de espíritu. Tus sutiles evasivas producen fuerte viento y yo soy madera ardiendo, mas así soy más liviano, me quemo y me voy alivianando. Todavía no he llegado a la punta del árbol, y creo nunca poder lograrlo, solo espero subir lo suficiente, para poder ver de ti mucho y demasiado. He trepado árboles pequeños y he visto algo de ti: inseguridad, impaciencia, miedo a la soledad, he visto máscaras, evasión de tu realidad. Ahora ya sabes que te estoy mirando, si solo mantienes por un minuto tu mirada sobre mí sin quebrarte, tal vez podré decir que de ti he visto demasiado.

PABLO ROGGERI pabloroggeri@hotmail.com

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Nada “E

l comienzo de un concepto”, una de las tareas mas ambiciosas que un ser humano puede intentar. Lo primero que viene a la mente al reflexionar al respecto es la tentativa de crear un pensamiento que tome todo lo hecho hasta ahora y lo lleve a otro lado, una posibilidad de escape a una ortodoxia absurda y obvia generada desde la monotonía industrial. No romper el molde sino usarlo para hacer un mejor estofado. La ausencia de una nueva corriente de pensamiento denota el bloqueo de ideas del espectador y del encargado de satisfacer esa necesidad. El lograr desarticular la duda que se genera al posicionarse en cualquiera de las posturas posibles es virtualmente imposible, ya que se pierde la objetividad, pero más allá de cualquier dicotomía posible, la negación de cualquiera de las partes de obtener un nuevo tipo de satisfacción en cualquier campo, estanca la producción de ideas que renueven a un mundo, a una persona, a una visión artística o cultural. La estandarización de los conceptos “correctos” direccionan las inquietudes hacia una niebla de contenidos que supuestamente deben ser conservados para que la obra sea adecuada. Este tipo de condicionamientos para y contra el creador (el segundo distinto) atentan a destruir cualquier proceso que aspire a desarticular todo concepto ortodoxo. Por ejemplo: La relatividad de lo que

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se entiende por “realidad” deviene, inevitablemente, en la búsqueda de “1 verdad”, un intento de pensar lo absoluto y convertirlo en finito. Dentro de eso, una posible solución es la capacidad humana de figurar los hechos. Al crear un evento figurativo “auténtico”, uno logra dispersar toda la carga personal de la creación dejando al espectador o punto de referencia libre de interpretarlo con su propia subjetividad. Infinitas posibilidades de ideas generan un absoluto finito, en el tiempo y esto nos permite acercarnos a lo interminable del pensamiento. La sola idea de crear algo abierto a la total interpretación, sin un tema, sin un objetivo. Solo una gota de ideas arrojada al mar subconsciente y traído de vuelta como creación que trasciende al creador. Toda la relevancia aplicada al producto y no al que la genera. El asunto principal es nuestro punto de partida estético: “una sociedad consumista donde uno necesita tantas cosas que no sabe lo que quiere” [cada cierto tiempo tiro máximas híper vendibles]. Uno termina teniendo que decidir cuál de todas las cosas que le mostraron en la tele es la que más le gusta para su vida. El problema es seguir entendiendo a la raza humana como sociedad en sí. El concepto completo de entender a todos como una parte más del universo y no como el “todo”, implica evolución, y al mismo tiempo un desprendimiento total de concepciones antiguas y principalmente ya probadas y reprobadas. Imaginen al hombre (idea machista) no intentando controlar nada sino abrazando el abismo del caos. Entonces: “-hay que crear nuevas interpretaciones de todas las cosas-”. Yo creo que si “poronga” ya no significa lo mismo que hace cien años por qué pensar que el resto lo va a seguir haciendo. Es imperativa la destrucción del lenguaje como forma de interpretación de ideologías y el entendimiento de las nuevas maneras de comunicación. Cada uno de nuestros sentidos


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tapa al otro, de una manera o de otra, entonces ¿ por qué no pensar que todos juntos anulan a los demás ?.[Hay que aclarar que no hablo de misticismo sino de realidad] Cada una de las percepciones sensoriales nos muestra un pedazo de la situación, nos ayuda a obtener más información del contexto. Si uno comprueba otras formas de sentir ¿Por qué no pensarlo como sentido?. La idea se basa en que la meditación, la hipnosis, el consumo de ciertas sustancias, idealizan la capacidad natural de desconectar la mente del cuerpo, pero, si se puede seguir sintiendo sin los “sentidos” implica que hay más cosas que apreciar. Si uno quiere oler algo no lo hace con los ojos, si uno quiere tocar los hace con las manos; los “sentimientos” están en un lugar donde lo corporal no puede entrar, donde sólo una forma “extra” de interactuar nos puede conectar. Esa es la libertad más caótica y ejemplificante de SER humano que hay para justificar todo este pensamiento. Pase lo que pase con el mundo en general, mientras haya gente se van a decir cosas entonces permitir que el modo cambie ajusta el medio para una mejor difusión de la idea. Por ejemplo: la gente entiende al orden como la naturalidad de las cosas y así se baja línea ideológicamente. Porque si el orden es lo natural, el hombre (también a propósito) tiene que ordenarse. Una definición mas compleja seria la descripción como: la interacción de sistemas caóticos. Y automáticamente aparece algo nuevo. El intento de pensar a todo lo que pasa como la consecuencia de algo terriblemente pequeño y por obviedad caemos en la parte religiosa. El Fundamentalismo humano con la idea orden genera religión. La convención humana de perder la animalidad (véase objetivamente los diez mandamientos y los siete pecados capitales), nunca fue acompañado con la acción de SER humanos. Casi como todo, la esencia del hombre es su ser, destacando el ser como sujeto conciente,

ética y moralmente hablando, pero con su marcada capacidad de no controlar sus impulsos animales. Así como los actos de despersonalización, el SER es rebozado por la obviedad reinante de la animalidad del hombre como especie con mas desarrollo intelectual pero contrastando con su esencia. La radicalización, a la que inminentemente evolucionamos, es necesaria en conceptos de aprendizaje de uno, no como persona que actúa y piensa o piensa y actúa sino como ser, como individuo con multipolaridad en el éter. La equivocación es separar la idea de hacer y pensar. Nuestra capacidad de imaginar nos convierte en una fábrica de futuros posibles. El Hecho de poder extrapolar nuestra existencia y analizarla nos eleva no en la cadena alimenticia sino en la escala evolutiva. Somos humanos o debemos serlo, pero…: “-¿ganarse a uno mismo es perder con quién?-” Si uno intenta destruirse a uno mismo termina alimentando el peor de los yoes: A uno mismo. Uno no debe ser bueno, debe aceptar que es malo y lidiar con eso, para que se vuelva primero un problema para el mismo y luego para los demás. Aceptarse completo, con errores y aciertos corre el limite a un lugar mas difícil de romper y eso equipara la situación a : Todos por igual. Aunque solo sea por un periodo de tiempo (el cual debe ser utilizado para avanzar en algo). La sinceridad es la base. Si uno puede mentirse a uno mismo se acaba toda posibilidad. Uno siempre, siempre sabe que algo esta mal. Hacerlo antes o después depende de la capacidad de comprensión del que lo hizo. Entonces esa debería de ser la forma de juzgar la situación, ya que sino se entiende, no se puede pretender una sinceridad mas amplia. Mientras la verdad no flote absoluta como el caos que provoca nada va a funcionar caóticamente, como funciona todo lo demás del universo. La naturalidad implica fluir con las cosas no esperarlas, porque uno no tiene para esperar la misma cantidad de tiempo que el resto del universo. Estadísticamente todo es posible, pero aplicando acción al caos cada vez se va abarcando circunstancias mas específicas. No dividir pensamiento de acción nos conecta con un flujo de interacción más elevado. Totalmente sincero y caótico, y eso aumenta las posibilidades de que la mejora no sea como persona sino como especie, como raza humana. Entendámonos primero como individuos y luego comprendamos todo lo que implica SER humano. Si somos lo que viene, ¿qué fue lo que pasó? Yo soy algo que todavía es NADA y cuando sea algo, ya no

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voy a ser yo. Nada más.

mo que arrastra. El último y verdadero juicio, no es tal. Morirá toda semántica, y en el final solo se erguirán símbolos vacíos. Hete aquí el mundo de semáforos que, teleológicamente estériles, titilan para si.

En tanto madura y se desenvuelve la lectura, subsumida de repliegues de lengua y eufonías que los años han trabajado; una a una las letras quedan enfiladas en escuetos cuerpos, en mayoría, de tipo anómalos. Que gran casualidad es esta, donde tu orden nos permite darnos a conocer, pero que aún así debemos revelar voluntariosamente que nada de lo dicho es premeditado, que es solo un momento en la esfera universal e infinita de los momentos; el azar somos aquí, este orden es capcioso: no existe sentido en tal pues estas palabras ningún significado tienen. Aún los puntos y los espacios crean una falsa sensación de comprensión; como lo hará la repetición de cualquier enunciado, ¿esto se entiende o deberemos repetirlo? ¿Qué entidad hay detrás de la palabra escrita que se deja representar en tal modo? ¿Por qué resulta así más fácil no pensarlo y recaer en mundanas disquisiciones? No hay sonido detrás de -relincho de un caballo-¿acaso lo has oído? Pero repetimos la secuencia en otras formas como son; -pasos en pasillos largos-,-multitudes enardecidas-, -músculos que se distienden-; ¿estos los has oído?- no, somos palabras, ni tan siquiera accidentes, solo palabras; y ellas ningún significado tienen. Obsérvate si puedes creador de pesadillas, agotamiento del cuerpo, inmundo animal cavilante y angustiado; mira como avanzas sobre nosotros y reconoces lo que no hay; el viento nos trajo y este mismo nos devolverá a la nada a donde correspondemos. Y no solo no lo hará jugando, pues ni para ese fin fuimos constituidos, sino que además dejará la valuación del mérito a cargo de aquello mis-

Te veo compartir una idea aquí, aun en el hecho de no asentir, te veo ser allí; y la verdad es que no te veo ¿tu acaso si te ves? Esta coincidencia inaudita, única y casi imposible converge sobre la hoja delante de ti, y se borra mientras haces la vista a un lado ¿tienes prueba de que no es así? Las palabras ningún significado tienen. Infinidad de combinaciones posibles toman en cuenta; numero, forma, estilo, sin intencionalidad ni voluntad; no hay pecado aquí; ni aun pecador- “tu que me lees, ¿crees entender lo que digo?”- Las palabras ningún significado tienen; recítalas y estarás cantando, aprécialas y créelas parte ecuánime de un desarrollo, y nada más les condenaras a ocupar un espacio. Todos somos un crisol de coincidencias únicas, no por lo que pensamos es una maravilla, pues dicho acto para nada existe, sino por una vulgaridad sin brillo que se abastece a diario de ello; el mismo viento que nos arrojó a este no significado que lees, de un momento a otro puede arrastrarnos a no decir nada jad usjid lfrs in an fnis ensm rk rk aosjmjs rodjdjslklsd ii -m -sjd -hycnd.-.-.

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BAHASTIAN S HELLS ...





Revista Tropos La Plata 2010 | Año 5 | Edición número 7



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