Sarnago nº 10

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Del filósofo soriano Julián Sanz del Río

(Por José María Martínez Laseca)

En Torrearévalo, os digo, nació Julián Sanz del Río. Ya han pasado más de dos siglos desde entonces. Torrearévalo es un pueblecito soriano situado a resguardo de la Sierra del Alba, junto al acebal de Garagüeta. Allá he acudido yo en varias ocasiones, por distintos motivos. Recuerdo dos de ellas. La primera, siguiendo las huellas de su hijo más ilustre: filósofo, jurista y pedagogo español. En la fachada principal de su Ayuntamiento vi una lápida de mármol, colocada en 1906, con esta inscripción: “En memoria de don Julián Sanz del Río, filósofo y Maestro en la Universidad de Madrid, nació en Torrearévalo el 14 de marzo de 1814 y murió el 28 de octubre de 1869”. La costearon sus discípulos. En otra ocasión acudí con Inés Tudela y trepamos los dos por tapias traseras para conseguir acceder a su casa natal, la que años atrás visitara Ortega y Gasset, junto a su padre José Tudela, para rendirle homenaje. La vida de Julián Sanz del Río es una historia de superación. Como de cuento. De familia humilde, a los 10 años quedó huérfano de padre y marchó a Córdoba con su tío materno Fermín del Río, un canónigo que lo crió y le dio carrera, doctorándose en derecho canónico en 1836. Completó estudios en Alcalá de Henares. Gracias al también soriano y ministro Pedro Gómez de la Serna, viajó en 1843 becado a Alemania, en cuya universidad de Heidelberg contactó con los discípulos del filósofo Krause. Al regresar, en 1844, –por morir su tío protector– se retiró a meditar y escribir a la villa de Illescas (Toledo). Incorporado de nuevo a su cátedra madrileña inició la evangelización krausista. De 1857 es su discurso inaugural del curso académico y en 1860 publicó su refundición del Ideal de la humanidad para la vida de Krause. Y si bien, en 1867, el ministro Orovio lo separó de su cátedra, el Gobierno nacido de la Revolución de 1868 lo reintegró, poco antes de morir. Sus restos reposan en el cementerio civil del Este, de Madrid. La hostilidad contra nuestro paisano fue constante desde la intransigencia y la cerrazón del grupo llamado neo-católico. Se aprecia en un Manual de Literatura donde se anota sobre él lo siguiente: “y un filósofo que ni fue original, ni de hondo pensamiento, ni de brillante exposición, es el trasplantador a España del obscuro sistema krausista, don Julián Sanz 70

Retrato de Julián Sanz del Río (hacia 1860); óleo de Pineda Montón, para la galería de personalidades del Ateneo de Madrid. (Fuente Wikipedia)

del Río, cerebro brumoso y entendimiento estrecho y confuso, aunque escritor laborioso y fecundo a su modo, que con su engaño doctrinal de la “Analítica” ha paralizado casi medio siglo el pensamiento español”. Sanz del Río destaca como todo un movilizador de conciencias. El ministro socialista Fernando de los Ríos, en su visita a Torrearévalo el domingo 22 de mayo de 1932, señaló ante sus propios paisanos que fue Sanz del Río quien animó la Primera República, en tanto que influyente maestro de Gumersindo Azcárate, Francisco Giner de los Ríos y Nicolás Salmerón, maestros a su vez los tres de la mayor parte de los prohombres de la Segunda República con Azaña, Carner, Albornoz y él mismo al frente. Giner de los Ríos, fundador de la Institución Libre de Enseñanza, dijo –como nos recordara el inefable poeta Antonio Machado– que a Julián Sanz del Río le debían su verticalidad muchos de los españoles que entonces andaban en dos pies.

Asociación Amigos de Sarnago

Desde 1980


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