1998 helio piñon, curso básico de proyectos en arquitectura, (upc)

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creación auténtica. Reemplazar lo tectónico por la expresión ornamental de lo técnico es un modo de apartar el proyecto de la arquitectura; es pervertir el criterio técnico al convertir su abuso en estrategia comercial. Lo tectónico tensiona lo formal, discutiéndole en ocasiones la autoridad legal del proyecto: como ocurre con la lógica del uso, la razón constructiva parece absorber a veces los criterios de concepción del objeto, creando la ilusión de que alcanza un cometido totalizador. Es en estos casos, sobre todo, cuando se plantea con mayor intensidad la autonomía del principio estucturante del orden. Lo tectónico no es, pues, un valor arbitrario de la arquitectura, más o menos asumido según las ocasiones, sino que es una condición necesaria que delimita el ámbito de posibilidad de la forma: define los atributos de la materia sobre los que actuará la acción formativa del sujeto. Pero, a la vez que responde a la disciplina que rige el uso de los elementos físicos, lo tectónico acentúa la presencia plástica del material: color y textura son atributos de los elementos constructivos, pero también son cualidades visuales capaces de interactuar, al margen de cualquier disciplina técnica, en el ámbito del artefacto arquitectónico considerado en su totalidad. Es un hábito extendido considerar que las relaciones visuales que configuran la estructura espacial de la arquitectura son vínculos referidos a elementos geométricos; inmateriales, por tanto. Así, se habla con frecuencia de relaciones entre planos, aristas y huecos, obviando sus aspectos materiales concre-

tos, con la convicción de que de ese modo se establece una relación más abstracta. Actuando así, en realidad la relación se empobrece, al faltar entre los elementos que la soportan la precisa materialidad que daría consistencia arquitectónica al episodio. Si se hace abstracción de la realidad física, con sus atributos corpóreos y cromáticos, la concepción corre el riesgo de convertirse en una incursión ingeniosa en los dominios de Euclides, ajenos por sí mismos al territorio de la arquitectura. Y de nada sirve pensar que la asignación del material es una operación posterior a la definición geométrica del espacio: tal práctica obliga a neutralizar hasta tal extremo los atributos de los elementos en juego que a la postre resulta difícil encontrar motivos para definirlos: se acaban decidiendo, en última instancia, con un respeto acrítico a las convenciones o con un indiscriminado criterio de fotogenia estilística. La concepción actúa, pues, sobre realidades físicas, capaces de generar una visualidad intensa que afecta a la totalidad de la experiencia espacial. La tectonicidad, esa verosimilitud constructiva que en ocasiones adquiere el material de la arquitectura, forma parte del rozamiento que encuentra la forma en su constituirse. De manera análoga a los requisitos funcionales, la construcción introduce una disciplina al concebir; pero del mismo modo que con ellos ocurre, no se trata sólo de un impedimento momentáneo que entorpece el proceso del proyecto, sino que constituirá a lo largo de la vida de la obra un agente activo en la génesis de su sentido formal, y por tanto arquitectónico.

© Los autores, 1998; © Edicions UPC, 1998.


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