La Tajea 39

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JUAN BETHENCOURT ALFONSO Y SUS INTERESES TERRITORIALES EN EL SUR DE TENERIFE Carmen Rosa Pérez Barrios Doctora en Historia

Juan Bethencourt Alfonso formó parte de la terratenencia sureña en el siglo XIX y comienzo del XX. Miembro de dos destacadas familias en el ámbito comarcal, la de los Bethencourt de Arona y la de los Alfonso de San Miguel, verá transcurrir su vida a caballo entre los dos pueblos. Fueron sus padres Juan Bethencourt Bethencourt (Medina) y Clara Alfonso Feo, hija de Miguel Alfonso Martínez y María Antonia Rodríguez Feo.

S

in entrar en esta ocasión a valorar el papel de los Bethencourt Medina en Chasna, nos centraremos en su significación en Arona, y vemos que se evidencia desde el mismo momento en que Arona se segrega de Vilaflor. La base económica de los Bethencourt se sustenta en buena parte en los capitales procedentes de la emigración americana, pues, recordemos por ejemplo, como el bisabuelo de Juan Bethencourt Alfonso, llamado Juan Bethencourt Medina, viajó a La Habana y después a Caracas, donde permaneció por espacio de 19 años1. Pudo adquirir con los capitales acumulados más de 60 propiedades, una gran parte situadas en Arona (La Cruz de San Antonio, Las Casas, La Hoya, El Granero del Conde, Los Cristianos, Chayofa, la Sabinita, Verodal, Chiñeja, Cabo Blanco, Charco Redondo, etc.), otras en Vilafor y algunas en La Cisnera, municipio de Arico. A estos bienes territoriales se sumaban algunas casas en Arona, y numeroso ganado, especialmente cabras y ovejas. Su posición económica le permitió contribuir en la dotación de la recién erigida Iglesia de San Antonio Abad (una lámpara de plata, un cáliz, etc.). Algunos de sus nietos, caso de Cesáreo y Evaristo Bethencourt Medina también estuvieron ligados a los negocios en América, constándonos las relaciones de Cesáreo con Puerto Rico, isla que atrajo a muchos sureños, en especial vecinos de San Miguel de Abona. Estos dos hermanos formaron una sociedad en Arona para ocuparse de negocios agrarios y mercantiles. Entre los bienes que reúnen se encontraría la casa que será su residencia, en la plaza de la Iglesia de Arona, la compra de una finca en Cabo Blanco, conocida por los “Bienes de San Lorenzo” dos suertes en Guayero, en Vilaflor, compradas a los Ponte y Llarena, con sus correspondientes aguas, y una extensión de monte en Arañaga. Incluso su madre les adelanta de su haber hereditario unas fincas en Cerco Bermúdez, Tía Frasquita, Tahona y Charco Redondo, a fin de que pudieran ser atendidas, dado el deterioro que sufrían. Tras la muerte de Cesáreo asumió la depositaría de sus bienes su hermano y socio Evaristo, quien como consecuencia de ciertas diferencias suscitadas entre los herederos -al convivir los dos hermanos en la misma casa resultaba complejo determinar las pertenencias de cada uno-, se ve obligado a vender en 1890 a su sobrino Juan Bethencourt Alfonso varias fincas, decisión que no será ajena a la crisis en que se había sumergido la cochinilla, negocio al que se habían dedicado especialmente los dos hermanos (esta crisis estará en el origen de otras ventas realizadas por Evaristo Bethencourt y su mujer). Las fincas vendidas por Evaristo Bethencourt a Juan Bethencourt Alfonso fueron: una denominada Guayero, que

había previamente comprado a Casiano Ponte Llarena, tasada en 3.500 pesetas, otra conocida por Arañaga, que se valoraba en 500 pesetas, y La Huerta, a la que se le señala de precio 1.000 pesetas, propiedades ambas que había comprado a Juan Ponte Llarena. Se reservaba el vendedor, Evaristo Bethencourt y su esposa María Luisa González Sánchez, el usufructo vitalicio2. Este patrimonio será incrementado por Bethencourt Alfonso con otras compras, como, por ejemplo, las 10 áreas, con una casa de labranza, granero, alpendre, gañanías y corrales, lindantes con otras propiedades de Evaristo Bethencourt, que le vende Juan Saavedra Delgado, comerciante de Agaete, por 75 pesetas, bienes que, a su vez, este había comprado por 300 pesetas a Sebastiana Manrique de Lara y Ponte, casada con Agustín del Castillo, vecina de Las Palmas, que la poseía por herencia de su madre Antonia Ponte, con excepción de 8/9 de la casa3. Otra porción la adquiere como consecuencia del negocio fallido que realiza Diego Bethencourt Bethencourt, quien para subarrendar a José Melo Morales unas propiedades situadas en Fañabé, pertenecientes a Luisa Álvarez de Bohorques, es decir, a la Casa Fuerte de Adeje, ofreció en garantía cuatro de sus propiedades, entre ellas una de más de 10 hectáreas en Guayero, y un trozo de huerta dedicado a cereales de 39 áreas, compradas a Juana Ponte Llarena. Sacadas a subasta fueron rematadas por Juan Bethencourt Alfonso en 1894 por 60 y 160 pesetas, respectivamente4. Su interés por este partido se justifica en el valor agrícola que estas tierras tenían, en las posibilidades que la zona de montes ofrecía para el pastoreo, en las utilidades que la explotación forestal pudiera reportar, pero especialmente por los recursos hídricos que contenía, pues recordemos como Dolores Bethencourt Domínguez en su testamento manifestaba como sus hijos Cesáreo y Evaristo Bethencourt habían comprado además de tierras en Guayero, las aguas correspondientes, construyendo en sociedad con otros un estanque y atarjea, que habían prolongado luego hasta la finca Charco Redondo, en la costa de Arona, hecho que justificará el protagonismo de los Bethencourt a comienzos del siglo XX en la Sociedad de Aguas de Guayero, entidad que en 1915 era presidida por Juan Bethencourt Herrera, hijo de Juan Bethencourt Alfonso5. A estos bienes se sumarían los que había percibido como heredero de su difunto padre, Juan Bethencourt, tras la muerte de su abuela Dolores Bethencourt6, y aunque no podemos concretar el cuerpo hereditario, pudiera corresponderse con el patrimonio que en 1879 declaraba poseer. Establecido por estas fechas en Santa Cruz había nombrado administrador a su hermano José Hernández Alfonso, quien relaciona en la declaración de

LA TAJEA. Nº 39/ 2013

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