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Marzo 2022
Nueva época
México
Nueva época
BARANDAL | Nueva época
Es una publicación de la Cátedra Extraordinaria
Octavio Paz, realizada en conjunto con la Facultad de Filosofía y Letras y la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM.
Jorge Gutiérrez Reyna y David Huerta, editores
Colegio de San Ildefonso:
Eduardo Vázquez Martín, Coordinador
Ejecutivo del Colegio de San Ildefonso
Déborah Chenillo, Subdirectora
Marianna Palerm, Coordinadora de Servicios
Pedagógicos
Benjamín Anaya, Coordinador de Comunicación
Cuidado editorial y redacción
Maite Amaia Aguirre, Diseño editorial
San Ildefonso 33, Centro Histórico de la Ciudad de México, Alcaldía Cuauhtémoc, C.P., 06020
Marzo 2022 | Número 1
BARANDAL Núm 1, 1931
PRESENTACIÓN
EN 1931, un grupo de jóvenes preparatorianos encabezados por Arnulfo Martínez Lavalle, Salvador Toscano, Rafael López Malo y Octavio Paz Lozano dieron a conocer el primer número de la revista Barandal. Noventa años después, en 2021, el Colegio de San Ildefonso y la Cátedra Octavio Paz rinden homenaje a esa publicación.
La Barandal de los treinta es ya una revista fundamental en el panorama histórico de la cultura literaria de México. Ahora, con esta entrega, comienzan los trabajos de una revista nueva con un nombre viejo; nos anima un espíritu diferente pero la hacemos con un entusiasmo parecido al de aquellos jóvenes.
El adolescente de aquel grupo dejó con el tiempo de utilizar su segundo apellido y se convirtió en un escritor de alcances universales. Octavio Paz, preparatoriano de San Ildefonso, de solamente 17 años de edad, siguió su vocación con tenacidad y lucidez. Una de las tareas a las que se entregó a lo largo de los años fue la de hacer extraordinarias revistas literarias y de pensamiento.
En 1978, en su madurez, Paz recordó aquellos momentos de entusiasmo juvenil, editorial y literario, en el principio de un ensayo de evocaciones en torno a la figura y la obra de Xavier Villaurrutia.
Esta nueva época de Barandal aparece bajo los auspicios de la Cátedra Octavio Paz, con el apoyo de la Facultad de Filosofía y Letras y la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM. San Ildefonso, el antiguo colegio de los jesuitas, es ahora la sede de un museo magnífico, en pleno Centro Histórico de la Ciudad de México.
Barandal (nueva época) nace en el ámbito del edificio venerable. En ese edificio los barandales, donde los estudiantes de ayer conversaban, discutían, reflexionaban en voz alta, permanecen en el mismo lugar donde estuvieron entonces. Con esta publicación periódica, queremos honrar y mantener viva la llama, atizada por el fervor y la inteligencia, de aquellos muchachos admirables.
Los editores
3 PRESENTACIÓN
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Hugo Brehme, Hombre sentado en una banca en el patio interior de San Ildefonso, 1920 ©Instituto Nacional de Antropología e Historia, México
DE VUELTA A SAN ILDEFONSO
EDIFICADO
sobre las ruinas arrasadas del Templo Mayor, y a pocos metros del antiguo Calmécac mexica donde se formaba la nobleza del imperio, el Colegio de San Ildefonso fue concebido por la Compañía de Jesús como el más importante proyecto educativo de la Nueva España. Por eso mismo, fue también la casa donde se resguardaron los libros prohibidos por la Corona y la Inquisición, donde circularon las ideas de la Ilustración y se gestó el pensamiento independentista, donde se consolidó la educación liberal del México independiente, emergió la crítica humanista al positivismo y se concibió el proyecto educativo y cultural de la Revolución mexicana. Fue San Ildefonso el escenario donde se votó la autonomía universitaria y se defendió la libertad de cátedra, también aquí se expresaría con fuerza la revuelta antiautoritaria de 1968.
Como se puede constatar en La historia y la piedra, de Luis Eduardo Garzón, este recinto es también parte del relato de nuestra vida literaria: es posible registrar el paso por este instituto de Carlos Sigüenza y Góngora y Francisco Javier Clavijero (s. XVII), del cronista de la ciudad Juan de Viera (s. XVIII) o de Fernández de Lizardi, quien incluye al Colegio como escenario de las aventuras del pícaro bachiller de El Periquillo Sarniento (1816). Por eso no sorprende que, en 1930, el joven Octavio Paz Lozano, de abuelo liberal y padre zapatista, ingresara en la Escuela Nacional Preparatoria de San Ildefonso,
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ni que aquí se encontrara con algunas de las mentes más lúcidas de su tiempo, como es el caso de Alejandro Gómez Arias, maestro de literatura e impulsor del movimiento por la autonomía, el zapatista Soto y Gama o el poeta tabasqueño Carlos Pellicer.
Como espacio educativo y cultural relevante, en San Ildefonso estaban presentes las pasiones políticas y literarias que caracterizaban la juventud de Paz: el joven estudiante apoyó, a su paso por la Escuela Nacional Preparatoria, la candidatura presidencial de José Vasconcelos —lo que lo llevó a participar en manifestaciones e, incluso, a pasar algunas horas en un calabozo de la policía. En su paso por el Colegio, Paz se interesó en el comunismo que preconizaba su compañero Enrique Ramírez y Ramírez y leyó al príncipe Kropotkin a invitación de su amigo anarquista José Bosch. Los aires “vanguardistas” soplaban con fuerza en el San Ildefonso de los años treinta, donde los muros reinterpretaban la historia patria y la simbología masónica convivía, reciente aún la pintura de los frescos, con las hoces y martillos de José Clemente Orozco. En los pasillos y las aulas del Colegio circulaba la revista Contemporáneos, y su impronta crítica —a contracorriente del nacionalismo oficial— influía en la perspectiva de quienes sentían la seducción del arte y la literatura. En ese contexto, Octavio Paz y otros miembros de su generación deciden editar, en agosto de 1931, el primer número de su propia revista, Barandal, cuyo nombre anuncia la existencia de una nueva conversación: la de los muchachos preparatorianos de San Ildefonso, que fuera de las aulas donde dictaban cátedra sus mayores, deciden intervenir en el diálogo de la cultura recargados en los mismos barandales de hierro que asoman aún en nuestros días a los patios del Colegio. Aquella conversación tuvo a Octavio Paz como su principal animador: se trató de una irrupción en la vida
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cultural de México que no dejaría de estimular la renovación de las ideas ni con la muerte del poeta en 1998, pues su pensamiento aún enciende la luz de la reflexión y la pólvora de la polémica.
La bazuca que destrozó la puerta de San Ildefonso en 1968 cimbró, como lo haría definitivamente la masacre de Tlatelolco, al poeta en funciones diplomáticas en India, que en protesta por estos hechos decidió poner fin a su carrera en el servicio exterior. Octavio Paz regresa a México en 1969 y acompaña su retorno con la publicación de un libro que titula Vuelta, donde aparece un poema fundamental dentro su extensa obra: “Nocturno de San Ildefonso”. En estos versos, el poeta que vuelve a su país se reconoce en el estudiante de su juventud: “El muchacho que camina por este poema, / entre San Ildefonso y el Zócalo, / es el hombre que lo escribe”.
Con la desaparición de Marie-José Tramini en 2018 y la decisión del estado mexicano de trasladar los restos de Octavio Paz y su compañera a San Ildefonso, la UNAM decide activar la Cátedra extraordinaria Octavio Paz. Para este fin la Coordinación de Difusión Cultural invita al poeta David Huerta a hacerse cargo de la dirección de la Cátedra y éste, a su vez, propone la publicación de una nueva época de Barandal Es nuestro deseo que en esta nueva época de la revista se vuelvan a encontrar tiempos diversos, perspectivas diferentes, y que los aires del presente que circulan en los patios del Colegio se alimenten de la memoria de esta casa donde reina el tezontle, que es memoria del fuego.
Eduardo Vázquez Martín Coordinador Ejecutivo del Colegio de San Ildefonso
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RAFAEL
SOLANA
UNA EVOCACIÓN
TODOS los estudiantes de primero de preparatoria, sobre todo los de la carrera de leyes, teníamos en el año de 1931 la ilusión de poseer una revista nuestra. Nos quedamos paralizados de admiración, de estupor, cuando un amigo a quien tuteábamos, un compañero de la escuela secundaria, Octavio Paz, sacó la suya, en agosto. Era una revista pequeña, de poco cuerpo, pero limpia, joven, nueva. Todo en ella nos parecía fresco. Y ver el nombre de uno de nosotros mismos, casi, de Octavio Paz, que era apenas, escolarmente, un año mayor, nos deslumbraba, pues parecía poner al alcance de nuestras manos los sueños más caros.
En Las revistas literarias de México (1963)
Reproducido en la edición facsimilar de Barandal y Cuadernos del Valle de México. México: Fondo de Cultura Económica, 1981 (Colección Revistas Literarias Modernas)
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PERRA NOSTALGIA (dos fragmentos) […]
EFRAÍN HUERTA
De Poesía completa. Tercera edición corregida y ampliada. México: Fondo de Cultura Económica, 2014.
Estaba el primer libro de Rafael Solana el primero de Octavio Se conspiraba se era pobre se empurpuraba la poesía porque queríamos ser recelar masturbar el viento aromar la algarabía al pie de los murales de Siqueiros y Orozco […]
Danzar la perra danza (Preparatoria Nacional) mentársela a Kelsen (Escuela de Derecho) y emprender la fuga decisiva con pasos de tezontle y un hambre endemoniada
19 de febrero de 1971
9 PERRA NOSTALGIA
GENARO ESTRADA
LAS FIESTAS DE LOS COLEGIALES DE SAN ILDEFONSO
LASFIESTAS tradicionales de los estudiantes mexicanos han caído completamente en desuso y sólo de cuando en cuando regístranse, como alegre factor de la vida estudiantil, ciertas manifestaciones en honor de personajes de actualidad y mascaradas o bullangas con que se celebra el cierre de la temporada escolar.
No sucedía lo mismo en la época colonial, en la que, además de los actos extraordinarios en que tomaban participación los estudiantes, tales como las entradas de los virreyes, los funerales de los altos miembros del gobierno y del clero, y otros de diversa índole, existían, precisamente determinados, ciertos días en que cada uno de los establecimientos educativos de la colonia solemnizaba sus santos protectores y titulares. Así, la Real y Pontificia Universidad, el Colegio Mayor de Todos Santos, la famosa Escuela de San Juan de Letrán, el Colegio de San Ramón, el de San Bernardo y otros muchos, habían fijado, unos por tradición y otros en sus reglamentos, la celebración de determinadas fiestas; aunque sin duda, el que más se distinguió por el número y magnificencia de ellas fue el Real Colegio de San Ildefonso, cuyo local ocupa actualmente la Escuela Nacional Preparatoria. El gran seminario creado por los jesuitas desde el siglo XVI estaba adecuado, como ningún otro edificio, para las grandes solemnidades: sus extensos patios, sus amplios corredores, su magnífica capilla, su gran refectorio y sus salas de actos y de estudios, sólo fueron superados después por los del Colegio de las Vizcaínas. Además, la importancia que llegó a adquirir la Compañía de Jesús y su influencia dentro del gobierno, hacían que las fiestas
organizadas por su principal seminario, resultaran casi siempre con el mayor lucimiento.
En el “Apéndice histórico” sobre la antigüedad y otros particulares interesantes al mismo Colegio de San Pedro, San Pablo y San Ildefonso, que escribió don Félix Osores y se conserva en el antiguo archivo del colegio, que hemos consultado repetidas veces, encuéntranse muy curiosos datos acerca de las fiestas ildefonsinas.
“De más de doce o trece mil colegiales—dice Osores en el Apéndice inédito que citamos— que hasta aquí han vestido la beca, es considerabilísimo el número de maestros, doctores y rectores de universidades literarias: de regidores, síndicos, procuradores, alcaldes, corregidores, intendentes y gobernadores en las principales villas y ciudades: el de oficiales, jefes y generales de ejército: de abogados, relatores, alcaldes, oídores, regentes y presidentes de audiencias, cancillerías, consejos y tribunales supremos: el de guardianes, priores, provinciales, y a lo menos dos generales: y es incontable el número de curas o párrocos: ni es muy inferior el de medio racioneros, racioneros, canónigos y dignidades de muchas catedrales de América y España: y de bastantes arzobispos y obispos como lo persuade, aún a primera vista, el catálogo de colegiales de San Ildefonso, formado en 1727 y eso que no contiene más que seis mil individuos: lo que acabará de evidenciarlo es la relación de muchos colegiales de San Ildefonso dignos de eterna memoria e insignes por su piedad, gran saber y distinguidos empleos, en la cual se medita y trabaja, y seguramente contendrá algunos centenares de ilustres alumnos”.
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Este insigne colegio, cuya importancia así exaltaba el bibliógrafo Osores a principios del siglo anterior, tenía en su catálogo de festividades señalada la celebración de no menos de veinte; para algunas se había previsto una cantidad fija con cargo a los gastos del establecimiento; para otras existían donativos de personas piadosas y de antiguos alumnos del colegio. Las fiestas religiosas de carácter obligatorio principiaban el 23 de enero con la celebración del santo titular del colegio y terminaban por Navidad: eran las de San Ildefonso, de San Francisco Xavier, de San José, de Nuestra Señora de los Dolores, de la Resurrección del Señor, de San Juan Nepomuceno, de la Ascensión, del Señor de Santa Teresa, de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, de San Luis de Gonzaga, de San Juan Bautista, de San Ignacio de Loyola, de la Asunción, de Nuestra Señora de Loreto, de Santa Rosalía de Palermo, de San Carlos Borromeo, de la Concepción, de Nuestra Señora de Guadalupe, de la Natividad y la Calenda y fandango en día de Noche Buena.
La celebración del día de San Ildefonso—que por tradición cultural debía señalarse como la fiesta del estudiante en México—era sin duda, la mayor solemnidad. Establecióse por mandato del virrey marqués de Guadalcázar el año de 1618, y a la misa solemne que ese día se celebraba asistían el virrey y la real audiencia, acompañados de otros altos dignatarios de la Colonia. Durante el sacrificio y en el momento del ofertorio, el rector del colegio presentaba una vela al virrey, en reconocimiento del real patronazgo. Esta costumbre modificóse después en el sentido de que el ofrecimiento de la vela se hacía al santo titular.
La celebración de la Virgen de los Dolores se hacía por medio de una novena y para los días de ésta eran escogidos nueve colegiales de los de más distinción, a quienes se confiaban los sermones de la novena. Estos sermones eran no solamente una costumbre piadosa de los estu-
diantes, sino también se les consideraba como ejercicios literarios.
La fiesta de San Luis Gonzaga era de particular interés, porque el santo había sido jurado como patrón de los estudios del colegio; en la de San Juan Bautista, además de la solemnidad religiosa, añadíase tradicionalmente un platillo al almuerzo y se obsequiaba a los estudiantes con una merienda especial; en la de la Concepción, el colegio asistía, junto con la Universidad y los frailes de San Francisco, a las festividades organizadas por el gobierno eclesiástico y en la de Noche Buena, que era la más alegre y bulliciosa, juntábanse los alumnos del colegio chico o del Rosario con los del colegio grande y en el refrectorio de éstos se tomaba la cena, durante la cual había un concierto en el que casi siempre un músico de nota ejecutaba selectas piezas desde el púlpito del comedor.
Los colegiales asistían también a solemnes procesiones religiosas, en las cuales ocupaban un sitio preferente, tanto por el real patronazgo, como por la antigüedad del establecimiento. En estas ocasiones lucían sus mantos y becas y en alguna vez llegó a suscitarse cierta controversia por la prelación del sitio en un desfile religioso.
La procesión de San Felipe de Jesús, que se efectuaba el 5 de febrero, tenía particular importancia para los alumnos de San Ildefonso, por haber pertenecido a dicho colegio el mártir mexicano; también desempeñaba un papel muy principal en la procesión estudiantil de la Semana Santa, que partía del colegio de indios de San Gregorio, así como en las de la Purísima y San Luis Gonzaga, esta última celebrada cada 21 de noviembre y en la cual la imagen del santo era llevada en procesión hasta la Universidad.
Tomado de México moderno (revista mensual) número 1, pp. 29-32, 1 de agosto de 1920.
11 LAS FIESTAS DE LOS COLEGIALES DE SAN ILDEFONSO
DAVID HUERTA
UN TÍTULO GONGORINO E
ILDEFONSINO DE OCTAVIO PAZ
EN 1987, Octavio Paz juntó sus textos sobre artes plásticas en un volumen titulado Los privilegios de la vista. De la obra aparecieron dos tomos: uno dedicado al “arte moderno universal” y otro al “arte de México”. La frase titular fue tomada por Paz de un poema de don Luis de Góngora, cuyo título y subtítulo explicativo son éstos:
AL FAVOR QUE SAN ILDEFONSO RECIBIÓ DE NUESTRA SEÑORA
Para el certamen poético de las fiestas que el Cardenal Don Bernardo de Sandoval y Rojas hizo en la traslación de Nuestra Señora del Sagrario a la capilla que le fabricó
Es un poema escrito en octavas reales, diez en total: ochenta versos. Góngora lo compuso para el certamen que figura en el epígrafe subtitular. La sexta octava incluye, en el remate de la llave conclusiva, la frase de esa obra de Paz. He aquí la octava:
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Póstrase humilde en el que tanta esfera majestüoso rosicler se tiende, y absorto en la de luz región primera, se libra tremolante, inmóvil pende; de lo que ilustre luego reverbera se remonta a lo fúlgido que enciende, ejecutorïando en la revista todos los privilegios de la vista
Las letras cursivas, naturalmente, están aquí, en esta transcripción, para poner de resalto el contexto mínimo en el que aparece la frase “los privilegios de la vista”.
“Ejecutoriar” es parte del léxico judicial, explica José María Micó en sus notas al poema (en el libro de poesía gongorina Canciones y otros poemas en arte mayor, edición crítica de J. M. Micó, Clásicos Castellanos, Espasa-Calpe, Madrid, 1990). La octava presenta a San Ildefonso postrado ante la tremenda, numinosa aparición de la Virgen; la ve y vuelve a verla: de ahí la palabra revista, que significa ver dos veces, re-ver. Así explica Micó el pasaje: “volvió a mirar a la Virgen, confirmando así todos los privilegios de la primera visión”.
En la vida de Octavio Paz, en su obra, entonces, San Ildefonso no era nada más el antiguo nombre del colegio de los jesuitas transformado en el siglo XIX en la Escuela Nacional Preparatoria, en la que él estudió; era la figura poética de un santo transfigurada por el arte de Góngora, como se puede ver en ese pasaje que Paz leyó y del que extrajo la frase de una obra suya de importancia cardinal en el vasto conjunto de su pensamiento crítico.
13 UN TÍTULO GONGORINO E ILDEFONSINO DE OCTAVIO PAZ
JORGE GUTIÉRREZ REYNA
EX ALUMNOS DESTACADOS DEL ANTIGUO COLEGIO DE SAN ILDEFONSO
JUAN IGNACIO de Castorena y Ursúa es conocido, sobre todo, por haber fundado el primer periódico de Hispanoamérica, la Gaceta de México (1722); también por haber editado el tercer volumen de las obras reunidas de sor Juana Inés de la Cruz publicadas en Europa, al que intituló Fama y obras póstumas (1700), y en el que se imprimió, por primera vez, la célebre Respuesta a sor Filotea. Este clérigo novohispano fue electo obispo de Yucatán en 1728. La siguiente nota, extraída precisamente de la Gaceta de México de ese año (núm. 9, agosto), es una pequeña ventana hacia los rituales de agradecimiento y celebración que un clérigo novohispano encabezaba al aceptar un puesto de tan alta dignidad. Al repasar la carrera ilustre de Castorena, la nota periodística recuerda sus años de estudiante en el Colegio de San Ildefonso.
El mismo día 15, el ilustrísimo señor doctor don Juan Ignacio Castorena y Ursúa, obispo electo de Yucatán, publicó la aceptación de su obispado con el uso de sus insignias, por haber sido la fiesta de la Asunción titular de esta Santa Iglesia Metropolitana, en que ha servido desde sus primeras filas hasta la de la chantría por término de 30 años.¹ Y por su devoción a este tan sagrado misterio, y por señal de su gratitud a nuestro padre san Pedro, habiéndole dedicado un roquete² de muy ricos encajes, le ofreció este día una cadena de oro
de primorosa fábrica, con dos argollas y ciento y cincuenta y tres eslabones, en correspondencia al número misterioso de los ciento y cincuenta y tres peces que recogió el santo apóstol sólo en un lance, cuando en nombre de Cristo arrojó al mar su red prodigiosa. Y, habiendo explicado esta Iglesia Metropolitana la plausibilidad de su aceptación del obispado de Yucatán con el acostumbrado repique de campanas, le siguieron todas las iglesias, comunidades y colegios de esta Corte; y pasaron a los cumplimientos la Real Universidad por su rector y claustro, por haber sido su doctor en dos facultades, su rector y catedrático jubilado de Sagrada Escritura; la venerable sagrada Congregación de Nuestro Padre San Pedro, y su Colegio, de donde fue reverendo abad, reelecto por cinco años; el Colegio Mayor Insigne de Todos Santos, por haber sido en la Corte de Madrid su apoderado, y conseguido el título de “Colegio Mayor”; el Real Colegio de San Ildefonso, seminario de la sagrada Compañía de Jesús, donde vistió su beca,³ y por doce años fue su estudiosísimo alumno.
1. La fiesta de Asunción de María se celebra el 15 de agosto. 2. Es una prenda de vestir usada por los sacerdotes. 3. Género de vestidura utilizado por los colegiales: “traen esta insignia de diversos colores para distinguirse los de un Colegio de los de otro, y es como una faja... la cual se cruza por delante del pecho y subiendo por los hombros desciende por las espaldas hasta cerca de los pies, y se pone sobre el manto, y en el lado izquierdo se forma la rosca que está alta del suelo como media vara y fija en la punta del dicho lado izquierdo de la beca” (Diccionario de Autoridades)
El texto de la Gaceta de México puede ser consultado en el Corpus diacrónico y diatópico del español de América (Cordiam).
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HALLUX VALGUS
MICHELLE
PÉREZ-LOBO
Deformidad que afecta el pie. La cirugía implica un corte cerca de la articulación del pulgar. La protuberancia se serrucha o se extrae, los metatarsos se realinean con placas y tornillos.
No hay garantías de que el tratamiento sea cien por ciento eficaz.
Los huesos no se insubordinan a la genética: se niegan a reaprenderse, a aceptar su nuevo sitio en el cuerpo pese a los ejercicios y aparatos ortopédicos.
La estética es secundaria. Es el dolor.
Es la torpeza en las actividades diarias, el reemplazo constante de calzado. El desconcierto de los propios miembros.
Mi madre se operó ocho años atrás con resultados mediocres. No ha sanado todavía.
Hace doce meses noté la deformación en mis pies.
15 HALLUX VALGUS
MARIO MURGIA
PAZ Y YEATS: UN DISCRETO MAPA POÉTICO
LA REVISTA Vuelta publicó, en mayo de 1985, la siguiente nota de Octavio Paz sobre una pieza poética del irlandés William Butler Yeats (1865–1939):
Hay una copiosa literatura, contagiada de pesadez sociológica, que se obstina en ver la ciudad como el teatro de las enajenaciones y en donde los hombres sufren la más cruel amputación: la de su propio ser. Es cierto que la vida en común amenaza siempre nuestra identidad pero también lo es que la ciudad, con sus muchedumbres anónimas, provoca asimismo el encuentro con nosotros mismos y, a veces, la revelación de lo que está más allá de nosotros. Los antiguos tenían visiones en los desiertos y los páramos; nosotros, en el pasillo de un edificio o en una esquina cualquiera. La poesía de la ciudad es, simultáneamente, poesía de la pérdida del ser y poesía de la plenitud. En un breve poema Yeats describe con palabras simples y misteriosas el cambio súbito de la privación a la beatitud:
Cincuenta años cumplidos y pasados. Perdido entre el gentío de una tienda, Me senté, solitario, a una mesa, Un libro abierto sobre el mármol falso, Viendo sin ver las idas y venidas del torrente. De pronto, una descarga cayó sobre mi cuerpo, gracia rápida, y por veinte minutos fui una llama: ya, bendito, podía bendecir.
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El escenario citadino de Yeats, para Paz, es dual: ofrece la posibilidad de un encuentro personal con el propio ser y, al mismo tiempo, la plausibilidad (que con frecuencia llega a ser certeza) de perderse uno mismo, tanto física como espiritualmente, entre una multitud de seres. Ambas opciones, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XIX, constituyen el material de la poesía. Las dos circunstancias representan excursiones al ámbito privado, y las dos, igualmente, inician en la esfera del anonimato plural, en el bullicioso incógnito de una multitud urbana, de un espacio público. Nuestro cicerone para tal travesía no puede ser otro que el poeta, quien, en la disposición de unos cuantos versos, traza un mapa de la conciencia individual que ha de desplegarse ante el fondo experiencial del paisaje de la ciudad. En este sentido, la capacidad de compresión intelectual de Paz es sorprendente: le lleva un solo párrafo delinear una transición fundamental, definitiva, del desarrollo de la psique humana moderna.
Más asombroso aún es que Paz haya escogido a un poeta irlandés para ilustrar y magnificar los ecos de su perspicaz reflexión sobre los vínculos entre la poesía, el ser y el entorno definitorio de cada cual. Pocas veces se refiere Paz, en sus escritos, a escritores y poetas irlandeses; no obstante, de esas pocas figuras hibérnicas que menciona, quizá sea Yeats quien habite la conciencia de Paz como el poeta irlandés que es, al mismo tiempo, un poeta mundial. La habilidad de Yeats para identificar y poetizar lo transcendente en la experiencia diaria es tal vez lo que haya llevado a Paz a encontrarse con la cuarta estancia del poema del irlandés, de título “Vacillations” o, en español, “Vacilaciones”. Es significativo que, en un principio, Yeats haya intitulado su breve estrofa (es decir, la estancia que cita Paz) como “Aimless Joy”, algo así como “Dicha errante”. Más tarde, el poeta habría de cambiar el título por “Happiness” (“Felicidad”), aunque
17 PAZ Y YEATS
al fin Yeats decidiría abandonar cualquier intento de titulación, como si la mayor alegría de un encuentro revelador hallara su mejor expresión, paradójicamente, en la ausencia de nombre.
No puedo sino regresar aquí a la manifestación inglesa de los versos de Yeats:
My fiftieth year had come and gone, I sat, a solitary man,
In a crowded London shop,
An open book and empty cup
On the marble table-top.
While on the shop and street I gazed
My body of a sudden blazed;
And twenty minutes more or less It seemed, so great a happiness, That I was blessed and could bless
Se puede observar que el poeta mexicano, en lo que no puede ser sino una traducción propia, se ha librado de la especificidad localizadora de Yeats: en español, Londres ha desaparecido del mapa poético, y detalles como el de la copa vacía (“empty cup”) o la tan personal, aunque no menos grandiosa, “felicidad”, o “happiness”, que la voz poética experimenta encuentran sus reemplazos en la masa incorpórea de un “torrente” y en la súbita revelación provocada por una “gracia rápida”. Lo externo se ha vuelo interno, el afuera se ha tornado en el adentro y lo esencialmente físico es ahora del todo espiritual. Las provincias de lo privado son ya indistinguibles de las metrópolis de lo público. Paz ha borrado de los versos de Yeats las fronteras que separan una epifanía íntima de la percepción de aquéllos que, fuera del poema, tan sólo perciben visos del genio del poeta en las posibilidades figurativas de su lengua. El Yeats de Paz —o quizá mejor: Yeats en Paz— representa así la cartografía ilimitada de las cavilaciones imaginativas del poeta sobre la dicha personal y la incidencia de ésta en el poder creativo.
18 BARANDAL | NUEVA ÉPOCA
JAZMINA BARRERA
EL ANSIA DE AUDUBON
Audubon perfected a new way of drawing birds that he called his. On the bottom of each watercolor he put “drawn from nature” which meant he shot the birds
ANTES
de Audubon, las aves en los dibujos de los naturalistas se veían así: alas cerradas, rígidas, detenidas sobre una rama. Para la mayoría de los europeos que dibujaban aves antes del siglo XIX era difícil viajar y observarlas en su hábitat natural y por eso sus retratos solían ser copias fieles de las aves disecadas que les servían de modelos. John James Audubon dejó Europa muy joven y desde que llegó a Filadelfia comenzó a viajar por Estados Unidos para ver aves. La mayoría de las veces las mataba, para poder después estudiar su anatomía y los detalles de su plumaje, no sin antes estudiarlas vivas en su entorno. Audubon fue uno de los primeros en realizar experimentos de marcaje, que consistían en atar un cordón al ave para así monitorear sus hábitos migratorios. Las aves lo llevaron a adentrarse con su caballo en lugares remotos, en pantanos y bosques de difícil acceso. Sus aventuras están narradas en Birds of America, el libro que publicó con retratos y descripciones detalladas de todas las aves de Estados Unidos. El libro fue un éxito inmediato en Europa. Birds of America es uno de los antecedentes más importantes de las guías de aves que, durante mucho tiempo, antes de las herramientas digitales que hoy permiten identificar pájaros,1 se utilizaron para llevar un registro de esa colección inmaterial que es el avistamiento de aves.
1. Por ejemplo, la Universidad de Cornell tiene una aplicación llamada Merlin, la cual funciona con una base de datos internacional que registra el avistamiento de aves de todos los usuarios en el mundo
19 EL ANSIA DE AUDUBON
ANNE CARSON
La diferencia más radical de Birds of America con sus antecesores es el movimiento. Los pájaros de Audubon siempre están haciendo algo: comen, cazan, se cortejan. Están, además, dibujados a escala natural, en un escenario decorado con las plantas de su ecosistema, y algunas veces conviven con otras especies. Las acuarelas de Audubon se asemejan a los dioramas en los museos de historia natural, son también narraciones en pausa. Sus personajes son casi humanos, en sus descripciones también se nota la tendencia a humanizarlas. Habla de aves “torpes”, “alegres”, “estúpidas”, que “bailan” y se “divierten”, como los animales de las fábulas. En Birds of America vemos a un par de orioles que conversan, una gaviota asustada, dos búhos que coquetean, una urraca presumida y tres patos que discuten. Su obra es un precedente de los programas de televisión que relatan la vida de los animales con estrategias narrativas propias de la litera tura o el cine. La humanización de las aves le sirvió a Audubon para promover la empatía y la conservación, cosa que hizo toda la vida, en especial durante sus últimos años.
Hay, sin embargo, algo siniestro en la apro ximación de Audubon hacia las aves. Algunos lo describen como un hombre “poseído” por la ne cesidad de obtener de ellas un conocimiento total,
20 BARANDAL | NUEVA ÉPOCA
de hacer descripciones exhaustivas de todas y cada una de ellas (Saint-John Perse, dice en un poema que le fal taron las aves extintas: “Y no bastan todas tus bestias pintadas ¡Audubon! para que no tenga yo que mez clar aún algunas especies desaparecidas: la Torcaz migratoria, el Chorlito boreal y el Gran Auk…”). En su poema “Audubon”, Anne Carson lo imagina manipulando e interviniendo los cadáveres de las aves con alambres y clavos para darles apariencia de vida y movimiento. Dice: “You can look at these true shapes all day and not see the bird. / Audubon un derstands light as an absence of darkness, / truth as an absence of unknowing.” (Puedes observar estas formas verdaderas todo el día sin ver al ave. / Audubon en tiende la luz como ausencia de oscuridad, / la verdad como ausencia de ignorancia).3
El ansia de Audubon era conocer a las aves hasta las úl timas consecuencias. Sus 435 acuarelas son el legado asom broso y siniestro de un coleccionista apasionado, que tantas aves mató en su afán de protegerlas. Su obra es representativa del anhelo ilustrado: la luz que ciega. En las imágenes de Audubon no hay una sola sombra, es un mundo sin contrastes, que no deja espacio a la oscuridad ni al misterio. Y sin embargo, qué sería de las aves hoy, sin Audubon.
21 EL FIN DE MARZO, DUXBURY
2. Vientos, II, I, Saint-John Perse. Versión de Jorge Zalamea.
3. Traducción de la autora.
CARTA DE NUEVA DELHI
Pensamiento en los jardines de Lodi ¿C
ÓMO era India en los años sesenta?
¿Cómo era el paseo por estas sendas, que siguen siendo polvorientas a pesar de los intentos enverdecidos de varias décadas? ¿Aún más polvorientas? ¿Es este el paseo que disfrutaba Octavio Paz? Cada vez que un amigo me visita en Delhi —mi ciudad de los últimos diez años— lo llevo a Lodi Garden. Como una ceremonia laica leo el poema de Octavio Paz: “En el azul unánime / los domos de los mausoleos / —negros, pensativos— / emitieron de pronto / pájaros”. Sí, esos mausoleos todavía emiten pájaros. Hablo de Octavio Paz con esos amigos pasajeros y casi siempre entramos en el peligroso territorio de su política.
Ese terreno es peligroso. Juzgamos a los intelectuales que apoyaron a la Unión Soviética o a una fuerza autoritaria de derecha —un ejemplo reciente: Günter Grass—; muy rara vez cuestionamos a los que apoyaron o apoyan a la fuerza autoritaria de la izquierda. ¿Por qué? En el siglo XXI, en un país como India, juzgamos duramente a los librepensadores. Por muy democráticos que seamos, nos cuesta aceptar que los que apoyaron a los regímenes autoritarios —de derecha o de izquierda— son igualmente cuestionables.
Atardece sobre el esplendor de las dinastías olvidadas con cálculos arquitectónicos casi olvidados. Olvidamos los poemas que se llamaban “Qasida”, que elogiaban a los sultanes de aquellos siglos. Se borra fácilmente el nombre del poeta que escribió esos versos con toda la alta retórica de su tiempo. No se sabe mucho de esas personas. Sólo se sabe que pocas muestras verbales trascienden. Nadie es oriundo de la eternidad.
En una de esas visitas estuve en el jardín de Lodi con el poeta español Antonio Colinas. Tras terminar el rito paciano Antonio me leyó un poema suyo sobre un monasterio Tao en el medio de un bosque de rascacielos. “Pequeño monasterio: callas mucho en el medio de la selva de cristal, pero sin duda algún mensaje debes querer comunicarnos” —nosotros dos, el maestro Colinas y yo, nos callamos también. Suenan los pájaros brillantes del mes de marzo. ¿Qué nos quieren decir los mausoleos y esos trinos en medio de nuestro discurso monótono sobre política de la que ni siquiera tenemos el mínimo control?
22 BARANDAL | NUEVA ÉPOCA SUBHRO BANDOPADHYAY
SUBHRO BANDOPADHYAY
(Calcuta, 1978). Biólogo, escritor y traductor. Ha publicado cinco libros de poesía, una novela y una biografía de Pablo Neruda en bengalí.
JAZMINA BARRERA
(Ciudad de México, 1988). Ensayista. Autora de Cuaderno de faros (2017) y Linea nigra (2020). Ha sido becaria del FONCA y de la FLM.
GENARO ESTRADA
(Mazatlán, 1887-Ciudad de México, 1937). Diplomático, periodista, escritor y bibliófilo. Perteneció a la Academia Mexicana de la Historia y a la Academia Mexicana de la Lengua.
EFRAÍN HUERTA
(Silao, 1914-Ciudad de México, 1982). Poeta y periodista. Miembro de la generación de Taller. Autor de obras como Los hombres del alba (1944) o Amor, patria mía (1980). Hacedor de los poemínimos.
DAVID HUERTA
(Ciudad de México, 1949). Poeta, ensayista y profesor. Autor, entre otros, de Incurable (1987) y del poema “Ayotzinapa” (2014). Miembro emérito del Sistema Nacional de Creadores de Arte.
JORGE GUTIÉRREZ REYNA
(Monterrey, 1988). Novohispanista y poeta. Autor de Óyeme con los ojos. Poesía visual novohispana (2014) y El otro nombre de los árboles (2018). Ha sido becario de la FLM.
MARIO MURGIA
(Ciudad de México, 1973). Traductor, investigador y catedrático de la UNAM. Especialista en la literatura en lengua inglesa.
MICHELLE PÉREZ-LOBO
(Ciudad de México, 1990). Poeta y editora. Autora de Lo que perdimos y otros poemas (2018) y editora de la revista La peste. Ha sido becaria del FONCA.
RAFAEL SOLANA
(Veracruz, 1915-Ciudad de México, 1992). Polígrafo. Miembro de la generación de Taller. Fue, sobre todo, un hombre de teatro. Autor de obras dramáticas como “Debiera haber obispas” (1954) y “A su imagen y semejanza” (1957).
EDUARDO VÁZQUEZ MARTÍN
(Ciudad de México, 1962). Poeta, editor y periodista. Colaborador en revistas como Milenio, Vuelta o Letras Libres. Autor de Naturaleza y hechos (1999). Ha sido becario del FONCA.
ÍNDICE
3. Presentación, Los editores
5. De vuelta a San Ildefonso, Eduardo Vázquez Martín
8. Una evocación, Rafael Solana
9. Perra nostalgia, Efraín Huerta
10. Las fiestas de los colegiales de San Ildefonso, Genaro Estrada
12. Un título gongorino e ildefonsino de Octavio Paz, David Huerta
14. Ex alumnos destacados del Colegio de San Ildefonso, Jorge Gutiérrez Reyna
15. Hallux valgus, Michelle Pérez-Lobo
16. Paz y Yeats: un discreto mapa poético, Mario Murgia
19. El ansia de Audubon, Jazmina Barrera
22 Carta de Nueva Delhi, Subhro Bandopadhyay