Vendieron horchata para ayudar

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21 al 27 de Septiembre de 2017 | Atlanta | Mundo Hispánico

→ También hornearon pan dulce durante semestres para alcanzar la meta económica

Vendieron horchata para ayudar Samantha Díaz Roberts

Samantha.diaz@mundohispanico.com

Este pasado verano, la única preocupación del joven mexicano Iván Morales era saber si podía continuar con sus estudios universitarios, o si tendría que trabajar para poder ahorrar el costo de su matrícula semestral y continuar el año siguiente. Morales estudia en la Georgia Gwinnett College, una institución educativa en la que, como en la mayoría de los centros universitarios del estado, se le cobra la matrícula como estudiante extranjero, a pesar de vivir en el estado. Eso es, cuatro veces más la tarifa de lo que se le cobraría a un estudiante que tenga la ciudadanía. Morales ha tenido que vivir con esa realidad durante toda su carrera como estudiante de sicología. Ya sea trabajando como mesero o como entrenador de futbol para niños pequeños, ha tenido que poner en pausa sus estudios de vez en cuando para pagarlos poco a poco. Sin embargo, su panorama cambió este semestre cuando AVES, una organización de estudiantes sin fines de lucro en la Georgia State University, unió esfuerzos para concederle una beca. Para ello, los miembros de la organización estuvieron meses horneando pan dulce, elaborando horchata, preparando café y vendiéndolo en las afueras de su universidad para recaudar fondos y conceder becas a dos estudiantes sobresalientes. Uno de ellos fue Morales. “Ser un ‘dreamer’ y estudiar es un sacrifico tremendo. Pero esta beca es una ayuda enorme. Esa cantidad era la diferencia entre seguir estudiando en mi universidad, o

Todo un año. Los jóvenes miembros de AVES juntaron esfuerzos durante dos semestres para hacer horchata y venderla, de manera que recaudaran fondos para dos becas. CORTESÍA DE AVES | MH

CORTESÍA DE AVES | MH

Estudiantes latinos se unen para recaudar fondos a favor de otros.

Iván Morales y Zaira Hernández,

ganadores de las becas auspiciadas por la organización universitaria de la Georgia State University, AVES.

tomar otro semestre de receso para lograr reunir el dinero y pagar la matrícula. Cuando me llegó la noticia, fue una sensación enorme porque era verano y estaba preocupado, debatiendo qué tenía que hacer para por lo menos pagar una clase... Para seguir estudiando lo mínimo. Fue como

si me quitaran un peso de encima”, contó Morales. Esa mismo alivio lo sintió Zaira Hernández, otra de las ganadoras de la beca de AVES. Hernández estudia criminología en Connecticut pero se graduó de la East Hall High School en Gainesville. Para Hernández, cuyos pa-

dres han trabajado en la agricultura toda la vida, alcanzar sus sueños tampoco ha sido un camino fácil. No obstante, recibir esta beca le ha supuesto poder obtener materiales para comenzar su carrera fuera del estado de Georgia. “Mis hermanos, mis papás y yo vivíamos en un cuarto. Teníamos cocina, baño y comedor, pero el espacio era muy reducido. Luego de ahí nos fuimos con mi abuela. Hasta que mi padre nos construyó una casa adecuada. Mi miedo no era que me aceptaran o no, sino obtener una beca para poder incurrir con los gastos de mis estudios”, contó la joven sobre lo complicado de ser una estudiante inmigrante.

Esas dificultades económicas fueron tan solo un peldaño para los colaboradores de AVES, quienes desde el pasado año han unido esfuerzos para recaudar fondos y ofrecer becas a estudiantes como Iván y Zaira. “Teníamos como 27 personas que nos ayudaron a elaborar horchata, pan dulce, café y hasta ‘brownies’. Nos veníamos a la universidad y estábamos de tres a cuatro horas vendiendo en las afueras de la biblioteca. Además hicimos rifas para recaudar fondos”, contó Nicole Guillén, miembro de la organización. Según Guillén, incluso pusieron de su propio dinero para aumentar el valor de las becas. Y el proceso fue de

aprendizaje para todos los que ayudaron. “Aprendimos que en la Georgia State hay mucha comunidad estudiantil que cree en la causa de los ‘dreamers’, hasta algunos nos dieron dinero a pesar de no comprar”, dijo la joven. De acuerdo con la estudiante, el sacrificio de levantarse más temprano para elaborar la horchata, el afán por llegar pronto para poner el kiosco y cargar con los múltiples bultos con los productos de la venta, valió la pena. “Los ‘dreamers’ no están solos. Hay mucha gente que los apoya y juntos vamos a poder lograr un mejor futuro para ellos”, concluyó Guillén.■


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