Historia de la Iglesia Cristiana Desde su nacimiento, el cristianismo se ha elevado como una fuerza diferente ganando los corazones de todo tipo de personas, infiltrándose en todo tipo de instituciones, no como sustituyendo o instituyendo modalidades, sino en forma presencial/vivencial, en cada cristiano convertido. Porque el cristianismo manifiesta una tendencia no ortodoxa, ya que este no pretende ser una fuente de cambio global, sino individual, pero que, a pesar de su difusión, la cual fluye sin importar la presencia de todo tipo de barreras sociales, culturales y hasta religiosas, este, logra impactar el medio en que se desarrolla, por la filosofía de vida que cada discípulo lleva inscrita por la palabra y el espíritu de la regeneración. Tertuliano, un prolífico escritor cristiano del segundo siglo, habla de este fenómeno a los magistrados romanos: “De ayer somos, y ya hemos llenado todo lo vuestro: ciudades, islas, fortalezas, municipios, aldeas, los mismos campos, tribus, decurias, palacio, senado, Foro; a vosotros solo os hemos dejado los templos.” La fuerza motora de este fenómeno, reside en el hecho fundamental de las promesas de Dios hacia la persona de Jesucristo. “Yo iré delante de ti, y enderezaré los lugares torcidos; quebrantaré puertas de bronce, y cerrojos de hierro haré pedazos; y te daré los tesoros escondidos, y los secretos muy guardados, para que sepas que yo soy Jehová, el Dios de Israel, que te pongo nombre.” Isaías 45: 2-3 “Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones, Y como posesión tuya los confines de la tierra.” Salmo 2:7-8 No es la sabiduría o entereza humana las que han hecho del cristianismo un rotundo éxito en su expansión, sino el dominio, poder y gloria conferidos a Jesucristo. Los cristianos somos portadores de la misericordia de Dios, el Evangelio es en sí la semilla, es poder de vida, y transmisor de la Gracia regeneradora.