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HUMANIZACION DE LOS HOSPITALES

La primera en plantear reformas a los hospitales alrededor de los años 1860, fue Florence Nightingale, quien tomo como base inicialmente la teoría de los miasmas, y posterior “teoría de los gérmenes”, apoyada obviamente por personajes como Louis Pasteur y Joseph Lister quienes trabajaban para erradicar el tifus, el colera y las infecciones. Florence en sus escritos “notas en Hospitales”, ya enfatiza por las buenas condiciones ambientales para la salud, comenzando por aire y agua limpios, ventilación y limpieza. En el hospital medieval, ya se aislaban los enfermos por género, pero ella impuso el gran principio de separar a los enfermos por su patología, como eran en su época los locos, débiles, imbéciles, ancianos, los incurables y sobre todo los niños.

Luisroca007@yahoo.com

Recientemente debatíamos en un taller de la maestría que actualmente realizo sobre Planeamiento del Recurso Físico en Salud (FADU-UBA Universidad de Buenos Aires), sobre la humanización en el ámbito de la salud hospitalaria. Este tópico se puede abordar desde dos enfoques diferentes, como son: la atención en los servicios de salud y la infraestructura hospitalaria. A continuación, describo algunos aspectos tratados.

Como profesional especialista en arquitectura de sistemas de salud, puedo decir que actualmente muchos hospitales están deshumanizados, son entornos extraños para la mayoría de las personas, difíciles de navegar, los pacientes temen ir allí. Es un tema complejo y multifacético que involucra diversos factores arquitectónicos, metodológicos de diseño, normativos y culturales.

Observamos como a través de la historia de los hospitales, sus principios de diseño se refieren específicamente a los aspectos edilicios de higiene y salubridad. Es el caso de la corriente higienista desarrollada en el siglo XIX y principios del XX, representando un importante cambio de paradigma en el diseño y la construcción de centros hospitalarios, quizá impulsada por la creciente comprensión de las enfermedades contagiosas de esa época (Ej. la tuberculosis)

Ya en la década de 1960 el arquitecto Richard Llewelyn Davies, conocido por su trabajo en la planificación de hospitales, desarrolló la teoría del “hospital como una máquina para curar” que implicaba concebir los hospitales como estructuras complejas diseñadas para lograr la máxima eficiencia y eficacia en la prestación de atención médica. Según esta perspectiva, el hospital debería estar organizado como una máquina bien aceitada, donde todos los elementos, desde el flujo de pacientes y la distribución de espacios hasta el diseño de las habitaciones y las áreas de tratamiento, funcionaran en conjunto para lograr el objetivo final de curar a los pacientes.

Las anteriores teorías, no contemplaron en ningún momento los aspectos emocionales del ser humano. Su bienestar sensorial, como se traduce o interpreta la vulnerabilidad a la que está sometida el individuo como paciente. Hasta la fecha observamos como muchas metodologías de diseño de proyectos hospitalarios, asumen al paciente como un estándar o referencia de medida antropométrica, lo cual en primera instancia es un requisito valido para una correcta relación entre el usuario y el espacio, pero siempre alejados de la triada Emoción-Espacio-Cuerpo.

En múltiples casos, la arquitectura de los hospitales modernos se ha centrado en aspectos técnicos de funcionalidad para optimizar la prestación de servicios de atención médica. Si bien es cierto que la implementación de tecnologías avanzadas y la especialización médica han mejorado el diagnóstico y tratamiento de los pacientes, también existe el riesgo de que la humanidad y la calidez en el ambiente hospitalario se vean afectadas.

Algunos aspectos arquitectónicos que pueden contribuir a la deshumanización en los hospitales incluyen:

Espacios impersonales: Hospitales con diseños fríos y estandarizados pueden hacer que los pacientes se sientan como “números” en lugar de personas individuales con necesidades únicas.

Carencia de contacto con la naturaleza: La falta de espacios al aire libre o áreas verdes puede privar a los pacientes, visitantes y personal de la conexión con la naturaleza, lo que puede ser terapéutico y mejorar el bienestar emocional.

Entornos ruidosos y estresantes: La arquitectura deficiente y la falta de control acústico pueden generar entornos ruidosos y estresantes que afectan la comodidad y recuperación de los pacientes. ¿En cuantas unidades de cuidados intensivos o neonatales que Usted ha ingresado ha visto un sonómetro? Actualmente se consiguen en el mercado a partir de $US12. Algunos funcionarios dirán “que el estándar de dotación no lo contempla”.

Falta de privacidad y confort: Habitaciones compartidas y espacios públicos abarrotados pueden afectar la privacidad, la confidencialidad y el confort del paciente, lo que puede influir en su experiencia en el hospital.

Inadecuada iluminación de áreas: Box de observación de urgencia, donde los pacientes son iluminados mediante lámparas, con bajo índice de reproducción cromática (IRC) que impiden al profesional percibir el color real de uñas y labios del paciente, permitiendo a veces una errónea valoración. Con frecuencia también observamos unidades neonatales, con luces brillantes y alto nivel de ruido, factores que producen estrés en los recién nacidos. Estas unidades se deben diseñar siguiendo las necesidades de los sistemas sensoriales de los bebés prematuros. El rendimiento futuro de la visión y el oído del niño es afectado por los estímulos que recibe durante ciertos periodos críticos de su desarrollo en el contexto arquitectónico de la UCI Neonatal. para ofrecer mejores prácticas de calidad y seguridad para la atención del paciente, un logro que es

El tema acústico y de iluminación esta tan descuidado en la actualidad en los hospitales, que escasas normas de infraestructura hospitalaria lo contemplan. ¿Por qué los espacios de unidades funcionales actualmente cuentan con un termostato, pero no con luxómetro y sonómetro?

Una tendencia que ha contribuido tangencialmente a la humanización de centros de salud es la del Diseño Basado en la Evidencia (EBD). Este enfoque enfatiza la importancia de usar evidencia sólida y datos derivados de métodos y estudios para influenciar en el proceso de diseño como en sus resultados. Pero cuenta con una base científica limitada.

Otro concepto aplicado con mucha frecuencia en los proyectos de salud, es la denominada Biofilia, que el biólogo Edward O Wilson la define como la tendencia innata del ser humano a conectarse con la vida y los procesos naturales.

Finalmente, tenemos las neurociencias involucradas en el espectro del diseño arquitectónico. La neurociencia de la arquitectura apenas está empezando a avanzar en el conocimiento de como y porque determinadas características arquitectónicas afectan a las personas.

El nuevo neologismo “Neuroarquitectura” analiza como el entorno modifica nuestras emociones, pensamientos y conductas.

De acuerdo a la arquitecta Española Ana Mombiedro Lozano, autora (creo), del único libro en español del tema, la neuroarquitectura observa el espacio desde el funcionamiento del sistema nervioso. En su contenido, nos explica como nuestro cuerpo transforma la información que recibe del entorno en sensaciones y como estas conectan con nuestras emociones.

La neurociencia y la arquitectura han encontrado un camino común, que en un futuro cercano podrán arrojarnos las rutas, herramientas e indicadores técnicos precisos para medir la eficiencia sanitaria del entorno construido. Medirán la efectividad de los ambientes hospitalarios en términos de la salud emocional del paciente.

Así mismo contamos con cuatro Centros de Excelencia, con programas que aseguran la buena marcha la participación de múltiples disciplinas para lograr mejores desenlaces clínicos.

De acuerdo con lo expresado por el gerente general, Rafael González Molina “para la Institución pacientes, a través de ellas les brindamos seguridad y estrechamos lazos para que continúen confiando para seguir fortaleciéndonos como referente en la región, el país y en Latinoamérica”.

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