Revista Salud a Diario Nº 46

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psicología tora Bakalarz, en referencia a este tema, explica que “existen funciones de quienes crían a un niño, que puede ser la madre el padre o quien ejerza los cuidados que son indispensables. Son las funciones Afectivas (Maternas) y Normativas (Paternas). Culturalmente, las mujeres estuvieron ligadas a las funciones afectivas y los hombres a las normativas. Sin embargo pueden ser ejercidas por ambos cuidadores. Las Afectivas son las de contacto, de alimentación, abrigo, cariño, las más ligadas al Sí. En cambio, las Normativas son las de control de impulsos, diferenciación de la fantasía y la realidad, lo protegen de los peligros que correría si todo fuera Sí. Están más ligadas al No. Es muy importante que los cuidadores estén de acuerdo entre sí sobre los lineamientos a seguir en la crianza. Cada uno trae de sus propios hogares formas de funcionamiento, maneras de ejercer la justicia o la injusticia, y por eso estas forman requieren ser reconocidas y elegir entre ellos la mejor manera”, afirma la doctora Bakalarz.

Estableciendo reglas

“Las pautas deben ser dichas con firmeza y afecto, a fin de que quede claro que se lo ama y cuida mejor, estableciendo con mucha solidez estos límites” Lic. Nora Koremblit de Vinacur

Siguiendo las palabras de la doctora Bakalarz, es importante que en la crianza de un niño, los adultos estén de acuerdo en la manera de llevarla a cabo y las reglas que se establecerán. Al respecto, afirman la doctora Vega y la licenciada Preve que “para que un bebé crezca y se desarrolle de modo funcional necesitará que el contexto le brinde algunas constantes, que luego sentarán las bases para el establecimiento futuro de reglas. Las reglas le ayudarán a comprender lo que pasa y a anticipar el futuro. Le sirven al niño a comprender la dinámica de las relaciones con los demás. Estas constantes se van luego complejizando a medida que el niño crece y va comenzando a darse cuenta de que puede activamente construir parte de esas reglas de funcionamiento familiar: ‘cada vez 26

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que digo mamá obtengo una sonrisa’, ‘cada vez que voy al baño me felicitan’, entre otros ejemplos cotidianos. De a poco, comienza una etapa de mayor negociación en la construcción de reglas familiares, en las que el niño intenta avanzar para obtener satisfacción a sus necesidades de dominio del contexto y de su propio cuerpo. Las reglas le permiten al niño explorar el mundo de manera segura, darse cuenta de lo que puede lograr por sí mismo y en qué necesita ayuda para seguir aprendiendo”. Asimismo, la psicopedagoga Norma del Valle Magallanes -Presidente del Colegio de Psicopedagogos de La Rioja y miembro de la FAP (Federación Argentina de Psicopedagogos) – afirma que “en la primera etapa de la vida el niño es más receptivo y flexible para aprender y desarrollar capacidades que le permitan en el futuro con-

trolar sus impulsos. Por eso, es importante trabajar desde la primera infancia para la interiorización de las normas, enseñar que no todo es posible, que no todo vale. Esto puede llegar a generar malestar y frustración, pero de lo que se trata es que el niño logre aprender a tolerar los límites, desarrollando la capacidad de esperar y de entender que no todo puede ser satisfecho inmediatamente. La puesta de límites funciona como una forma de ayudar al niño a controlar aquellos aspectos que no puede manejar por sí solo. Las normas le muestran lo que puede y lo que no, lo que es y lo que no es, dándole conciencia de su identidad y diferenciándolo de los demás. Con ayuda y acompañamiento, podrá ir asimilando normas y valores para aprender a convivir con otros”, concluye la psicopedagoga.

Sociedad de consumo: la realidad actual

Actualmente, la vida transcurre atravesada por los múltiples accesos a una ventana consumista. Y estas posibilidades se ven reflejadas también en la crianza de los niños y los límites necesarios a demarcar. La psicopedagoga Magallanes expone que “no podemos pensar al niño por fuera de nuestra época, puesto que esto también produce efectos decisivos en su crianza. Nos enfrentamos con un mundo sin la garantía de la creencia en el padre. Hay una caída de los ideales que anteriormente le daban rumbo a una vida. Nuestra sociedad de consumo empuja de modo insistente al consumo de los objetos donde el niño y/o joven pasan de ser consumidores a consumidos, desplazando de este modo su estatuto de sujeto a objeto. Los niños hoy, no sólo tienen múltiples accesos sino que, diría también, excesos… de internet, de imágenes, de comunicaciones virtuales, de televisión, donde impera la cultura de la imagen, donde los personajes de dibujitos plantean un límite desdibujado -ya no se sabe bien de qué lado están los buenos y los malos- y programas que estimulan la pérdida del pudor, intentando crear una cultura donde todo vale, en la que burlarse y humillar al otro parecería que es lo único que importa. ¿Qué hacer? ¿Cómo posicionarse? Hay que volver al lazo con el otro, a revalorizar la palabra con el otro, el encuentro del cara a cara, que lo simbólico circule, despertar el deseo en nuestros niños y jóvenes, para producir un corrimiento de esa posición donde impera el desinterés y el desgano, o bien la autonomía desmedida”, define la especialista.


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