Hermes 33: Agirre Lehendakaria

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KOLDO ETXEBARRIA martxoa 2010 marzo. nยบ 33 zbk

LEHENDAKARIA sabino arana fundazioa. nยบ 33 zbk. 5



Milaka eta milaka euskaldunen bihotzetan eta oro imenetan bizirik, lore eskaintza anonimoak bere hilobian Donibane Lohitzuneko kanposantuan, bere aldeko otoitz eta urteurreneko mezak, gure hainbat eta hainbat herritako plaza eta kaleei bere izena ipinita, argitalpen batzuk, erakusketaren bat edo beste…, honelaxe gogoratu dugu Agirre lehendakaria azken hamarkada hauetan.

Edita: Sabino Arana Fundazioa. Director: José Antonio Rodríguez Ranz. Cordinadora de edición: Olga Sáez. Consejo de Redacción: Belén Greaves, Iñigo Camino, Sebastián García Trujillo, Iñaki Martínez de Luna, Andoni Ortuzar, Mari Karmen Garmendia, Fernando Mikelarena, Iratxe Molinuevo, Olatz González Abrisqueta, Manu Castilla, Asier Muniategi, Juan Luis Bikuña, Mikel Donazar, Iñaki Bernardo, Daniel Innerarity, Arantza Gandariasbeitia, Nino Dentici, José Luis Mendoza, Irune Zuluaga, Aitor Bikandi. Colaboran en este número: Iñigo Urkullu, Carlos Garaikoetxea, José Antonio Ardanza, Juan José Ibarretxe, Iñaki Anasagasti, Ludger Mees, Iñaki Goiogana, Xosé M. Núñez Seixas, Andrés Urrutia. Diseño: Logoritmo. Fotografía: Sabino Arana Fundazioa. Láminas: José Javier Lacalle “Laka”, Xabier Egaña, Gotzon Etxeberria, Koldo Etxebarria, Inés Medina. Imprime: Flash Impresión. Sabino Arana Fundazioa. Gran Vía, 29-5º. 48009 Bilbao. Tel: 94 405 64 50. idazkaritza@sabinoarana.org www.sabinoarana.org. Depósito Legal: BI-986-01 ISBN: 1578-0058

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Aurten, bera hil zela 50 urte betetzen diren honetan, beste urrats bat eman nahi izan dugu: Agirre lehendakariari -euskaldunok historian zehar izan dugun lehen lehendakariari, Euskadik XX. mendean izan duen politikaririk garrantzitsuenari- dagokiona, zor zaiona, ematen, aitortzen eta eskertzen. Atzera begira jarri gara, bai, baina historiari so eginez etorkizunari ireki nahi dizkiogu ateak. Demokrazia, askatasuna, humanismoa, justizia soziala, europeismoa, irismen unibertsala, aniztasuna, burujabetza, bakea, elkarrizketa… Hauexek izan ziren Agirreren zutarriak, Agirreren ibilbidean mugarriak. Ba al dago hau baino oinarri sendoagorik XXI. mendeko Euskadirentzat? Ba ote hau baino bide-orri zuzenagorik gaurko eta biharko abertzaleentzat? Horrexegatik eta horretarako Batzorde Antolatzaile anitza eratu, programa zabala prestatu, eta web orri aberats eta erakargarria -www.lehendakariagirre.eu, Agirreren leihoa zabalik mundura- landu da. Horrexegatik eta horretarako aurtengo urtea AL50 izatea nahi dugu, Agirre lehendakariaren urtea. Eta horrexegatik eta horretarako ere, Hermes ale monografiko hau. Gure ekarpen xumea egin nahi izan dugu. EAJko EBBko presidentearen -Iñigo Urkullu- eta bizirik dauden hiru lehendakari abertzaleen -Garaikoetxea, Ardanza eta Ibarretxe lehendakariak- gogoetak ekarri nahi izan ditugu gurera. Haiekin batera Lud ger Mees, Xosé M. Nuñez Seixas eta Iñaki Goioganaren artikuluak -ikuspegi historikoa azalduko digutenak-, bai eta Andres Urrutia euskaltzainburuarena ere, azken honek Agirre eta euskara uztartuko dituelarik. Argazki bildumak eta berariaz egindako artelanek osatzen dute alea. Agirre ez zen jainko bat izan, ez dugu mito bihurtu behar. Agirre zenari hurbildu behar gatzaizkio -pertsonari, politikoari, lehendakariari-, alde on eta akatsak izan zituen horri. Baina ziur nago, hurbiltzean, berehala honakoaz ere ohartuko garela: 50 urte geroago Agirreren izpirituak bizirik dirauela, 50 urte geroago Agirreren bihotzak taupaka darraiela.

Iñigo Urkullu

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Carlos Garaikoetxea

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José Antonio Ardanza

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Juan José Ibarretxe

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Iñaki Anasagasti

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Ludger Mees

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Iñaki Goiogana

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Xosé M. Núñez Seixas

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Andrés Urrutia

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Declaración Ministerial Octubre de 1936

24 Manifiesto de Truclos Junio de 1937

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Pacto de Bayona Marzo de 1945

74 Último Mensaje de Gabon del Presidente Aguirre

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José Antonio y su optimismo, por Indalecio Prieto

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IÑIGO URKULLU AGIRRE ADOS

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l día 22 de marzo se cumplen 50 años del fallecimiento del Lehendakari José Antonio Agirre, el primer Lehendakari del Gobierno Vasco, institución a la que accedió a la temprana edad de 32 años. Antes había sido ya alcalde de Getxo, así como diputado en Cortes por EAJ-PNV, participando muy activamente en la elaboración y aprobación del primer Estatuto Vasco. Y todavía antes, licenciado en Derecho por la Universidad de Deusto y jugador del Athletic de Bilbao. Es sorprendente la unanimidad a la hora de ensalzar la personalidad y la figura de Agirre. Es sorprendente porque Agirre vivió los tiempos convulsos que condujeron a la Guerra Civil, la propia Guerra, la derrota y el exilio. En estos tiempos difíciles, Agirre concitó adhesiones, llegó a acuerdos amplios, mantuvo viva y firme la principal institución del autogobierno vasco, su Gobierno. De su personalidad nos ha quedado su proverbial optimismo, la alquimia de realismo e idealismo, su capacidad para la reflexión y también su negativa al desistimiento, su capacidad y entrega a la acción. Y sobre todo, su carisma y autoridad para lograr sacar adelante un Gobierno aglutinante, fruto de su determinación por el acuerdo. El acuerdo, éste es el legado de Agirre.

Presidente del EBB de EAJ-PNV.

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Hoy es también sorprendente comprobar la actualidad del legado de Agirre, la vigencia del patrimonio que contribuyó a edificar para el pueblo vasco. Repasar las iniciativas del Lehendakari Agirre es repasar las necesidades y demandas que se plantea Euskadi de cara a su próximo futuro. Revisar la figura de Agirre es revisar los retos que hoy afronta la sociedad vasca.

Autogobierno Desde el año 1931 Agirre se implicó en primera línea en la reformulación del marco jurídico-político para Euskadi. Fue secretario de la Comisión que negoció el Estatuto Vasco, y calificó la propuesta de Estella como “un texto admirable de redacción y contenido”. Participó como candidato en el logro histórico de EAJPNV en 1933, cuando llegó a ser el partido político más votado de Euskadi por primera vez. En 1936 vio cumplido el sueño estatutario, y participó también en la defensa del Concierto Económico como un derecho histórico del pueblo vasco. Este Estatuto es el que permitió, una vez iniciada la Guerra, constituir el primer Gobierno Vasco y que Agirre fuera elegido como primer Lehendakari de Euskadi.

Teodoro Agirre Barrenetxea-Arando y Bernardina Lekube Aranburu con sus hijos José Antonio, Juan Mari, María Teresa, Encarnación, Tomás y Mari y tres personas del servicio familiar en las escaleras de acceso a la casa familiar, en Algorta (Getxo).

Solidaridad e internacionalización El Gobierno de Agirre pasó a la historia, en primer lugar por su ejemplar labor de asistencia a los refugiados durante y tras la Guerra Civil. La personalidad carismática del Lehendakari, su capacidad de organización y entrega, logró que esta labor de su Gobierno se desarrollara con el mayor nivel de eficacia en unos momentos de dificultades y adversidad. Fruto de esta labor fue la constitución de la Liga Internacional de Amigos de los Vascos. Para el Lehendakari Agirre esta labor entroncaba con su doctrina social-cristiana, y era por tanto parte constitutiva de su propio ideario personal y social, además del político e institucional.

Los hermanos José Antonio, Juan Mari, María Teresa, Encarnación, Tomás y Mari Agirre Lekube ante la verja de la casa familiar en Algorta (Getxo).

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Las circunstancias históricas, unidas a las propias convicciones políticas de Agirre, hicieron que éste priorizara el objetivo de dotar a Euskadi de una voz propia en el concierto internacional. Sus iniciativas en este sentido son innumerables. Antes de formar el Gobierno, en 1935, participó en Ginebra en el Congreso de Nacionalidades Europeas. Una vez constituido el Gobierno Vasco priorizó el objetivo de la Acción Exterior, fundando las primeras Delegaciones del Gobierno en el extranjero. El Lehendakari recorrió Europa y América, y en 1945 tomó parte en la Conferencia fundacional de la ONU en San Francisco.

Euskadi, Europa y Galeuzca En esta misma línea, merece una mención especial la participación directa de Agirre en la génesis del espíritu europeísta. Los Nuevos Equipos Internacionales (NEI), germen de las futuras instituciones comunes europeas, celebraron sus primeras reuniones en la sede del Gobierno Vasco en París en 1947. Un año antes, Agirre había participado ya en el Congreso de la Democracia Cristiana Europea en Roma, así como en el Congreso de la Unión Federal en Luxemburgo. Y un año después, participó en La Haya en la Conferencia del Movimiento Federal Europeo, la base de lo que a continuación sería la Comunidad Europea. Fue tal la presencia y autoridad del Lehendakari Agirre, que se llegó a plantear su nombre como posible presidente del Gobierno de la República en el exilio a finales de la década de los 40. Es destacable también la labor de Agirre para resucitar Galeuzca. Una iniciativa que desde la óptica internacional trataba de reforzar la adhesión a la cuestión vasca, catalana y gallega, pero en cuya base se encontraba también la reivindicación y el compromiso cultural que le acompañó toda su vida.

“Comprendednos, respetadnos, dejadnos que nos gobernemos libremente” Intervención ante el Parlamento español, 1934

Congreso Mundial Vasco El año 1956, en conmemoración del 30 aniversario del Gobierno, Agirre impulsó la organización en París del primer Congreso Mundial Vasco. Un acontecimiento que se revela hoy como la síntesis de todas las iniciativas del Lehendakari. Así, Agirre enfocó este Congreso con el objetivo de formular un “programa de futuro”, proponiendo un análisis de los procesos de cambio social y económico que se estaban produciendo en su entorno, así como de sus consecuencias en el ámbito de la cultura. Es realmente sorprendente, una vez más, constatar que Agirre formuló esta iniciativa con el objetivo de construir una nueva propuesta de futuro para Euskadi, basándose en la “articulación material del Estatuto y los textos que le precedieron”, una propuesta que ambicionaba servir de base de partida para todas las organizaciones políticas. Agirre formuló en 1956 una propuesta de futuro basada en el acuerdo, Agirre “formuló” la propuesta Ados.

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Es sorprendente constatar que el mismo año del fallecimiento de Agirre, en el Aberri Eguna de 1960, EAJ-PNV planteara el “anhelo de libertad nacional y de hacer de Euskadi una nación de vanguardia”, o que el objetivo del mismo se planteara como la unión de todas las fuerzas en un foro para el relanzamiento de la identidad vasca. Es sorprendente pero no lo es. Es sencillamente una prueba más de coherencia y trayectoria, una prueba de que, eslabón tras eslabón, la cadena sigue unida. La cadena no se ha roto, “katea ez da eten”. Un grupo de estudiantes del colegio de los Jesuitas de Orduña. José Antonio Agirre es el tercero por la derecha de la fila superior.

Ados! La propuesta que hoy plantea EAJ-PNV a la sociedad vasca se inspira en los mismos principios que defendió el Lehendakari Agirre, y que ha defendido y defiende la mayoría social, cultural y política de Euskadi. Hoy Euskadi recupera el legado de Agirre y lo actualiza. La propuesta Ados es también un “programa de futuro” que pretende ofrecer una base común, una base de acuerdo a las organizaciones políticas vascas. Ados se fundamenta también en los textos que nos han precedido: el Estatuto de Gernika incumplido, el Nuevo Estatuto Político aprobado en Euskadi y no admitido a trámite en las Cortes, los preacuerdos alcanzados en Loiola. La propuesta de acuerdo Ados, recupera la prioridad del “contenido social y la solidaridad” que primó Agirre. Recupera el objetivo de la presencia de Euskadi en Europa y la internacionalización, entendida como “contar con voz propia en el concierto internacional”. Ados refleja plenamente la prioridad del “análisis del cambio social y económico, así como su afección al ámbito de la cultura” que proponía Agirre como base para un programa de futuro. Y por supuesto, Ados representa la lealtad institucional y el compromiso con la democracia y el autogobierno, que en realidad encarna la propia vida y trayectoria política de José Antonio Agirre.

Equipo de fútbol de la Universidad de Deusto. José Antonio Agirre es, de izquierda a derecha, el sexto de la fila superior.

Fábrica de chocolate “Chobil” perteneciente a la familia de José Antonio Agirre.

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Como alcalde de Getxo, como diputado en Cortes por EAJ-PNV, como Lehendakari, en Euskadi y en el exilio, Agirre buscó siempre el acuerdo, un acuerdo para dar cauce al “anhelo de libertad nacional de Euskadi”. Han pasado cinco décadas desde su fallecimiento, EAJ-PNV presenta una nueva iniciativa política, económica y social para el futuro de Euskadi. La formulación es lógicamente distinta, pero sus fundamentos son los mismos y son sólidos. Euskadi es una nación, comprometida con su tiempo, comprometida con el desarrollo económico, social y cultural de todas las personas que la integran, de todo el Pueblo Vasco. Un Pueblo que desea avanzar, profundizar en un autogobierno que en Euskadi significa progreso. Una Euskadi que demanda una presencia directa en el concierto internacional. Una Euskadi que plantea nuevamente una reformulación del marco jurídico-político, decidido entre todos, desde la libertad y la pluralidad, pero que integre un compromiso bilateral de cumplimiento. Esukadi, antes y después de Agirre, tiene una personalidad propia, tiene unos derechos históricos, tiene unas cotas de autogobierno, unas instituciones propias, unos anhelos de libertad, una capacidad y un derecho a decidir su futuro que reclama y va a seguir reclamando. Hoy, EAJ-PNV vuelve a plantear un “nuevo programa” con la mirada puesta en el futuro, con la ambición de alcanzar un acuerdo, “Ados”. Una propuesta que actualiza el legado de Agirre y actualiza nuestro ideario. Una nueva iniciativa a la que Agirre diría Ados!

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CARLOS GARAIKOETXEA José Antonio Agirre, un gran líder

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ara gentes como yo, de la generación de la posguerra, José Antonio Agirre fue un ser mítico. Recuerdo la fascinación que en mis años mozos me producía oír hablar de sus mítines vibrantes, su liderazgo en el movimiento de alcaldes que culminó en el Estatuto de Lizarra, su abatimiento en la Asamblea del Teatro Gayarre de Iruña, cuando, por un estrecho margen, la traición de algunos representantes municipales separó a Navarra de aquel proceso autonómico vasco… En mi imaginación infantil, el lehendakari Agirre, soportando la traición de Goikoetxea en el Cinturón de Hierro, último reducto de la resistencia que él dirigía, despertaba un sentimiento profundo de rabia y desprecio hacia el felón, y su claridad de ideas –al declarar compatibles sus hondas convicciones religiosas con la tan denostada república laica, afrontando el anatema de aquella jerarquía eclesiástica española, y más tarde, su terrible decepción al producirse la traición de los países tras la guerra mundial, con su apoyo al dictador y el abandono de quienes habían prestado su ayuda generosa y sus ideales democráticos en la gran contienda contra el nazismo–, suscitaba en mí admiración y un sentimiento de solidaridad e indignación ante tanta traición y tanta injusticia. Imaginaba las tribulaciones de aquel hombre joven, líder de una generación irrepetible, que tenía que afrontar semejantes situaciones. He citado algunos retazos, vivos en mi memoria, de aquellas primeras impresiones de la figura de

Lehendakari, 1980-1985. 10

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Agirre que se grabaron en mi mente infantil, que al igual que el asesinato de su homónimo y alcalde de Estella, compañero de fatigas en el movimiento de alcaldes pro Estatuto Vasco, Fortunato Agirre, dejaron en mí huella para siempre. Más tarde, cuando leí “Entre la Libertad y la Revolución”, o “de Gernika a Nueva York, pasando por Berlín”, junto con “La Causa del Pueblo Vasco” de Javier de Landaburu, quedé definitivamente encaminado por la senda del nacionalismo vasco. Manuel de Irujo completó la fascinación que Agirre, el líder por antonomasia, despertó en mí. Por cierto, Irujo luego me comentaría muchas veces la extraordinaria conjunción de cualidades que concurrían en la persona de Agirre. No sabía cuál destacar, solía decir, era la concurrencia de todas ellas la que le convertía en un dirigente tan singular.

Grupo de estudiantes de Derecho en un patio de la Universidad de Deusto, donde cursó sus estudios. José Antonio Agirre es el primero por la derecha de la cuarta fila (en orden ascendente).

Alcalde de Getxo, diputado en todas las legislaturas de la República y lehendakari a los siete días de aprobarse el Estatuto Vasco el 1 de octubre de 1936, en plena guerra civil, y con gran parte del territorio vasco en poder de los facciosos, causa admiración la ingente tarea que aquel equipo liderado por el primer lehendakari fue capaz de llevar adelante. Por de pronto, Agirre demostró una de sus cualidades más extraordinarias: su capacidad para aunar a todas las fuerzas políticas opuestas al fascismo, formando un Gobierno con seis partidos tan diferentes como PNV, PSOE, Izquierda Republicana, Partido Comunista, Acción Nacionalista Vasca y Unión Republicana, y consiguiendo una cohesión ejemplar entre todos ellos en circunstancias extremadamente dramáticas. En el breve período de tiempo, (no llegó a nueve meses), en que el ejecutivo así formado pudo gobernar apenas en Bizkaia, resulta admirable las tareas que fue capaz de acometer: restableció el orden público como en ninguna otra parte de la República se habría logrado en aquellos trágicos momentos; mantuvo el culto y garantizó el respeto a los establecimientos religiosos, una notable excepción en aquellas circunstancias; organizó las milicias vascas que dirigió personalmente en condiciones desesperantes, en medio de “la no intervención” de las democracias colindantes que impedían el abastecimiento de armas, y el desoímiento de Prieto y Azaña

Caricatura de José Antonio Agirre vestido con la indumentaria del Athletic, equipo del que fue jugador.

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a sus demandas desesperadas de apoyo y material militar. No le faltó tiempo para crear la Universidad Pública Vasca o imprimir moneda… Resulta elocuente el comentario de G. L. Steer, corresponsal de “The Times”, en su libro The tree of Gernika: “Los vascos se consideran orgullosos del año en que se gobernaron a sí mismos, de cómo mantuvieron el orden y una verdadera paz religiosa, y dieron libertad a todas las conciencias, y alimentaron a los pobres, curaron los heridos y condujeron todos los servicios del Gobierno sin una sola disputa. Sólo ellos en toda España demostraron hallarse aptos para gobernar; mientras los otros asesinaban, aterrorizaban a la clase trabajadora y vendían su patria a los extranjeros, ellos unieron su pequeña nación con fuertes lazos de humana solidaridad… Podrían esperar, como lo hago yo, que en lo sucesivo su obra sea coronada por un mayor éxito, pero difícilmente que su conducta sea más digna y honorable”. Si en la guerra y en situaciones de extrema dificultad Agirre en su Gobierno demostró su capacidad de liderazgo y de concitar la unidad de diferentes líderes políticos, (hasta el extremo de que surgieran en algunos casos graves discrepancias entre éstos últimos y sus respectivos partidos), desde el exilio no desfalleció en su labor de presentar ante el mundo la causa del Pueblo Vasco, (junto con sus compañeros Irujo, Landaburu, Leizaola etc.), y, al mismo tiempo, apoyar con brío la causa de la democracia frente a los totalitarismos, así como el proyecto de una Europa federada, una Europa de los Pueblos, junto con los principales líderes europeos, impulsores de lo que después llegaría a ser la Unión Europea. Instalado el Gobierno del exilio en París en 1946, fundó la Liga Internacional de Amigos de los Vascos con más de cincuenta mil adherentes, entre los que se encontraban relevantes figuras de la política, intelectuales, artistas y escritores de la época. Y en el Congreso de la Haya, como he señalado antes, contribuyó con los más destacados líderes europeos a poner las primeras piedras de la construcción de una Europa unida.

“La tarea del futuro va a ser obra de todos”

Mensaje con motivo del XI aniversario de la constitución del Gobierno Vasco. 7 de octubre de 1947.

Desgraciadamente, pronto le pagaría el Gobierno francés el combate de los gudaris vascos contra la ocupación nazi en la contienda europea y su defensa de los ideales democráticos y europeístas, con la confiscación de la sede del Gobierno Vasco en el exilio en la Avenida Marceau de París en 1951, entregándoselo al dictador español, rematando tres años después la faena el entonces ministro de Interior Francois Mitterand con el cierre de la emisora Radio Euskadi. Casi al tiempo que Eisenhower se paseaba por Madrid saludando con Franco en un coche descubierto a quienes les aclamaban enfervorizados por las calles. Seguramente, el gran corazón de Agirre, que había resistido con firmeza las duras refriegas de los parlamentos y las batallas cruentas de la guerra, no pudo resistir la amargura de la traición y estalló en 1960, cuando aún joven, tanto le necesitaba su pueblo. Pero su recuerdo siguió inspirando a quienes creyendo en la justicia de la reivindicación nacional de Euskalherria, consideramos que su firmeza democrática y su concepción ética de la política constituían el ejemplo a seguir.

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JOSE ANTONIO ARDANZA En memoria de José Antonio Aguirre

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ace pocos días recibía de Juan Mª Atutxa, presidente de la Fundación Sabino Arana, la petición de que, en mi condición de exlehendakari, escribiera unas reflexiones personales sobre el significado para mí de la figura de José Antonio Aguirre, primer lehendakari de Euskadi, con motivo del 50 aniversario de su fallecimiento. Sentí un cierto temor reverencial por el encargo, porque siempre me he acercado a la figura de José Antonio Aguirre con admiración, respeto y gratitud. No llegué a conocerle personalmente, pero el mito de “Gure Lehendakaria”, como un personaje extraordinario que velaba y nos protegía a todos los vascos, quedó impreso en mi mente infantil a los 9 o 10 años, pasando a formar parte de ese imaginario de héroes y personajes de leyenda propios de un chaval de esa edad. Recuerdo cuando por primera vez me hablaron de que los vascos teníamos un lehendakari. Nunca había oído esa palabra, por tanto difícilmente podía entender su significado. Sería a principios de los años cincuenta. Mi padre, con el que mantenía una relación muy especial, ya había ido sembrando en mí a través de las historias de la guerra civil -recorriendo y pisando con él los Intxortas, los Mendisolos, Sebigain…, con trincheras y alambradas aún visibles, sitios en los que, en su condición

Lehendakari, 1985-1999. 14

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de gudari, le había tocado luchar y sufrir, hasta caer herido- la gran injusticia de la que habíamos sido objeto los vascos por la agresión de una guerra provocada por una sublevación militar. En esos primeros años cincuenta, mi padre me llevó a Bilbao, por supuesto en tren, a que conociera el funicular de Artxanda, y el monte y las laderas del mismo nombre. Recorriendo sus caminos empezó a contarme cómo a principios del verano del 36 fueron convocados multitud de jóvenes vascos a quienes se les había pedido que se presentaran vestidos con pantalón mil rayas y camisa blanca, y que José Antonio Aguirre, que luego sería lehendakari, les dirigió un mitin, hablándoles de la delicada situación que se estaba viviendo en Madrid, y que estuvieran preparados para lo que pudiera ocurrir. Días más tarde se producía la sublevación militar del 18 de julio, el 1 de octubre de aquel año se aprobaba el Estatuto de Autonomía, y el 7 del mismo mes José Antonio Aguirre era elegido lehendakari, jurando el cargo, como primer lehendakari de Euskadi, bajo el árbol de Gernika. El frente estaba ya en Intxorta (Elorrio).

José Antonio Agirre y varios amigos disfrazados de moros en la ciudad de Toledo, años 20.

Así me enteré yo, en mi paseo con mi padre por Artxanda, de que los vascos teníamos un “jefe”, un presidente, como Franco en España, pero el nuestro en bueno, y que además vivía en París porque no podía hacerlo entre nosotros ya que Franco le quería fusilar…Todo esto, además, con la advertencia expresa de mi padre de que no podía contar nada a nadie, ni a los amigos, ni al profesor de la escuela… a nadie. Eran secretos entre él y yo. Con este relato sencillo, incluso infantil, he querido reproducir los sentimientos de aquel chaval de 10 años que oye por primera vez la palabra lehendakari. Ahora, cuando en el año 2010, y a solicitud de la Fundación Sabino Arana, uno rebusca en ese baúl de los recuerdos de su infancia y juventud cómo llegó a tomar conciencia de la existencia de un lehendakari, y de lo que esa figura significó para aquella generación -que le tocó defenderse de una agresión militar, que fueron

José Antonio Agirre en un mitin en el Euskalduna de Bilbao durante las elecciones municipales de 1931.

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derrotados, perseguidos, encarcelados, silenciados, y que la única llama que alimentaba una esperanza de un futuro mejor era ese lehendakari-, no sabe si creer que ese recuerdo es un simple sueño que no existió, un mal sueño, o el sueño es el presente. Fueron pasando los años, aquel chaval creció y el 22 de marzo de 1960 nos llega la noticia de que el lehendakari ha muerto. La conmoción fue tremenda en la familia nacionalista de Elorrio. ¿Eta orain zer? Hablo de lo que yo viví directamente. Estoy seguro de que en todas partes se preguntaron lo mismo. ¿Y ahora qué? Y que cada cual supo dar su respuesta. Para mí estuvo clara. Se nos había ido el gran líder; no lo íbamos a poder suplir, pero con el compromiso y esfuerzo de muchos mantendríamos el testigo que nos había dejado. Un año más tarde pasé a formar parte de la mesa nacional de Eusko Gaztedi (E.G.I.), y muchos más nos fuimos sumando a aquel compromiso. Y empezaba mi aprendizaje de la vida del líder que nos había dejado. Leyendo sus discursos, su epopeya narrada en el libro “De Guernica a Nueva York pasando por Berlín”, sus conferencias, escuchando a las personas que le conocieron de cerca, fui tomando conciencia del hombre en su dimensión de creyente, de nacionalista comprometido con su partido, el P.N.V., del patriota comprometido con su País Euskadi, de su visión solidaria con los más necesitados, de su talante dialogante e integrador, de su carácter abierto, franco y siempre positivo del que emanaba un halo de confianza y optimismo. Cualidades que le sirvieron para soportar, superar y salir airoso de las circunstancias que le tocaron vivir. Desde la escisión del partido hasta su reunificación en 1930, desde la ilusión en la defensa del Estatuto de Estella (Lizarra), hasta su gran frustración ante el fracaso del mismo en la Asamblea de Pamplona a mediados del 32. De su época de diputado en Cortes, en la que le tocó compaginar la defensa de los intereses de Euskadi en Madrid,

“La libertad ha sido y será patrimonio universal”

Mensaje de Gabon. New York, 1945.

con su participación activa en la política vasca y en el fortalecimiento de su partido. De su entrega y dedicación generosa que hicieron de aquel hombre -luchador nato, orador brillante e inaccesible al desaliento-, un líder querido entre los suyos y respetado tanto por las derechas como por las izquierdas. De ahí que, producida la sublevación militar, nadie dudara de que aquel primer Gobierno Vasco tenía que ser liderado por José Antonio Aguirre. Qué gran honor para él ser el primer lehendakari de Euskadi, y qué gran tragedia tener que hacerlo en aquellas condiciones de guerra con tan pocos recursos para defenderse. Pero la tragedia no le amilanó y puso a trabajar a todo el mundo. Se organizó la defensa del territorio, se garantizó la seguridad de los civiles, se fundó la universidad pública vasca, se emitió moneda…, pero nueve meses más tarde aquel esfuerzo ímprobo fue desbordado por la fuerza de las armas. Bilbao cae, el gobierno se repliega a Trucíos, el ejército vasco se entrega a los italianos en Santoña, y José Antonio, con parte de su gobier-

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no, en agosto del 37 se ve obligado a viajar al exilio, sin poder regresar nunca más al país que tanto amó y por el cual murió. Se inicia la etapa de París, con la delegación del Gobierno Vasco en la famosa avenida Marceau. Tres años más tarde, con el inicio de la segunda guerra mundial, la familia se traslada a Bélgica, luego a Berlín, y por fin, el verano del 41, logran huir de Europa para arribar a las costas americanas y establecerse finalmente en New York. Allí, su actividad vuelve a renovar su energía e ilusión. Se vuelve a poner en marcha la delegación del Gobierno Vasco con parte de sus consejeros y alterna su dedicación política con la académica, como profesor en la Universidad de Columbia, y con la familiar. Son los tiempos de la colaboración con los aliados, las conferencias por el continente suramericano y las promesas de reconocimiento a la labor de los vascos, tanto por los americanos como por los aliados en Europa. Terminada la segunda guerra mundial, el lehendakari Aguirre y su familia vuelven a Europa y, tras una breve estancia en Donibane Lohitzun, se trasladan definitivamente a París. Se instala de nuevo la delegación del Gobierno Vasco en la avenida Marceau y se inician, tal vez, los años más ilusionantes y esperanzadores de la vida de José Antonio Aguirre. Una actividad frenética marcada por unas relaciones intensas y fluidas en la política internacional, una presencia muy activa en el proyecto de construcción europea y la esperanza de que se cumplan las promesas aliadas de desalojar al dictador. Se mantiene, al mismo tiempo, una importante resistencia organizada para el momento de la esperada intervención militar aliada en España. Pero el tiempo va pasando, los intereses estratégicos en la política mundial van cambiando, la Rusia de Stalin y sus proyectos comunistas se van transformando en el gran enemigo, y Franco, que se ha convertido en el gran paladín anticomunista, empieza a ser visto como un posible aliado. En el año 51 las cosas empiezan a cambiar drásticamente y en el 53 se consuma lo que nuestro gobierno, nuestro lehendakari y los partidos veían

José Antonio Agirre, alcalde de Getxo y líder del movimiento municipalista de la primavera del 31, interviene en la plaza de toros de Lizarra-Estella, durante la campaña a favor del Estatuto. Junto a él aparece, entre otros, Fortunato de Agirre, alcalde de Lizarra-Estella.

Despedida del pueblo vasco a sus diputados en Gernika. En la imagen, entre otros, José Antonio Agirre tras Jesús María Leizaola y Ramón Bikuña. En la fila de la derecha, Monseñor Pildain, José Luis Oriol, Marcelino Oreja y Manuel Egileor.

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venir. Franco firma el nuevo concordato con la Santa Sede, firma la alianza con EEUU -visita de Eisenhower incluida- y más tarde España entra en Naciones Unidas. Más de una vez he escuchado que José Antonio Aguirre empezó a morir en ese momento. Abandonado a su suerte, sin apoyos políticos, con un Vaticano beligerante y entregado a Franco y éste reconocido y legitimado por todos. Los años siguientes fueron para el lehendakari, para su gobierno, para los partidos que habían luchado por la democracia y las libertades, años sombríos, tristes, de una gran frustración, donde la esperanza era más un acto de la voluntad que de la fe.

Concierto Económico, ayuntamientos libremente elegidos… y todo ello con un amplísimo respaldo al Partido Nacionalista Vasco y a los hombres y mujeres que este partido sometió al refrendo popular. Gobierno Vasco presidido por un nacionalista, Parlamento Vasco presidido por otro nacionalista, las tres diputaciones en manos de los nacionalistas, los ayuntamientos de las tres capitales de la CAV y la inmensa mayoría de los ayuntamientos también bajo responsabilidad nacionalista.

Y en estas circunstancias muere el lehendakari el 22 de marzo de 1960 con el corazón destrozado. Triste situación para él y su familia, y muy triste también para los que quedamos aquí huérfanos soñando con una patria libre en democracia.

Esto significaba que aquella semilla que sembró la generación del lehendakari Aguirre, con tanto sacrificio, con tanto sufrimiento, casi hasta la extenuación e incluso extinción, no fue baldía. La generación que les seguimos, desde la admiración que les profesamos y la gratitud que les debemos, no podíamos defraudarles y creo que no lo hicimos. Ojalá las siguientes generaciones sepan continuar el camino emprendido hasta alcanzar el ideal de esa patria libre y democrática.

Tuvieron que pasar quince años más para que el dictador muriera, y dos más, hasta junio de 1977, para que volviéramos a votar. Y pudimos, por fin, emprender el camino de la recuperación de las libertades democráticas, la recuperación del autogobierno y de instituciones propias: parlamento, gobierno, lehendakari, diputaciones forales con su

Gracias a los hombres y mujeres de aquella generación, que fueron arrastrados a una guerra que no buscaron, que sufrieron persecución, cárcel, exilio, incluso muerte, por la defensa de esos ideales. Y gracias, a ti, lehendakari José Antonio Aguirre, que con el testimonio de tu vida y muerte dejaste tu ejemplo para las generaciones venideras.

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JUAN JOSÉ IBARRETXE AGIRRE: LEHENDAKARI, AITA… PERTSONA

J

ose Antonio Agirrek bere merezimenduengatik du lekua gure herriaren historian. Eta leku hori ez dagokio politikari gisa eginiko merituengatik bakarrik, baizik eta, batez ere, lehendakari gisa izan zuen erantzukizunagatik; betekizun hori, gainera, gerra eta erbestealdi garai gogorretan bete izateagatik. Gure oroimenean leku berezia du, aldarte irekia, gizartekoia eta moldakorra zuelako. Agirreri buruz hitz egitea, gure oraintsuko historiari buruz hitz egitea da. Bere liburu eta idatziak irakurtzea nahitaezkoa da gure herrian orain dela gutxi izan diren gertakizun lazgarriak ulertzeko. Baina gure historia baino haratago, Europako azken 50 urte hauetako historiaz hitz egitea ere bada. Zalant zarik gabe, bere garaiari aurrea hartu zion pertsona da Agirre lehendakaria, inguru-ingurukoa baino urrunago ikusten jakin zuena. Al lehendakari Agirre se le conoce principalmente por su faceta política, pero tuvo una vida infinitamente más rica y apreciable. Siempre estuvo preocupado por el estudio, porque era consciente de que un pueblo inculto y sin formación estaba condenado a desaparecer. Un pueblo que pierde su identidad y su cultura –su lengua, la más antigua de Europa- se convierte en un fantasma. Fue un deportista incansable. Un marido y un padre singular. Y tuvo siempre un compromiso con la sociedad. Un compromiso político como nacionalista y como político y un compromiso como persona y hombre de

Lehendakari, 1999-2009. 20

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empresa. Puede parecer banal, pero resulta revolucionario el hecho de que fuera un directivo el que propusiera repartir los beneficios entre los trabajadores. Aún hoy esta forma de entender los negocios y la marcha de una empresa puede llegar a ser una asignatura pendiente sobre la que reflexionar. Esta visión social y solidaria de la economía y de las relaciones entre el capitalismo y la fuerza del trabajo ha dejado una huella imprescriptible en el nacionalismo vasco. Un referente del que no se puede prescindir ni se debe olvidar. Un signo de identidad, en definitiva. Su vida estuvo repleta de vicisitudes y dificultades. Probablemente no hay nada peor para un político comprometido con su pueblo y con la sociedad que ver impotente cómo el fascismo y la intolerancia le llevaron, al igual que a miles de vascos, lejos de su país y de sus aspiraciones. El exilio y el destierro obligado son un drama para todo un pueblo y este drama lo vivió Agirre como un vasco más obligado a tener que abandonar su país.

De izquierda a derecha: Arbeloa, Heliodoro de la Torre, José Horn, Luis de Arana y Goiri, Ramón Bikuña, José Antonio Agirre y Manuel Sainz Taramona, en Sabin Etxea durante la celebración del primer Aberri Eguna.

Pero el lehendakari jamás odió a sus enemigos fascistas ni a sus adversarios políticos. Me parece un valor plenamente vigente, porque también hoy como ayer, existen personas que odian lo que no son. Me parece terrible que todavía haya personas que para decir lo que son deben explicar y subrayar lo que no son y, más dramático, que odien lo que no son. Bere inguruan joera ezberdinen artean konplizidade politikoak sortzen jakin zuen. Bere politikari lana euskarri honen gainean eraikitzea lortu zuen: guztien ideiak errespetatuz lortzen da bizikidet za. Konponbideak elkarrizketaren eta akordioaren bitartez bilatzen dira, jarrera malgu eta irekien bitartez, dituen ideiei uko egitera inor behartu gabe, baizik eta haiek ere arrazoi pixka bat badutela onartuz. Eta oinarri horren gainean jarri zuen, beti, demokrazia; Agirre lehendakariak garbi ikusten baitzuen giza eskubideak eta askatasuna hondatuz ezin dela ezer eraiki; demokrazian oinarrituta bakarrik eraiki daiteke etorkizuna. Lehendakariak azaldu

Las familias Agirre Lekube y Zabala Aketxe, junto a los novios en la Basílica de Begoña, el 8 de julio de 1933.

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zigun nola bizi zitezkeen Euskadi eta Espainia elkarrekin, adeitasunez. Como nacionalista, nuestros pecados hoy son los mismos de los que acusaron a Agirre ayer. El lehendakari tuvo dos: ser demócrata y ser nacionalista. Porque para ser un buen vasco en Madrid hay que decir que Euskadi no es un pueblo, que no tiene identidad propia, que nuestra lengua tiene los días contados, que llevamos tres días aquí y que no tenemos derecho a decidir nuestro futuro en paz y libertad, respetando a los demás y sin pretender ir contra nadie ni, mucho menos, perjudicar a nadie. Agirre representó la faceta más moderna y democrática del nacionalismo vasco y fue uno de sus líderes más carismáticos. Un político con talla de estadista. Sus ideas no se limitaron al universo vasco, sino que trascendieron a la política española y al ámbito internacional de su época. Cuando Europa afrontaba el desgarro de una guerra, Agirre comenzó a ver claramente que el futuro debía construirse sobre una Europa de países y pueblos unidos, único medio de que los europeos tuviéramos un protagonismo en el concierto internacional.

“Las tareas de paz nos llaman a todos”

Mensaje de Gabon. New York, 1945.

Agirre lehendakaria, nahitaez ezagutu beharreko pertsona da, hura ezagututa ezagutu ahal izango baitugu gure herriaren XX. mendeko historia. Agirre bere merezimenduengatik izan zen ezaguna bai garai hartan eta bai gaur egun ere, bizikidetza eta solidaritatea bezalako balioak biltzen zituen politikaria izan baitzen.

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DOKUMENTUAK LA DECLARACIÓN MINISTERIAL BAJO EL ÁRBOL DE GERNIKA Al constituirse el Gobierno provisional vasco, nacido de la voluntad popular, en cumplimiento de los preceptos que contiene el Estatuto de Autonomía de Euzkadi, aprobado por las Cortes de la República española, expone ante el pueblo vasco los puntos fundamentales del programa a que someterá su actuación, y que siendo el centro de coincidencia de todas las fuerzas políticas que lo constituyen, tienen por finalidad inmediata el supremo designio de conseguir la victoria y establecer y organizar definitivamente la paz, como Gabinete de guerra que es en toda la significación que este vocablo integra. En su virtud: Respetará y garantizará los derechos individuales y sociales de todos los ciudadanos vascos y, en consecuencia, la libre práctica de las confesiones y asociaciones religiosas, la seguridad de sus componentes y la de sus bienes, dentro siempre de las prescripciones establecidas por la Constitución. El carácter religioso no eximirá de las responsabilidades que se deriven de actuaciones políticas contrarias a la ley. El Gobierno provisional vasco llevará a través de su presidente y del Departamento de Defensa la dirección suprema de la guerra, establecerá el mando único y militarizará rápidamente todas las milicias con sujeción al Código de Justicia militar, entendiéndose incluidos tanto los elementos pertenecientes a la Marina mercante como aquellos que trabajen en las industrias movilizadas. El Gobierno vasco mantendrá inexorablemente el orden público, llegando si fuere preciso a la adopción de medidas extremas y excepcionales. Vigilará cuidadosamente la población civil de retaguardia, extirpando severamente toda suerte de espionaje. Procederá con la mayor urgencia a la formación de un Cuerpo de policía foral, organizado moderna y eficazmente con arreglo a las necesidades presentes. Sobre las bases mínimas de la legislación social del Estado, el Gobierno desarrollará una política de acusado avance social, respondiendo al principio de que todo ciudadano tiene obligación de contribuir con su trabajo, su capital y su actividad intelectual al bienestar general del país, recíprocamente, tiene derecho a participar en los bienes sociales según el progreso civil.

En consecuencia, el Gobierno vasco promoverá el acceso del trabajador al capital, a los beneficios y a la coadministración de las empresas, pudiendo llegar a la incautación y socialización de los elementos de producción que estime necesarios para organizar rápidamente la victoria. Procurará en todo momento evitar lesión innecesaria en los intereses de los productores y protegerá decididamente al modesto industrial y comerciante. Estudiará y llevará a efecto un plan de obras públicas que absorban el paro de la clase trabajadora e impulsará las fuentes del trabajo y de la riqueza. El Poder público regulará la producción y el consumo y fijará los precios de las mercancías que él mismo designe, dentro del país. Regulará el arrendamiento como contrato social y facilitará el traspaso de la propiedad de las tierras y caseríos a sus cultivadores sobre las normas que las Corporaciones provinciales del país han venido estudiando con sentido de liberación social. Formará un presupuesto circunstancial que permita desarrollar la magna obra que las circunstancias actuales reclaman y en cuya confección tendrá presente la función social del Impuesto, regulándolo de un modo progresivo. Exigirá indemnizaciones económicas a cuantas entidades y personas hayan contribuido de una manera positiva al movimiento insurreccional. Resolverá rápidamente la situación de los presos políticos y militares, sometiéndolos sin dilación a los Tribunales populares creados por la ley. Revisará escrupulosamente los escalafones de todos los funcionarios públicos, examinando su lealtad a las instituciones republicanas en beneficio del mayor rendimiento de los distintos servicios. Garantizará a los ciudadanos vascos de posición precaria el libre acceso a los grados de las enseñanzas media y superior, condicionado solamente por la aptitud y vocación. Cumpliendo los requisitos constitucionales en materia de instrucción pública, regulará las condiciones de la enseñanza libre y el uso del euzkera en todos los grados y establecimientos docentes. El Gobierno vasco salvaguardará las características nacionales del pueblo

vasco, prestando al fomento de las mismas toda la consideración y protección a que le obliga el reconocimiento de la personalidad vasca, de la que es exponente y garantía este Gobierno, viniendo por ello obligado a la defensa de la libertad y de los valores espirituales y sociales reconocidos por la ley y sellados por la sangre. No afectando la situación actual a las buenas relaciones que han de mantenerse con cuantos países respeten la soberanía y derechos de la República y de Euzkadi, el Gobierno vasco cuidará celosamente de que los extranjeros, sus representantes y agentes sean respetados en sus derechos y libertad en lo que no fuere obstáculo a las operaciones militares; especialmente estrechará los vínculos que le unen a los pueblos que mantienen las formas democráticas de gobierno y singularmente con aquellos otros en los que viven importantes colectividades vascas. Finalmente, el Gobierno provisional del País Vasco declara que, respondiendo a las circunstancias presentes y a su peculiar significación, dedicará sus mayores desvelos a la mejor organización y encuadramiento de las milicias del país y a prodigar atenciones y cuidados al soldado del frente, considerándolo como ciudadano privilegiado, a quien dirige un emocionado y agradecido saludo en nombre de todo el pueblo, haciendo votos por la rápida reconquista de las tierras vascas y por que la victoria corone para siempre la lucha de los defensores de un régimen justo, de la democracia y de la libertad. En Gernika, a 7 de octubre de 1936. El presidente del Gobierno provisional y consejero de Defensa, José Antonio de Agirre.- El consejero de Gobernación, Telesforo Monzón.- El consejero de Hacienda, Eliodoro de la Torre.- El consejero de Trabajo y Comunicaciones, Juan de los Toyos.- El consejero de Justicia y Cultura, Jesús María de Leizaola.- El consejero de Asistencia Social, Juan Gracia.- El consejero de Comercio y Abastos, Ramón María de Aldasoro.El consejero de Obras Públicas, Juan de Astigarrabia.- El consejero de Industria, Santiago Aznar.- El consejero de Agricultura, Gonzalo Nardiz. El consejero de Sanidad, Alfredo Espinosa.

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DOKUMENTUAK

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EL DIPUTADO AGUIRRE VISTO POR IRUJO Iñaki Anasagasti

La entrevista en Caracas En 1975 el Centro Vasco de Caracas nombró a D. Manuel de Irujo Presidente de Honor de la entidad. Con este motivo se organizaron en aquel Aberri Eguna diversos actos en los que participó de forma muy destacada. Con su visita se preparó una publicación que recogió todas sus intervenciones en prensa y televisión. De allí D. Manuel viajó a Buenos Aires. Fue su último viaje americano. Volvió a París, donde vivía encima de la Delegación del Gobierno Vasco en la rue Singer.

de camisa. Yo, joven inexperto, me sentí muy honrado por el detalle, pero mi coche no quiso ponerse en marcha. D. Manuel se dispuso a empujarlo, hasta que al final alguien se apiadó de mí, y el motor comenzó a funcionar. Ruborizado dejé en la acera de su casa a un D. Manuel que reía feliz la situación. Tenía 83 años.

Aquellos días anduve muy cerca de D. Manuel coordinando su estancia. Una noche, en casa de su sobrina Maite y ante un magnetofón, conversé con él informalmente, pues tenía la frustrada ilusión de escribir algo sobre nuestro primer lehendakari, José Antonio de Aguirre. D. Manuel se sometió a mi bombardeo y yo grabé aquella conversación. Recuerdo que al final y después de mucho hablar me acompañó hasta mi coche. Estaba D. Manuel en mangas

Aporto hoy parte de esta conversación, salida en bruto de la grabadora, como contribución al conocimiento y biografía de aquel gran hombre que falleció al iniciarse el año 1981. Es una entrevista espontánea que aporta datos y ambientes de un época quizás no muy conocida o quizás solamente tratada en el libro escrito por Eugenio Ibarzabal y que hoy es todo un documento. Al encontrar el trabajo pensé sería bueno darlo a conocer en este quincuagésimo aniversario del lehendakari Aguirre. Y aquí está.

En 1981 con motivo de su fallecimiento traté de poner en carpetas la correspondencia que mantuve con él. Y encontré aquella entrevista que dormía el sueño de los justos.

Senador, EAJ-PNV. 26

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Teodoro Aguirre, padre de José Antonio, pasante de Daniel Irujo, defensor de Sabino Tengo entendido que su padre, de nombre Daniel, fue abogado defensor de Sabino de Arana Goiri. Pero también he leído en algún sitio que el padre de José Antonio de Aguirre fue asimismo defensor de Sabino. ¿Qué me puede decir usted de esto? M.I.: Efectivamente, mi padre fue abogado defensor de Sabino Arana y tenía un pasante que era el padre de José Antonio Aguirre. Cuando mi padre se marchaba a Estella se encargaba de sus asuntos su pasante, Teodoro Aguirre. No sé si intervino el padre de Aguirre en algunas de las incidencias a las que dio lugar cualquiera de los dos, o los dos, procesos de Sabino Arana en los que intervino mi padre. En el primer proceso, donde le condenaron, en ese no intervino. En ese intervino Eguidazu. Seguramente los escritos de conclusiones y si no eran éstos, los anexos, estaban firmados por el padre de Aguirre. Seguramente. De modo que el padre de José Antonio Aguirre aparecerá en actuaciones oficiales como abogado de Arana y Goiri porque lo era. Ahora, realmente el titular era mi padre Daniel. Correspondía un poco a la edad. Mi padre era mayor que el padre de José Antonio. Le llevaba los diez, doce o quince años suficientes para que unido a la categoría de profesor de la Universidad de Deusto y a la vez profesor del padre de Aguirre fuera él el titular. Y eso los vinculó.

De izquierda a derecha: José Antonio Agirre, Manuel Robles Aranguiz, Francisco Basterretxea, Doroteo Ziaurritz, Heliodoro de la Torre, José Eizaguirre y Juan Antonio Careaga. Sentados: Manuel Irujo, Pablo Egibar, Evaristo Etxebarrieta y Xabier de Landaburu. Delegación del PNV que en enero de 1936 viajó a Roma para entrevistarse -infructuosamente- con el Papa Pío XI.

Aguirre, Irujo… y el enfado de Luis Arana Usted siempre admiró y quiso al lehendakari Aguirre porque entre otras cosas fue su amigo. ¿Recuerda cuándo le conoció? M.I.: Desde luego; si no fue después de diputado no le faltaría mucho. Yo a José Antonio, hombre de Acción Católica, amigo de Herrera Oria, no le he conocido. Quiero decir que conocí a José Antonio Aguirre alcalde de Getxo y hombre puesto en la brecha al frente de las gentes activas de Bizkaia propugnando el Estatuto y propugnando la actividad vasca. De modo que realmente conocí al diputado José Antonio Aguirre. Quizás le conociera personalmente antes de que fuera diputado, pero creo que no. Creo que le conocí después.

José Antonio Agirre e Indalecio Prieto en las Cortes de la República.

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Irujo, ministro de la República, visita el frente en Catalunya.

¿Y en su actividad dentro del Partido Nacionalista Vasco? M.I.: Sí. Cuando más le conocí y cuando más le traté fue porque el Partido Nacionalista Vasco necesitaba remozarse, y en aquel entonces D. Luis Arana Goiri y las gentes que lo presidían llamaron a una pléyade de gentes para que fueran ponentes de esta remoción. Nos reunimos la primera vez pues no sé si diez o doce. Mucha gente. La segunda, cuatro. La tercera, tres. En resumen que los ponentes definitivos que concurrimos a la Asamblea de Tolosa (1933) y que mantuvimos en la Asamblea la ponencia y que discutimos sus condiciones fuimos José Antonio Aguirre y yo. Eso exigió una compenetración política mayor entre los dos y un conocimiento personal también mayor. Además tuvimos la desagradable, no diré sorpresa, aunque fue sorpresa, pero sobre todo la desagradable escena que nos dio D. Luis Arana. D. Luis Arana cuando se planteó el problema de la bandera defendió que la bandera vasca actual, la bicrucífera, era la bandera de Bizkaia y que la bandera vasca era barrada en fondo rojo, cruz blanca y barras verdes. Pero como empezó a hacerse en Bizkaia, de Bizkaia pasó a Gipuzkoa, de Gipuzkoa pasó a Laburdi y a Nabarra y... al mundo. Y la que pasó fue la bicrucífera. Por eso nosotros, José Antonio Aguirre y yo, con todos los respetos pero dándonos cuenta de la responsabilidad que suponía aquello dijimos:

Mire usted D. Luis aunque usted la dibujó, Sabino ideó esa bandera para Bizkaia. Es verdad. El pueblo vasco, al menos el pueblo nacionalista vasco, la ha aceptado para Euskadi. Nosotros somos demócratas. Atempérese usted a esta realidad. Eche usted la vista, si es capaz desde aquí, a los Centros Vascos en América que la tienen como bandera vasca. Vaya usted a las playas de Biarritz y la verá ondear como bandera vasca. ¿Cómo quiere usted hacer lo contrario ahora que la ha adoptado hasta la Sociedad de Estudios Vascos? ¡Si de lo que tenemos necesidad es de que sea no la bandera del Partido Nacionalista, sino que sea la bandera de la Patria! ¡Deje usted en paz que lo que ha aceptado el país, dentro y fuera del Partido, siga su curso. ¿Se aceptó? M.I.: Ésa fue una acción dentro del Partido Nacionalista Vasco de José Antonio y mía y la causa que definió la salida de D. Luis de Arana y Goiri, porque D. Luis cuando acabamos de hablar José Antonio y yo, al ver que se levantaban los presentes y aplaudían cerradamente a la bandera bicrucífera, se levantó y se marchó. Fue una escena muy triste, pero nos unió mucho más a José Antonio y a mí.

La campaña en Nabarra. José Antonio diputado por Nabarra ¿Hicieron proselitismo juntos? M.I.: Había que hacerlo. Nos unió también una actitud muy digna por su parte que estuvo calificada por unas palabrejas poco afortunadas “¡Vamos a la conquista de Nabarra!”. Las palabrejas de “conquista de Nabarra” nos hicieron en Nabarra mucho daño porque fueron mal interpretadas; no se trataba de una conquista material sino que era ir a la conquista del espíritu de Nabarra, es decir a la predicación en Nabarra. Ideada por José Antonio y llevada a cabo principalmente por él, por Monzón y por mí, recorrimos Nabarra de arriba abajo. Es posible que diéramos 50 mítines, si no fueron más. Éramos un poco el trío de la bencina que recorría aquello. El recuerdo que tengo de José Antonio en aquellos mítines lo tengo muy presente. Estábamos muy hermanados, nos entendíamos muy bien y había mucha confianza entre los tres.

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¿De todo esto salió el que José Antonio fuera diputado por Nabarra? M.I.: Pues mire usted. Lo de José Antonio fue lo siguiente. Por Nabarra para las Cortes Constituyentes se presentaron tres candidaturas. Una, la de las izquierdas; otra, la de las derechas y una tercera, la nacionalista vasca. La nacionalista vasca la encabezaba Aranzadi. Aranzadi había sido diputado por Nabarra en siete legislaturas. Por Pamplona. Durante las últimas dos o tres fue el único diputado nacionalista vasco, porque las cosas se pusieron en Bizkaia y en Gipuzkoa de tal modo que no pudimos sacar un diputado a Cortes nacionalista vasco. Y Aranzadi salió en no me acuerdo si fueron seis o siete legislaturas seguidas hasta llegar al golpe de Estado de Primo de Rivera, en cuya fecha era diputado a Cortes también. Aranzadi encabezaba la candidatura nacionalista vasca. La candidatura de las derechas estaba formada por Beunza y compañía que eran los mismos que en las comisiones de alcaldes estaban unidos con el Partido Nacionalista Vasco. En Bizkaia y en Gipuzkoa las derechas y nosotros fuimos juntos en las llamadas candidaturas de alcaldes. En estos dos territorios no hubo más que dos candidaturas: centro-derecha e izquierda. Hablando el lenguaje actual una de centroderecha de nacionalistas y derechas y otra de izquierda de republicanos y socialistas. En Nabarra no existía esa relación que había en Bizkaia y en Gipuzkoa. Y entonces el partido en Nabarra se planteó el problema. ¿Vamos a salir en Nabarra? No. La mayoría se la va a llevar la izquierda y el Partido Nacionalista Vasco a comer ranas. Fuera. No vamos a salir. Pues entonces vamos a abrir una brecha en la candidatura de las derechas para que sea la candidatura de Nabarra lo mismo que son la de Gipuzkoa y la de Bizkaia.

Elección del lehendakari del primer Gobierno de Euskadi en la Casa de Juntas de Gernika.

Constitución del Gobierno de Euskadi. El lehendakari José Antonio Agirre hace su histórica declaración en la Casa de Juntas de Gernika en presencia de sus consejeros, del gobernador civil de Bizkaia, José Echevarría-Novoa, y del presidente del Partido Nacionalista Vasco, Doroteo Ziaurritz.

¿Y qué hicieron ustedes los nacionalistas nabarros? M.I.: Ninguno de los que formábamos parte de la candidatura en Nabarra estábamos dispuestos a formar parte de las candidaturas de las derechas. Ni las derechas navarras estaban dispuestas a que ninguno de nosotros formáramos parte de sus candidaturas. Quiero decir que éramos incompatibles. Al final se hizo un puesto en la candidatura de las derechas e incluyeron a José Antonio Aguirre. Y José Antonio fue diputado electo por Bizkaia y por Nabarra.

Foto oficial de José Antonio Agirre como lehendakari, junto al texto manuscrito del juramento.

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Irujo y otras autoridades visitan un centro de acogida de niños en Catalunya durante la guerra civil.

La faena a Aranzadi ¿Qué hicieron los nabarros? M.I.: Los nabarros pedimos a los bizkainos que en Bizkaia en el puesto de Aguirre fuera Aranzadi. Al quedarse José Antonio con el puesto de Nabarra, cesó en el de Bizkaia. ¿Fue aceptado Aranzadi? M.I.: Nosotros pedimos que fuera Aranzadi. Llevaron a Robles Arangiz, a quien por otra parte aprecio mucho. ¿Causó desagrado esta medida? M.I.: Sí y nos hizo mucho daño aquello. Porque Aranzadi, que había sido diputado siete veces por Nabarra conocía a las gentes que ahora, proclamada la República, estaban en el poder y que eran las mismas que habían estado con él en la oposición. Frances Cambó un día me comentó: “Mire Irujo, hay algo que no entiendo. Aranzadi ha estado en la oposición con las gentes que hoy son ministros de la República. Tiene los despachos abiertos de todos los ministros o de muchos Ministerios y en este momento prescinden ustedes de él. No lo entiendo”. Efectivamente, nos hizo mucho daño aquello. Pero en fin, son incidentes de la vida.

¿A usted personalmente le molestó el hecho? M.I.: A mí me hizo mucho daño aquello y durante mucho tiempo estuve muy enfadado. Dejé de asistir a mítines. Los mandé donde fue el Padre Padilla muchas veces pero... claro es, llegó un momento en que me hice la reflexión de que con acierto o sin él, los acuerdos y las actitudes adoptadas en orden democrático por las diversas entidades que conforman un partido político o una organización, hay que aceptarlas tal como son. Y la vida siguió, pero nos hizo daño aquella actitud. Mucho daño al nacionalismo en Nabarra y fue hasta un retroceso porque significó una falta de consideración. A esa falta respondió Gipuzkoa en las elecciones siguientes llevándome a mí, porque no fui diputado en las Cortes Constituyentes. Fui diputado a Cortes de 1933 a 1935.

Agirre, diputado ¿Recuerda usted algo de la labor desarrollada por la minoría parlamentaria vasca en las Cortes? ¿Qué tipo de intervenciones eran las de Aguirre? M.I.: Las intervenciones de José Antonio fueron siempre políticas, nunca administrativas, nunca de negocios. Siempre políticas. José Antonio fue a la Comisión del Estatuto, ya que ésta era la comisión política, la del Estatuto. Todas las deliberaciones del Estatuto las llevó José Antonio. ¿Recuerda cómo intervenía José Antonio? M.I.: Los discursos de José Antonio no son muchos, pero son buenos, y como además hablaba con tal convicción, con tal afirmación, que la gente le tenía bastante simpatía. ¡Hay tipos humanos...! José Antonio daba calor y se preocupaba de dar calor. Mire usted, hasta en la forma de dar la mano. Eso sí, José Antonio iba lo menos posible a Madrid. José Antonio era muy poco asiduo a Madrid. ¿Usted cree que el prestigio que pudo alcanzar José Antonio en el Parlamento o el nombre que adquirió en aquella época fue el que conformó su personalidad nacional para que aquel 7 de octubre fuera elegido lehendakari?

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M.I.: Creo que el prestigio lo adquirió más en Euskadi que en Madrid. Lo de Madrid fue coronar el prestigio de Euskadi. Mire usted: el hecho de que Aguirre fuera concejal de Getxo, y luego alcalde, para posteriormente encabezar a los alcaldes de Bizkaia en Gernika y tropezar con la fuerza pública que había tomado posesión de Gernika era mucho. El hecho de invitar a los de Álava, Gipuzkoa y Nabarra a que se unieran a él, y conseguir que se unieran a él para lograr la Comisión de Alcaldes y que fuera él el presidente de esa importante comisión, todo eso fue muy importante. ¿Y el viaje de los alcaldes a Madrid? M.I.: Yo le tengo que decir a usted que fui opuesto al viaje de los 420 alcaldes a Madrid. Pero mi oposición fue confidencial y dentro del Partido. Les decía: Estos alcaldes vascos que van a Madrid van a ratificar al Gobierno y a las izquierdas en su oposición al Estatuto, y a nosotros lo que nos conviene es el Estatuto. ¡Por este camino sí que vamos a dar una sonada! Eso sí, efectivamente iremos el 80 o el 90% de los alcaldes o los representantes de los Ayuntamientos a Madrid y esa fuerza está ahí, eso no se inventa, pero prácticamente no vamos a sacar nada. “Sí -me decían-, pero hay que hacerlo”. Bueno, pues todo eso fue presidido por Aguirre. Más ejemplos que me acuerde. Cuando se forma la agrupación parlamentaria, la llamada minoría parlamentaria vasco-navarra, es verdad que el presidente era Beunza y el secretario Aguirre, pero eso fue un poco en atención a la edad. José Antonio era un chico. Un chico de 28 años, y claro el otro era ya un hombre muy hecho y derecho, y muy estatutista, ¿eh?, cuidado, ¡Y muy estatutista! Le quiero decir a usted con todo esto, y ya que me lo pregunta, que José Antonio quedó consolidado como adalid, como jefe, como número uno de la promoción vasca en 1931 al frente de los alcaldes. Cada uno de esos actos ratificó más todavía el hecho de lo que le he dicho a usted antes. Por ejemplo, en Nabarra. Aquí fuimos José Antonio, Monzón y yo. Qué duda cabe que esos tres nombres, de un modo claro y de un modo categórico, estaban marcando unas posiciones muy determinadas. Ni Monzón ni yo éramos diputados. José Antonio, sí. Esto quiere decir que en esos mismos mítines el que hablaba el último, el que daba, porque lo era, la sensación de jefe de

El lehendakari Agirre, acompañado de Pedro Basaldua, secretario particular de la Presidencia, y Joseba Rezola, secretario general de Defensa, asisten a un desfile del Ejercito vasco desde el balcón del hotel Carlton, sede del Gobierno de Euskadi.

El cuerpo consular extranjero junto al lehendakari Agirre y otros miembros de su gobierno, ante el edificio de la Diputación de Bizkaia.

Ramón María Aldasoro, Jesús María Leizaola, el lehendakari Agirre, Alfredo Espinosa y el alcalde de Bilbao, Ernesto Erkoreka, visitan a los heridos de guerra.

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fuerza de mucha lucha. Pues él lo puso en práctica con su familia y concretamente lo aplicó su hermano Juan Mari, el que vive en Amberes. Además, no se le olvide a usted que para entonces ya era José Antonio, al frente la Juventud Católica de Bizkaia, un hombre señalado con el dedo para ser líder. Eso por ejemplo lo dijo Herrera Oria, cuando fue el presidente de todas las juventudes del Estado y José Antonio lo era de las de Bizkaia. Esa diferencia tenía José Antonio tanto con Leizaola como con nosotros. Nosotros, que nunca hemos negado nuestra condición cristiana, nuestra moral cristiana, no nos hemos caracterizado por la acción con las juventudes católicas. A mí no se me ocurrió ni de lejos. No es que no fuera católico, pero no me llamaba. En cambio, Aguirre era presidente de Bizkaia. Claro, esto era una diferencia, y esa diferencia, no hay que olvidarlo, condujo más fácilmente a la unión con las derechas en 1931 en torno al Estatuto de Estella. Mucho más fácilmente que si hubiera sido yo. Mire usted la diferencia.

Fotografía de Manuel de Irujo, dedicada a Emakume Abertzale Batza.

grupo era José Antonio, que era diputado. De modo que en eso, hasta en eso, se estaba marcando muy claramente su posición de adalid, de líder. Y todos estábamos de acuerdo. Como por otra parte José Antonio era simpático, cordial, muy amable y tenía un don de gentes extraordinario, su personalidad era muy atractiva.

Aguirre, hombre de moral cristiana En materia social fue un hombre muy abierto. Fue un hombre al que no se le caían los anillos para hacer concesiones a la realidad social en su propia fábrica de chocolates, “Chobil”. Impuso con su hermano Juan Mari el salario familiar, la participación de los obreros en las ganancias, en los dividendos de la fábrica y todas esas ventajas que se van obteniendo con mucha dificultad todavía en la sociedad y a

José Antonio era amigo, el adalid de los católicos en Bizkaia. Yo, prácticamente, el protector de los republicanos y de los socialistas en Nabarra. A José Antonio le tocaba ir a presidir funciones de iglesia. A mí, ir a la cárcel. Lo digo esto de forma simplificada para que usted palpe el ambiente de 1931 y se dé cuenta de que la situación en Bizkaia no era la mis­ma que en Nabarra. La diferencia es notoria, ¿verdad? Y así se explica que en Nabarra se abra un boquete en la candidatura de las derechas y digan: “Éstos de Navarra, Aranzadi, Irujo y compañía ¡nada! Aguirre, sí”. Y Aguirre iba aunque no fuera de derechas. Y además tuvo el gran mérito de habiendo sido un hombre que había estado vinculado a la derecha toda su vida, su vida política, supo inspirar grandísima confianza a la izquierda, por ejemplo a Prieto y compañía. ¡Ah, eso es un mérito extraordinario que no lo tienen todos! Porque yo ya sé que he sabido inspirar una relativa confianza a la izquierda, pero no a la derecha. Y cuidado que ni blasfemo, ni hago gala de no ser cristiano y cuando hace falta lo digo, aunque no voy presumiendo de serlo, pero lo digo y afirmo: soy hombre de moral cristiana.

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Aguirre, el hombre del país La historia anterior a ser alcalde de Getxo había ya hecho de José Antonio la posibilidad de ser marcado como adalid. La figura de José Antonio Aguirre se hace desde la presidencia de las Juventudes Católicas y se hace muy fuerte. Se consolida como alcalde de Getxo. La iniciativa de ir a Gernika es una iniciativa feliz. Se consolida muchísimo más con la Comisión de Alcaldes, porque resulta el presidente de la junta de alcaldes de Álava, Gipuzkoa, Bizkaia y Nabarra. Y se consolida de un modo franco en el viaje a Madrid. Usted saque la cuenta que se presentó en Madrid el 80% de los alcaldes del País Vasco y estos presentan como jefe a un chico con la cara limpia, inteligente, simpático, cordial, con aspecto de iluminado, con un gran don de gentes, de un gran afecto humano, de un valor personal extraordinario, porque lo tenía, lo tenía. Y claro está, se consolida como el hombre del país. ¿Qué tal les recibieron en Madrid? M.I.: Es verdad que nos recibió en la puerta del ascensor quien sería presidente de la República, D. Niceto Alcalá Zamora, y nos despachó, no con cajas destempladas, pero sí con su educación: “Miren ustedes -nos dijo-. Si van ustedes a seguir el camino del Estatuto catalán, les falta a ustedes el plebiscito. Para seguir el camino de la Constitución, hace falta que haya Constitución. Eso no quiere decir que yo no reciba con singular agrado a una representación auténtica y legítima del País Vasco”. ¡Imagínese usted! Todo eso significaba que habíamos perdido el tiempo, y no solo que habíamos perdido el tiempo, sino que habíamos armado en contra a la República. ¡Cuidado que Alcalá Zamora no era de izquierda y esas cosas! Pero habíamos armado en contra a la República. Y a mí eso me sacaba de quicio. No ir al Pacto de San Sebastián en 1930 y armar en contra a la República, de la que teníamos que sacar el Estatuto, ¡recaray! ¡Si nosotros lo que queríamos es el Estatuto! Pero en fin, eso no obsta para que si se trata de forjar la figura de un hombre representativo de aquella colección de alcaldes que eran el 90% del País Vasco representado, o el 80%, aquello fuera una cosa muy seria. ¿Quién la simbolizaba? ¡Aquel hombre! ¡Aquel chico! José Antonio Aguirre.

Fotografía oficial del lehendakari Agirre en su despacho oficial en el hotel Carlton de Bilbao.

Agirre, Leizaola, Juan Gracia, Santiago Aznar y Joseba Rezola, entre otros, en el palco de San Mamés para presenciar el partido de fútbol del equipo Euskadi, “pro Avión”, organizado para recaudar fondos.

El lehendakari Agirre junto a distintos mandos del Ejército vasco en Elorrio (Bizkaia).

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Por eso le digo que todo ese conjunto de circunstancias contribuyeron poderosísimamente a forjar la personalidad pública de aquel hombre extraordinario que fue nuestro primer lehendakari.

Fui el precio del Estatuto ¿Y su elección como ministro? M.I.: Cuando se forma tras la sublevación militar un nuevo Gobierno de la República me llama Alvarez del Vayo. Hablaba por radio. Y se enteraron los de Burgos. Y los de todas esas partes porque estábamos cortados. Yo estaba en la Diputación de Donostia cuando llamaron. Primero llamaron: no estaba. Pero dejaron la hora en que nuevamente habrían de llamar. Llamó el propio Alvarez del Vayo y me dijo: “Le ha llamado a usted Largo Caballero, presidente del Gobierno. No está ahora aquí pero yo sé lo que le quiere decir y puesto que está usted ahí se lo diré a usted. Se ha formado el Gobierno de la República. Como sus intervenciones parlamentarias fueron de la máxima intensidad en materia de obras públicas, le hemos reservado a usted la cartera de Obras Públicas”. Mi respuesta fue: Mire usted querido Vayo. Un Gobierno republicano que tiene una Constitución en la cual dice que los pueblos que viven dentro del Estado pueden tener un Estatuto, si ellos lo quieren, no tiene derecho a llamarme a mí, nacional vasco y nacionalista vasco, a que tome parte de él mientras ese Gobierno y ese Estado no nos reconozcan. Yo no le pido a usted la independencia, ni le pido a usted nada más que el Estatuto. Pero el Estatuto, sí. -Cuente usted con él. Entonces diríjase usted al Partido Nacionalista Vasco. -Déme usted el número-. Y le di el número de Bilbao. Y llamé inmediatamente al Partido. Di con José Antonio y le dije: acaba de llamarme Vayo. Me ha dicho esto. Yo le he mandado al carajo. Le he dicho que yo no soy ministro de un Gobierno que no nos da el Estatuto. Me ha dicho que cuente con él. Que si hace falta lo aprobarán por decreto. Yo no soy amigo –también se lo dije a José Antonio- de que lo den por decreto, porque por decreto es al fin y al cabo por decreto. Si van a reunir las Cortes pues que lo aprueben en las Cortes. Es mejor que sea una ley.

Pero en fin ya lo sabéis. Díselo a esa gente y allá vosotros. El resultado fue un viaje de José Antonio y mío a Madrid. Yo veía como aquel viaje era su consagración política, que José Antonio sabía perfectamente que estaba con el dedo señalado. Se lo habrían dicho, lo había percibido y ¡lo había aceptado!: ser el lehendakari. Y me llevaba a Madrid a que cubriera el puesto de ministro de la República -que no era ningún bombón ¿eh?- pero al fin y al cabo era el segundo puesto que entonces tenía el Partido en sus manos, mejor dicho el primero, porque el de lehendakari de Euskadi todavía no había surgido, iba a surgir de aquello. Soy de algún modo el precio del Estatuto, ¿eh?

El ministro vasco Usted como ministro ¿fue un poco el representante de lo “vasco” dentro de la República? M.I.: Un poco no. Un mucho. ¿Usted atendía a las directrices del Partido o le hacía más caso al presidente del Gobierno Vasco? ¿Cómo compaginaba ese tipo de relación? M.I.: Mire usted, prácticamente del Gobierno Vasco. Le voy a contar a usted una sola situación, que la define. Yo era ministro de Justicia. Al tomar posesión del Ministerio de Justicia dije: Seré ministro de Justicia mientras pueda asegurar que los Tribunales obren con independencia. El día que no pueda asegurar eso, dejaré el cargo. Lo dije sabiendo lo que decía, porque en las guerras las gentes suelen servirse de los Tribunales como se sirven de Ia policía. Y el presidente del Consejo de Ministros que era Negrín, un hombre extraordinario por todos los conceptos era también hombre capaz de apretar así a los Tribunales y como me lo figuraba por el conocimiento que de él tenía… Llegó un momento en que ese caso se dio. Con la formación de los Tribunales de Guardia y con las visitas, las recomendaciones y los puñetazos en la mesa del presidente del Consejo de Ministros a los magistrados. Y yo presenté la dimisión: he dicho que soy ministro de Justicia hasta este momento. No tengo

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seguridad alguna de que en adelante no continúen ejerciéndose presiones sobre los Tribunales como hasta ahora. Ahí queda eso, les dije. ¿Iniciativa suya? M.I.: ¡Iniciativa mía! ¿Respetando su palabra dada? M.I.: ¡Claro! Y además no lo consulté con nadie. Porque no tenía por qué consultarlo. Todo el mundo sabía que lo había aceptado así. Y viene Negrín. Me dice: bueno Irujo, usted debe retirar la dimisión. Pues no la retiro. Bueno pues debe seguir siendo ministro, aunque no siga siendo ministro de Justicia. Pues no lo soy. Oiga usted. Y si yo le propusiera plantear el problema al presidente Aguirre y lo que él decida. A eso me avengo. Y el presidente Aguirre, ¡buen aldeano era! Mira, mira, mira. Le dejó bien a Negrín. Me dejó mal a mí y ministro... ministro sin cartera. Aguirre fue quién decidió. La razón: más haces dentro que fuera. Dimitir, lo último. En estas circunstancias en que estamos, ¿dimitir? Poco o mucho lo que hagas ahí bien estará. Negrín le prometió a Aguirre que yo iba a hacer, iba a acontecer, iba a tal, iba a cual…, y algo hizo, porque en la primera sesión a la que asistí, Negrín dijo: Sres. aquí está el nuevo ministro de Justicia, Mariano Ansó. El Sr. Irujo es ministro sin cartera, pero como es notorio el afán por la vida humana y por los derechos del hombre del Sr. Irujo de los que es permanentemente defensor, frente incluso a los intereses que puedan parecer más inmediatos de la guerra y de la República, para Irujo los derechos del hombre están por encima de todo, y ¡para mí también! Pero yo tengo que ganar la guerra. ¿Qué les parece a ustedes? Sr. ministro de Justicia, que las penas de muerte, los conformes sobre las penas de muerte, todo lo que se refiera a eso, siga a cargo del Sr. Irujo.

El lehendakari, vestido de campaña, inspecciona el frente de guerra.

¡Ah! sí, sí, sí. Yo encantado, dijo el ministro de Justicia. Y se dio la circunstancia de que yo seguí siendo el firmante de las penas de muerte, no siendo ministro de Justicia. Eso significa que los condenados a muerte tenían un defensor nato en la posibilidad de sacarle cinco pies al gato o de sacarle punta al lápiz. Ya lo sabía todo el mundo que yo era opuesto a la pena de muerte por

El lehendakari Agirre junto a Lluís Companys, presidente de la Generalitat de Catalunya.

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naturaleza y que además en la mayor parte de los casos cuando lo que castigaban eran ideas yo era opuesto totalmente a la pena de muerte y más en esas condiciones. Bueno esto le dice a usted hasta qué punto influyó José Antonio en mí. El presidente. Mire usted, la verdad es que yo fui nombrado por el Partido Nacionalista Vasco, pero actué como ministro vasco. Normalmente. ¿A secas? M.I.: No recuerdo, por propia iniciativa, haberme llamado el ministro del Partido Nacionalista Vasco nunca. El ministro vasco, todas las veces. Y los demás me decían lo mismo. Incluso algunos vascos que estaban allá, como los comunistas. Hernández era nacido en Barakaldo o no sé donde, pero yo era el ministro vasco. De modo que creo, además, que con eso no hice ningún desfavor al Partido, sino todo lo contrario. Porque con eso lo que se consolidó fue el Partido que por su propia naturaleza es representante de lo vasco, “per se”. No necesita llamarse, lo es ya. ¿Eso se llama representante del Partido? No hace falta. Con llamarse vasco ya se sabe que es del Partido. Si no hubiera sido del Partido hubiera sido socialista vasco o de Acción Vasca, pero como es del Partido, pues vasco.

Al exilio por monte ¿Que podría decir de esa salida del país hacia el exilio? M.I.: Yo fui con Companys, Aguirre y con una porción de gentes, entre ellos Julio Jaúregui. Yo estaba en Inglaterra, con Leeche. Leeche era el ministro inglés de Barcelona hasta que dejó de serlo (Embajador). Se había hecho muy amigo mío. Leeche me dijo: “mira, mi casa solar está al Norte de Inglaterra. Tengo mucho interés en que conozcas a mi mujer y a mis hijos y conozcas mi casa y además he adquirido contigo bastante amistad para llevarte. Tengo interés en llevarte a casa”. Un inglés solo quiere llevar a casa a un amigo cuando es amigo de veras. Es la verdad. Además a José Antonio le pareció eso muy bien. Vete, vete. Yo tenía a mi hija Miren aprendiendo inglés en Londres y la cogí y me fui con mi hija a casa de Leeche al norte de Ingla-

terra. Estando allá recibí un cable de José Antonio. Ven. Porque Barcelona o caía o había caído. Dejé todo aquello, dejé a mi hija en casa de Leeche y tomé el tren o el avión y me fui. Salimos juntos Companys, Aguirre, Tarradellas, creo que Ayguadé, Julio Jaúregui y dos o tres de los funcionarios de la Delegación vasca de Barcelona que servían en Hacienda. Por cierto me acuerdo que uno de ellos tenía unas pistolas muy bonitas y como no poseía pasaporte diplomático y suponía que al pasar la frontera le obligarían a enseñar lo que llevaba, me dijo: “Hombre estas pistolas son tan bonitas”. -¡Mira que sacar unas pistolas!-, pero en fin-. “Como usted tiene pasaporte diplomático...”. Bueno, pues vengan las pistolas. Y cogí el maletín y saqué el pasaporte diplomático. Costó trabajo mantener la mano sobre el maletín. No lo abrieron y se salvaron las pistolas. Antes tropezamos con Negrín –de Zuga no me acuerdo-. Venía de acompañar al presidente Azaña que salió antes que nosotros. Le había dejado a Azaña en el otro lado. Venía de eso cuando todavía nosotros estábamos pisando tierra catalana. Una última pregunta. ¿Usted políticamente a Aguirre lo encuadraría dentro de la democracia cristiana? M.I.: Sí. Sin dudar. En todos los momentos de su historia. Sin dudar. Era un demócrata cristiano, convencido, completo y cabal. Hombre al que se podía calificar hoy objetivamente de izquierda demócrata cristiana. Pero demócrata cristiana. De izquierda quiero decir por su condición social. Era muy avanzado en lo social. Muy avanzado. No solo no le asustaba nada, sino que más bien tomaba parte y tomaba parte con cariño y con afecto en todo lo que fuera su límite. Pero en cambio en moral cristiana era neto. De moral cristiana. De modo que desde luego creo que Aguirre fue hombre demócrata cristiano en todas las etapas de la existencia que yo le he conocido. El resto de la entrevista Don Manuel la haremos en París. - ¡Cómo no chico! ¡Encantado!

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Aguirre

1960 Atzo 2010 Hoy Ludger Mees “Mañana se anota en el Registro de entrada de tu existencia un año más. ¿Qué vamos a hacerle? Es una desgracia como otra cualquiera. Pero la vida es como una botella de cognac. Conforme se trasiega baja el nivel de líquido. Cuando la botella está en su mitad, que aproximadamente es tu caso -ya que la nueva generación celebrará el día en que el Presidente de Euzkadi cumpla los 90 años habiendo ocupado en el puesto la mitad de su vida– a la vista de la botella de cognac del cuento, un pesimista diría: ¡qué lástima! Ya nos hemos bebido la mitad. ¡Ya no queda más que media botella! Un optimista como tú reacciona exactamente de la manera contraria: ¡magnífico! ¡Aún queda media botella! Y ésta es la mejor. Mira tú pues cómo la desgracia de cumplir un año más se ha convertido cariñosamente tratada por un espíritu optimista en un momento de regocijo”.

É

sta fue la felicitación que Manuel Irujo envió el 5 de marzo de 1947 a José Antonio Aguirre, un día antes de que el primer lehendakari de los vascos cumpliera 43 años. Irujo, a la sazón ministro en el Gobierno republicano del exilio presidido por el socialista Rodolfo Llopis, no sólo era correligionario nacionalista de Aguirre, sino probablemente -tras dejar atrás un periodo de enfrentamiento abierto- su más cercano colaborador, además de íntimo amigo. 1947 era un año de esperanza en el exilio vasco y en el seno del antifranquismo español en general. Todavía estaba fresca la derrota del fascismo y a nadie se le pasaba por la cabeza que los aliados podrían permitir la pervivencia de aquellos regímenes que -directa o indirectamente- habían prestado su apoyo a Hitler y Mussolini. Desde 1945 existía un Gobierno republicano en el exilio como alternativa de recambio. Los nacionalistas vascos tenían una influencia decisiva en aquel gobierno y, además, habían conseguido mantener a su propio gobierno unido en torno al lehendakari Aguirre, quien había logrado establecer unos canales de contacto privilegiados con el gobierno norteamericano. Esta situación de fortaleza en el exilio se vio reforzada por una presencia fuerte y contundente en el interior, donde la resistencia vasca se estaba preparando para poner en marcha la gran huelga general contra el régimen de mayo de 1947. Sin embargo, el año 1947 también significó un punto de inflexión en el proceso histórico. Marcó el inicio de la Guerra Fría y, gracias a su dinámica, la paulatina mutación del régimen franquista, que dejó de ser una fea reliquia obsoleta del fascismo con fecha de caducidad, para convertirse en un nuevo y atractivo integrante de la coalición anti-comunista. En agosto, el Gobierno republicano vivió su segunda crisis, de la que

Gaur Egungo Historiaren katedraduna. Catedrático de Historia Contemporánea. EHU-UPV. 38

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nunca lograría recuperarse. En este contexto cambiante, en el interior, la huelga de mayo fue un gran éxito propagandístico para la democracia vasca, pero no consiguió ningún efecto práctico. Los años posteriores al 43 cumpleaños de Aguirre no fueron, pues, la “mejor mitad” de la botella medio llena. Y el lehendakari no llegaría a cumplir 90 años, ni pasaría la mitad de su vida presidiendo el Gobierno de Euskadi. Cuando recibió la carta de su amigo Irujo, le quedarían casi exactamente 13 años de vida, 13 años presidiendo el Gobierno que él había formado en plena Guerra Civil. Su prematura muerte el 22 de marzo de 1960, a las 17.30 horas de la tarde, cerró un largo periodo de desilusión y fracaso para los demócratas vascos y españoles, aunque -y en esto sí acertó Irujo- el legendario e invencible optimismo del primer lehendakari le blindó hasta su muerte ante cualquier tentación de caer en el derrotismo.

De izquierda a derecha: Telesforo Monzón, José Antonio Agirre, Joseba Rezola y Pedro Basaldua.

Este año se cumple medio siglo tras la muerte de José Antonio Aguirre. El recuerdo de este tipo de efemérides generalmente conlleva una serie de riesgos, pero también ofrece algunas oportunidades. Uno de los riesgos consiste en encerrar el recuerdo de una fecha señalada o de un personaje destacado en un ámbito meramente académico, donde unos pocos historiadores y escritores compiten en un ejercicio l’art-pour-l’art con el único fin de exhibir su ilimitada erudición. El otro riesgo, casi inevitable cuando se trata de personajes políticos, es la instrumentalización de la efeméride para la construcción de un mito que puede funcionar en ambas direcciones, es decir, en la línea de deificar al personaje o, al contrario, de presentarlo como la encarnación del mal.

El lehendakari Agirre en una de sus intervenciones.

Conviene, por lo tanto, esquivar estos dos riesgos, si se quiere aprovechar la oportunidad que ofrece la celebración de una efeméride, que en realidad es la única razón que justificaría el recuerdo de una fecha, de un acontecimiento o de un personaje histórico: analizar y comprenderlo no como un hecho pasado y cerrado, sino como un elemento más de un proceso histórico contingente y abierto que conduce a la actualidad, una actualidad que no sería la misma sin la aportación de los personajes recordados, y una actualidad que necesita estos personajes, estos hechos y estos acontecimientos pasados como banco de prueba para solucionar sus propios problemas, para encontrar señales de orientación en una realidad compleja y, a menudo, confusa, y para darse cuenta de que, aunque la historia nunca se repite, en el pasado han existido situaciones, problemas y experiencias no tan diferentes a los que vivimos hoy en día.

El lehendakari Agirre junto a la presidenta de EAB (Emakume Abertzale Batza) Teresa Azkue en Cambó.

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Zentzu honetan, nik uste dut Agirreren heriotzaren 50. urteurrena gogoratzeko, gutxienez funtsezko hiru arrazoi daudela: lehenengoak historiografiak azken urteotan ezagutu duen bilakaerarekin zer ikusi handia du; bigarrena, Agirrek Euskadiko historian izandako eraginari dagokio; eta hirugarrenak, Agirreren pentsamenduak eta politika egiteko moduak XXI. mendearen hasiera honetan eduki lezaketen gaurkotasunaz galdetzen du. Hasteko, esango genuke beraz, Agirre lehendakaria -bera hil eta 50 urte beranduago- begiz jota baldin badaukagu, historiografiak ariketa hori egitera bultzatzen gaituelako ere badela. Izan ere -eta eztabaida teoriko eta metodologiko oso konplexua laburbildu nahian-, ezaguna baita 70 eta 80ko hamarkadetan historialari gehienok lehentasuna ematen geniola politika, ekonomia edota gizartearen egiturak aztertzeari, egitura horiek sortzen, interpretatzen eta garatzen zituzten giza-kolektibo eta gizabanakoak sarri askotan gehiegi kontuan hartu gabe. Azken urteotan, ordea, historia estrukturalista honen defizitak gainditu asmoz, “bilakaera kulturalista” bezala ezagutzen den ikuspegi historiografiko berriak gogora ekarri digu ez dagoela gizakien eraginik gabeko egiturarik, ez dagoela gizakien ekintzetatik at legokeen testuingururik, hots, ez dagoela gizakirik gabeko historiarik. Eztabaida berritzaile horri esker, prozesu historikoaren funtzionamendua hobeto ulertzen dugu gaur egun, eta hori lortu dugu, hain zuzen ere, Karl Marx gaztea edo soziologia historikoaren aitzindaritzat dugun Max Weber bezalako teorilari ospetsuek aspaldi landu zuten ikuspegi dialektikoa berreskuratu dugulako. Dialektikoa diogu adierazteko prozesu historikoan harreman dialektiko bat dagoela pertsonai eta egituraren artean, gauzak sortzeko eta mugitzeko gizakiok dugun ahalmen, eta ahalmen hori mugatzen duten egituren edo testuinguruaren artean. Historian, ahalmen sortzailerik gabe ez dago egiturarik, eta, aldi berean, ez dago testuinguru estrukturalaren baldintzatik at funtzionatuko lukeen ahalmen sortzailerik. Historiografiaren bilakaera honek estrukturalismo hutsaren gainditzea eta giza-taldeek edota pert sonek historian duten eraginaren azpimarratzea ekarri du. Adibide gutxi batzuk nahikoak dira ulertzeko zertaz ari garen. Azken finean espekulazioa baino ez bada ere, gaur egun adostasun handi samarra dago baieztatzerakoan, esate baterako, nazionalsozialismoaren erregimena guztiz bestelakoa izango zela, Hitler, erabateko agintea eskuratu baino lehen, atentatu batean hil izan balitz. Bera ere izan zen Holokaustoa azken muturretaraino bultzatu zuena; bera izan zen, sarri askotan

Euskal abertzaletasunaren historian ez dago Agirre bezalakorik. bere jeneralen aholkuak baztertuz, gerran erabaki garrantzit suenak hartu zituenak, milioika pertsonen (baita alemanen) odol-isurketaren bidez Alemaniako Lebensraum (“bizitzeko lekua”) kosta lain kosta handitu ahal izateko. Antzeko ariketa mentala egin genezake Napoleonekin, Stalinekin edo Francorekin. Bestalde, demokrazien esparrura etorriz, historialari batzuk Gerra Hotza eta Ekialdeko Europa erabat Sobiet Batasunaren menpe gelditu izanaren arrazoia, neurri batean behintzat, Roosevelt presidentearen gaixotasunarekin esplikatu dute. Izan ere, II Mundu Gerraren bukaeran hiru potentzien agintariak Teheran eta Jaltako Gailurretan elkartu zirenean, hola diote historialari horiek, Roosevelt oso gaixo zegoenez -paralizatuta aulki gurpildun batean- ez omen zuen nahiko indarrik Stalini aurre egiteko eta diktadore sobietarraren espantsionismoa geldiarazteko. Geurera etorriz, galdetzen badugu zeintzuk izan ote diren Euskadiko historia garaikidean gehien eragin duten pertsonaiak, zalantzarik gabe baieztatu daiteke zerrenda horretan José Antonio Agirre goi-goian egongo dela. Eta horixe da, hain zuzen ere, bere bizitza eta jarduera politiko gogoratzeko aipatu behar dugun bigarren arrazoia: Agirre izan baitzen, agian Indalecio Prieto lider sozialistarekin batera, Euskadik XX. mendean ezagutu zuen politikaririk garrantzitsuena, eta Agirreren kasuan garrantzitsua diogunean, bi zentzutan esan nahi dugu: garrantzitsua, alde batetik, lortu zuen eragin eta aginte politikoagatik, eta garrantzitsua, beste alde batetik, berak gizartean eta euskal hiritarrengan eraiki zuen irudia eta proiekzioagatik. Euskal abertzaletasunaren historian ez dago Agirre bezalakorik. Sabino Aranak ere karisma handia zuen eta bere jarraitzaile askok pertsonai sasi-erlijiosoa bezala miretsi zuten. Karisma horren mugak, ordea, abertzaletasunaren mugak ziren. Juan Ajuriagerra ere jelkide gehienentzat pert sona miresgarria izan zen, baina, agian izaera guztiz desberdina zuelako, ez zuen inoiz Agirreren proiekzio publikoa lortu. Manuel Irujo, ordea, ego handia eta izaera indartsua zuen liderra izan arren, nazionalismoaren barruan kontu askotan heterodoxo samarra izan zen eta behin ere ez zen egon alderdi edo mugimenduaren aginte-muinean. Jesus Mari Leizaola, berriz, Irujo baino apalagoa eta isilagoa izan zen, proiekzio publiko oro eta karisma batere gustukoa ez zeukana.

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Agirre lehendakaria ere karisma eta miresmen handiko liderra izan zen. Agirre lehendakaria ere karisma eta miresmen handiko liderra izan zen, baina karisma honen proiekzioa abertzaletasunaren baitan oso indartsua izateaz gain, kanpoko -baita atzerriko- esparru politiko demokratiko gehienetara ere iristen zen. Oso berezko zeukan xarma berezi horri esker, ondo moldatzen zen ia edozeinekin. Espainiako eta Euskadiko politikan arerio dezente izan arren, ez zeukan etsairik. Nekez irudikatu daiteke beste pertsona egokiagorik 1936an alderdi desberdinen arteko lehen gobernua zuzentzeko. Ez da gehiegikeria esatea Agirre tartean egon gabe, gaurko Euskadi desberdina izango zela. Agirre lehendakariak Euskadiri egindako ekarpenik handienaz galdetzen badugu, segur aski aipatu beharko genuke Agirre gaztea izan zela, azkenean Prietorekin paktatu ondoren, 1936ko Estatutuari bidea urratu ziona, horrela euskal hiritar gehienen aspaldiko aldarrikapena egia bihurtuz. Estatutuari esker gauzatu zen Euskadi nazio politiko modernoa bezala, hau da, esparru juridiko-konstituzionalaren barruan bere burua gobernatzeko askatasun maila handia lortu zuen subjektu politikoa bezala. Gainera, Agirre bera, lehendakari bezala burutu zuen ibilbide politiko guztian zehar, oso kontziente izan zen Estatutuak ziurtatzen zuen askatasuna eta askatasun horretan zetzan autogobernua borroka luze eta latzen ondorioz irabazitako lorpen baliotsua izan zela, edozein oztopo edo erasoren aurka defendatu beharrekoa. Horrek ez du esan nahi, etorkizunari begira, Estatutua Agirrerentzat Euskadik lortu zezakeen askatasun mailarik gorena zenik, ezta gutxiagorik ere. Halere, erbestean azkar asko konturatu zen autogobernu-maila Estatututik harantzago eraman nahi izanez gero, bai Euskadin zein Espainian, indar politiko desberdinen arteko kontsentsu zabala ezinbesteko baldintza zela, eta horrelako konfiantzazko aliantzak garatu ezean, alde bakarreko estrategia inposatzaileek kontrako ondorioak sortzen dituztela, autogobernua zabaltzen lagundu beharrean, alderdien arteko gatazkak piztu eta horrela dagoeneko existitzen duen autogobernua bera ere kinka larrian jartzen dutelako.

Doctor Álvarez Lastra, personalidad ficticia bajo la cual el lehendakari logró huir de la persecución nazi y llegar a América.

El lehendakari llegando a Montevideo en 1941.

Bere ekarpenik handiena egin ondoren, laster ag interik gabeko agintaria bihurtu zen Agirre. Izan ere, gerra

Nekez irudikatu daiteke beste pertsona egokiagorik 1936an alderdi desberdinen arteko lehen gobernua zuzentzeko.

El lehendakari dirige unas palabras en el Club Unión en Panamá.

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galdu ondoren, erbestean zuzentzen zuen gobernua pixkanaka politikoki jokoz kanpo gelditzen ari zen eta. Politikoki behera, eta pertsonalki gora: horrelaxe laburbildu genezake Agirreren ibilbidea behin muga (1939ko otsailean Kataluniakoa) gurutzatu ondoren. Belgikan alemanen inbasioa zela eta, harrapatuta gelditu, identitate faltsuarekin klandestinitatera pasa eta, miraria bailitzan, 15 hilabete beranduago Hego Amerikan berragertu zenean, garaiko jarraitzaile asko lehenago ere miresten zuten liderra jainkotzen hasi ziren, ez-ohizko indar eta zorte bereziaren jabe eta askatasunarantzgo bidea ezagutzen zuen profeta balitz bezala. Odisea beldurgarri horretatik datorkio Agirreri bere karismaren parte handi bat, eta urte horietan landu zuen karisma hil arte ez zuen galduko. Horrelako kasuetan beti gertatzen den legez, gehiegizko miresmen horrek neurri batean fikziozko pertsona bat sortzen lagundu zuen, Agirre inongo akatsik eta gabeziarik ez zuen mito bat bihurtuz. Hainbat ikerketa historiografikori esker, gaur egun irudi oker hori zuzendu ahal izan dugu kolore askotako erretratu garbiagoa margotuz. Eta erretratu horrek Agirreren ahuleziak ere erakutsi dizkigu, hala nola, behin baino gehiagotan errealitatearekin bat ez zetorren mugarik gabeko bere optimismoa; Maquiaveloren aginduei arreta gutxiegi eskaintzen zien boluntarismoa; bere gorputzaren osasuna gupidarik gabe zigortzen zuen axolagabekeria (erretzaile amorratua!), alderdi ez nazionalisten satelizazioa helburu zuten saialdi hegemonista estrategikoak, besteak beste. Con todo, en el balance final de la trayectoria política de este gran líder pesan mucho más los aspectos positivos que los negativos, que también los hubo. Y por ello, cabe destacar un tercer argumento -además del historiográfico y del que acabamos de señalar: la importancia de Aguirre en la construcción de Euskadi como nación política- para reivindicar su memoria en el 50 aniversario de la muerte del primer lehendakari vasco, y me refiero a la relevancia de su pensamiento y de su forma de hacer política para la sociedad vasca actual. Una de los grandes problemas no sólo de la sociedad vasca actual, sino también de la española y de otras sociedades europeas es la creciente brecha que parece abrirse entre la clase política y los ciudadanos y ciudadanas. Según la última encuesta del CIS, un 13,3% de los ciudadanos consideraban a la clase política y a los partidos políticos como “el principal problema que existe actualmente en España”. Es un dato preocupante, puesto que en una situación de grave crisis económica es previsible que los problemas económicos ocupen los primeros puestos en este ranking de problemas (paro, “problemas de índole económi-

ca”). Si consideramos la respuesta que aparece en el tercer lugar, el problema de la inmigración también una “derivación” de la crisis económica, el primer problema no relacionado con la crisis sería el de la clase política, todavía por encima del problema del terrorismo. El Euskobarómetro de noviembre confirma esta valoración pesimista al contestar un 62 % de los encuestados sentirse “insatisfechos” con “el funcionamiento de nuestra democracia”. Este dato tiene su reflejo en el hecho de que ninguno de los políticos vascos alcanzó un aprobado en el citado sondeo. Evidentemente, las causas de este notable descontento son múltiples y complejas y los decepcionantes números no deben ser interpretados, sin más, como irrefutable prueba de la pésima calidad de todos nuestros políticos o de toda nuestra democracia parlamentaria. Sin embargo, sin caer en exageraciones catastrofistas y probablemente poco realistas, quizás sí inviten a retroceder en la historia, identificar situaciones en las que determinados políticos (democráticos) gozaban de la estimación mayoritaria de su gente e preguntarse por los ingredientes de su política que habían ayudado a forjar esta estimación. Aunque, como es sabido, la historia nunca se repite y, obviamente, el contexto en el que el lehendakari Aguirre actuó no tiene nada que ver con la realidad vasca 50 años después de su muerte, sí creo que el análisis histórico permite destilar algunos rasgos característicos de su manera de entender y de hacer la política que hoy en día no han perdido nada de su valor, que podrían o deberían servir a nuestros políticos como guía y que, en definitiva, componen un pequeño abecedario de la buena política. En este sentido, creo que se podrían resaltar cuatro rasgos característicos: 1. La capacidad de corregir los errores. En la biografía de Aguirre hay unos cuantos ejemplos que demuestran que era capaz de registrar -a veces con cierta tardanza- y de analizar los errores cometidos, para sacar sus conclusiones de este análisis. En los inicios de su andadura, que coinciden con los inicios de la II República, es uno de los dirigentes de un Partido Nacionalista Vasco derechista y ultracatólico que había optado por aliarse con un partido anti-sistema de extrema derecha como era la Comunión Tradicionalista con el fin de presionar al gobierno y conseguir un Estatuto de Autonomía que no cabía en la Constitución. Esta estrategia estaba irreversiblemente condenada al fracaso y, lejos de facilitar avances en el tema autonómico, contribuyó a cerrar momentáneamente esa vía y crear un clima de grave desconfianza

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entre los partidos de izquierda y el nacionalismo vasco. Cuando quedó patente la nula sensibilidad autonomista de los líderes tradicionalistas y, por ende, el grave error estratégico que había supuesto la alianza con la extrema derecha, Aguirre, junto con Manuel Irujo y otros más, reaccionó y condujo a su partido hacia el centro, que era el único espacio político desde el que un entendimiento con la izquierda podía ser abordado. De esta lenta evolución surgió, ya en plena guerra, el Estatuto de 1936. Otro momento crítico fue la política hegemonista y asimilacionista que, impulsada por el propio Aguirre, buscó en 1939/40 la satelización de los partidos vascos de izquierda, y, sobre todo, de los socialistas de Indalecio Prieto. Esta presión para que los socialistas vascos cortaran todos los vínculos orgánicos que les unían con el PSOE, declarando su lealtad a la nación vasca, chocó frontalmente con el sector mayoritario del socialismo vasco y su líder Prieto, quien amenazó con abandonar el Gobierno Vasco, provocando así lo que probablemente fue la mayor crisis de gobierno en tiempos de Aguirre. Éste, después de su reaparición, tuvo que abandonar esta política asimilacionista y asegurarse el apoyo socialista y de los demás partidos a su gobierno en el Pacto de Bayona (1945) para, de ahí en adelante, lograr lo que ninguna institución republicana española o catalana pudo conseguir: la pervivencia del Gobierno como expresión simbólica de la voluntad democrática del pueblo vasco durante toda la Dictadura.

La familia Agirre-Zabala al completo.

Finalmente, también la ausencia del PNV en el Pacto de San Sebastián (1930), que había facilitado la aprobación del Estatut catalán, generó en más de una ocasión la reacción del lehendakari durante los años del exilio, en los que una de sus consignas políticas era la de situarse estratégicamente lo más cerca posible de aquellos que supuestamente iban a regir el destino de la España pos tfranquista, pese a que esta obsesión por colocarse al lado de los republicanos (o incluso de los monárquicos antifranquistas) revolvía las tripas a los sectores más ortodoxos del nacionalismo vasco. 2. Crecer ante los problemas. La política es, en buena medida, un instrumento para resolver todo tipo de problemas. Aguirre tuvo que lidiar con unos cuantos, empezando por sacar del atascadero al

Aguirre, junto con Manuel Irujo y otros más, reaccionó y condujo a su partido hacia el centro.

El matrimonio Agirre Zabala, una vez terminada de redactar la obra “De Guernica a Nueva York, pasando por Berlín”.

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Estatuto para terminar con la gigantesca lucha contra la dictadura y a favor de la democracia. Pese a los pequeños, medianos y grandes fracasos que Aguirre cosechó sucesivamente, sobre todo a partir de 1947, su pasión por la política y su compromiso con la causa de la libertad no le permitió en ningún momento venirse abajo y resignarse, y sabemos por el estudio de sus cartas privadas y no destinadas para la publicación, que esta mentalidad sisifosiana de levantarse después de cada golpe para buscar nuevas vías y estrategias, no era para nada artificial, sino algo innato en él. Para ello era necesario combinar 3. La flexibilidad y el pragmatismo en las estrategias con la firmeza de las convicciones y valores. Superada su fase de nacionalismo radical que había vivido durante los primeros años de la II Guerra Mundial, Aguirre fue un político moderado y pragmático que sabía que, tal como lo expresaba la célebre expresión atribuida a Bismarck, la política es el arte de lo posible. Esto requiere, en primer lugar, una valoración realista de la realidad circundante y de las posibilidades que se presentan, en segundo lugar una predisposición a renunciar al menos temporalmente a una parte de las propias reivindicaciones y, en tercer lugar, una capacidad de fraguar consensos y alianzas entre diferentes. A lo largo de su vida política, el primer lehendakari acreditó con creces su voluntad y su capacidad de actuar conforme a estos principios, aunque también es cierto que, como ya se ha indicado más arriba, en ocasiones su desbordante optimismo no le permitió captar algún problema real con toda su crudeza. Pese a este defecto, no dejó de jugar todas las cartas que tenía a su disposición: la de la alianza con los potencias democráticas durante y después de la Guerra Mundial; la de la restauración del Gobierno republicano en el exilio; la de la cooperación con Prieto y los monárquicos antifranquistas; la entente con los nacionalismos catalán y gallego; y, finalmente, la carta que era su última gran esperanza: la carta de la Europa unida y democrática. Este pragmatismo estratégico iba unido a una firmeza en sus convicciones y valores que defendía como político nacionalista y democrático guiado por un profundo humanismo cristiano. En su escala de valores políticos, el de la democracia ocupó, sin duda, la primera posición, ya que estaba convencido de que

4. Sin democracia no puede existir la libertad de la nación. Esta convicción fue la base no sólo para su decidida apuesta a favor de la República como garante de la autonomía vasca en la Guerra Civil. También fue el punto de partida de sus múltiples esfuerzos, una vez cerrado el intervalo del nacionalismo radical y hegemonista entre 1939 y 1944/45, de buscar la cooperación con las diversas fuerzas democráticas del exilio republicano español. De ahí se explican también sus buenas relaciones personales incluso con sus adversarios políticos como Indalecio Prieto, la bestia negra del nacionalismo vasco, unos adversarios que veían en Aguirre una persona abierta dotada de una simpatía natural que inspiraba confianza. Pero también reconocían al político recto, cuya máxima aspiración era la restauración de la democracia en el Estado como base para la recuperación del autogobierno en Euskadi. Aguirre era un nacionalista vasco convencido, para quien la democracia era la conditio sine qua non de la libertad nacional, y esta convicción era tan fuerte que no le temblaba el pulso cuando se puso a defender ante sus correligionarios la idea de que en aquellos momentos del exilio y de la dictadura tocaba priorizar la democracia en España frente a la libertad en Euskadi, arguyendo que esta última no sería posible sin haber previamente conseguido la primera. Con este talante y estas convicciones, Aguirre probablemente era el político mejor considerado y menos rechazado de todo el exilio antifranquista, lo que se plasmó también en las dos invitaciones pronunciadas por parte del presidente de la República Diego Martínez Barrio de hacerse cargo del Gobierno republicano en el exilio. Su íntimo amigo Manuel Irujo ya veía claro que el lehendakari había dejado de ser meramente un político vasco para convertirse en un representante importante del republicanismo español y de la democracia internacional: “Ese nombre, ese prestigio y esa autoridad no nos pertenecen ya por entero a los vascos”. Capacidad de autocrítica, una voluntad de hierro para resolver los problemas, flexibilidad pragmática y firmeza en las convicciones y valores, permanente búsqueda de consensos entre diferentes, y, finalmente, todo ello supeditado a la realización del máximo valor de la democracia como actitud y como objetivo: ¿alguien conoce un mejor manual de instrucciones para cualquier político, también para el vasco, al comienzo del siglo XXI que éste confeccionado por el primer lehendakari hasta su prematura muerte hace 50 años?

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¡Por la civilización cristiana! ¡Por la libertad de la patria! ¡Por la justicia social! IÑAKI GOIOGANA

Una aproximación a los orígenes socialcristianos del PNV (1931-1936) Cuando oímos hablar de democracia cristiana nos vienen a la memoria los años posteriores a la II Guerra Mundial, pero estas ideas políticas son anteriores en el tiempo y tuvieron un importante desarrollo en la Euskadi republicana. Concretamente el Partido Nacionalista Vasco, por medio de sus jóvenes dirigentes de la época, las hizo suyas hasta convertirlas, conjugándolas con sus principios nacionalistas, en parte de sus señas de su identidad.

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l período comprendido entre el final de la II Guerra Mundial y la caída del muro de Berlín, la época conocida como Guerra Fría, fue, sin duda, el tiempo de los partidos de centro, tanto de izquierda (socialdemócratas), como de derecha (socialcristianos). Estos años coincidieron también con uno de los períodos de mayor bienestar social conocido en el mundo occidental. Desde que el Plan Marshall pusiera las devastadas economías euro-occidentales de la posguerra mundial de nuevo en condiciones de competir hasta la crisis del petróleo de los años 70 y, sobre todo, hasta la desaparición de la “amenaza” comunista -tanto oriental, la procedente de los países del este, como la endógena propia de los países occidentales- a finales de los 80, las naciones prósperas del mundo occidental conocieron los años de pujanza de las clases medias. Unas clases medias surgidas en gran medida de la promoción de los estamentos más populares de la sociedad y que hallaron, en buena medida, su expresión política en los mencionados partidos de centro. La desaparición del peligro comunista con la caída, primero, del muro de Berlín y, más tarde, del régimen soviético, trajo si no el fin de la democracia cristiana, al menos, la mutación de la mayor parte de los movimientos reconocidos en esta corriente

Archivo histórico del Nacionalismo Vasco. Artea. 46

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de pensamiento internacional, en partidos más liberales (o abiertamente neoliberales). Vencido el colectivismo marxista por el capitalismo, éste se vio libre para poder mudar su cara más social y pisar el acelerador de la privatización procediendo al desmantelamiento de logros sociales y de amplias áreas del sector público. Los trazos gruesos hasta aquí esbozados quieren mostrar el marco temporal y político donde debe inscribirse la democracia cristiana occidental. A ello habría que añadir el entorno político donde esta corriente ejerció el poder: un marco democrático. Al oeste del telón de acero, la línea de demarcación entre los sistemas capitalista y socialista en Europa, en un sistema de libre mercado pero con una acusada participación estatal en la economía, las clases medias pudieron progresar hasta llegar a grados de bienestar como nunca antes habían conocido, todo ello en el marco de una democracia representativa. Estas sociedades occidentales eligieron a sus representantes políticos mayoritariamente en opciones de centro, entre las que la democracia cristiana tuvo un papel muy importante. Pero no todo era democracia en Europa occidental. La península ibérica ostentaba el dudoso honor de ser gobernada por dos dictaduras que prolongaban su historia a más de una década y, lo que fue peor, no caerían ni la una ni la otra hasta la primera mitad de los años 70. Ello motivó que este medio siglo de Guerra Fría en Euskadi estuviera condicionado por la lucha contra la dictadura de Franco, al igual que en algunas repúblicas latinoamericanas que también padecieron durante estos años dictaduras militares igual de sanguinarias y al servicio de los intereses norteamericanos. Del mismo modo, la posguerra mundial vasca se desarrolló bajo el yugo de un régimen que para el cálculo de las potencias occidentales era más beneficioso que la instauración de una democracia de corte occidental. A los ojos aliados occidentales era preferible el nacionalcatolicismo hispano al retorno a un sistema parlamentario representativo, fuera éste republicano o no, debido a la supuesta amenaza que sobre la misma ejercería el extremismo de izquierda. Sin embargo, la larga dictadura no fue óbice para que el PNV en el exilio desplegara en la persona de sus dirigentes José Antonio Aguirre, Francisco Javier Landaburu, Manuel Irujo, José María Lasarte, Julio Jauregui, etc. una importante actividad política de desarrollo de

De izquierda a derecha: Ander Bereciartua, Jesús María Leizaola, Heliodoro de la Torre, Juan Ajuriaguerra, José Antonio Agirre, Doroteo Ziaurritz y Jesús Solaun en la Delegación del Gobierno en la Av. Marceau, en París. A sus espaldas, un mapa de Euskadi pintado por Ricardo Arrúe.

Personal de la Delegación parisina del Gobierno: Just “Neguri” (periodista), Agustín Alberro, Manuel Irujo, Jesús María Leizaola, José Antonio Agirre, Alberto Onaindía “Padre Olaso”, Doctor Lasa, Balbino Barriola, José Mari Arregi, Jesús Insausti “Uzturre”, Faustino Pastor “Basurde” y Andrés Prieto.

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la democracia cristiana europea y mundial. Cabría decir incluso que, teniendo en cuenta el tamaño del partido jeltzale, probablemente su aportación a la democracia cristiana fue mayor que la realizada por otros miembros de esta corriente de pensamiento de mayor peso internacional.

terreno a ojos vista, el partido fundado por Sabino Arana, sin olvidar sus principios nacionalistas ni su confesionalidad explicitados en su lema Jaungoikua eta Lagizarra, abrazó las doctrinas sociales derivadas de las encíclicas papales y ocupó en la arena política vasca el terreno de un partido demócrata con gran sensibilidad social. Esto es, el centro.

Partido de centro Este hecho se debió en gran medida a las circunstancias del momento, que hicieron que los foros democristianos (y también los europeístas) fueran casi los únicos ámbitos internacionales donde el partido jeltzale podía exponer ante una audiencia influyente sus opiniones. Al PNV no le quedó más tribuna El PNV se hizo exterior que los condemocristiano gresos y seminarios cuando era democristianos y euromás fácil ser peístas. Sin embargo, extremista que esta circunstancia mocentrista [...] mentánea no quitaba a cuando los la apuesta cristianodepartidos de mócrata y europeísta orden apenas del PNV sinceridad. tenían más Cabe decir que si el PNV militó en la interprograma social nacional democristiana que la pura de la posguerra muny voluntaria dial europea fue porcaridad. que estaba embarcado en aquella nave por convicción. La prueba de ello estriba en que su “conversión” social-cristiana se produjo años antes del boom de estos partidos en Europa, cuando esta línea ideológica era minoritaria entre las fuerzas políticas de centroderecha y marginal también dentro de los partidos que se reconocían fieles a las doctrinas de la Iglesia católica. El PNV se hizo democristiano cuando era más fácil ser extremista que centrista, cuando se llevaban más las dictaduras (militares, del proletariado o de otro tipo…) que las posturas democráticas; en fin, cuando los partidos de orden apenas tenían más programa social que la pura y voluntaria caridad. En este sentido, durante la primera mitad de los años treinta, cuando los extremos ganaban

José Antonio Aguirre En esta “conversión” democristiana del jeltzalismo fue fundamental la gestión seguida por los nuevos dirigentes nacionalistas incorporados al frente del partido con la reunificación habida lugar en 1930 y el advenimiento de la República de abril al año siguiente. Entre los jóvenes líderes que condujeron al PNV hacia la senda democristiana se deben citar los más arriba mencionados, entre los que merece especial consideración José Antonio Aguirre, quizás el más carismático e influyente de todos ellos. José Antonio Aguirre se incorporó a la militancia política muy joven y rápidamente accedió a cargos directivos. Tras militar en el asociacionismo católico juvenil y dirigirlo en el territorio de Bizkaia, la unificación de las facciones nacionalistas de Aberri y Comunión en el congreso de Bergara y la caída de la dictadura primorriverista abrió para Aguirre el camino a la asunción de cargos públicos. La República de abril Como es sabido, la monarquía española, después del fiasco de la dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923-1931), intentó gestionar el retorno a la senda constitucional convocando elecciones para renovar todos los cargos públicos del Estado. Los escasos apoyos con los que contaba el régimen monárquico hacía previsible una fuerte contestación y con el fin de amortiguar el golpe en lo posible, el Gobierno español evitó la constitución de un parlamento hostil y llamó primero a unos comicios administrativos menores, las elecciones municipales. Sin embargo, la oposición dio a las elecciones del 12 de abril de 1931 un carácter de referéndum en el que emplazaron al pueblo a elegir entre monarquía y república, siendo esta opción

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la preferida por una parte muy sustancial del electorado. En consecuencia, tras el resultado electoral, la monarquía cayó dando comienzo el segundo período republicano español. El nacionalismo jeltzale abrazó inmediatamente el nuevo régimen, pero no sin recelos. La recién nacida República era en gran medida obra de los firmantes del denominado Pacto de San Sebastián firmado el verano de 1930 por fuerzas burguesas reformistas, socialistas y nacionalistas catalanes, entre las que no se hallaba el PNV. En esta reunión donostiarra, los firmantes del acuerdo decidieron, entre otras cosas, que Catalunya obtendría un estatuto de autonomía, pero al no participar los jeltzales no se trató de la posibilidad de algo similar para Euskadi. Por ello, por este “vicio” de origen, el PNV, por aquellas fechas recién unido tras una escisión de varios años y pujante por el apoyo popular logrado en los comicios de abril, pero sin seguridad de obtener algún grado de autogobierno, se dio prisa en poner encima de la mesa sus aspiraciones al proclamar la República vasca dentro de la República federal española. Era ésta una forma de afirmar que se estaba con el nuevo régimen pero, a la vez, una manera de presionar y de llamar la atención de las nuevas autoridades republicanas. Además, para ampliar su base entre la población y ejercer más fuerza en las nuevas Cortes, los jeltzales se aliaron con la derecha vasca usando como elemento de unión el catolicismo militante y como objetivo compartido la consecución del Estatuto redactado para la ocasión por la Sociedad de Estudios Vascos. En todas estas acciones José Antonio Aguirre fue un elemento clave, primero, como alcalde electo en el municipio de Getxo y, más tarde, en su puesto de diputado. Él fue uno de los primeros alcaldes en proclamar la República vasca y él fue el principal impulsor del movimiento municipalista que reivindicó el Estatuto. Aguirre fue también el más activo orador de la Minoría Vasco-Navarra de las Cortes constituyentes una vez de que fuera elegido diputado en las elecciones convocadas en junio de 1931. Estas primeras jornadas republicanas de abril de 1931 son también las fechas del inicio de la evolución al centro del PNV. Un cambio modernizador desde las posiciones más integristas ocupadas al principio hasta la militancia en los postulados socialcristianos en los

José Antonio Agirre en el “Queen Elizabeth” rumbo a Estados Unidos.

El lehendakari, acompañado de Antón Irala, delegado del Gobierno Vasco en Nueva York, y de Jesús Galíndez, miembro de dicha Delegación, presenta al Secretario General de Naciones Unidas, Trygve Lie, un informe sobre la represión del Gobierno de Franco en Euskadi. Mayo 1946.

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momentos previos al estallido de la guerra civil, adscripción ésta que ya no abandonaría el PNV; al contrario se convertiría en una importante seña de su identidad. Comúnmente, al analizar el quinquenio republicano previo a la guerra, se han señalado tres etapas, coincidentes con las tendencias de los gobiernos que ocuparon el poder. A un período de izquierdas que gobernó la República entre abril de 1931 y noviembre de 1933, le siguió el denominado bienio negro regido por la derecha que se prolongó hasta las elecciones legislativas de febrero y marzo de 1936. Finalmente, se señala como tercera etapa el período comprendido entre los meses de marzo y julio de 1936, meses de dominio izquierdista. Esta periodización sirve también para explicar la evolución del nacionalismo vasco o, si se prefiere, el alejamiento de las posiciones integristas y su afirmación en posiciones democráticas. En 1931 la unión entre las derechas españolistas y el nacionalismo vasco tuvo mucho de reacción y de trinchera frente a la emergente izquierda y sus doctrinas laicas. España podía dejar de ser católica, como afirmó Manuel Azaña en el debate constitucional, pero Euskadi debía resistir. Como símbolo de esta resistencia vasca podemos tomar el proyecto de Estatuto de Autonomía redactado por la Sociedad de Estudios Vascos que, entre otras competencias, reservaba para la Euskadi autónoma la capacidad de establecer relaciones con el Vaticano. La respuesta gubernamental no se hizo esperar y la frase de Indalecio Prieto tachando la pretensión vasca de establecer un Gibraltar vaticanista refleja muy bien cuales eran las posturas.

la materialización de estas ideas se recorrieron tres caminos. Por una parte la defensa de los intereses católicos en la discusión constitucional. Por otra, se luchó denodadamente en la defensa del proyecto de Estatuto. Y, por último, se trató de elaborar una política social desde postulados enunciados por la Iglesia católica, sustanciada en la constitución y desarrollo de la Agrupación Vasca de Acción Social Cristiana (AVASC). Estos tres caminos los recorrió el nacionalismo vasco junto a la derecha y resultaron un fracaso, tanto por la oposición de las fuerzas de la izquierda en el poder como por la poca ayuda que de los aliados derechistas prestaron al jeltzalismo. En efecto, las fuerzas de izquierda impusieron una serie de artículos en la Constitución que hacían imposible su aceptación por las fuerzas confesionales. El laicismo constitucional -y su legislación de desarrollo- secularizó cementerios, introdujo prohibiciones para la Compañía de Jesús, etc. Esta separación entre Iglesia y Estado impidió también que el Estatuto de Eusko Ikaskuntza siguiera adelante. Pero no fue la única razón. Una vez perdida la batalla constitucional, el apoyo del nacionalismo a las políticas de la derecha ya no era tan necesario y estas fuerzas empezaron a desistir de apoyar el proyecto estatutario. Así, el primer proyecto de Estatuto acabó pereciendo tanto por su dificultad para amoldarse a la nueva Constitución como por el rechazo de algunas fuerzas derechistas que empezaron a reclamar de nuevo la reinstauración foral.

Primer período republicano, 1931-1933

El tercer plano trabajado por el PNV en estos comienzos republicanos estuvo relacionado con la cuestión social. En una República que en el artículo primero de su constitución declaraba que “España es una República democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen de Libertad y de Justicia” no cabía otra posibilidad.

“Yo sueño con una sociedad regida por las normas de Cristo en todos los órdenes, compatible con el progreso y la modernidad, sueño con el retorno al cristianismo primitivo que pregonaba el insigne patriota, el cardenal Mercier”, escribía Aguirre a Eli Gallastegi a comienzos de 1931. En estas premisas debían entrar las actuaciones del nacionalismo en opinión del joven dirigente nacionalista. Para

A primeros de diciembre de 1931 se reunieron en Bilbao varios diputados pertenecientes a la Minoría Vasco-Navarra junto a sindicalistas y capitalistas entre los que se hallaban personalidades como José Antonio Aguirre, Jesús María Leizaola, Marcelino Oreja, Manuel Robles-Arangiz o José Camiña, para constituir la AVASC. De esta reunión salió la primera junta directiva de la Agrupación,

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además de un manifiesto con los principios que la citada entidad social pretendía defender. En cuanto al primer punto cabe indicar que fue elegido presidente, en su calidad de miembro de la Comisión de Alcaldes, José Antonio Aguirre. Con respecto al manifiesto hecho público, la AVASC declaraba que “el problema social va revistiendo proporciones aterradoras” y observaba que “la paz secular de nuestro entrañable País Vasco ha sido alterada, violentamente alterada, hasta el punto de que puede ser origen de su disolución radical”. En el manifiesto social cristiano se sostenía que “la idea individualista predominante en los últimos siglos” había sido sustituida “por la socialista o colectivista del presente” y se resumía la situación diciendo que “si las doctrinas extremadas de los dos siglos pasados hicieron del hombre un dios y paradójicamente esclavo del hombre, las actuales tienden a hacer del hombre esclavo del dios sociedad y del dios Estado”. Frente a todo ello se afirmaba que “aun las doctrinas más moderadas reconocen que la propiedad individual tiene una función social destacada, que la vida económica no se regula exclusivamente por las famosas leyes de la libre concurrencia y que el trabajo no es una mercancía como las demás, sometido a las leyes de la oferta y de la demanda”.

El lehendakari Agirre y Fernando de los Ríos (ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno Republicano) con el soviético Arkady Sobolev (Secretario General adjunto del Consejo de Seguridad de la ONU). 1946.

En el manifiesto mencionado quedaba planteada la tercera vía frente al liberalismo capitalista individualista y los colectivismos, por una parte, socialista marxista y, por otra, estatista fascista. Frente a los extremos defendidos por el individualismo y los colectivistas, entre la libre concurrencia de los mercados y la total colectivización de la economía, quedaba apuntada la función social de la economía, el reconocimiento de la individualidad de la persona pero también la dimensión colectiva de la sociedad donde el individuo se insertaba. Sin embargo, pocas semanas más tarde, en un folleto de presentación publicado por la misma AVASC, la Agrupación declaraba que su “enemigo principal” era “uno solo con dos nombres: socialismo y comunismo”, dejando de citar entre sus objetivos a batir los problemas que pudieran derivarse del individualismo liberal y capitalista. Esta contradicción entre denunciar, por una parte, los males del capitalismo y de los colectivismos y, por otra parte, declararse enemigo solo de los males que se derivaban de la izquierda marcaba bien a las claras que la AVASC se estaba deslizando por el

De izquierda a derecha: Santiago Aznar, Joseba Rezola, Agirre, X y Larrañaga durante la inauguración del Centro Vasco de Caracas.

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camino que habían recorrido los sindicatos católicos en España, el amarillismo o el paternalismo capitalista más alejado de los intereses de clase y, por tanto, fuera de la línea que había adoptado el sindicato nacionalista Solidaridad de Trabajadores Vascos (STV-ELA). Este sindicato, sin dejar de ser una agrupación obrera cristiana, nunca renunció a ser una entidad reivindicativa y pronto denunció a la AVASC como propagadora de una ética de la resignación, abandonando la misma y presionando al partido nacionalista para que adoptara derroteros más obreristas. Que la unión entre las fuerzas de derecha y los nacionalistas vascos hubiera fracasado en las luchas por lograr una Constitución más favorable a la Iglesia, el Estatuto y un programa social no se entendió de la misma manera en ambos ámbitos políticos. El nacionalismo vasco entendió que los caminos recorridos hasta la fecha eran los equivocados y reafirmándose en sus postulados democráticos intentó nuevas vías para lograrlos. La derecha, por su parte, nunca renunció a utilizar mecanismos de fuerza para cambiar la situación y cuando vio que podía renunciar a la fuerza del nacionalismo para lograr sus objetivos lo hizo. Un discurso de Aguirre es clarificador de la postura del PNV en este momento previo al divorcio con la derecha. “Si es que derecha es ser opuesto a los avances legítimos de la democracia en contra de los poderes absolutos, si esto es ser derecha, nosotros somos izquierda… Si por derecha se entiende la consubstancia de la religión con un régimen cualquiera y no independencia absoluta de los poderes eclesiástico y civil en sus materias respectivas, entonces también somos izquierda. Y si por derecha se entiende, en el orden social, oposición a los avances legítimos del proletariado, llegando incluso a la transformación absoluta del régimen presente, e incluso hasta donde no veis vosotros en el régimen económico; si por eso se entiende derecha, también somos izquierda”. Cada vez era más evidente que el PNV representaba un catolicismo moderno, social y democrático, a la vez que se alejaba de la derecha que encarnaba un catolicismo vuelto al pasado y de día en día más autoritario.

Bienio radical-cedista Las elecciones generales de noviembre de 1933 escenificaron esta ruptura al presentarse el PNV en solitario a las mismas. El partido jeltzale optó para resumir su programa con el siguiente lema “Por Dios, por Euzkadi, por la justicia social, por los hombres libres en los pueblos libres”. Sin renuncia de su catolicismo, se abrazaban las libertades democráticas y se reivindicaban el principio de justicia social y el autogobierno. Si en estos comicios se escenificó la ruptura con la derecha, costaría ver todavía una aproximación a la izquierda aunque esa ruptura se entendiera desde las posiciones de los antiguos aliados como una clara aproximación al lado opuesto. La nueva aritmética parlamentaria hizo que la derecha no necesitara de los apoyos del nacionalismo por mucho que éste hubiera conseguido los mejores resultados de su historia. Esta correlación de fuerzas hizo también que la nueva mayoría pudiera mostrar su antiautonomismo sin ningún tapujo además de una apuesta centralista como se vería en el conflicto municipalista del verano de 1934. Sirvió también para que la derecha demostrara que no estaba muy por la labor de solucionar el conflicto social con medidas que se aproximaran a las peticiones de las clases más desfavorecidas. El bienio negro fue muy pródigo en enfrentamientos tanto sociales como entre el centro y la periferia. Entre estos últimos cabe mencionar las trabas que se pusieron al proyecto de ley de autonomía hasta hacer que naufragara de nuevo en las Cortes. Por otra parte, otro punto de fricción desatado entre el centro y la periferia fue el causado por el recurso al Tribunal de Garantías Constitucionales de la ley catalana de contratos de cultivos. Aprobado por el Parlament en función de sus competencias pronto recibió la oposición de los sectores más conservadores. Rápidamente la cuestión se convirtió en un conflicto entre Madrid y Catalunya en el que los vascos se vieron involucrados, no solo por razones de solidaridad vasco-catalana, sino también porque el proyecto de Estatuto Vasco que se discutía en aquellos momentos en las Cortes contenía unas competencias similares a las catalanas en la materia recurrida.

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No fue el único conflicto entre el centro y la periferia. En verano de 1934 se desató el llamado conflicto municipalista por la cuestión del arbitrio sobre el vino. Los grandes productores de vino habían pedido al gobierno que se disminuyera la presión fiscal con el fin de mejorar la grave crisis que sobre el sector se cernía. Ocurría que en Euskadi estaba en vigor el Concierto Económico y que una disminución en la fiscalidad aplicable al consumo del vino reduciría sensiblemente los ingresos de los municipios. Estos dos conflictos hicieron que los intereses de los nacionalistas y de los sectores de izquierda coincidieran y propició que se produjera algún acercamiento. Por estas fechas el sindicalismo nacionalista vasco estaba también practicando su particular evolución hacia posiciones más reivindicativas de clase. También a planteamientos de participación más activa en conflictos laborales. Efectivamente, frente a un bienio inicial republicano en el que ELA mostró un nivel de participación en las luchas laborales, bajo en consonancia también con los sindicatos de clase, el acceso al poder de la derecha radicalizó las posturas sociales y las huelgas fueron más numerosas, por lo menos hasta la revolución de octubre de 1934. Por estas fechas también, ELA estaba, en línea con las ideas socialcristianas que estaban impregnando el nacionalismo, formulando la salida propietarista a los conflictos sociales. Frente a las colectivizaciones de bienes propugnadas por los sindicatos de izquierda, Solidaridad optó porque los trabajadores fueran partícipes en la propiedad de las empresas en las que trabajaban transfiriéndoles parte del capital social, llegando con ello a la cogestión de la entidad. Todos estos puntos en común o coincidencias entre las fuerzas de la izquierda y el PNV hicieron recelar a las derechas hasta el punto de que cuando estalló el conflicto de octubre se le involucrara en el intento revolucionario casi con la misma culpabilidad que tuvieron los organizadores. Oficialmente, y en líneas generales, el nacionalismo se mantuvo al margen de la intentona, pero algunos elementos pertenecientes al mismo se involucraron de alguna manera –obligados o voluntariamente- en los paros organizados. De lo que no cabe duda es de que parte de la represión le alcanzó al nacionalismo y la derecha hizo todo lo posible para mostrar que los jeltzales habían sido parte sustancial de la revolución.

Leizaola, Agirre, X y Landaburu en el Congreso Europeo de la Democracia Cristiana.

El lehendakari Agirre junto a Gregorio Marañón y Ramón María Aldasoro, en 1950.

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Euskadi necesitaba su libertad para “verla limpia, señora, democrática, justa, donde el humilde se vea amparado, donde tenga acceso al bienestar”. En el orden teórico, durante el agitado bienio radical-cedista el Partido Nacionalista Vasco se planteó la realización de un congreso que clarificara su programa social. Congreso que, si bien no pudo celebrarse, podemos afirmar por las listas de materias que eligieron para ser tratadas en él y los debates previos publicados en el órgano de prensa jeltzale, Euzkadi, iba claramente en la dirección social cristiana. Algunas de las ponencias a discutir abarcaban los siguientes asuntos: En materia agraria, conversión del caserío en patrimonio familiar suficiente e inembargable, establecimiento de seguros y mutualidades y protección de organizaciones encaminadas a la estabilización de las rentas en los contratos de arrendamiento y abono de mejoras en caso de rescisión. En pesca, establecimiento de cooperativas de consumo y de armadores y acceso de los pescadores a la copropiedad de los elementos de pesca. En industria y comercio, establecimiento del salario mínimo vital y familiar, protección de las familias numerosas, acceso del obrero al capital y a la participación en beneficios, cogestión en la empresa de patronos y obreros, control obrero, etc. En definitiva, un intento teórico para dotar al nacionalismo de un programa social basado en las enseñanzas de la doctrina social cristiana. Esto es, para hacer desaparecer, o al menos minimizar, los problemas sociales convirtiendo a los arrendatarios y trabajadores por cuenta ajena en propietarios de los medios de producción. Parte de estas ponencias congresuales pasaron a ser incluso planteadas en las Cortes republicanas en febrero de 1935, cuando la minoría vasca planteó la proposición de ley acerca del salario y subsidio familiares y la participación de los obreros en los beneficios de la empresa. Aunque no se pueda afirmar con rotundidad, probablemente la ini-

ciativa parlamentaria partió de José Antonio Aguirre quien ya venía aplicando con éxito en la empresa chocolatera familiar las medidas que pretendía convertir en ley. La propuesta ni siquiera se admitió a trámite, pero sirvió para clarificar las posiciones de cada uno. Es posible que solo sea una leyenda, pero retrata bien la diferencia que para inicios de 1936 separaba a los católicos jeltzales de los católicos de derecha la afirmación que asegura que el agrario José María Lamamie de Clairac dijo que como se siguieran citando las encíclicas en contra de sus intereses les llevaría a convertirse en cismáticos. Elecciones de 1936 Con estas posiciones marcadas y con una bipolarización tremenda en el electorado, los comicios generales de febrero de 1936 se presentaron como la lucha entre la revolución y la contrarrevolución. Al PNV se le planteó un grave problema de conciencia pues al ser un partido confesional no podía dejar de lado las enormes presiones que se le hacían para que se uniera al bloque contrarrevolucionario, apelando a la unión de los católicos. El PNV no podía olvidar todos los agravios recibidos durante el bienio derechista y hacer tabla rasa para unirse a la derecha cuando a ésta le convenía. Para explicar su postura y demostrar que era sumisa a los dictados de la Iglesia una comisión jeltzale viajó a Roma, pero no logró que fuera recibida por alguna representación de calidad de la Secretaría de Estado. Lo único que recibió fue incomprensión hacia su postura y recriminaciones por no aportar su ayuda a lo que el Vaticano entendía vital en aquel momento, el gobierno español. Que la decisión de concurrir en solitario a las elecciones no fue fácil nos lo demuestra la necesidad que vieron las autoridades jeltzales de abrir una encuesta interna para sondear la opinión de militantes cualificados. El sondeo mostró como resultado que la opinión unánime de los encuestados era favorable a concurrir a las elecciones y concurrir a ellas en solitario. Adoptada la decisión, se consideró importante remarcar bien la diferencia que había entre las

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derechas y los nacionalistas y entre las izquierdas y los jeltzales y presentar un programa propio, diferente al de los contrincantes de derecha e izquierda. En este sentido, el discurso clarificador y clave de la campaña fue el que pronunciara en el frontón Euskalduna de Bilbao a mediados de enero José Antonio Aguirre. El futuro lehendakari presentó la candidatura jeltzale abierta a todos “Somos para toda la patria, entendedlo bien, para toda la patria, lo mismo para los de la derecha, que para los del centro, que para los de la izquierda”. Entre las derechas, “que mostraban un látigo en sus manos” y “odio en el corazón”, y las izquierdas que preparaban las represalias por la represión sufrida a raíz de la revolución de octubre, Aguirre abogaba por la amnistía y la generosidad. El diputado y candidato a renovar su acta reprochaba a las derechas haber entorpecido las iniciativas parlamentarias nacionalistas en materia religiosa y social y se mostraba contrario tanto a los que gritaban “Contra la revolución y sus cómplices” –la derecha- como a los que afirmaban estar “Contra los ladrones y sus encubridores” –el Frente Popular-. Llegado a este punto del discurso, Aguirre lanzó el que se convertiría en el lema de la campaña “¡Por la civilización cristiana! ¡Por la libertad de la patria! ¡Por la justicia social!”. A continuación pasó a desglosar cada una de las tres afirmaciones. El nacionalismo según Aguirre estaba por la civilización cristiana, porque no entendía de hipocresías ni de falsos catolicismos y abogaba por una civilización cristiana que se situaba en frente de la turba que incendiaba lo que para los jelkides era sagrado. ¡Por la libertad vasca! Según Aguirre porque Euskadi necesitaba su libertad para “verla limpia, señora, democrática, justa, donde el humilde se vea amparado, donde tenga acceso al bienestar”. Para remarcar esta idea de justicia social según las enseñanzas de la Iglesia católica, Aguirre traía a colación las palabras de uno de los líderes más respetados de esta corriente de pensamiento, el cardenal Mercier, cuando éste afirmó que “Tenemos todos derecho al cielo, pero también a un pedazo de las cosas de la tierra”. Y subrayó esta idea diciendo “Haremos de nuestro pueblo un modelo de legislación en Europa, tendrán que bajar aquellos hombres que hoy disfrutan sin limitaciones; subirán disfrutando lo que es para todos aquellos hombres ¡vergüenza da decirlo! que no tienen un pedazo de pan para llevarse a la boca”.

El Gobierno en su nueva sede de rue Singer a la que hubo de trasladarse en 1951 tras la incautación del edificio de la Avenida Marceau. De pie, de izquierda a derecha: Monzón, Campomanes, Leizaola y Nardiz; sentados: Garbisu, Agirre y Gómez.

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Frente Popular La intensa polarización del voto hizo que el nacionalismo retrocediera en sus resultados electorales, pero por otra parte, puede decirse que el mismo enfrentamiento le llevó a situarse en un carril sin vuelta atrás. Los jeltzales pretendían asegurar un estatuto de autonomía y un espacio de poder al que podían aspirar para desde él empezar a transformar la parte del mundo en la que vivían. Y en esta labor se hallaban cuando en julio de 1936 parte del ejército español se sublevó en África y en la península. Frente a alguna duda inicial, los nacionalistas se posicionaron casi unánimemente a favor de la democracia y de la legalidad republicana, pero no se olvidaron de su programa político y de transformación social. Así, el proyecto de Estatuto que se estaba discutiendo en el Parlamento se aprobó y esto hizo posible que se formara un Gobierno vasco participado por todos los partidos políticos leales a la República. El programa de gobierno que acordaron estas fuerzas refleja el avance que las doctrinas social cristianas habían tenido en el PNV. En la llamada Declaración ministerial se dice en el primer punto, después de afirmar que la finalidad inmediata del Gobierno era “el supremo designio de conseguir la victoria y establecer definitivamente la paz”, que el nuevo ejecutivo “Respetará y garantizará los derechos individuales y sociales de todos los ciudadanos vascos y, en consecuencia, la libre práctica de las confesiones y asociaciones religiosas”. Este punto no era solamente un desiderátum, un brindis a la galería de la opinión pública internacional para contrarrestar la afirmación del enemigo de que se había visto obligado a sublevarse para defender la religión perseguida por la fuerzas del Frente Popular. Era bastante más que eso, era una muestra del respeto democrático por las opiniones religiosas de todos al que se sometían tanto las fuerzas laicas de izquierda como los confesionales jeltzales.

Pero, tal vez, los puntos más socialcristianos del programa fueran los que afirman que “sobre las bases mínimas de la legislación social del Estado, el Gobierno desarrollará una política de acusado avance social, respondiendo al principio de que todo ciudadano tiene obligación de contribuir con su trabajo, su capital y su actividad intelectual al bienestar general del país; recíprocamente, tiene derecho a participar en los bienes sociales según el progreso civil. En consecuencia, el Gobierno vasco promoverá el acceso del trabajador al capital, a los beneficios y a la coadministración de las empresas, pudiendo llegar a la incautación y socialización de los elementos de producción que estime necesario para organizar rápidamente la victoria. Procurará en todo momento evitar lesiones innecesarias a los intereses de los productores y protegerá decididamente al modesto industrial y comerciante”. Con este bagaje ideológico no era extraño que el Gobierno vasco y los nacionalistas se ganaran el apoyo de las figuras democristianas más importantes del momento. François Mauriac, Jacques Maritain, Don Sturzo y otros mostraron su solidaridad durante la guerra y fueron muy válidos apoyos para la acción exterior que desarrolló el nacionalismo vasco durante la guerra civil y la posterior guerra mundial. Sin esta etapa previa republicana no se explica cómo Aguirre al llegar a América pudo tener acceso a las autoridades estadounidenses, cómo estableció tratos con los democristianos europeos exiliados en América, cómo crearon lazos entre ellos y planes para el futuro posbélico europeo o cómo pudieron personalidades de la entera confianza del lehendakari Aguirre como Pedro Basaldua y José Mari Lasarte dinamizar los incipientes partidos socialcristianos del Cono Sur. Todo ello hizo posible que cuando en los años cuarenta se creara la internacional democristiana uno de los fundadores fuera el PNV.

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DOKUMENTUAK MANIFIESTO DE TRUClOS Junio de 1937

He llegado con las tropas vascas hasta el límite de Euzkadi. He permanecido entre ellas admirando el temple de nuestro pueblo, cuyo espíritu no será jamás vencido. Y antes de salir de Euzkadi, protesto en su nombre ante el mundo del despojo que con los vascos se verifica en pleno siglo XX privándonos de nuestra Patria, a la que tenemos derecho por ser nuestra y porque la amamos entrañablemente. Y protestamos doblemente, porque para verificar el despojo ha necesitado el fascismo español de fuerzas mercenarias y extranjeras y de elementos de guerra alemanes e italianos. Con absoluto descaro invocan nuestros enemigos el derecho de conquista. Lo negamos para siempre. El territorio habrá sido conquistado; el alma del Pueblo Vasco, no; no lo será jamás. Hemos obrado noblemente; nuestra conducta no ha variado ni siquiera a última hora. Hemos dejado intacto Bilbao y sus fuentes productoras. Hemos dado libertad a los presos con generosidad que es pagada por el enemigo con persecuciones y fusilamientos. Ningún despojo es imputable al Ejército Vasco. El Pueblo Vasco mira al futuro con ilusión; su alma nos pertenece. Nuestra conducta es la suya. Volveremos a recobrar el suelo de nuestros padres para restaurar el idioma escarnecido, la ley ultrajada, la libertad arrebatada. ¿Qué prometió jamás el fascismo a Euzkadi? Nada, pues puesta su planta sobre Bilbao ha derogado no sólo la autonomía conquistada, sino hasta el Concierto Económico, viejo resto de libertades históricas que fue respetado hasta en los tiempos de la Monarquía. Protesto también de este postrer despojo, interpretando el sentimiento sordo del pueblo sojuzgado, a quien no se le permite hablar. Mi pueblo emigrado tropieza con el mar, encontrándose ante un doble peligro. No quiero pensar que los pueblos amigos o enemigos han de permanecer en silencio. ¿Tan grave es que un pueblo defienda su libertad? Pues por defenderla, por ser dignos de la Patria, centenares de miles de vascos pasan hoy momentos de angustia y privaciones. No quiero creer que del mundo ha desaparecido la sensibilidad. El Gobierno Vasco sigue en su puesto, lo mismo en Euzkadi que donde quiera que se encuentre. Él es el Gobierno legítimo de los vascos porque interpreta el sentir de una raza, que no ha sido vencida, sino temporalmente avasallada y ultrajada. Y el afecto de nuestros compatriotas les acompañará hasta el día de la victoria. El presidente del Gobierno de Euzkadi. 58

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¿O líder de todos nós? Aguirre, Castelao y el nacionalismo gallego Xosé M. Núñez Seixas

L

a historia de las relaciones políticas entre José Antonio Aguirre (1904-1960) y el líder carismático del nacionalismo gallego entre 1931 y 1950, Alfonso Daniel R. Castelao (1886-1950), es en cierto modo la crónica de una paradoja. No eran dos personas a los que uniese una afinidad generacional: Aguirre era dieciocho años más joven que Castelao, era un político profesional y vocacional frente a la sólo relativa y tardía vocación política del rianxeiro, y no era un artista polifacético como este último1. Sus estilos oratorios eran distintos: directo, pletórico, concreto, el vasco; lírico, con un punto sentimental, pero igualmente capaz de despertar emociones, el gallego. Tampoco coincidían en todos sus planteamientos políticos, ni en sus concepciones acerca de qué era la nación y el nacionalismo, o las fórmulas políticas de acomodación de la diversidad nacional dentro de la República o la comunidad política española y/o ibérica. Encarnaban además dos estilos de liderazgo, puestos al servicio de dos modelos de partido igualmente muy distintos. Y, sin embargo, entre Aguirre y Castelao llegó a fraguarse una complicidad y sintonía política que pocos líderes nacionalistas vascos, con la excepción de Manuel Irujo, desarrollaron con líderes galleguistas hasta la década de 1990, cuando el nacionalismo frentista del Bloque Nacionalista Galego, en la estela de la Declaración de Barcelona (1998) y particularmente en el período 2000-2004, se convirtió en un fiel aliado de un PNV sometido al

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Entre Aguirre y Castelao llegó a fraguarse una complicidad y sintonía política que pocos líderes nacionalistas vascos, con la excepción de Manuel Irujo, desarrollaron con líderes galleguistas hasta la década de 1990. fuego graneado de la prensa y los partidos políticos estatales desde la asunción en 1998 de una estratégica política soberanista y frentista2. Ciertamente, hubo otras fases de contacto intenso. Por ejemplo, la generosa colaboración del PNV con el Partido Galeguista reconstituido (el PG-N) en la segunda mitad de la década de 1980, con el que incluso formó coalición para las primeras elecciones al Parlamento Europeo, en un momento en que el nacionalismo gallego de izquierda, dividido, optaba por otras amistades en el mapa político del nacionalismo vasco. Pero, en general, se puede afirmar que el galleguismo y el nacionalismo vasco habían seguido caminos paralelos, distintos y hasta cierto punto distantes hasta el encuentro de Castelao (y otros líderes como Bóveda, Alvaro das Casas y Ramón Otero Pedrayo) con la “generación de Aguirre”, hombres jóvenes que iniciaron una renovación político-doctrinal y estratégica de cierto calado dentro del partido jelkide3.

El lehendakari Agirre leyendo el mensaje de Gabon de 1954.

Hasta la II República, los contactos del nacionalismo gallego con el nacionalismo vasco habían sido escasos y esporádicos4. Doctrinalmente, ambos tenían poco en común, además de una genérica oposición a un enemigo común. El galleguismo, con una fuerte matriz federalista, conoció una evolución político-teórica mucho más conectada con el modelo catalán, con el que compartió influencias mutuas, que con el vasco. Sólo algunos líderes del sector católico-tradicionalista de las Irmandades da Fala, como Antón Losada Diéguez, quien además había estudiado en Deusto, sentían una simpatía acendrada por un nacionalismo de corte católico y socialreformista como el vasco en aquel momento. El galleguismo hasta la II República tampoco había sido ni un aliado ni un espejo particularmente interesante para el nacionalismo vasco. A su menor

Mari Zabala –esposa del lehendakari-, Julene Ucelai, el lehendakari Agirre y Garbiñe Urresti en el Centro Vasco de El Paraíso.

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implantación social hasta 1931 se unía la tardía conversión del galleguismo en nacionalismo desde el punto de vista de su definición conceptual (que sólo tiene lugar entre 1916 y 1918), así como una distancia ideológica bastante clara entre un nacionalismo basado sobre todo en una definición racial e historicista de la etnicidad, por un lado, y un nacionalismo mayormente basado en el binomio lengua, historia y espíritu nacional, por el otro. Ni Sabino Arana tuvo interés alguno por Galicia —es más, en su obra teatral De fuera vendrá… (1897-98), uno de los personajes “maketos” y corruptores de la nacionalidad vasca es un inmigrante gallego—, ni tampoco lo tuvo Luis Arana, pese a haber sido él mismo estudiante interno en un colegio jesuita en Camposancos (A Guarda, Pontevedra) en el curso 1880-81, época en la que comenzó su conversión al nacionalismo vasco5. El escaso entusiasmo, por los datos fragmentarios que conocemos, de los inmigrantes gallegos en las minas de Vizcaya o el sector pesquero ante el desarrollo del nacionalismo vasco, principiando por el Centro Gallego de Barakaldo fundado en 1902, tampoco abría grandes perspectivas para que el primer PNV se interesase por el regionalismo gallego y Galicia en general. Para el galleguismo, igualmente, el nacionalismo catalán era entonces un El pacto Galeuzca, aliado notoriamenforjado en 1933, te más interesante. permitió a los Primero, porque las líderes galleguistas concepciones más y a los del manejadas por el canacionalismo talanismo acerca de vasco conocerse la nación y del Estado plurinacional era mejor. más aplicable a los anhelos de los galleguistas: la regeneración lingüística y el desarrollo de una potente cultura habrían de sentar los cimientos de la nacionalidad. Y segundo, en términos prácticos, por la implicación del catalanismo, en distintas fases, en proyectos de política española que también significaron un apoyo político al galleguismo, como las campañas de Cambó y la Lliga per l’Espanya gran en 1917-19. Más allá de la común

participación de la Irmandade Nazonalista Galega, la Irmandade da Fala de A Coruña, la Comunión Nacionalista Vasca —que no firmó el pacto final—, el PNV aberriano, Acció Catalana, la Unió Catalanista y Estat Català en la fugaz Triple Alianza (septiembre de 1923), el interés galleguista hacia el nacionalismo jelkide, y de este último por el galleguismo, había sido muy escaso, por no decir prácticamente nulo. Esto tendió a cambiar en los años republicanos, en particular desde el primer bienio. El pacto Galeuzca, forjado en 1933, permitió a los líderes galleguistas y a los del nacionalismo vasco conocerse mejor. Ramón Otero Pedrayo participó en el Aberri Eguna de 1933 celebrado en Donosti; y líderes jelkides y de ANV también visitaron Santiago de Compostela ese mismo año, ciudad donde se firmó el Pacto de Compostela. Sin embargo, los grandes planes de colaboración política, en la escena española e internacional, manejados en 1933, no se plasmaron en realizaciones prácticas o en iniciativas comunes6. Algo más relevantes fueron las relaciones cotidianas e informales que se establecieron entre los diputados jelkides y los galleguistas en las Cortes de Madrid, durante las legislaturas de 1931-33 (Constituyente) y la más corta en tiempo de paz del Frente Popular. En particular, en este último período, cuando tanto los diputados del PNV como los del Partido Galeguista (PG) negociaban en sede parlamentaria la tramitación de los Estatutos de Autonomía de Euskadi (plebiscitado el 5 de noviembre de 1933) y de Galicia, que fue finalmente plebiscitado el 28 de junio de 1936. A través de las cartas que Alfonso R. Castelao fue enviando a sus correligionarios en ese breve período (finales de junio-17 de julio de 1936) se puede constatar que existía entre ambos grupos de parlamentarios un temor compartido: que las Cortes republicanas demorasen en exceso la tramitación de sus respectivos Estatutos de Autonomía, y que la previsible tanda de nuevos Estatutos que estaba en ciernes y gestándose en la primavera de 1936, desde el andaluz al valenciano o el aragonés, rebajase el carácter excepcional del autogobierno gallego y vasco y redujese el ejercicio de su autonomía no al reconocimiento de un carácter nacional distintivo, sino a una generalización de un régimen de descentralización regional que, en la práctica,

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acabaría igualando por abajo a todos los territorios de la República. Una suerte de premonición de lo que cuarenta años más tarde se convertiría en el “café para todos”. Al mismo tiempo, sin embargo, los intereses del PNV y del PG en ese momento anterior al estallido de la guerra no eran siempre coincidentes. Mientras los nacionalistas vascos estaban interesados en mantener una buena relación con Indalecio Prieto, pues éste apostaba por sacar adelante el Estatuto Vasco antes del otoño de 1936, el manifiesto desinterés del político socialista bilbaíno por el Estatuto gallego dio lugar a una mala relación entre él y los dirigentes galleguistas, y que habría de prolongarse durante el exilio, cuando Prieto se convirtió en la bestia negra del nacionalismo gallego. Castelao estaba a principios de julio de 1936 interesado en que en la Comisión de Estatutos de las Cortes se discutiese el Estatuto gallego casi al mismo tiempo que el vasco, lo que no siempre era del agrado de los diputados jelkides, que no querían hacer peligrar la tramitación de su propio Estatuto7.

El lehendakari Agirre en la biblioteca del Centro Laurak Bat de Buenos Aires, en diciembre de 1955.

Durante la guerra civil, la perspectiva de las relaciones cambió. Los galleguistas contemplaron cómo, en pocos días, su país se convertía en una retaguardia controlada por el ejército insurgente y sus partidarios, una ratonera de la que era difícil huir. Los nacionalistas vascos asistieron al doloroso hecho de que Navarra y en buena parte Álava se convirtiesen en baluartes de apoyo popular y reserva de voluntarios de los golpistas. Pero al menos los vascos consiguieron la aprobación y puesta en práctica de su Estatuto de Autonomía, con la constitución del primer Gobierno Vasco, en octubre de 1936, y la rápida construcción de una administración y un ejército propio, capaz de disfrutar además de una semiindependencia de facto gracias a las excepcionales circunstancias bélicas. El PNV, además, no sólo era la fuerza más importante que sostenía el Gobierno Vasco, ponía voluntarios (gudaris) en armas en número importante y nucleaba la resistencia al fascismo en territorio vasco, sino que además conseguía, gracias al carisma de Aguirre, generar un clima de unidad entre los distintos partidos y personalidades que apoyaban a su Gobierno8. A diferencia de la situación catalana, donde una Generalitat desbordada por el proceso revolucionario controlado por las fuerzas obreras (CNT, PSUC y UGT)

El lehendakari Agirre posa para el pintor vasco “Pasajes”.

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reducía de modo notorio la influencia social y política de los catalanistas de la Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), un partido en teoría más próximo al ideario republicano de izquierda del PG, el caso vasco se ofrecía a menudo a los galleguistas, y en primer lugar a Castelao, como el espejo en el que habrían gustado de mirarse. Pues aquél ilustraba cómo el ejercicio del autogobierno podía ser utilizado como instrumento para generar adhesiones y lealtades al nacionalismo, además de demostrar que era posible una unidad nacional de todas las fuerzas leales a la República alrededor de una agenda marcada por los partidos de obediencia propia.

diferencia del PNV y aun de ERC (aunque esta última apenas contaba con una columna, la Macià-Companys, luego reconvertida en 30ª División): los combatientes gallegos de la República se concentraban preferentemente en unidades de influjo comunista, como las Milicias Gallegas, controladas por el PCE y dirigentes gallegos del mismo como Santiago Álvarez o Enrique Líster, e incorporadas a la Iª Brigada Mixta del Quinto Regimiento. Y tampoco disponían de suficientes cuadros y líderes intermedios en su forzado exilio en territorio de la República. Sus estructuras organizativas eran endebles, y su influencia política muy reducida, sólo compensada por el cada vez mayor prestigio y popularidad que adquirieron los álbumes de estampas pintadas por Castelao en defensa de la República (Atila en Galicia y Milicianos).

Aunque durante el transcurso de la contienda el PG, o lo que quedaba de él, se refugió en Valencia y después en Barcelona, con apoyo logístico de la Generalitat de Catalunya a través de su Comisariado de Propaganda —que cedió a los galleguistas un local en la calle Fontanella—, y por lo tanto se mantuvo cerca del catalanismo, lo cierto es que la relación de los líderes del PG, y en primer lugar de Castelao, con los dirigentes de ERC fue más bien esporádica. Durante su estancia en Barcelona, Castelao apenas concedió entrevistas a la prensa barcelonesa, pronunció algún discurso radiado y sólo se encontró una vez, que tengamos constancia, con Lluís Companys, cuando varios líderes refugiados gallegos visitaron al presidente de la Generalitat9. Los galleguistas, además, no tenían milicias propias, a

No sabemos a ciencia cierta cuánto se trataron y cuán bien pudieron llegar a conocerse, o no, Castelao y los líderes del nacionalismo vasco durante la guerra civil. Seguramente tuvieron ocasión de coincidir con cierta frecuencia en Barcelona, además de en las reuniones de las Cortes republicanas que tuvieron lugar a lo largo de la guerra: en Valencia, en octubre de 1937, donde Castelao tuvo que aceptar la suspensión provisional de la Comisión de Estatutos por el ambiente reacio hacia las autonomías que existía en el Gobierno y las Cortes republicanas después de la caída de Bilbao —coincidiendo además con el lanzamiento de un neopopulismo españolista por parte del Gobierno de Negrín—; y en Montserrat, en febrero de 1938, donde Castelao consiguió, con la connivencia de los diputados de ERC y del PNV, que el Estatuto Gallego volviese a tomar estado parlamentario, aunque no pudo evitar que los socialistas boicoteasen la formación de una nueva Comisión de Estatutos.

El caso vasco se ofrecía a menudo a los galleguistas, y en primer lugar a Castelao, como el espejo en el que habrían gustado de mirarse. Pues aquél ilustraba cómo el ejercicio del autogobierno podía ser utilizado como instrumento para generar adhesiones y lealtades al nacionalismo, además de demostrar que era posible una unidad nacional de todas las fuerzas leales a la República.

A los galleguistas les quedaba, fundamentalmente, América, gracias a la influencia que los núcleos nacionalistas habían adquirido desde la década de 1920 en las estructuras asociativas y comunitarias de los emigrantes gallegos en Sudamérica, fundamentalmente en Argentina, pero también en Nueva York, Montevideo y otros puntos. Fueron esos emigrantes los que proporcionaron los medios para que, en 1939, varios dirigentes y afiliados del PG, al igual que muchos otros republicanos gallegos, pudiesen tomar el camino del exilio y refugiarse en EE. UU., Mexico, Argentina y otros países10.

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Entre la marcha de Castelao a los EE. UU. en misión de propaganda para recaudar fondos y apoyos para la causa republicana, a finales de julio de 1938, y la reaparición de Aguirre en Brasil en octubre de 1941, después de su periplo por media Europa, la relación entre ambos no se rompió, aunque no conservamos cartas de ese período. Durante su estancia en Nueva York, Castelao no tuvo mucho contacto con exiliados vascos. Pero sí la tuvo, y muy intensa, en Buenos Aires, donde el rianxeiro llegó en julio de 1940. Según formulaba en una carta a los galleguistas de Buenos Aires en septiembre de 1939, Castelao tenía claros cuáles debían de ser los objetivos estratégicos del nacionalismo gallego tras la guerra: defender la República, pero una nueva República, que habría de ser multinacional y federal. Y para ello era menester organizar al exilio y a las colonias emigrantes galaicas, y contar con el apoyo de los Gobiernos vasco y catalán para que Galicia, cuando menos, alcanzase un estatus político-institucional equiparable al de Cataluña y Euskadi en una futura República restaurada11. En mayo de 1941, de hecho, tanto Castelao y otros representantes del galleguismo como Serra i Moret, Pere Mas y Escola Marsà, y los vascos Ramón Aldasoro, Santiago Cunchillos y J. A. de Llodio firmaron en Buenos Aires un nuevo pacto Galeuzca, por el que se comprometían a defender la soberanía de cada nación, a combatir al franquismo y a no aceptar ninguna solución autonómica por separado cuando se restaurase la República12. Esos primeros planes fueron reactualizados, y conscientemente moderados, por el lehendakari a mediados de 1944, como es conocido. Cuando Aguirre reapareció públicamente en Uruguay en octubre de 1941, Castelao se apresuró a enviarle una carta de bienvenida a través de la Irmandade Galeguista de Montevideo13. También se encontró con él en Buenos Aires. Y al poco tiempo dimitió del Consejo de Redacción de la revista Pensamiento español, editada en la capital argentina desde abril de 1941, junto con los catalanistas Manuel Serra i Moret y Pelai Sala y el también galleguista Ramón Rey Baltar, por estar en desacuerdo con el duro editorial que, inspirado por el general Vicente Rojo, fue publicado por la misma revista en su número de noviembre 1941 (“La Unidad Española y los Nacionalismos”), en el que se vertían duras críticas a Aguirre y al nacionalismo vasco en general. Castelao no ocultaba su admiración por los nacionalistas vascos, por haber defendido “con heroísmo la democracia”14.

El lehendakari Agirre llegando al aeropuerto de México.

De izquierda a derecha: José Echevarria (embajador de la República española en México), Tomás Agirre Lekube, Félix Gordón Ordax (Jefe del Gobierno republicano), el lehendakari Agirre y José Luis Irisarri.

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Ya instalado Aguirre en Nueva York, Castelao delegó en él para que “lleves nuestra voz y mi representación en cualquier gestión que realices ahí” en nombre de Galeuzca, dado que el galleguismo organizado apenas tenía presencia en la metrópoli norteamericana15. En aquel entonces, el galleguista ya veía en Aguirre la “cabeza indiscutible de Galeuzca” tras la muerte de Companys, al no tener Galicia todavía un Gobierno propio en el exilio por no haberse promulgado el Estatuto plebiscitado en 1936. El lehendakari era, según gustaba de escribir Castelao a sus allegados, “o líder de todos nós”. Pero Aguirre ya no sólo era el líder de las naciones sin Estado; también era para Castelao el único capaz de “poner término al desbarajuste republicano” y contribuir a “establecer un orden democrático en toda España”, pues intuía además que “tú eres la clave de cualquier política eficaz para España, y cuando llegue la hora del regreso todos te buscarán para desembarcar en tu compañía”, lo que le transformaría además en el contrapeso necesario, dada la relativa debilidad del galleguismo y del catalanismo (por sus divisiones internas) en el exilio, para contrarrestar “la proverbial intransigencia e intolerancia del resto de los españoles”. Ahora bien, frente al pragmatismo posibilista de Aguirre y su manejo estratégico de todas las opciones, desde la “optimista” de la independencia hasta la “pesimista” de la vuelta a una situación como la de la II República16, Castelao expresaba sin ambages cuál era la postura estratégica del galleguismo exiliado: la fidelidad a la forma republicana de gobierno, pero refundando la República sobre la base de un acuerdo federal y multinacional. Y, por tanto, la oposición tanto a cualquier tentación de restauración monárquica como a soluciones maximalistas de carácter independentista. Ese postulado se combinaba con una postura abierta hacia la incorporación de Portugal a la confederación republicana ibérica, que Castelao daba en llamar “Hespaña”, con “H” que denotase su identificación con la Hispania romana (peninsular), y en consonancia con el significado que una parte del pensamiento iberista portugués también otorgaba a ese término17. Aguirre, por esas fechas, se mostraba convencido, según le expresaba en una carta a Telesforo Monzón en enero de 1944, de que “lo que Castelao representa va adquiriendo serias proporciones”, por su influjo

político en la colectividad gallega de Buenos Aires y el entramado asociativo controlado por los nacionalistas dentro de ella, según le informaba desde la capital argentina Ramón María de Aldasoro18. Como es bien conocido, de esos contactos preliminares se pasó al relanzamiento de la opción de Galeuzca, por iniciativa de Aguirre y concibiendo el pacto como una unión de Gobiernos o entes representativos, y no de partidos, en octubre de 1944. Aguirre movió influencias con los partidos del exilio catalán19, buscando que adoptasen una representación unificada, y animó a los gallegos a que instituyesen algún tipo de organismo representativo. Castelao y la organización sucesora del PG en el exilio, la Irmandade Galega, concibieron una fórmula para poder constituir una entidad suprapartidaria y representativa como institución de la voluntad autonómica del pueblo gallego, que sustituiría la carencia de un Gobierno gallego en el exilio: la fundación del Consello de Galiza, un organismo fideicomisario cuya base de legitimidad serán los diputados gallegos a Cortes electos en febrero de 1936, pero que también apelaba como fuente adicional de legitimación a la Galicia emigrante y el entramado de sus instituciones representativas, mayoritariamente orientadas hacia el republicanismo y que, en buena proporción, también eran proclives a las reivindicaciones autonomistas. De hecho, un matiz diferencial del galleguismo exiliado, y muy en particular de Castelao, fue su consideración permanente de que el fundamento de legitimidad más sólido de su causa se hallaba en las colectividades organizadas de los gallegos emigrados en América, que en aquel momento constituirían la única, y no en la comunidad de exiliados20. Con eso pretendía también compensar el déficit de representatividad que arrastró el Consello de Galiza desde las primeras semanas de su existencia, pues sólo cuatro diputados (tres galleguistas —Castelao, Ramón Suárez Picallo y Antón Alonso Ríos, agrariogalleguista— y uno de Izquierda Republicana [IR] próximo a sus tesis, Elpidio Villaverde) se sumaron a él, aunque el veterano centrista Manuel Portela Valladares se adhirió desde Francia, y en 1947 se incorporó el también diputado de IR Alfredo Somoza. Los diputados socialistas gallegos en el exilio, y el resto de los republicanos, se negó a adherirse al Conse-

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llo. Los socialistas, tanto los afines a Negrín como los próximos a Prieto por ser poco sensibles a la cuestión autonómica en su mayoría, siguiendo en ello la tradición del PSOE gallego anterior a 1936. Por su lado, los comunistas gallegos, particularmente presentes en Mexico y en Francia, promovían en ese momento opciones alternativas (como la Alianza Nazonal Galega constituida en Mexico, y el Frente Libertador Gallego, después reconvertido en Bloque Repubricán Nazional Galego [BRNG] en Francia) que, En diciembre de aunque definían a Galicia 1944 Castelao como una nacionalidad, se decantaban por dar priorise refería a dad al objetivo de restaurar Aguirre como el Estatuto de Autonomía “a mellor e de 193621.

máis nova capacidade política de toda Hespaña”.

Entre finales de 1944 y hasta principios de 1946 se situó el punto álgido de actividad conjunta de los tres movimientos nacionalistas en el exilio. Hitos de ese proceso fueron su actitud coordinada en las Cortes de Mexico celebradas en enero y en octubre-noviembre de 194522, así como la edición de una revista conjunta, Galeuzca, en Buenos Aires entre agosto de 1945 y julio de 1946. La fuerza motriz de la coordinación nacionalitaria ibérica seguía siendo Aguirre, como era reconocido y admirado por sus aliados. Al dar cuenta, en un informe dirigido a los galleguistas del interior en diciembre de 1944, de la constitución del Consello de Galiza y de la revitalización de Galeuzca, Castelao se refería al Gobierno Vasco como un ente “completo, íntegro, unánime”; y a Aguirre como “a mellor e máis nova capacidade política de toda Hespaña”23. Lo que Castelao seguía admirando en Aguirre, y en el nacionalismo vasco desde la guerra civil, era precisamente su capacidad para tejer consensos y para presentar una reivindicación unificada en nombre del Gobierno Vasco, por encima de siglas y partidos, imponiendo en varios períodos una línea nacional vasca a las delegaciones vascas de los partidos republicanos españoles. Algo que echaba en falta no sólo en el propio caso galaico, sino en el conjunto del exilio republicano español, sumido en profundas divisiones internas y lastrado en los primeros años cuarenta por ácidas

Agirre y el presidente Robert Schuman en el Metro de Berlín. Marzo1956.

Boda de Ángel Agirre y Tere Amezaga, en 1957. De izquierda a derecha: Teodoro, Juan Mari, Ángel, Tere Amezaga, José Antonio, Tomás e Iñaki.

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disputas acerca de fondos desviados y favoritismos bipartidistas en la ayuda a los refugiados y los exiliados. Y por ello mismo, frente a un Aguirre que le recordaba a principios de 1945 que había que atraer hacia Galeuzca a todos los partidos gallegos, Castelao le replicaba que en aquel momento ni Euskadi ni Galicia necesitaban partidos políticos, profundamente desprestigiados en el exilio y mermados de efectivos, sino instituciones representativas y líderes carismáticos, como el mismo Aguirre24. Como es igualmente conocido, de las Cortes de Mexico acabó saliendo un Gobierno de concentración, con participación de un ministro del PNV (Irujo), uno de ERC (Santaló) y otro de Acció Catalana Republicana (Nicolau d’Olwer), aunque por el momento ningún ministro galleguista. Empero, por primera vez Galeuzca funcionó de manera coordinada, y presionó para que, al menos, en esas Cortes se constituyese la Comisión Dictaminadora del Estatuto de Galicia. El Gobierno, presidido por José Giral, se trasladó a París en noviembre de 1945, y una vez instalado en la capital francesa cifró sus esperanzas en que la presión internacional de los Aliados, vencedores en la II Guerra Mundial, acabase por derrocar a Franco. Quedaba pendiente una ampliación, con la incorporación de un ministro comunista y un ministro galleguista. Y a él se sumó en la remodelación de marzo de 1946 un ministro en representación de Galicia. La presencia de un ministro gallego en el Gobierno Giral había sido una reivindicación del BRNG, compartida tanto por los galleguistas del exilio como por los actuantes en la clandestinidad en Galicia, así como por las demás fuerzas republicanas galaicas, incluida la CNT del interior. No obstante, aunque el candidato de Líster y del BRNG era Portela Valladares, las gestiones de un enviado del galleguismo del interior y comisionado por la Xunta Galega de Alianza Democrática, Ramón Piñeiro, quien viajó a París en febrero de 1946 acompañado del cenetista Juan García Durán, y se entrevistó con Líster y con el lehendakari Aguirre, entre otros, consiguieron finalmente que como ministro que había de representar a Galicia fuese designado Castelao. Aunque el nombramiento del rianxeiro como ministro galleguista contaba con el beneplácito de Aguirre, no está del todo claro —hay versiones contrapuestas— si había sido la opción inicialmente preferida por este último.

Sea como fuere, Castelao recibió el nombramiento en marzo de 1946, aunque no dejó de quejarse ante sus correligionarios ese mismo mes de que Aguirre e Irujo no habían cumplido todas sus promesas de apoyo, y que sólo después de meses de insistencia Galicia había tenido un puesto ministerial25.����������������������������������������� A fines de julio de 1946, Castelao y su mujer Virxinia embarcaban hacia Francia, cargado en parte con el voluminoso equipaje de José Mª de Lasarte, también residente hasta entonces en Buenos Aires y que se desplazaba igualmente a París para incorporarse al Gobierno Vasco. Tanto con Lasarte como con Aldasoro y otros miembros de la Delegación Vasca de Buenos Aires —como con �������������������������������������������� el delegado del Gobierno Vasco en Argentina entre 1946 y 1951, Francisco de Basterretxea— , así como con Manuel de Irujo, el dirigente jelkide con el que, en el fondo, más postulados Castelao mantuvo político-ideológicos compartía26,������������������ una sincera amistad a lo largo de la década de 1940, que más allá de las desavenencias políticas circunstanciales no conoció interrupción. La estancia francesa de Castelao fue muy decepcionante para el galleguismo exiliado. Además de su soledad política como ministro del Gob������ i����� erno Giral, en el que desempeñó un papel irrelevante hasta la crisis del Gobierno, provocada por el PSOE e Indalecio Prieto, en enero de 1947, Castelao se sintió en Francia muy aislado en el plano político. Carecía del apoyo organizativo de sus correligionarios emigrados –que apenas tenían presencia grupal—, y del regazo acogedor de una colectividad significativa y organizada de emigrantes «económicos» gallegos más o menos influida por el nacionalismo, como era el caso en Argentina. Además, las relaciones de Castelao con el único representante autorizado del PG residente en Francia se caracterizaron por las polémicas y los desencuentros, políticos y personales. Se trataba de Xoán Xosé Pla, farmacéutico natural de Viveiro (Lugo), que había ocupado el puesto de secretario de la Xunta Executiva del PG en Barcelona durante la guerra civil. En febrero de 1939 Pla se había exiliado en Francia y se estableció en la localidad de Montauban, donde sobrevivió como pudo y estableció vínculos a varias bandas, tanto con el PCE y sus organizaciones satélites (el BRNG) como con los servicios de información del PNV en Francia. Pla optaba claramente en el plano político-estratégico por

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el PCE y por la política de “Alianza Nacional” promovida por este partido en el ámbito gallego, figurando entre los principales promotores del FLG y del BRNG, organismos controlados de facto por los comunistas. Todo ello se sumaba a las desavenencias estratégicas del propio Castelao con los galleguistas del interior. Esas divergencias tenían mucho que ver con la disconformidad de los nacionalistas operantes en Galicia con la actuación de Castelao como ministro del Gobierno Giral, pues defendían que las directrices de su actuación debían ser fijadas por el PG como organización y desde Galicia, y disentían de la pretensión de Castelao de actuar de modo suprapartidario en nombre de un pseudogobierno gallego y del conjunto de los gallegos, tanto de Galicia como de América. Pero las discrrepancias también se centraban en la preponderancia del dilema República/Monarquía, que era fundamental para los exiliados, frente al de democracia/dictadura, que era el que empezaba a ser privilegiado por los galleguistas del interior. Estos últimos participaban de la Galeuzca y mantenían relaciones con la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas (ANFD), y no desaprobaban a medio plazo la opción de una solución transicional pactada con los monárquicos, en la que la forma de gobierno de España se decidiese en un referéndum, y en la que se garantizase un espacio para el reconocimiento del autogobierno de las nacionalidades. Este último punto, sin embargo, no era del agrado de la ANFD27.�

Bodas de plata en Donibane Lohitzun el 8 de julio de 1958. El matrimonio Agirre-Zabala con sus tres hijos: Iñaki, Aintzane y Joseba.

Castelao pasaba el tiempo en París deambulando entre el hotel donde vivía, la Biblioteca Nacional y el Museo del Louvre, y usaba casi como su propia oficina la sede del Gobierno Vasco en la Avenue Marceau, donde le llegaban los mensajes que recibía de sus

Castelao pasaba el tiempo en París deambulando entre el hotel donde vivía, la Biblioteca Nacional y el Museo del Louvre, y usaba casi como su propia oficina la sede del Gobierno Vasco en la Avenue Marceau, donde le llegaban los mensajes que recibía de sus correligionarios desde Buenos Aires. Empero, en la capital francesa su relación política con Aguirre se fue enfriando de manera paulatina.

La familia al completo el día de las bodas de plata.

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correligionarios desde Buenos Aires. Empero, en la capital francesa su relación política con Aguirre se fue enfriando de manera paulatina. Aunque mantuvo su admiración por el ejemplo vasco de unidad antifascista alrededor de su Gobierno hasta sus últimos días, reprochaba al lehendakari, como también a su amigo Irujo, el que los nacionalistas vascos hubiesen optado por una política, a su entender, de sacro egoísmo, manifiesta también en la falta de apoyo para que en el gabinete republicano presidido por el socialista Rodolfo Llopis (febrerojulio de 1947) hubiese representación galleguista. Cuando Castelao se despidió de Aguirre, poco antes de viajar de vuelta hacia Buenos Aires a fines de julio de 1947, lo hizo en un tono cordial pero un tanto frío, mostrándole su desencanto con las instituciones de la República y la falta de operatividad de Galeuzca, al tiempo que manifestaba una irónica admiración por los vascos, que pese a creer «en la Providencia, sois los únicos que no creéis en milagros políticos y seguís machacando sobre el yunque»28. Parecidos reproches formulaba Castelao por escrito a Manuel de Irujo en octubre, ya desde Buenos Aires, al recordarle la solidaridad de «vascos y catalanes con los gallegos —si es que alguna vez existió y si algún compromiso nos unía�� -� »29. En 1948, sufrió una nueva decepción con sus amigos del PNV, al no haber contado éstos con el galleguismo para participar en las primeras reuniones de los Nuevos Equipos Internacionales desde junio de 1947 (Chaudfontaine) y en ������ el ��� Congreso federalista de Luxemburgo (octubre de 1946), que dio lugar al Movimiento por un Gobierno Federal Mundial, y que habían de constituir los primeros pasos de la evolución europeísta del PNV. Un amargado Castelao, que no era consciente de que muchas de esas iniciativas las había tomado el Gobierno Vasco sin contar con el propio aparato del PNV, recordaba en sus notas de lectura que parecía mentira que a él, un federalista de siempre, los nacionalistas vascos ahora le diesen lecciones de federalismo: «A ese Congreso soio concurriron os vascos… porque ninguén máis que eles se enteirou. Resulta que tamén son, antre outras cousas, federalistas»30. Lo cierto fue que tras el establecimiento definitivo de Castelao en Buenos Aires, donde murió

en enero de 1950 y se convirtió en el símbolo por antonomasia del galleguismo, del exilio republicano y de la memoria de la Galicia democrática, el nacionalismo gallego en la Europa libre, además de las iniciativas particulares de Xoán Xosé Pla en Francia, quedó prácticamente desamparado hasta la déc�������������������������������������������� a������������������������������������������� da de 1960. Y, por lo tanto, sin capacidad de interlocución directa de cierta altura ante las instituciones del Gobierno de la República en el exilio presentes en París. José Antonio Aguirre, según ha resumido acertadamente Ludger Mees, era en muchos aspectos un profeta. Pero un profeta pragmático31.� Mantuvo abiertas varias posibilidades al mismo tiempo, y cuando entre 1946 y 1947 advirtió claramente que la opción rupturista en pro de la independencia o de la refundación de la República en un sentido federal o confederal nunca iba a ser aceptada por las potencias vencedoras en la guerra mundial, dado el nuevo clima de guerra fría, apreció que sólo una unión republicana firme y una restauración de la Constitución de 1931 podían tener probabilidades de cierto éxito ante las cancillerías occidentales. Además, el dilema entre República y Monarquía empezó a perder su primacía frente al más elemental de democracia frente a dictadura. Una democracia que podía tener, en el peor de los casos, acogida bajo una Monarquía parlamentaria, previa consulta a la población, y en la que era prioritario mantener las expectativas de autogobierno para Euskadi. Esta última fue la opción manejada abiertamente por Indalecio Prieto. Y la sintonía con éste, y con los socialistas vascos, era fundamental para Aguirre, a fin de mantener la representatividad y carácter unitario de su Gobierno. Eso suponía también sacrificar, o relegar al menos, la opción estratégica de la alianza Galeuzca e introducir nuevas variables territoriales en una relación política con los socialistas vascos que ya era de por sí compleja —por la división dentro de estos últimos entre los proclives y los opuestos a adoptar una línea nacional vasca—, pues Prieto se había manifestado ya desde 1936 un adversario decidido de ampliar los regímenes autonómicos de manera progresiva. Aunque el PNV no jugó a fondo la carta monárquica, sí que mantuvo desde 1947 una puerta abierta a un entendimiento con los sectores de la oposición antifranquista que la contemplaban.

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En el fondo, Castelao advirtió las mismas contradicciones en su relación con sus admirados amigos vascos que había constatado con anterioridad al estallido de la guerra civil. La diferencia era que para los galleguistas no había otra opción: en una Monarquía parlamentaria las esperanzas de obtener al menos la autonomía para Galicia eran prácticamente nulas, al no contar tampoco con el hecho consolidado de su implantación antes de 1939. En estas circunstancias de colaboración entre dos movimientos políticos en situación fuertemente asimétrica, el margen de simpatía mutua era muy amplio, pero el de colaboración política práctica muy estrecho. Menos implantados socialmente y menos organizados en el exilio, pese a su considerable influencia sobre las colectividades de emigrantes del Río de la Plata, los nacionalistas gallegos no conseguían capitalizar a su favor un clima de consenso alrededor de la causa autonómica entre el conjunto de los exiliados republicanos galaicos. Bien lo resumía el propio Castelao a Irujo, con un deje de amargo realismo, pues también comprendía la actitud de los jelkides: «si nuestra fuerza se basase en la unión de los partidos que actuaron en Galicia y si hubiésemos llegado a una unidad gallega plasmada en un Gobierno propio, haríamos probablemente lo mismo que vosotros hicísteis y hacéis. Si hubiéramos conseguido el beneplácito de los socialistas gallegos […] tal vez nos desentendiéramos de la solidaridad natural y lógica que con vosotros y los catalanes nos obliga, pues la unidad gallega nos importaría sobre todo lo demás»32. Queda la duda de si lo habría hecho. Si fuese un político pragmático al mismo tiempo que idealista, como lo era Aguirre, probablemente sí. Pues la política es el arte de lo posible.

Visita a la sede del sindicato Solidaridad de Trabajadores Vascos en Biarritz el 11 de octubre de 1959.

NOTAS

1 Sobre Castelao existe una inmensa bibliografía. Es útil para acercarse a su obra la edición de su Obra escrita, en seis volúmenes (Vigo, Galaxia, 2000). Todavía no disponemos, sin embargo, de una biografía definitiva. Buenas aproximaciones en J. A. Durán, El primer Castelao. Biografía y Antología rotas, Madrid: Siglo XXI, 1979 (2ª ed.); V. Paz Andrade, Castelao na luz e na sombra, Sada-A Coruña: Ediciós do Castro, 1985; y H. Monteagudo, Castelao, Santiago de Compostela: Xunta de Galicia, 2000. Para su etapa en el exilio, y pese al tono excesivamente encomiástico de algunas de sus partes, cf. también B. Alonso, O exilio de Castelao, Vigo: A Nosa Terra, 2000; y X. C. Garrido Couceiro, O pensamento de Castelao, Vigo: A Nosa Terra, 2001. Sobre la evolución del galleguismo, remitimos a la monumental obra de J. Beramendi, Galicia, de provincia a nación. Historia do galeguismo político, 1840-2000, Vigo: Eds. Xerais, 2007. Sobre el papel de Castelao en la memoria del nacionalismo gallego, y de la Galicia autonómica en general, cf. una aproximación en X. M. Núñez Seixas, “Castelao y la nación transterrada: La disputada memoria del exilio gallego de 1936”, en M.-C. Chaput y B. Sicot (eds.), Résistances et Exils, Nanterre: Publidix, 2005, pp. 101-16.

El lehendakari Agirre junto a Julio Ugarte, Alberto Onaindia y Javier de Gortazar, entre otros.

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2 Cf. I. Anasagasti, Castelao y los vascos, Bilbao: IdatzEkintza, 1984.

17 Carta de Castelao a Aguire, Buenos Aires, 29.11.1943, en Obras. Vol. 6, pp. 397-413.

3 Cf. J. L. de la Granja Sáinz, “El legado de Aguirre y la generación nacionalista de 1936”, en id., El siglo de Euskadi. El nacionalismo vasco en la España en el siglo XX, Madrid: Tecnos, 2003, pp. 241-57.

18 Carta de Aguirre a Telesforo Monzón, Nueva York, 31.1.1944, en I. Goiogana, X. Irujo y J. Legarreta (eds.), Un nuevo 31. Ideología y estrategia del Gobierno de Euzkadi durante la II Guerra Mundial a través de la correspondencia de José Antonio Aguirre y Manuel Irujo, Bilbao: Sabino Arana Fundazioa, 2007, pp. 602-20.

4 Cf. X. Estévez, Galeuzca: la rebelión de la periferia (19231998), Madrid: Entimema, 2009, e id., “Interferencias ideológicas del nacionalismo vasco en el galleguismo”, en I. Urkullu et al., Una mirada en el espejo de otros nacionalismos, Bilbao: Fundación Sabino Arana, 1998, pp. 81-84. 5 El microcosmos del Colegio era bastante peculiar, ya que en él había estudiantes de toda España, y los profesores eran jesuitas, varios de ellos vascos. El joven Luis Arana habría descubierto su pertenencia a una nacionalidad distinta de la española en los viajes en tren a Galicia y sus conversaciones con otros viajeros, y sus diálogos con algunos de sus preceptores jesuitas. Sin embargo, no se conocen muchos detalles del influjo de esta estancia, ya que el colegio de Camposancos, “experimento” jesuita para establecer una escuela de preparación para cursar carreras especiales, sólo duró de 1877 a 1885, y en parte fue un ensayo para la fundación de la Universidad de Deusto en 1886. Vid. el reportaje de A. Mangas, “El curso gallego de Luis Arana”, La Opinión, A Coruña, 30.9.2007 (disponible en:http://www.laopinioncoruna.es/estaticos/domingo/20070930/domingo2.html). 6 Vid. J. L. de la Granja, “Las alianzas políticas entre los nacionalismos periféricos en la España del siglo XX”, en id., El siglo de Euskadi, pp. 77-106. 7 Vid. las tres cartas enviadas por Castelao a Alexandre Bóveda, s. f. (principios de julio de 1936), en Castelao. Obras. Vol. 6: Correspondencia, Vigo: Galaxia, 2000, pp. 268-76. 8 Cf. X. M. Núñez Seixas, ¡Fuera el invasor! Nacionalismos y movilización bélica durante la guerra civil española, 1936-1939, Madrid: Marcial Pons, 2006, pp. 329-428. 9 “Acte d’adhesió dels gallecs residents a Catalunya al President Companys”, La Humanitat, 18.12.1937, p. 1. 10 Cf. una perspectiva general del exilio gallego en X. M. Núñez Seixas y P. Cagiao Vila (eds.), O exilio galego de 1936: Política, sociedade, itinerarios, Sada-A Coruña: Eds. do Castro / Consello da Cultura Galega, 2006. 11 “Carta ós irmáns de Bos Aires”, Nueva York, 6.9.1939, en Obras. Vol. 6, pp. 300-03.

19 Sobre la evolución del exilio catalanista, vid. la completa descripción de M. Morales Montoya, La Generalitat de Josep Irla i l’exili polític català, Barcelona: Base, 2008. 20 Cf. X. M. Núñez Seixas, “Emigración e exilio en Alfonso R. Castelao: Da “moura fartura” á “Galiza ideal””, Estudos Migratorios, 15-16 (2003), pp. 9-48. 21 Vid. V. M. Santidrián Arias, Historia do PCE en Galicia (1920-1968), Sada-A Coruña: Ediciós do Castro, 2002. 22 Vid. por ejemplo la “Propuesta de Galeuzca a las Cortes”, fechada en Buenos Aires a 15.12.1944, en Goiogana, Irujo y Legarreta (eds.), Un nuevo 31, pp. 809-10. 23 Carta de Castelao al PG del interior, Buenos Aires, 15.12.1944, en Obras. Vol. 6, pp. 471-88. 24 Carta de Castelao a Aguirre, Buenos Aires, 3.1.1945, en ibidem, pp. 489-502. 25 Carta de Castelao a los galleguistas del interior, 31.3.1946, en O.C., pp. 593-614. 26 Cf. J. L. de la Granja Sáinz, “Manuel Irujo y la II República española (1931-1935)”, en id., El siglo de Euskadi, pp. 259-86; L. Mees, “Manuel de Irujo: La heterodoxia de un demócrata (1945-1960)”, Vasconia, 22 (2002), pp. 133-53; y J. G. Beramendi, “Estructura e evolución da ideoloxía política de Castelao”, en id. y R. Villares (eds.), Actas Congreso Castelao, Santiago de Compostela: USC/Xunta de Galicia/ Fundación Castelao, 1989, vol. I, p. 189-223. 27 Vid. sobre el particular las interpretaciones contrapuestas de X. C. Garrido Couceiro, Piñeiro contra Castelao, Castelao contra Piñeiro, Vigo: A Nosa Terra, 2009; así como M. Barros, Ramón Piñeiro e a revisión do nacionalismo. 2. Acción política, Vigo: Galaxia, 2009; y X. Castro, Castelao e os galeguistas do interior: Cartas e documentos, 1943-1954, Vigo: Galaxia, 2000.

12 Vid. el documento reproducido en X. Estévez, Antología del GALEUZCA en el exilio (1939-1960), Donosti: J. A. Ascunce, 1992, pp. 112-14. Sobre la relación de Castelao con los diversos proyectos del Galeuzca, vid. igualmente una descripción exhaustiva en X. Estévez, Castelao e o Galeuzca, Santiago de Compostela: Laiovento, 2002.

28 Carta de Castelao a Aguirre, París, 21.7.1947, en Obras. Vol. 6, pp. 648-49.

13 Carta de Castelao a Aguirre, Buenos Aires, 9.10.1941, en Obras. Vol. 6, pp. 376-76.

30 Anotación de Castelao en el Caderno C, p. 1 (A. R. Castelao, Cadernos (1938-1948): Escolma, Vigo: Fundación Penzol / Galaxia, 1993, p. 139); carta de Castelao a Irujo, Buenos Aires, 15.4.1948, en Obras. Vol. 6, pp. 699-737; L. Arrieta Alberdi, Estación Europa. La política europeísta del PNV en el exilio (1945-1977), Madrid: Tecnos, 2007, pp. 132-45 y ss.

14 Carta de Castelao a la redacción de Pensamiento Español, 6.11.1941, en ibidem, pp. 378-79. 15 Carta de Castelao a Aguirre, Buenos Aires, 16.3.1943, en ibidem, p. 396. 16 J. C. Jiménez de Aberasturi, De la derrota a la esperanza. Políticas vascas durante la II Guerra Mundial (1937-1947), Oñati: IVAP, 1999.

29 Carta de Castelao a Irujo, Buenos Aires, 6.10.1947, en ibidem, pp. 659-79.

31 L. Mees, El profeta pragmático. Aguirre, el primer lehendakari (1939-1960), Irún: Alberdania, 2006. 32 Carta de Castelao a Irujo, 6.10.1947, ya citada.

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DOKUMENTUAK PACTO DE BAYONA Las Organizaciones políticas y sindicales de Euzkadi en Francia, que, unidas en torno del Gobierno de Euzkadi lucharon heroicamente contra el movimiento insurreccional dirigido por Franco, sin renuncia ni hipoteca para el futuro de sus particulares ideologías, manifiestan: 1º Ratificar la unión de sus fuerzas respectivas en la obra común iniciada el 18 de Julio de 1936 con motivo de la sublevación militar, unión que plasmó en forma orgánica al constituirse, el 7 de Octubre de 1936, el Gobierno de Euzkadi de acuerdo con el Estatuto votado por las Cortes republicanas, presidido por el Excmo. Sr. D. José Antonio de Aguirre. 2º Afirmar su confianza a dicho Gobierno y prestarle la colaboración necesaria como representación legítima del Pueblo Vasco, siempre que recoja sus aspiraciones políticas y sociales. 3º Respetar y defender, una vez restablecida la normalidad democrática, los deseos del Pueblo Vasco, que los expresará libremente. 4º Constituirse en Organismo consultivo que asesore, prepare y secunde la labor a desarrollar por el Gobierno de Euzkadi, una vez lograda la caída del régimen antidemocrático por el que han sido expulsados temporalmente del territorio vasco a consecuencia de la guerra. El funcionamiento de este Organismo será regulado por una reglamentación adecuada. 5º Continuar al lado de los Pueblos, Partidos políticos y Organizaciones sindicales de la Península, en la lucha, en todos sus órdenes, contra el Gobierno de Franco, Falange, y cualquier otro régimen dictatorial; así como contra todos aquellos intentos antidemocráticos y de restauración monárquica que pudieran surgir. Bayona a 31 de Marzo de 1945 Por el Partido Nacionalista Vasco: Gregorio Ruiz de Ercilla.

Euzkadi Mendigoxale Batza: Cándido Arregi.

Por el Comité Central Socialista de Euzkadi en Francia: A. Giménez Ancisar, F. Zarza, Paulino G. Beltrán.

Por Izquierda Republicana: A. Garbisu, I. Campoamor, R. García Larrache.

Por Acción Nacionalista Vasca: G. Gotilla.

Por el Partido Republicano Federal: F. Sasiain.

Por la Delegación del Partido Comunista de Euzkadi: F. Méndez.

Por la C.N.T.: C. Armesto, F. Liquiniano.

Por la U.G.T.: José Campos, A. Jiménez.

Solidaridad de Trabajadores Vascos de Euzkadi A. de Lasa.

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DOKUMENTUAK

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Agirre eta euskara: egitasmo baten gazi-gozoak ANDRÉS URRUTIA

Z

alantzarik gabekoa da askorentzat, neuretzat barne, Jose Antonio Agirre izan dela, XX. mendearen bigarren herenean, Euskal Herrian izan diren pertsonaien artean sonatuenetarikoa. Sona handikoa, eta, esan dezadan bidenabar, euskal historiari bere eitea eman diona. Horrexegatik, hain zuzen ere, ez da alferreko lana gogoraraztea, halako batean, hark zer, non eta nola mamitu zituen bere harremanak Euskal Herrian errealitate bizi dugun euskararekin. Horrek dakar, ekarri ere, halako jokabidea; ez horrenbeste hark zein ezaupide zuen euskararen inguruan, ezpada hark nola ikusten zuen euskara, zer-nolako etorkizuna nahi zuen euskararentzat, eta, are esanguratsuagoa dena, zer-nolako neurriak hartu zituen, gobernu-ardurak izan zituen epe labur horretan, euskara bultzatzeko eta berpizteko. Hitz gutxitan esateko, haren biografia osoa dago jokoan, Agirre beti izan baitzen, indarrez Euskal Herritik kanpora irten behar izan zuenean eta hil arte ere, euskararen eta euskal kulturaren defendatzaile sutsua. Esan ohi da jatorriak beti-beti eragina izaten duela pertsonaren izate eta egiteetan. Horretan ere,

Euskaltzainburua. Notarioa eta Deustuko Unibertsitateko Zuzenbide Falkultateko irakaslea. 76

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Agirre beti izan baitzen, indarrez Euskal Herritik kanpora irten behar izan zuenean eta hil arte ere, euskararen eta euskal kulturaren defendatzaile sutsua.

Agirre ez zen salbuespen gertatu. Jaiotzez bilbotarra, nahiz eta etxekoak Bergara aldekoak izan, Agirrek bazekien euskara, eta berbaz ere erabili egin zuen. Honatx Aita Santi Onaindiaren hitzak, haren euskara zela eta: Ele ederra zuen naiz itz-egiteko, naiz idazteko. Euskeraz ederto zekian, etzuen askorik idatzi; bai, ordea, bere alde nola jokatu ta batez ere euskal izkelgien artean nola baterantza jo. Izlari zolia zan, eta Ego-Amerikan emandako mintzaldiak berariz ba-dute arnas berorik, baita urtero Eguberrirantza bialdu oi zuen Gabon-mezuak ere [Euskal Literatura (V), 1977: 109].

Agirre, Alberto Onaindía e Irujo, entre otros, en el Aberri Eguna de 1959 en París.

Duda-mudarik gabe, Agirrek bazituen euskararekiko joera eta jokaera. Agirre, izatez, euskalduna zen. Heziketa-bideak eta kanpora joan beharrak, nonbait, euskararen erabilera ahuldu zuten Agirretarren etxean. Haren arreba Maria Teresak, zernahi gisaz, honetara adierazi zuen kontua: Con la muerte del padre y los estudios en colegios no euskaldunes, en la casa Aguirre el euskera pierde fuerza. Sin embargo, José Antonio, durante muchos años se carteará, casi diariamente, en la lengua vasca con un sacerdote de Durango. Aquellas cartas eran para él una especie de “cursillo por correo” de euskera con lecciones y correcciones diarias por parte del cura euskaldun. (José Antonio de Aguirre. Lehen Lehendakaria-Primer Lehendakari, 2003: 16). Gertaerak gertaera, kontua, niret zat, besterik dator. Hain justu ere, Agirrek EAJ-PNVren barruan, lehendabizi eta gero ere, Eusko Jaurlaritzaren buru moduan zuzendu eta ondu zuen hizkuntza-politikaren ikuspegitik.

El lehendakari Agirre junto, entre otras, a las hermanas Itziar, Gabi y Carmen Larrinaga Lejardi durante la celebración del Aberri Eguna en París en 1959.

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Agirrek beti erakutsi zuen bere burua abertzale moduan. Abertzaletasun horrek zekarzkion, Sabino Aranak ezarritako ildotik, euskararekiko grina eta begirunea. Hurrean ere, Agirreren politikagintzak bat egiten du euskalgintzak garai berean, alegia, 1930-1937 urte bitartean, izango zuen loraldiarekin. Bat-egite horretan zeharo adierazgarriak dira, berbarako, Aitzol zenarekin izandako harremanak, tartean argazki ezagunak direla. Euskarak bere onenak bizi zituen bitartean, euskarazko letrek etengabe gora egiten zuten bitartean, Agirre, EAJ-PNVren baitan, euskal politikan ari zen. Abertzaleek helburu finko eta sendoa zuten: Euskal Herriarentzako Estatutua. Gorabeherak ere baziren artean, lan politiko orori dagokion moduan. Langintza politiko horretan, dena den, begi-bistakoak izan ziren aspalditik zetozen nahiak eta gurariak, euskararen ofizialtasunarena, kasu. Euskal Herrian ezagunak dira, garai horretan, Europako beste herrialdeetan egiten ari diren saioak. Zabaldurik daude, euskal pentsalari eta intelektual abertzaleen artean, harako doktrinak, hizkuntza gutxituak eta gutxienekoak nola berpiztu eta biziberritu behar diren argitzeko. Horren jakitun da Agirre, eta horretan dihardu buru-belarri.

El patriotismo vasco restaurado, creó la Academia de la Lengua Vasca que presidida por el insigne D. Resurrección M.ª de Azkue, está llamada a desarrollar en forma definitiva su importantísimo cometido, el día en que todas las múltiples actividades de la cultura vasca sean impulsadas con iniciativa y finalidades generosas y unánimes que se han de conseguir en el momento en que el patriotismo consciente de la trascendental importancia de la restauración del idioma y de las características vascas pueda orientarlo desde las esferas públicas completando la gran obra que se realiza en la esfera privada.

Los esfuerzos de la Academia de la Lengua Vasca se concretan en la profunda revista EUZKERA órgano oficial de la entidad. En ella colaboran las firmas más prestigiosas, como Eguzkitza, autor de los libros ascéticos de prosa diáfana; Olabide, traductor del Antiguo y Nuevo Testamento; Altube, maestro en el conocimiento de la sintaxis del Euskarak Euzkera. kezkatzen du

Agirre.

Euskarak kezkatzen du Agirre. Berak argi dauzka garai horretako kultura euskaldunean abertzaletasunak dituen pisua eta esanahia. Badaki, orobat, premia larrietan daudela euskara eta euskal kultura. Eta behar ordu horietan zein garrantzitsu den euskal kulturaren inguruko erakundeak sortzea. Horren harira aipatzen ditu berak Eusko Ikaskuntza eta Euskaltzaindia, eta gainerako antzerki, aldizkari eta abarrekoak, argiro azpimarratuz abertzaletasunetik kanpo dagoen utzikeria, euskararen eta euskal kulturaren alorrean. Onik onenean ere, Agirrek artez bereizten ditu herriaren onurarako egiten ari den euskal kultura eta politika bera. Jarraikoak aipamen luzetxoak badira ere, guztiz adierazgarriak, orduko pentsamoldearen aldetik:

La Academia de la Lengua Vasca reúne en torno suyo a los escritores e intelectuales más destacados que trabajan, hoy, en la confección del mejor diccionario vasco.

A estas instituciones harto abandonadas por las corporaciones públicas gubernativas que el pueblo vasco padece, es preciso añadir el esfuerzo gigantesco de estos últimos años en pro de la cultura vasca en todas sus manifestaciones. (Entre la libertad y la revolución 1930-1935, 1976: 579). […] Esta ingente labor de restauración vasca la llevan a cabo sin que el renacentismo vasco tenga la debida acogida en las Corporaciones públicas, porque de ellas están ausentes los hombres que pudieran comprender la grandeza de nuestro movimiento. (Entre la libertad y la revolución 1930-1935, 1976: 581).

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1936ko Estatutuak ekarriko du, epe labur baterako bada ere, euskararen ofizialtasuna.

[…] Pero fuera del Nacionalismo Vasco ¡qué olvido de toda esta labor de restauración se observa! ¡Qué despreocupación y en algunos casos, qué odio! (Entre la libertad y la revolución 1930-1935, 1976: 583). Horrez landara ere, Agirrek ederto erakusten du euskal literaturari buruz duen ezagutza, eta trebetasun handiarekin aipatzen ditu bateko eta besteko euskal idazleak nahiz literatura-generoak: Antzerti aldizkaria, Euzkel-zaleak elkartea, olerkiak, Lizardi olerkaria, Iturriaga eta Zabala klasikoak, eta, zer esanik ez, gure artean soziolinguistikaren aipua gogora ekarriko ligukeen albistea ere:

De izquierda a derecha: Jon Landaburu, Gregorio Ruiz de Ercilla, Xabin Landaburu, Mikel Landaburu, Joseba Rezola, Iñaki Unzueta, Jesus Solaun, José Mari Aspiazu y Luis Zarrabetia, en el funeral por el lehendakari Agirre celebrado en París.

El tomo denominado «Lucha de idiomas en Euzkadi y en Europa», recoge las conferencias magistrales de algunos escritores y los artículos publicados en Jakintza por los Sres. Ariztimuño, Landeta (D. Eduardo) y Alzo (Padre Miguel), principalmente. (Entre la libertad y la revolución 1930-1935, 1976: 581). Aurrekoaz jabetuta, Agirrek badaki botere politikoaren lanak zein izan behar duen halako zereginetan, eta hala adierazten du. Esan eta egin. 1936ko Estatutuak ekarriko du, epe labur baterako bada ere, euskararen ofizialtasuna: 7’en atala. Euzkera, gazteleraren berdiñean erriizkera aitor dala-ta, Euzkadi’ren esku izango da berdintasun au gorde eraztea. (Euzkadiko Agintaritzaren Egunerokoa, 1977: 21). Ofizialtasun horren nondik norakoak alor askotakoak izango dira, hala nola, lege eta ebazpenen bertsio elebiduna, Justizia Administrazioa, agiri publikoak, irakaskuntza, funtzionarioak, eta, orobat, lurralde euskaldunak zehaztea.

Interior de la iglesia durante la misa funeral del lehendakari Agirre en Donibane Lohitzun.

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Lege-testuak, nolanahi ere, lehor eta arimarik gabeko gerta daitezke, beraietan agintzen denari inork eusten ez badio. Taxu horretan, Estatutuaren ondoriozko lehen Jaurlaritzaren esku zegoen ofizialtasunaren garabidea. Ildo bertsutik, Jaurlaritza hark honetara aitortu zituen bere egitekoak, euskararen arloan:

Agirre izan zen halakoak bultzatu zituen gobernuaren buru eta zuzendaria. Agirre ere izan zen, labur-zurrean esanda, horretarako bidea jarri zuena, abertzaletasunaren ildotik, ustez, zeregin horretan abertzaletasunak herriari ekarri behar ziola bere izatearen jabe egitea eta burujabetzaren norabidean jartzea.

Garantizará a los ciudadanos vascos de posición precaria el libre acceso a los grados de las enseñanzas media y superior, condicionado solamente por la aptitud y vocación. Cumpliendo los requisitos constitucionales en materia de instrucción pública, regulará las condiciones de la enseñanza libre y el uso del euzkera en todos los grados y establecimientos docentes. (Euzkadi, 1936: 3).

Gozo ematen dituzte orain artekoek. Tituluan iragarri denez, alabaina, gaziak ere izan ziren Agirrerentzat eta abertzaletasunarentzat, ibilbide malkar horretan. Gazi, batik bat, 1937tik gerora pairatu behar izan zuten pertsekuzio ankerra, euskararen debekurik osoena gauzatu arte.

Aitortu ez ezik, egin ere hori egin zuen. Esan gabe doa horretarako giroa ez zela gozoena. Haatik, 1936ko urritik 1937ko ekaina arte, lehen Jaurlaritza hark ondu zuen, historian zehar eta XX. mendearen azken urteetakoa bazter utzita, euskarak ezagutu duen bultzadarik nabariena, dela Administrazio Publikoan, dela hedabideetan, dela hezkuntzan, dela kulturan, dela osterantzeko gaietan. Bizkaiko herrialdean, gerra latzaren pean eta gerrako ekonomiaren barruan, Agirrek, Eusko Jaurlaritzaren buruak, kemena eta adorea izan zituen, euskararen mesederako hizkuntza-politika osoa babesteko, bermatzeko eta aurrera eramateko. Ezinbesteko laguntzaile fin eta zehatza izan zuen horretarako. Legelaria, Agirre bera bezalaxe, Jesus Maria de Leizaola izan zen Agirreren gobernu horretan sailburu bikoitza, Justizia eta Kultura sailetakoa, eta argi erakutsi zituen hark euskararen aldeko sentsibilitatea eta gogoa. Egungo legelari euskalduna harrituko du orduko aldizkari ofizial elebidunak; kazetaria, aldiz, Eguna euskarazko egunkariaren berri duenean, poztuko da; orobat, irakaslea, konturatzen denean euskarak hezkuntza-prozesuan izan zuen aitzinamendua. Unibertsitateak ere ikusiko du euskara teknikoaren hasikina, Medikuntza Fakultatearen ikasgaietan, noiz eta 1936an Bilbon sorturiko Euskal Unibertsitatean.

Egoera latz hartan, erbestean eta pertsegituta, Agirrek euskararekiko gogoa ez zuen galdu. Aitzitik, areagotu egin zuela esan daiteke, haren testuetan, haren mezuetan adierazten den bezalaxe. Erbestaldi luzea izan zuen Agirrek. Hogeita hiru urte luzetan, Agirrek aldi desberdinak bizi zituen. Euskalduntasunaren lorratzetik aipagarriena, beharbada, hil baino lau urte lehenagokoa da, Parisen egin zen Euskal Batzar Orokorrean. 1956. urte hartan Pariseko hotel batera bildu ziren, debekuak debeku, erbesteko eta Euskal Herriko hainbat herri-ordezkari, intelektual eta arduradun, Euskal Herriarenganako kezkak gidaturik. Hitz hauek esan zituen Agirrek, batzarrari egin zion agurraren hasieran: Euskaldunak, Aberkideak: Batzar Nagusi onen asieran bear-bearrezko dot euskeraz itzegitea. Emen alkarturik eta baturik dagozan eguzkipeko euskaldun ordezkariak, argi ta garbi auxe azaltzen dute: Egiazko eusko-biotza ta eusko-gogoa gurekin bat eginda dagozela, euskal-azkatasunaren bidean (Euskal Batzar Orokorra, 1983: 55). Ondorioetan ere, ideia eta pentsamolde berberak:

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Al considerar la situación crítica que la vida del Euzkera atraviesa en la propia Euzkadi debida en parte a la desidia de quienes más interés debieran tener en conservarla y, dándose cuenta de lo urgente de la preparación de un plan de defensa rapidísima de nuestra lengua, la Sección Cultural recomienda la inmediata constitución de una comisión que, reuniendo las iniciativas expuestas en este Congreso, organice dentro del cuadro general del fomento de la cultura vasca, con carácter de prioridad, un programa efectivo para la salvación de la lengua vasca. Esta comisión, una vez formada, debe tener vida autónoma en razón exclusiva de su mayor eficacia (Euskal Batzar Orokorra, 1983: 477).

Aurten berrogeita hamar urte betetzen dira, Agirre hil zela. Hura hil zenean, garai baten itxiera sumatu zuten askok. Haize berriak jotzen zuen, eta boladak eta tankerak ere bestelakoak ziren. Dena den, belaunaldi hark bazuen indarra, eta horren harira moldatu zen, gazteagoekin lokarria egiteko asmoz, harako Joseba Andoni Agirre Saria, euskarazko lite-

Jesús María Leizaola jura su cargo ante el féretro del lehendakari Agirre en el cementerio de Donibane Lohitzun.

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Agirreri eta beraren belaunaldiari zor diegu, besteak beste, euskararen eta euskalgintzaren lehen artikulazio osoa, gero administraziora eta gizartera eraman nahi izan zena.

ratura suspertzeko eta jagoteko. Euskal Kulturaren alde izeneko elkartea izan zen horren eragile, eta, sari-irabazleen artean, ospe handiko izenak irakur daitezke: Gandiaga, Onaindia...

ondoan izan zirenek euskararen inguruan ondu zuten lana. Askok erantzungo dute beste nonbaitetik joan zela geroko euskalgintza, eta egungo eta orduko egoerak arras desberdinak direla. Beude.

Sariaren xedeak, bistan da, euskararen bi zkortzetik zetozen. Hitzez hitz jaso zituen Mikel Atxaga zenak, askoz geroago, sari horren oinarriak:

Badirudi hainbat baliabide eskura ditugunean, euskara nonahi ageriko denean, gure gizartean nortasun-ikurtzat hartzen denean, euskararen etorkizuna bermatuta dagoela, ofizialtasun zabalaren bidez.

Hura oroiterazi, aren euskaltzaletasuna gureganatu ta euskera iraunarazi eta bizkortzeko asmoz, Agirre ta Lekube´tar Joseba Andoni derit  zaken saria sortzea erabaki dute “Euskal-Kulturaren alde”´koek. Sari ori norgeiagoka irabaztekoa izango da, ta ona emen sariketa orri buruz xeetasunak: 1) Agirre il zan 1960´garreneko Epaillaren 22´garrenetik 1964´garreneko Epaillaren 22´garren arte, euskeraz argitaratuko dan idazti oberenak irabaziko du sari ori... (Gerra aurreko eta ondoko euskalgintza, 1998: 144). Agirreren euskaltzaletasunaren omenez, beraz, saria eratu zen. Kontua, alabaina, egokia da, gure buruari galdetzeko zertan den hark eta haren

Oker ibiliko ginateke gaurko gazi-gozoak ikusiko ez bagenitu, dena egina dela uste izango bagenu, eta, are okerrago, euskara eta euskal kultura sostengatzeko erakundeak bultzatu beharrean, nork bere intereseko eta pentsamoldeko ekimenak bultzatuko balitu. Hainbatez, Agirreri eta beraren belaunaldiari zor diegu, besteak beste, euskararen eta euskalgintzaren lehen artikulazio osoa, gero administraziora eta gizartera eraman nahi izan zena, erakutsiz, bestalde, egingarria dela Euskal Herri honetan ideia desberdinak gainditzea, eta euskara eta euskal kultura bultzatzea, gure nortasunaren seinale eta bake-bizibidearen oinarri.

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DOKUMENTUAK ÚLTIMO MENSAJE DE GABON DEL PRESIDENTE AGUIRRE Compatriotas: La conducta política está llena de contrasentidos. Los mismos gobiernos que hace diez años excluían al régimen de Franco de la comunidad internacional condenándolo como cómplice del nazifascismo, lo han admitido en las Naciones Unidas y en la Unesco. Hasta la Europa reacia a estos reconocimientos le ha abierto las puertas de la O.E.C.E. impulsada por lo que se llaman realidades económicas. Los intereses conservadores, generalmente indiferentes a matices ideológicos, lo han propiciado. Sólo las organizaciones sindicales internacionales libres y los grupos democráticos tradicionales han alzado su voz de protesta, aunque no con la eficacia que las circunstancias requerían. Idéntico contraste registra la visita de los líderes soviéticos a tierras de América. Complacidamente recibidos en los Estados Unidos y México por los sectores del mundo capitalista deslumbrado por las cifras y los grandes mercados, quedó reservada a los sindicalistas libres, como antes en la Gran Bretaña, la tarea de recordar al señor Kruschef en los Estados Unidos y al señor Mikoyan en México que, además de los problemas económicos y los de la coexistencia pacifica, existen otros valores que tienen relación con la libertad del espíritu y que deben tener prioridad en toda relación humana. Es verdad que algunos prelados americanos han denunciado, en nombre de determinados principios morales y de la libertad, el peligro de negociar con el totalitarismo soviético, pero en cambio no han dirigido todavía una sola palabra de advertencia a quienes tratan con el dictador español, a pesar de que con ello fortifican moral y materialmente un régimen en el que toda oposición política o social, incluida la democracia cristiana, está prohibida y castigada por la ley. No nos parece que de todo este cuadro de contradicciones salga reforzada la moral internacional. Sin embargo, hemos de reconocer que las conversaciones con el dictador soviético son hoy el único camino que conduce a la paz y, en este sentido, los que la deseamos ardientemente, favorecemos toda negociación que suprima la guerra fría o caliente y evite la posibilidad de nuevos conflictos mediante el desarme general y controlado. ¿Pero

cuáles son los beneficios que aportan al mundo de la libertad la reiterada complacencia con el dictador español? ¿Cuál es la significación de la visita del Presidente americano a Madrid, realizada estos días, si no está basada en motivos exclusivamente militares? El olvido calculado de los principios que el Occidente proclama como razón de su existencia tiene, en el caso de España, una contrapartida material y por eso grosera y efímera, como son las instalaciones y ayudas militares destinadas a desaparecer en fecha no lejana por razón de las negociaciones de paz impulsadas por los adelantos técnicos en el arte de los ingenios de destrucción. Se nos repetirá nuevamente que la visita a Franco no significa aceptación del franquismo, como la visita del Presidente soviético no ha significado aceptación del comunismo. Lo comprendemos. Pero mientras la conciencia popular acepta -salvando los principios- que la conversación con los soviéticos puede traer la paz y por eso la favorece, no acierta a comprender el beneficio que aporta a la causa de la libertad el fortalecimiento del régimen franquista, viendo en ello la contradicción del ideal occidental, la perpetuación del clima de guerra y el debilitamiento democrático. Este olvido de los principios indigna a toda conciencia honrada, pero en estos momentos tiene especial repercusión entre nosotros los vascos porque coincide con una odiosa represión desencadenada contra nuestra juventud patriota. Sin ir más allá de los 14 últimos meses, la resistencia de las organizaciones políticas y sindicales en Euzkadi, ha tenido manifestaciones reiteradas e importantes. En Noviembre de 1958 la policía franquista, pretendiendo descubrir imaginarias conspiraciones -como calificaron al simple derecho de asociación- procedió a detenciones que, comenzaando en San Sebastián, continuaron por las cuatro regiones vascas. Se trataba de socialistas vascos entre los que se contaban médicos, abogados y

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obreros. Todavía permanecen en prisión algunos de los inculpados. A comienzos del mes de junio del presente año, un proceso seguido ante la Audiencia de Guipúzcoa, condenaba a penas de prisión a ocho sindicalistas acusados de ser dirigentes de Solidaridad de Trabajadores Vascos, organización nacional vasca que es miembro activo de la Confederación Internacional de los Sindicatos Cristianos y de la Internacional Sindical Libre. A partir del mes de julio se producían sucesivamente actos de propaganda y de afirmación nacional vasca en Navarra, Guipúzcoa, Álava y con mayor intensidad y más recientemente en Vizcaya, donde la represión en estos mismos días se ha cebado en elementos principalmente estudiantiles que han sido víctimas de la ilegalidad gubernativa y de la brutalidad y tortura policíacas, por actos y manifestaciones que constituyen un derecho en cualquier país civilizado. Euzkadi entera siente violenta repulsa contra el régimen. Constituye un movimiento de fuerzas libres, adversario de toda dictadura que la conciencia popular vasca rechaza. Esa uniforme oposición y esa variada actividad de las organizaciones democráticas de todo género son justamente las que representa, en su unidad convergente y anhelos comunes de libertad, el Gobierno vasco, en nombre de una democracia auténtica, unida en la busca sincera de los medios más adecuados para restaurar la libertad de nuestro pueblo, la dignidad menospreciada de sus hombres y su progreso en la paz. Nuestra lucha contra la dictadura sería más fácil si no nos viéramos ante la curiosa necesidad de defendernos contra el realismo de las democracias y sus constantes reconocimientos del dictador. Nos dirán que su filosofía no ha cambiado, pero su conducta marcha detrás del interés. No es ésta una novedad en la historia de las relaciones humanas. Como tampoco lo es el tributo que nos imponen la privación de libertad y el exilio, es decir, nuestra incapacidad momentánea; pues nada podemos ofrecer sino nuestro idealismo y nuestra fe en el futuro, moneda que no tiene curso en el mercado internacional, más atento al interés inmediato. Más aún, los sectores que se tienen por realistas nos miran con misericordia, como a quienes suscitan com-

pasión por su ingenuidad. Y con parecida compasiva indulgencia nos distinguen ciertos sectores amigos y hasta compatriotas que combatieron a nuestro lado y que con esa actitud creen poder justificar su falta de fe, o sus abandonos, o su poca capacidad de sacrificio que a veces suele ir unida al enriquecimiento. Pero conviene que nadie se engañe, porque no estamos dispuestos a olvidar el sacrificio pasado y presente de nuestro pueblo ni a que nadie lo olvide. No se confunda la causa permanente de los pueblos con las circunstancias desfavorables de un momento. Nuestra causa de libertad no obedece a motivos presentes, sino que arranca del fondo de la historia y mira directamente al futuro. Nuestra misión consiste en cumplir en el día de hoy con nuestro deber, pero cumplirlo todos. Nos ha tocado vivir una época turbada e injusta, pero no por eso nuestra obligación es menos imperiosa. Y en la lealtad a la promesa hecha y en el cumplimiento del deber reside la fe que nos anima y la esperanza firme de un futuro mejor. Nuestra juventud encarcelada y maltratada es buena prueba de ello. Y porque estamos dispuestos a que ninguno de sus sacrificios sea inútil esperamos que su valiente conducta removerá las conciencias de todos y pondrá en marcha las voluntades. Los pueblos se conocen en la adversidad y sólo existe una respuesta a nuestro infortunio momentáneo: la unión férrea de todos los vascos. ¿Existe una fórmula mejor para proseguir nuestra lucha? Un pueblo, una bandera, un Gobierno, como en más de una ocasión os he repetido, y la libertad coronará, no lo dudéis, nuestros esfuerzos. Con la esperanza firme en el triunfo de la libertad y extendiendo nuestra mano a quienes como nosotros sufren la opresión del mismo régimen, os deseo como siempre en estas fiestas de paz las mayores felicidades. Gabon zoriontsua danori.

París, 24 de diciembre de 1959. 85

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DOKUMENTUAK AGIRRE LENDAKARI’AREN GABON-DEIA

Erriari buruzko jokerak alkarren aurka sarri. Ortxe dauzkagu Jaurlaritza batzuk; orain amar urte, ez eutsoen tokirik emon gura beren alkartasunetan Franko’ren jaurbideari, nazifatxistaen gaizkide izan zalako; eta gaur ontzat artzen dabe Onu’n eta Unesko’n egotea. Naiz eta arrera oietarako orren uzkur ari izan dan Europa’k be O.E.C.E.’ren ateak zabal-zabalik ideki dautsoz ogasunezko bearrak deitzen diran oietakoengatik. Iraunkor izatea gura daben irabazkiak, beti gogoarekiko sorgor eta ajolik gabe erraztu dautsoe bidea. Beren eskukoak diran langilleen alkartasunen erakundeak eta antziñako errezale-taldeak soillik agertu dira guzti orren aurka, gogorki bai, baña aukera oietan bearra zan ondorerik gabe. Beste orrenbeste gertatu da Amerika lurretara URSS’eko buruzagiak egin daben ibillaldiaz. U.S.A. ta Mexiko’ko dirudunak zei ta zenbaki aindien aurrean minberati izanik, atsegiñez artu bide dabez; eta len Gran Bretaña’n legez, lan-erakundeak izan dira, U.S.A.’n Kurschef’i ta Mexiko’n Mikoyan’i, aberaskien eta aldi berean paketsu bizi izatearen auziak baño geyago ba-dagoela gogoratu dautseenak; eta gogoaren azkatasunarekiko beste arloak gizonen arremanetan lenengoak izan bear dirala. Egia da Amerika’ko Gotzain jaun batzuk azkatasun eta ontasun-oñarrien izenez, URSStarren “totalitarismo”arekin trukean ibiltzearen galbidea saladu dabela; baña ez dautsee oindiño itzik esan España’ko jauntxoarekin ari diranai; eta orrela, ixiltasun orregaz, naiz erriketa naiz gizarte-izarian zillegizko ostetasunik utzi ez eta zigortzen dauen jaurbidea eusten dabe; eta kristau-errizaleak be menperaturik dituen jaurbide bera indarturik irteten da ixiltasun orren babesean. Ez deritzaigu aurkako gorabera guzti auetatik errienganako ontasuna oso garden irtengo danik. Alan eta guztiz be, ontzat artu bear auxe: URSS’eko buruzagiarekin egin eta egiteko dagozen alkar-izketak dirala pakeruntz dijoan bide bakarra; elburu ortarako, gartsuki gura dogunok arreman guztia laguntzen dugu, bero naiz otz, edozein guda itzurierazten badau, eta ongi begiratutako izkillu-uzte orokarraren bidez, liskar berrien al-izatea eziña biurtu ezketiño. Alabaña, nolako ondore

onak eskeintzen eta dautsozan azkatasuna maite dauenari, España’ko jauntxoarenganako eguneanegunean berrizten dautsoen adei orregaz? Zertarako egun auetan Amerika’ko lendakariak Madrid’era egin dauen agerraldia, gudaritzaren bearrengatik izan ezpada? Sartaldeak asiera batzuk aipatzen dauz, bizi al izateko oñarri gotor bezela; baña España dalata kontuz uzten dira asiera oiek aiztuta, gaiezko ta iragankorra dan irabazkizun baten trukean; orrela baitira guda-laguntza ta guda-oñarri guztiak, laister ezertarako izango ez diranak; alde batetik pakearen itunbenakatik, eta bestetik yakintzazko aurrerapenak sortuko dabezen ondatzeko bide berriak, oraingoak zearo gainduko dituztelako. Berriro esango dauskue Franko’ri egindako ikustaldiak, Franko-zaletasuna esan gura ez dauela, len URSS’eko lendakariaren agerraldiak onen asmoak ontzat artzea esan gura izan ez eban lez. Ulertzekoa noski. Ontan, erriaren zentzumenak –asierak ezpadira be- ontzat artzen dauz URSStarrekin asitako izketak eta laguntzen dauz pakea ekarriko dabelakoan; baña ez dau ulertzen nolako ondore onik atera diteken azkatasunerako Franko’ren jaurbidearen indartzean, argi ikusten baitauz bertan sarralde-asmoen aurkakoa, guda-giroaren iraupena eta errizaletasunaren aulbidea. Oñarrien aiztutze au mingarria da gogape zindo danentzat; baña egun auetan, euskaldunontzat, biziago agertzen da ta mingarriago be, gure gaztedi abertzalearen aurkako orain zabaltzen dan jazarpen gorrotogarriaren batera azaltzen dalako. Azken amalau illebete auetan soillik, Euzkadi’ko gizarte ta erriketa-erakundeen buruegitea, biziki ageri da garrantzidun egipenetan. 1958’garreneko azillan, iñun ez zegoen matxinadagertutzearen aiko-maikotan –alkartzeko eskubidea utsa orrelaxe deiturik- Franko’ren ertzaiñak atzitzen asi izan, lendabizi Donosti’n eta gero lau euskaleskualdeetan. Euskal-sozialistak ziran ordukoak, eta aien artean sendagille, lege-gizon eta langilleak

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zegozen; eta oraindik dagoz espetxean aietako batzuk. Aurtengo garagarrillaren lenengo egunetan, Gipuzkoa’ko Auzitegi’an, auzi batez espetxeko nekeak erabaki ebazan zortzi gizonen aurka Euskal-Langillien Alkartasun’aren zuzendariak bezela arturik; alkartasun ori C.I.S.C. ta C.I.O.S.L. erakunde aundienekoa izanik. Uztaillaren asieratik Euzkadi guzian Naparroa’n, Araba’n, Gipuzkoa’n eta bereziki, indartsuago ta oraingoago, Bizkaya’n, euskal-abertzaletasunaren zabalkundea, isituki ta jarraika, egiten ari izan da. Bizkaya’n, arestian, gure egun auetan, abertzaleen aurkako zigorra gogortu egin da, batez ere ikasleengan; auek dira jaurlearen lege-austea eta ertzañen ankerkeri ta esku-gogorra jasan bear izan dabezenak; eta guzia, kulturazko beste errietan eskubidezkoak diran egipen eta agiriengatik. Euzkadi osoa dugu Franko’ren jaurbidearen aurka, guztiz gogaiturik, indartsuki uko egiñean. Yarei-indarren ekintza dabil errian barna, euskalerriaren gogapeak uko egiten dautson edozein jauntxoaren aurka. Ostetasunean batera eta egipenetan orren bereiz, lan gogor eta latz ortan yarduten daben mota guziko erakunde errizaleak, guztiena dan azkatasun-leian eta bat egiten dabenak EuzkoJaurlaritza’gan dagoz aurkezturik; ez edonolaz, egiazko errizaletasunaren izenean baño, gure Erri’an azkatasuna berriz jartzeko bide egokienen billa, bere gizonen ezetsitako garaitasuna eusteko, pakean bere aurrerapena lortzeko. Jauntxoen jaurbidearen aurkako gure guda errazagoa izango litzake, ainbeste errizaleen egikerien eta España’ko jauntxoa bein eta berriz ontzat artzearen aurka jo egin bear izango ezpagenu; orren bakana dogun bearrean. Beren filosofia aldatu ez dala esango dausku, baña beren egikera zuduaren atzetik dijoa. Ez da, gero, auxe berririk gizonen arteko arremonetan. Berririk ez berebat, azkatasunik ez izateak eta erbestealdiak jasan-erazten dauskun zerga, ots, gure oraingo al-eza; ezer eskeiñi ez dogu-ta, gure gogozaletasuna ta gerokoan dogun siñismena baño; alabaña, diru kaxkarra gurea Mundu’ko zeietara eramateko, auetan ariñago irazazi gura da-ta. Areago, egikerian yardun daben taldeak urrikaltasunez

begiratzen gaitue, beren tolesgabetasunagatik errukitasuna sorrerazten dabenen antzo. Eta era berean artzen gaitue adiskideak doguzan talde batzuek, bai ta geure ondoan guda egin eben aberkide batzuk be; orrela, eiki, beren siñismen eza, edo beren utzierak, edo beren burua eskeintzeko gogo edo almen txikia estaltzeko gogoaz; sarritan uko-egite guzti ori aberastasunarekiin baturik ikusten dugu. Baña ona izango da bere burua iñork atzipetu ez dagiela, gure Erri’aren joandako ta oraingo jasan-bearra aiztutzeko gerturik ez gagoz, ez eta iñori be aiztu dakiola. Ezin diteke nastu errien auzi iraunkorra, aldi bateko onak ez diran egon bearrekin. Geure azkatasun-arazoa ez dagokie gaurko bearrai, kondaira barnetik sortzen dalako eta gerokoari zuzen so egitean. Egin bear doguna, geure eginbidea betetzea da, baña guztiok betetzea. Aro oso nasturik eta bidegabekoa bizi bear izan dogu, baña orrengatik gure eginbidea ez dogu bigunago. Eta eginda agintzari zindotasunen eta eginbidearen betetzean dagoz zuzpertzen gaituen siñismena ta obe izango dan gerokoaren itxaropen sendoa. Espetxean dogun gaizki erabillita geure gaztediak ederkien egiztatzen dau guzti ori. Eta bere nekerik txikiena alperrik artuta izan ez dadin gerturik gagozelako, bere egikera kementsuak, uste dogu, guztien gogapea iñarrosiko dau eta naimenak be abia-eraziko dauz. Erriak gaitzaldian ezagutzen dira eta gure gaurko ezbearrari erantzupen bakarra emoteko: euskaldun guztien alkartasun gotorra. Ba ete da gure guda aurrera eramateko bide oberik? Erri bat, ikurrin bat, jaurlaritza bat, maiz eta isituki esan dautsuedan bezela; eta azkatasunak, zalantzik ez, gure egiñalak sarituko dauzkuz. Azkatasunaren garaipenerako itxaropen sendoaz, eta geuk legez Franko’ren jaurpidea jasan bear dabenai gure eskua zabalduz, beti bezela eta jai auetan, zorion aundienak, opa dautsuedaz. Gabon zoriontsua danori.

Paris’en 1959’ko lotazillaren 24’gnean. 87

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José Antonio y su optimismo, Por Indalecio Prieto

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a inesperada y triste noticia del fallecimiento de José Antonio me sobrecogió, dilatando una llaga que nunca podrá cerrárseme, porque José Antonio le llevaba cosa de pocas semanas a mi hijo, muerto -¡del mismo mal!- hace doce años. Pertenecieron a la misma quinta, hicieron el servicio militar durante el mismo periodo e incluso figuraron juntos en un equipo de reserva del Athletic Club. Yo fui amigo de Pablo Aguirre, tío de José Antonio, un solterón que nunca faltaba, ni domingos ni demás fiestas de guardar, a los primitivos Campos Elíseos de Bilbao, donde ahora se yerguen el Coliseo Albia y el edificio de Correos, jardines que hubieron de desaparecer para abrirle paso a la Alameda de Urquijo, perdiéndose así una simpática tradición de la villa porque, aun cuando otros los reemplazaron, no tuvieron el “cachet” de aquéllos. Su clausura la remarcamos –los bailarines y quienes, como Pablo y yo, nunca bailamos-, desfilando en procesión con hachones encendidos por el corro grande, donde alternaban la banda de música y los chistularis por los caminos circundantes, donde se iniciaron al través de años y años, miles de noviazgos, y por el espacio cubierto colindante con la finca de Zumelzu, cuyos terrenos ocupan actualmente el Instituto y la Escuela de Comercio. Recuerdo de Sabino Arana Pero iba a desviarme del objetivo que persigo al escribir estos renglones, si bien, puesto a retroceder en mis recuerdos, envolveré entre ellos a Sabino de Arana y Goiri. Me mostraron a éste por primera vez en el acompañamiento de un entierro –no sé de quién- que partió de una de las calles que corren paralelas entre el campo de Volantín y la

calle del General Castaños. Aquel hombre, de barba nazarena y aspecto enfermizo, tenía entonces pocos adictos. Pude contemplarle de más cerca tiempo después en la Audiencia cuando se vio el proceso por su telegrama felicitando al Presidente de los Estados Unidos por haber concedido la independencia a Cuba. La mesa donde yo reseñaba el juicio oral estaba inmediatísima a su banquillo de acusado. Tras la insaculación para designar los jurados, el presidente del tribunal anunció que se iba a tomar juramento a los doce ciudadanos que debían dar el veredicto. Sabino se puso en pie y permaneció con la cabeza inclinada durante tan breve ceremonia. Nadie en la sala le imitó, ni entre los magistrados ni entre el público. En realidad no era costumbre, como tampoco lo fue nunca levantarse al serles tomado juramento a los testigos. Me acuerdo del brillante y hábil informe de defensa pronunciado por el padre de los Irujo. Su tesis fue la siguiente: aunque el texto del cablegrama fuese delictivo conforme sostenía el fiscal, no hubo delito perseguible porque la autoridad gubernativa interceptó el mensaje, que, sin siquiera llegar a manos del destinatario, no tuvo la más mínima publicidad, limitándose por tanto a una expresión íntima del pensamiento del autor, y como la libertad de pensamiento era inalienable, resultaba imposible exigir responsabilidades de orden penal. El veredicto fue de inculpabilidad y el tribunal de derecho desestimó la solicitud del ministerio público en pro de la revisión del proceso ante nuevo jurado. Arana y Goiri quedó automáticamente en libertad. Su suerte habría sido distinta de no mediar la institución del jurado, verdadera expresión de la justicia popular, pues la otra, la oficial, se habría atenido al criterio del acusador, quien a su vez obedecía órdenes del Gobierno.

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José Antonio y su optimismo, Por Indalecio Prieto

El apóstol y el gobernante Sabino Arana y José Antonio Aguirre, las dos figuras más destacadas del nacionalismo vasco, ofrecen singular contraste: Sabino era un apóstol y José Antonio un político. Ni José Antonio servía para el apostolado ni Sabino tenía aptitudes para la política, y menos para cualquier política gubernativa. Explicaré la diferencia. Con un intervalo de cuatro años respecto de Sabino, yo reemplacé a éste en la Diputación provincial de Vizcaya. A título de nacionalista él y de socialista yo, ambos ostentamos en aquella corporación representaciones aisladas, sin que ningún correligionario nos acompañara. Sentí curiosidad por conocer las iniciativas de mi predecesor y sólo encontré dos dignas de ser mencionadas: una, que prosperó, para que dentro del recinto de Larrinaga se construyera un pabellón destinado exclusivamente a presos políticos, y otra encaminada a conseguir un sistema fiscalizador de la Diputación, quien a virtud del régimen de concierto económico con el Estado, quedaba exenta de toda suerte de inspecciones, superando en independencia al propio Gobierno central, sobre el que pendían las Cortes y el Tribunal de Cuentas. Esta moción quedó arrinconada, sin que su autor hubiera hecho esfuerzos para sacarla adelante. El pabellón de presos políticos fracasó porque, siendo escasos en número –a veces había solamente un detenido-, nadie lo quería ocupar, prefiriendo convivir con los demás reclusos, pues dicho aislamiento constituía prácticamente una incomunicación. En la otra iniciativa sabiniana me basé yo para sugerir, sin éxito, una asamblea de municipios encargada de vigilar los actos administrativos de la Diputación. En resumen, Arana y Goiri apenas dejó rastro del único mandato político que tuvo, desempeñado durante cuatro años. En cambio, cabe atribuirle toda la doctrina nacionalista y el haber engendrado el movimiento popular puesto al servicio de ella. Fue un verdadero apóstol. Es lamentable que su prematura muerte no le permitiese plasmar la evolución doctrinal que ya tenía “in mente” al expirar en una islita de la ría de Mundaca, en Pedernales, porque, de haber dispuesto de tiempo, su programa habría tenido una articulación más acomodada a la reali-

dad. Nadie, por carecer todos de prestigio similar al suyo, ha podido conseguir esa articulación que el gran incremento de las masas nacionalistas hacía año a año más necesaria. Claro está que de haber vivido en 1936 cuando se promulgó el Estatuto, Sabino hubiera sido el presidente del primer Gobierno vasco. Pero ¿hubiera ejercido las funciones de dicho cargo mejor que las ejerció José Antonio? A mi entender no, porque se lo hubiese impedido su falta de flexibilidad. Difícilmente se habría avenido Arana y Goiri a presidir Gobiernos tan heterogéneos, inclusive con representaciones socialista y comunista, como los que Aguirre presidió durante veintitrés años, y más difícilmente aún habría sido capaz de audacias ante las cuales Aguirre no vaciló. Cómo nació el Estatuto Pero hagamos un poco de historia en torno al nacimiento del Estatuto y al nombramiento de presidente del Gobierno provisional de Euzkadi. El Estatuto de Cataluña lo sancionó don Niceto Alcalá Zamora en San Sebastián, acompañándole yo en mi calidad de ministro. En el mismo acto de la firma estuvo a punto de ocurrir un grave incidente. Jesús María de Leizaola irrumpió en la sala de la Diputación donde se celebraba el acto, portando una descomunal bandera vasca con propósito de tremolarla desde el balcón y enardecer así a las juventudes nacionalistas agrupadas en la plaza de Guipúzcoa. Rafael Sánchez-Guerra, secretario general de la Presidencia de la República, se interpuso y pretendió arrebatar la enseña a Leizaola. Resultaría difícil enfrentar a dos hombres más violentos que Leizaola y Sánchez-Guerra. La razón estaba de parte de éste: ante el jefe del Estado, allí presente, no podía exhibirse más bandera que la nacional. Si acaso, en aquel mismo instante surgía el derecho a exhibir otra bandera, la catalana, pero en modo alguno la vasca que era simple insignia de un partido político. Dándome cuenta de hasta qué deplorables extremos podría llegar la disputa entre aquellos dos hombres furibundos e intransigentes, intervine para aplacar a Sánchez-Guerra, quien dejó el caso en mis manos, puesto que yo, como ministro,

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cubría la responsabilidad del presidente de la República. Y Leizaola, con su bandera, pudo pasar hasta el balcón, donde comenzó a batirla frenéticamente. Aquella mañana los diputados nacionalistas vascos solicitaron hablar conmigo. Nos reunimos por la tarde en el salón de sesiones de la Diputación. Querían conocer mi criterio sobre el problema estatutario y lo expuse con entera franqueza.

Mi experiencia me aconsejaba la inclusión de esa cláusula para que los Municipios no padecieran, ni bajo el Gobierno ni bajo las Diputaciones, los abusos de poder que éstas, al amparo de facultades derivadas del concierto económico, venían cometiendo con ellos. Mediante la precaución que discurrí, el nuevo régimen se distanciaría menos de la antigua estructura política del País Vasco, consistente en federaciones de Municipios.

Helo aquí sintéticamente. Los estatutos despiertan aversión en las masas derechistas e inclusive en sectores de izquierda. Temo que fracase el firmado hoy a consecuencia de viejos vicios de algunas agrupaciones catalanas, vicios que pueden asomar más ostensiblemente en el régimen autonómico y que serían explotados escandalosamente en el resto de España. Si tal fracaso sucede, el Estatuto de Cataluña será el último que se conceda. En cambio, estoy seguro del éxito del Estatuto vasco por la limpia conducta de las corporaciones públicas, que no es patrimonio de ningún partido, pues responde al ambiente tradicional del País. Semejante éxito asegurará la perdurabilidad de futuros estatutos. Consiguientemente, se deben cubrir con rapidez los trámites constitucionales exigidos para un Estatuto que comprenda a Vizcaya, Álava y Guipúzcoa, desentendiéndose de Navarra ya que ésta se resiste mayoritariamente a quedar comprendida en él.

En Septiembre llegaron por avión a Madrid José Antonio Aguirre y Manuel Irujo para sugerirme una modificación en el dictamen, de modo que el Estatuto abarcara a Navarra, además de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa. Me opuse al intento, estimándolo, además de inconstitucional, profundamente impolítico, pues, levantada ya en armas Navarra contra la República, justificaríamos a los sediciosos, quienes alegarían que a los navarros se los obligaba a formar parte de una organización regional que no les era grata. Únicamente procedía agregar al dictamen disposiciones transitorias para que la anormalidad en que se vivía no demorara la implantación del Estatuto, una vez que el Congreso lo aprobara. Y así se hizo.

Debí de persuadir a mis requirentes, quienes, al fin, se decidieron a emprender los trabajos preparatorios. Cuando el proyecto de Estatuto llegó a las Cortes –las Cortes de 1936- fui designado para presidir la Comisión dictaminadora, de la cual también formaba parte José Antonio Aguirre. El dictamen, que firmé como presidente, quedó formulado antes de estallar la guerra civil, circunstancia que destruye cuanto ahora han echado a volar algunos nacionalistas acerca de que la República lo concedió para asegurarse en la contienda el auxilio del País Vasco.

Dichas disposiciones transitorias fueron las siguientes: “En tanto duren las circunstancias anormales producidas por la guerra civil, regirá el País, con todas las facultades establecidas en el presente Estatuto, un Gobierno provisional. El presidente de este Gobierno provisional será designado, dentro de los ocho días siguientes a la fecha de promulgación del Estatuto, por los concejales de elección popular que formen parte de los Ayuntamientos vascos y que puedan emitir libremente su voto. El nombramiento se hará mediante elección en la que se atribuirá a cada uno de dichos concejales un número de votos igual al que hubiese obtenido directamente cuando le fue conferida por el pueblo la representación edilicia. La elección de presidente del Gobierno provisional se verificará bajo la presidencia del gobernador civil de Vizcaya en el lugar y forma que él mismo señale, debiendo convocarla con antelación de tres días. El presidente así elegido, nombrará los miembros del Gobierno provisional en número no inferior a cinco”.

Mi cometido presidencial consistió principalmente en allanar diferencias para facilitar la aprobación del dictamen. Fuera de esto, sólo tuve una iniciativa, la cual plasmó en un párrafo del título II –“Contenido y Extensión de la Autonomía”- que dice así: “Régimen local, sin que la autonomía atribuida a los Municipios vascos pueda tener límites inferiores a los que se señalen en las leyes generales del Estado”.

Procedimiento de urgencia para designar presidente

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José Antonio y su optimismo, Por Indalecio Prieto

Al reanudarse las sesiones de Cortes el 1 de Octubre, el Estatuto, incluidas las disposiciones transitorias, fue aprobado por unanimidad, pues no compareció ninguno de los diputados derechistas que se hubiesen opuesto a él. Pero ni siquiera el procedimiento de elección por los concejales, sumando el número de votos logrado por cada uno de ellos en su respectiva designación edilicia, pudo ponerse en práctica. El presidente fue elegido por los alcaldes de los pueblos no dominados por los facciosos. Y mediante este sistema, no previsto siquiera en las disposiciones transitorias, se suplió el establecido en el capítulo III, según el cual los poderes del País Vasco emanarían del pueblo y se ejercitarían de acuerdo con la Constitución de la República y el Estatuto por los órganos que libremente determine éste, eligiéndose el órgano legislativo regional, como todos los demás que tengan encomendadas facultades de ese género, por sufragio universal, igual, directo y secreto, y debiendo tener el organismo ejecutivo la confianza del legislativo. Los alcaldes eligieron por unanimidad presidente del País a Aguirre, alcalde de Guecho, quien designó a los miembros de su Gobierno y prestó juramento en Guernica al pie del árbol santo. Circunstancias anormales creadas por la guerra indujeron a los Gobiernos de Cataluña y Euzkadi a asumir funciones propias del Gobierno central. ¿Estuvo justificado ese desbordamiento? No tanto en Cataluña como en Euzkadi, porque con el territorio catalán se sostuvieron hasta el periodo final de la guerra las comunicaciones entre el Gobierno nacional y el regional, llegando a tener ambos su sede común en Barcelona, mientras que el territorio vasco estuvo siempre separado del resto de la zona leal. Esa misma anormalidad impide formular juicios sobre el funcionamiento de los Estatutos. Yo achaqué a los dos ya puestos en función un defecto inicial: exceso de burocracia. Y el burocratismo es defecto de difícil corrección, porque nombrar funcionarios resulta siempre fácil, pero destituirlos constituye empresa muy embarazosa. La actuación de Aguirre El examen de ese y otros aspectos me alejaría de mi propósito que debe reducirse a dibujar la figura del presidente Aguirre dentro del excepcionalísimo marco histórico en que le tocó actuar.

Comenzó Aguirre su actuación presidencial en plena guerra y cuando los embates del enemigo dirigíanse más furiosamente –por tierra, mar y aire- contra el territorio vasco para completar su aislamiento del resto de España y apoderarse de las industrias guipuzcoanas y vizcaínas que constituían magnífico arsenal bélico. Saltaré sobre esa sangrienta etapa para llegar a la de posguerra, a la de estos veinte últimos años, que, a mi entender, define mejor que nada la personalidad de Aguirre y descubre su gran capacidad política. Sortea con habilidad las dificultades que entraña la heterogénea composición del equipo gubernativo que dirige y su característica flexibilidad le conduce a rectificar decisiones propias tan pronto como las considera impracticables. Por ejemplo, en su primera jira por América declara que, al reconstituir dicho equipo, no admitirá en él a nadie que esté vinculado con partidos políticos españoles, pues todos sus colaboradores han de pertenecer exclusivamente a agrupaciones vascas. Mas apenas advierte que va a serle imposible escindir a los socialistas, renuncia a tal propósito para asociarse con afiliados del Partido Socialista Obrero Español. Cuando en París se funda la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles, gestioné que de ella formaran parte los presidentes de ambos Gobiernos regionales y que fuera secretario Manuel Irujo. Éste y Aguirre se negaron, arrastrando en su negativa a Companys, con cuya aquiescencia conté previamente. Por entonces, las simpatías de Aguirre debían de caer del lado de Negrín, según lo revela el caso de que el representante nacionalista vasco en la Diputación Permanente de Cortes votara contra la formación de la JARE y que los afiliados al PNV se sumaran al SERE, entidad de ayuda creada por Negrín. Sin embargo, al cabo del tiempo, dando media vuelta, se incorporaron a la JARE. Los servicios de auxilio hospitalario y económico dispuestos por el Gobierno Aguirre a favor de los vascos que se refugiaron en Francia merecen toda clase de alabanzas. Dotes del desaparecido Hombre dotado de singulares energías por su juventud y su vigor físico, José Antonio peregrinó por el mundo, especialmente por América, en busca

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de solidaridad para su pueblo derrotado y de aliento para los componentes de su Gobierno, y esas campañas le resultaron fructíferas. Su ardiente fe católica le abrió muchas puertas en el viejo Continente, permitiéndole enlazarse con el movimiento demócratacristiano allá donde éste ha adquirido enorme potencia. Su simpatía personal, ciertamente arrolladora, y su ingénita bondad hacíanle ganar el respeto cuando no era posible la adhesión. La Oficina de Prensa de Euzkadi edita en París un boletín diario que sirve de fuente informativa a todos los periódicos del exilio español, pues Aguirre tuvo el acierto de confiar la dirección a Felipe Urcola, que nunca se significó como nacionalista, pero que, siendo indiscutiblemente el mejor periodista vasco de estos tiempos, acredita su pericia profesional no sólo en una selección objetiva de las noticias, sino en comentarios presididos por finísima ironía. Sin que su oratoria llegara a la grandilocuencia, Aguirre hablaba con método, corrección y claridad, tanto en castellano como en euzkera, no faltando en sus oraciones tintes emotivos con los que impregnaba al auditorio. Esas mismas condiciones eran adorno de sus escritos –alocuciones de Gabón (Nochebuena) y otras proclamas-, campeando asimismo en sus libros, todos ellos bien construidos. Optimismo inquebrantable Pero la fuerza mágica de José Antonio Aguirre era su inquebrantable optimismo. Creyó, hasta el instante de la inevitable derrota, que triunfaríamos y, a partir de la “débacle”, supuso que estábamos en víspera de recobrar nuestras libertades. Con esa esperanza ha muerto, y digo esperanza porque sus vaticinios al respecto no estaban dictados por un convencionalismo común entre gobernantes para consolar o alentar a los gobernados. No; las predicciones optimistas de José Antonio estaban inspiradas por la más profunda convicción personal.

La última vez que le vi fue durante su visita a México en 1959. Tuvo la gentileza de venir a mi casa para condenar un folleto procedente de algún sector separatista dedicado a infamarme, un folleto repleto de falsedades y majaderías. Tras agradecer su caballeroso gesto, dije como comentario: “Sé que el folleto lo distribuye aquí un tal Suárez. Cuando usted vino por vez primera a México, asistí al banquete que en su honor se dio en el Centro Vasco. Deseando que cualquiera nueva presencia mía en dicho Centro no fuese la de un intruso, pedí mi ingreso en calidad de socio, mas mi solicitud fue arrancada de la tablilla correspondiente y hecha añicos por un tal Pérez. No cabe duda de que la prosapia euskalduna del Suárez y el Pérez deseosos de agraviarme es purísima, conforme lo revelan sus patronímicos. Maldito si vale la pena que hablemos de eso”. Y nos pusimos a conversar sobre temas de interés, todos ellos matizados de su indomable optimismo. ¿Cómo reemplazar a José Antonio? Nadie en el Partido Nacionalista Vasco, ni en los demás partidos de la región, reúne sus dotes excepcionales, las que he señalado en forma sumaria. Examinado el caso desde el punto de vista legal, la sustitución aparece imposible, porque sólo José Antonio, sin que pudiera delegar en nadie, tenía otorgada, aunque con defectos impuestos por una anormalidad circunstancial, la representación del País. Pero eso sería lo de menos si se diera con hombre apropiado, un hombre de su fe, su temple, sus arrestos, su capacidad y su experiencia, la experiencia de veintitrés amargos y dolorosos años aplacados por un optimismo increíble. ¡Pobre José Antonio! ¡Descanse en paz! Respetuoso y conmovido, me descubro ante su cadáver y renuevo aquí mi pésame a su familia, a sus colaboradores y al Partido Nacionalista Vasco. Todos acaban de sufrir una pérdida irreparable.

Así era José Antonio de Aguirre y Lecube, según el parecer de quien, como yo, discrepó de sus ideas y desaprobó frecuentemente sus actos. 93

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KOLDO ETXEBARRIA martxoa 2010 marzo. nยบ 33 zbk

LEHENDAKARIA sabino arana fundazioa. nยบ 33 zbk. 5


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