mistura nº20

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Enero_2009


mistura

Editorial p0r mistura

revista de cultura y pensamiento

Nº20 Febrero 2009 Fundadores:

Jorge pacheco Verónica Rincón Ruben López Santiago Gorgas Editor:

Santiago Gorgas Redactor jefe:

Jorge Pacheco Diseño artístico:

Rubén López

Habíamos llamado a la puerta de lo desconocido con una avidez excesiva y como consecuencia de ello se desató posteriormente una larga cadena de desavenencias internas. Quien esperaba al otro lado de la puerta yacía cómodamente en la butaca de un presuntuoso despacho cuya opulencia no podía ocultar las huellas de ciertos crímenes. Una voz sin rastros de condescendencia nos ofreció asiento y nos agasajó sin recato para luego pedir a cambio algo que no estábamos en condiciones de ofrecer.

Técnico informático: Marcos López Colaboradores del mes:

Juan Juan Almeida, Billy Purdie, Santiago Gorgas, Martín Sueldo, Lenisio Dimas, Danilo Facelli, María Pascual, Jorge Pacheco y Fernando Dámaso Foto Portada:

Rubén López Web:

www.mistura.cat

Este mes desde la revista mistura proponemos como tema

Lo Desconocido Si queréis participar con vuestras creaciones podéis enviar escritos, imágenes dibujos o lo que se os ocurra al foro de la revista que encontraréis en la página web

Correo electrónico:

mistura@mistura.cat

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Las últimas reuniones del consejo editorial de Mistura parecen haber sentado un punto de inflexión y han dejado, a su vez, unas cuantas consignas claras. Para empezar, se ha hablado de la necesidad de no mirar hacia atrás, tratando de emular con ello a ciertos genios de la creación, quienes —guiados por su grandeza absoluta— niegan toda posibilidad de regresar a un punto concreto (y fructuoso) de su pasado creativo para revivirlo estúpidamente una y otra vez ante el clamor unánime provocado por su obra. Dicha actitud, indudablemente, te permite caminar más ligero y, en consecuencia, quitarle trabas a la posibilidad de experimentar. Con ese fin, los miembros del consejo editorial han optado por encomendarse a tareas cuya única finalidad es la transgresión de las reglas que habitualmente dificultan y retrasan el advenimiento de otras más que apetecibles recreaciones. Ha quedado claro, pues, que autolimitarse no es una opción. Por ello el editor evoca con su actitud aquellos tiempos en que la activa participación en movimientos típicamente underground resultó ser de lo más beneficiosa para el conjunto de la sociedad en años posteriores, o por lo menos, para el conjunto de la sociedad en aquellos años. Todos en el consejo suscriben las opiniones del editor, todos quieren actuar con esa mentalidad abierta y todos quieren abrir paso a la experimentación. Se ha liberado sin miedo el flujo de improvisadas composiciones atonales, y se ha iniciado la catarsis pausadamente. Y aunque puede que una cierta avidez motora nos pueda hacer alcanzar el clímax excesivamente temprano, conviene recordar también que toda composición puede recrearse infinitamente y sin la necesidad de repetirse hasta el punto de resultar cansina y aborrecible, y en suma, ramplona. La pauta es acabar sin miedo con todo aquello que concita el aburrimiento. Romper los moldes; suscitar el entusiasmo. Partir de un punto, un concepto claro, y avanzar. Llevar las consecuencia a los extremos y sin pensarlo dos veces exigir un párrafo más. Aunar propósitos al menos una vez. Ahora o nunca. Para siempre.

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Reflexiones Compartidas

Demasiadamente Serio

Por Santiago Grogas

las preguntas por enésima vez. Intenta hacer una lista de escritores misántropos pero la abandona y comienza una lista de escritores ermitaños. No puede concentrase. Se propone escribir el artículo con o sin entrevista. Pero cada vez que empieza a redactar se interpone en su camino lo antiliterario, con sus formas grotescas. Gente que entra y sale imponiendo su urgencia con grosería. El hombre de la gorra roja encuentra cualquier excusa para marear al empleado con preguntas indiscretas. El periodista tacha una frase entera. Mira la grasa que chorrea por las paredes. No encuentra hilaridad, no puede concentrarse. Algo molesta al empleado que repentinamente salta por encima del mostrador y amenaza al viejo con echarlo de una patada en el culo. La risa sarcástica y atronadora del viejo detiene en seco al joven. El periodista comprende que no hay equívoco. El empleado retrocede. El viejo de la gorra roja pasa por el costado del periodista y le dice que la entrevista se acabado.

Mira la grasa que chorrea por los azulejos y piensa que debe haber un equívoco, ese no puede ser el lugar donde lo han citado. Sin embargo la dirección es correcta y esta es la única gasolinera que hay en la intersección de la Avenida Luís Dumont y la Rua María Cândida, en el barrio Vila Guilherme, de la ciudad de São Paulo. Al entrar, el movimiento de la puerta hace sonar una campanita que anuncia su llegada. El empleado ni siquiera lo mira, discute con un viejo que lleva puesta una gorra de baseball roja deshilachada y polvorienta. El establecimiento es pequeño, tiene cuatro mesas arrimadas a los ventanales y el mostrador de frente. En la última mesa el hombre de la gorra roja forcejea con su churrasco y vocifera una reclamación directa al empleado. El que acaba de atravesar la puerta se sienta en la primera mesa dando la espalda a la banalidad del churrasco. Saca de su bolsillo un cuaderno en el que tiene algunos apuntes sobre los que piensa basar su entrevista. Si es que Rubem Fonseca se presenta. A través de la ventana el periodista mira los coches entrar, repostar y salir. Busca inquieto la aparición del escritor. Escribe algunas palabras en su libreta intentando generar cierto paralelismo entre la reclusión de Rubem Fonseca y la necesidad de aislamiento manifestada por Kafka para poder escribir. El odio, la violencia y la crueldad humana son una constante en la narrativa de Fonseca. Subraya la palabra cueva y escribe “MISANTROPÍA” con mayúsculas. Alejarse del mudo para poder describirlo. Alejarse de lo humano para retratarlo sin matices ni clemencia. El hombre de la gorra roja le exige al empleado de la gasolinera que le regale una cerveza para poder pasarse el churrasco. El periodista pide un café. Con el tercer café la sensación de engaño es definitiva. Ya pasó más de una hora y media desde la hora fijada para la entrevista, sin contar los veinte minutos de anticipación con los que se presentó. Revisa

Alguien definió una vez el carácter de cierto personaje como el de un ser misántropo, hecho que llamó mi atención dado que el personaje en cuestión despierta en mí una vieja aunque no por ello consolidada admiración. Desde entonces me he dejado llevar por la curiosidad y he realizado algunas pesquisas sin demasiada importancia con tal de averiguar qué rasgos son propios de esa particular conducta. Debo decir que mi primer prejuicio se instaló nada más sopesar el término, dado el prefijo de éste, el cual coincide, por ejemplo, con el de la palabra misoginia. Lo cierto es que por el momento disto mucho de cualquier sentimiento que incluya el odio o la aversión hacia las mujeres. Sin embargo, he apreciado que no me encuentro tan lejos de lo que podría ser un perfecto misántropo. Para atajar las dudas que

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Reflexiones Compartidas

Demasiadamente Serio

Por Jorge Pacheco

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puedan surgir al paso, parece conveniente citar la acepción que establece el diccionario la Real Academia Española. Dice así: “Persona que, por su humor tétrico, siente aversión hacia el trato humano”.

Reflexiones Compartidas

Vulgarmente un misántropo podría ser reconocido como un “bicho raro”, un tipo demasiadamente serio. La variedad que existe entre esta especie es bien curiosa y se acerca en grado sumo a lo que yo entiendo como una enfermiza (aunque a veces envidiable) aversión hacia el trato humano. Por citar, como ejemplo, un caso extremo, podríamos afirmar que dichos seres se reconocen por su peculiar modo de vida y son aquellos cuya existencia ascética y estudiosa prescinde del trato humano hasta límites insospechados, llegando con ello a no saber de primera mano qué es un coito y a qué se debe que dos seres humanos acaben envueltos en una fornicación más o menos satisfactoria. Pero esto, repito, es un caso extremo y, además, desgraciado. Obviamente, la misantropía no está reñida con la experiencia sexual.

Felipe Sebastián llegó al pueblo un Domingo de Ramos, oliendo a incienso en un carromato tirado por dos mulas, sonando veintisiete cascabeles y tres cencerros dorados. Su algarabía atrajo la atención de los fieles que salían de misa y la alegría de los niños quienes, dejando a sus padres, corrían tras él con sus trajes domingueros. Cuando se detuvo en el parque, frente al busto del doctor Sepúlveda Goyanes, benefactor de los ciudadanos por haber curado a familias enteras sin percibir ningún dinero y haber introducido la penicilina en la farmacopea local, se quitó el sombrero, sacudiéndole el polvo y, levantando su mano derecha saludó. Un relinche de sus mulas cansadas acompañó el gesto.

Demasiadamente Serio; La casa de la copa de la ceiba

Por Fernando Dámaso Frenández

Así lo recordaban todos, a pesar de haber transcurrido veintisiete años y Felipe Sebastián haberse ajado y puesto color de pergamino.

Sin necesidad de acudir demasiado al personaje citado al principio, cuyo nombre me reservo, he apreciado que la aversión al trato humano se manifiesta a menudo, por ejemplo, cuando dos personas que antaño se habían tratado se cruzan y una decide no detenerse a entablar una ligera y quizás innecesaria conversación. Seguramente en el pasado se produjeron algunas diferencias entre ambas, lo cual ya es algo que queda al margen de nuestra disertación. Sin embargo, a veces no son necesarias las diferencias que hayan podido existir para que decidan, uno u otro, no detenerse a hablar. En este caso diríamos que han preferido no adoptar una conducta superficial, cosa que dice mucho a su favor, dado que lo contrario sería sobreactuar. Una actitud misantrópica puede ser incluso beneficiosa si se tienen en cuenta esos aspectos, ya que hablar por hablar puede ser una actividad estéril y sin sentido. Pero a veces por no hablar o por no mostrar cercanía, nos perdemos algo que no estaría de más o algo que, simplemente, hubiese valido la pena.

Su extraño comportamiento siempre fue noticia. Después de llegar, construyó un palomar encima de una ceiba a la salida del pueblo y en él se instaló. Bajaba y subía por una cuerda que pendía de lo alto, haciendo demostraciones de fuerza, aun y cuando regresaba algunas noches con unos tragos de más. Al irse poniendo viejo sustituyó la cuerda por una escalera. Nunca se casó ni se le conoció mujer, aunque algunos afirmaban que mantenía relaciones con Faustina Rivalta, la dueña de la farmacia, la cual servía de nido seguro a los amantes una vez cerradas sus puertas. En la cantina de Juvenal, Felipe Sebastián dejaba los reales que acumulaba de su habilidad en hacer objetos de adorno de todo tipo de raíces, semillas y piedras, bien cotizados entre las damas del pueblo, a falta de porcelanas europeas y figurillas orientales. Durante mucho tiempo y, aún hoy, son famosas sus cabezas de caballos talladas en maderas duras. Aunque el padre Salabarría despotricaba contra Felipe Sebastián en algunos de sus sermones dominicales y le llamaba “emba-jador de Lucifer”, en las tardes

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jugaba a las barajas con él y se bebían juntos una que otra copa. El cura lo único que no le perdonaba era el ateísmo visceral, que le hacía renegar de todo y de todos, pero en el plano humano lo estimaba. Felipe Sebastián reciprocaba estos sentimientos al representante de la iglesia, aunque cuando entraban en discusiones le llamaba “fariseo ensotanado”.

Letras

Alerta, la población cubana envejece Por Juan Juan Almeida

Así vivió hasta que un Domingo de Resurrección, cuando las campanas de la iglesia tocaban a rebato por la ascensión de Cristo, acompañado por la música de veintisiete cascabeles y tres cencerros dorados, Felipe Sebastián desapareció.

Ayer leí un artículo demasiadamente serio e inteligente, cargado de estadísticas y datos escandalosos, escrito quizás por un sociólogo, o por el mismísimo zar de las comunicaciones. Decía, y muy bien justificado, que mi país cuenta con una de las poblaciones más ancianas del planeta, y que si no tomamos cartas urgentes en este asunto, antes de agotarse el petróleo mundial, los cubanos nos quedaremos sin fuerza laboral. Visto así es un gran problema porque aunque rime y no sea poesía, mostraba, de manera magistral que antes de extinguirse el petróleo mundial, —cosa seria pero que no venía al caso—, los cubanos luciremos una política vieja, viejos en el gobierno y un montón de viejos más. Sonaba hasta preocupado, previsor, vidente, e incluso, serviría de inspiración creadora a la constante verborrea de esos sensibles políticos que tanto se reúnen para acabar con las reservas terrícolas de vinos y comidas caras. Claro, no los critico, a mí también me gusta el vino; pero pienso, aunque dudando muchísimo de mis neuronas porque no son de fiar, que al emitir este tipo de criterios, a menudo olvidamos una muy triste razón: Patria o Muerte, Socialismo o Muerte, Que se vayan, Hasta la Victoria Siempre, y, Pioneros por el comunismo seremos como el Che; no fueron guarachitas del Septeto Nacional. Tal vez el intrépido escritor no haya leído nunca sobre los bajos y envidiables índices de mortalidad infantil que presumió el pueblo cubano, Fidel habló mucho de ello, tanto como del bloqueo, pero al tomar sus comentarios como ciertos, podríamos entonces preguntar: si tantos nacieron vivos, y muy pocos se nos murieron, ¿dónde coño se metieron? Para encontrar la respuesta no tendríamos que ir lejos, o perdón, todo lo contrario, ir precisamente lejos porque se metieron en Miami, Madrid, Málaga, Murcia, Marsella, Milán, Messina, Manchester,

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La casa de la copa de la ceiba se fue haciendo famosa y, no había visitante importante que pasara por el lugar que no pidiera observarla. Esto molestaba sobremanera a Felipe Sebastián, quien no gustaba ser objeto de miradas ajenas. Por ello, un día, la casa amaneció oculta tras decenas de enredaderas que colgaban de las ramas de la ceiba, colocadas en vasijas de barro por su morador, a diferentes alturas. Esta medida, a despecho de lo previsto por Felipe Sebastián, hizo más agradable el paisaje y la casa aumentó su fama, aunque ahora, tapada por las hojas, Felipe Sebastián sentía más protegida su intimidad.

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Munich, Montreal, Montana, Memphis, Minnesota, Milwaukee, Michigan, Montgomery, Minneapolis, México City, Monterrey, Mazatlán, Maracaibo, Medellín, Maturín, Mendoza, Montevideo, Mar del Plata, Micronesia, Marshal Island, Moscú, etc. Y créame, no sigo porque me aburre la “M”, con F está la Florida, Filadelfia, Fayetteville, Francia, Finlandia, Ferrara, Fort St Lucie y hasta en Frankfurt; pero me aterra la F y prefiero poner Fin. Cuentan que tengo un paisano ejerciendo de guía turístico en Egipto y otro que es heladero en Beirut. Pena daría aceptar que nuestros jóvenes tuvieron que emigrar, que incluso niños sucumbieran en el mar, que nuestra población, si vamos a ser sinceros, no tan sólo envejeció. Cuidado, estudioso amigo, que jugar con fuego quema, lo digo por precaución, porque también tuvimos muertos en guerras absurdas, fusilados, presos, y torturados. Pero no pienso llorar, porque eso no es lo que toca, toca reír, toca hablar, toca olvidar y abrazar, porque a diario comprendo que los que aman los problemas, detestan las soluciones. Entonces yo, irracional como siempre, y taxista irregular, sugeriría enfrentar la pandemia de vejez con un plan de contingencia: obligar a nuestros chicos a un régimen de promiscuidad, prohibir la masturbación, sancionar con carácter retroactivo a todos aquel que lanzó semen al mar, suprimir todo uso de método anticonceptivo, y tomar como himno nacional aquella canción que versó: “Señores/ hay que gozar/ el mundo se va a acabar.” O como diría diciendo el cómico Tres Patines: “Venga corriendo p’al nido/ que traer niños al mundo/ es serio y muy divertido”.

Columna

AGUAFRIA Por Martín Sueldo

1. La realidad, nos dicen, es una construcción del lenguaje. No hay posibilidades de retratar la realidad. Claro que esa máxima lingüística y filosófica fue universalizada por el vanidoso siglo XX. El lenguaje, a diferencia de cualquier otro material con que se conciba el hecho artístico, es el único capaz de reflexionar sobre sí mismo. Una palabra es así más que una imagen. 2. En otras épocas la cuestión se pensaba de manera diferente. En el Renacimiento, por ejemplo, las posibilidades del retrato fueron ampliadas por verdaderos maestros. Uno de ellos fue Hans Holbein (“el joven”), quien se erigió como uno de los grandes maestros. Uno de sus trabajos más importantes es Los Embajadores de 1533. En ese retrato doble encontramos una síntesis perfecta de técnica y riqueza simbólica. Los retratados son Jean de Dinteville, embajador francés en Inglaterra, y el obispo Georges de Selves. Una de las posibles interpretaciones posibles es ver en el retrato un símbolo de unión entre la iglesia y el capitalismo. 3. Si uno mira con mayor detenimiento el retrato de Holbein, encuentra una figura extraña y deformada en primer plano. Lo que el ojo no puede ver claramente no es otra cosa que un cráneo deformado, una anamorfosis que rompe con la ilusión de la realidad. La mimesis, como posibilidad de representar la realidad directamente, encuentra aquí una advertencia fundamental. Existen diferentes planos. 4. Uno de los planos más habituales en nuestras miradas es la necesidad de creer. Creer se hace una necesidad. Creemos para vivir. Creemos lo que nos dicen porque lo necesitamos. Entonces proyectamos sobre el

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otro nuestra propia imagen. Y creemos. Dicen que esa es una excelente definición del amor. Ver en el otro a uno mismo.

Poesía

Segunda persona Por Danilo Facelli

5. Todas estas cosas las pensé en el Museo Nacional de Londres, sentado frente a Los Emabajadores de Hans Holbein. Imaginé que le podría decir qué soy. Imaginé que le podría decir a ella que había estado solo en Londres. Imaginé patéticamente que le podría decir qué estaba haciendo allí. Imaginé tantas cosas. Proyecté una imagen distorsionada de mí mismo y cuando la quise aclarar, ya era demasiado tarde. Entonces me levanté y caminé: Hans Holbein quedaba tras de mi. Me di cuenta que ella no es ella, sino el rostro más sucio de mi soledad.

repito música y encajes mediante tu voz afónica lo sé

Letras

¿Y qué hay de cena?

lo sé Por Lenisio Dimas

lo sé

Por unos asuntos que no vienen al caso me compré un teletransportador en el bazar chino de la esquina. No es por desconfiar, que desconfío y mucho, pero siendo que el aparato es complejo y me costó un euro y medio, creí conveniente hacer una pequeña prueba no fuera a ser que el invento me saliera rana. Así que como no tenía otro ser vivo a mano programé la máquina para que teletransportara a Leni desde su jaula hasta el interior del horno eléctrico. Y bueno, visto lo visto fui adónde tenía que ir e hice lo que tenía que hacer, y de vuelta a casa, Coral estaba tristona y me dijo “tus motivos tendrás pero no sé por qué lo has hecho”, y venga a llorar, y mientras la abrazaba de pura inercia y me preguntaba en qué pomo me dejaría yo la huella dactilar que me delató, no podía parar de pensar en lo bien que olía, olía riquísimo, a conejo al ajillo concretamente.

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mi intención es ir más allá y ver qué pasa

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FotografĂ­a

Ilusiones

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Por Billy Purdie

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