FIESTA DEL SAGRADO CORAZÓN Hablar del Corazón de Cristo, es hablar del corazón de Dios, de sus sentimientos y de sus preferencias, como símbolo de amor, porque es imposible vivir desde el convencimiento de que Dios no padece con nosotros. Como hombre verdadero, Él tiene un corazón como el nuestro. Ha experimentado y sigue teniendo los mismos sentimientos que nosotros. Como Dios que es, él conoce el corazón que plasmó en la creación: “Un corazón cargado de ternura y de cariño inmensos.” Y él mismo deja constancia de esta ternura cuando nos dice: “Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón". (Mt: 11,29.) Desde esa dinámica, reconocemos a un Jesús compasivo con las necesidades de los hombres, sensible a sus sufrimientos, que nos enseña a entrar en una nueva sensibilidad hacia los demás, siendo capaces de comprender, tolerar y dar amor. Hoy vivimos la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, como lo central de nuestra fe: “Que nos ama hasta el extremo de entregarnos su corazón”. Y el sentirnos amadas/os por Dios, nos llevará a amarle e intentar vivir de tal manera que su amor no sea dañado. Pues, él nos otorga la posibilidad de amarle sobre todas las cosas y de amar a los hermanos por amor a Él. Con esta esperanza, nos preparamos a la FIESTA del SAGRADO CORAZÓN, fiesta del amor, de lo central de la persona de Jesús, de lo más importante de su ser: “SU CORAZÓN”, que está lleno de vida y de amor por la humanidad. Un amor, que es gratuito, porque no pide nada a cambio. Lejos de empequeñecer al hombre, difunde luz, vida y libertad para el progreso humano y, fuera de Él, nada puede llenar el corazón del hombre (cf Gaudium et spes, 21). Es decir, junto al Corazón de Cristo, "el corazón del hombre aprende a conocer el sentido de su vida y de su destino". Qué en esta fiesta sepamos contemplar y sentir la realidad de su corazón, para comprometernos y entregar nuestra vida al servicio de los demás. ¡FELIZ FIESTA DEL SAGRADO CORAZÓN para cada una!