LIBRES PARA EDUCAR Julio… mes de la Patria… “libre”, por la voluntad de los pueblos y por la justicia que Dios demanda. Para nosotras educadoras, es una ocasión de reflexionar sobre el sentido de “libertad”, la responsabilidad que conlleva y que nos impulsa a lanzarnos con audacia a tomar entre todas, opciones concretas a la luz de una vocación común. Nuestra “vocación” nos demanda hacernos “libres”, fieles, activas, educadoras… El mundo reclama nuestro amor y tiene derecho a exigirnos justicia, compasión y solidaridad. La pasión por anunciar el Evangelio nos urge a confrontarnos con el planeta y la sociedad de nuestros días. Dondequiera que estemos, nuestro trabajo educativo ha de ser un trabajo de liberación, creación, justicia, paz y amor… Ha de procurar que cada persona que se acerque a nosotras, aprenda a tomar la vida en sus propias manos y se decida, con lo que es y con lo que tiene, a cambiar y a ser cambiada. Es un “sueño”… Nos parece irrealizable, sobre todo ahora que en este mundo todo nos habla de satisfacción personal, poder y prestigio… Pero Dios es fiel, sigue amando la obra de sus manos… somos grano de mostaza en su Reino y nos ha llamado a colaborar con El. La relación que existe entre nuestra espiritualidad arraigada en la contemplación y la manera de ser educadoras, nos impulsa a buscar, en todo lo que hacemos, el crecimiento integral de la persona y nuestra participación en la transformación de un mundo libre y fraterno.
CAMINANDO por el DESIERTO con el PUEBLO de ISRAEL El pueblo de Israel guardó un recuerdo ambiguo del desierto: por un lado, fueron años de vida dura, de pruebas y tentaciones, de infidelidades y murmuraciones. Por otro, reconocía, generación tras generación, que aquella etapa fue como un idilio entre el Señor y ellos y en aquella soledad se tejió una relación de alianza, de perdón, y pertenencia mutua, de caminar juntos, de saber que cada noche, al plantar sus tiendas, también la que simbolizaba la presencia del Señor acampaba junto a ellos.