PONERLE CORAZÓN A TODO A lo largo de este mes de Junio, centradas en el Corazón de Jesús y festejando una fiesta tan entrañable, qué mejor propósito que ponerle corazón a todo lo que vivimos, hacemos, hablamos, sentimos, celebramos. Pongámosle corazón a todo el esfuerzo que hacemos por lograr ser personas y comunidades acogedoras – CORAZÓN ABIERTO DE JESÚS, haz nuestro corazón semejante al tuyo. Pongámosle corazón a nuestros pensamientos para que no primen en nosotras razones que no sean las del amor – CORAZÓN AMOROSO DE JESÚS, haz nuestro corazón semejante al tuyo. Pongámosle corazón al trabajo con el que servimos a l@s demás y que sepamos gozar con ello, aunque entrañe contradicciones y sacrificios – CORAZÓN GENEROSO DE JESÚS, haz nuestro corazón semejante al tuyo. Pongámosle corazón a nuestros debates políticos en este período pre-electoral, para que nos inspire la pasión por Su Reino por encima de las tendencias de intereses personales o grupales – CORAZÓN LÚCIDO DE JESÚS, haz nuestro corazón semejante al tuyo. Pongámosle corazón a los momentos tristes, aburridos (¡si alguien tiene tiempo para aburrirse!), penosos, confusos o de enojo – CORAZÓN BONDADOSO DE JESÚS, haz nuestro corazón semejante al tuyo. Y así podríamos seguir sin fin… Pero hay algo que en este mes también reclama que pongamos mucho más corazón cada vez. Es el Día del Campesino. Nuestr@s mujeres y hombres del campo, de cualquier edad, siguen siendo los “ninguneados del país”. Este mes se cumple el año del “baguazo” y todavía no se hace una realidad la consulta sincera y seria para tomar decisiones que comprometan su vida y la vida y futuro del país entero. No es solamente un tema del territorio, del agua, del subsuelo, de la producción, ni siquiera de la soberanía. Es un reto de cómo entendemos la humanidad misma y la convivencia entre nosotr@s. Si seguimos permitiendo que haya ciudadanos de segunda o tercera, con una esperanza de vida muy por debajo de la media nacional; si nos parece normal que la educación se elitice para muy pocos con niveles de excelencia y para las mayorías caiga más y más en decadencia; si no rompemos las barreras de la desigualdad, discriminación, superioridades falsas, indiferencia, explotación o maltrato que violan la dignidad de cada persona y se nos meten a la cabeza las cómodas reacciones que prefieren silenciar este realísimo problema con argumentos de pacificación (¡qué tal ofensa para la paz!), estamos muy, muy lejos de los sentimientos del Corazón de Jesús. La unidad que Él reclama está basada en la verdad y en el amor. Nada más ajeno a ella que la corrupción generalizada o el modelo de desarrollo impuesto. Pidamos a Jesús que nos cambie el corazón de piedra, o de metal, que ahora tenemos como sociedad nacional y nos transforme para latir con un solo corazón de carne como el Suyo, que se dejó traspasar por todo el mundo sin exclusión.