Nican Mopohua

Page 1

1


NICAN MOPOHUA [AQUÍ SE NARRA] Narración original del hecho guadalupano, escrita por Antonio Valeriano (1520-1605). Traducción: Guillermo Ortíz de Montellano (1989). 001. Aquí se relata, se pone en orden y concierto cómo, antes no acontecido, en forma maravillosa se apareció la eternamente Virgen Santa María Madre de Dios, nuestra venerada soberana, allá en el Tepeyac, se da a conocer como Guadalupe. 002. Primeramente se dejó ver de un estimado individuo de la clase humilde, de nombre Juan Diego, y después se apareció su preciosa Imagen en presencia del primer Obispo Don Fray Juan de Zumárraga. 003. Ya hacía diez años que fue conquistada la ciudad de México, había cesado la guerra y había sosiego en todos los pueblos, 004. de manera que ya comenzó, ya brota, ya resplandece la creencia, la Fe, el conocimiento que se tiene, de aquel por quien se vive, del verdadero Dios. 005. Entonces, en el año de 1531, apenas a unos cuantos días del mes de Diciembre, sucedió que había un individuo de baja categoría, muy pobre, 006. cuyo nombre era Juan Diego, según se dice, originario de Cuautitlán, 007. y en lo tocante a lo espiritual aún todo allá pertenecía a Tlaltelolco. 008. Y era Sábado muy de madrugada, y [Juan Diego] venía en pos de lo espiritual y de sus mandatos. 2


009. Y cuando [Juan Diego] vino al llegar junto al cerrito que tiene por nombre Tepeyac, ya esclarece; 010. [Juan Diego] oyó que de lo alto del cerrito se canta como si diversos pájaros preciosos cantaran. Callan sus gargantas y como si el cerro respondiera una y otra vez. En gran manera es gustoso, suave y agradable su canto, que supera por completo al coyoltótotl y al tzinitzcan, y a otros preciosos pájaros canoros. 011. Se detuvo Juan Diego a mirar, se dijo: ¿Acaso soy merecedor, soy digno de lo que oigo? ¿O solamente los sueño? ¿O solamente despierto de dormir? 012. ¿En dónde estoy? ¿En dónde me miro? ¿Acaso allá donde dijeron los viejos nuestros antepasados? ¿En la tierra de las flores, en la tierra de abundancia de los abuelos? ¿Acaso allá en la tierra celestial? 013. [Juan Diego] Estaba mirando hacia arriba del cerrito, por donde sale el sol, de donde venía el precioso canto celestial. 014. Y después que se suspendió el canto, y se hizo una pausa, [Juan Diego] oye que le llaman desde lo alto del cerrito, y le dicen: Juanito, Juan Dieguito. 015. Desde luego, inmediatamente, [Juan Diego] se atreve a ir hacia allá de donde es llamado. Nada le acontece a su corazón, ni cosa alguna se admira, empero bien se alegra y goza mucho, y fue a subir al cerrito, hacia allá para ver de dónde fue llamado, 016. y cuando [Juan Diego] va a alcanzar la parte superior del cerrito, vio a una noble Señora que allí estaba de pie, 017. y lo llamó para que se acercara a Ella.

3


018. Y cuando [Juan Diego] llegó a su presencia, mucho se maravilló de cuánto [Ella] sobrepasa de manera perfecta en honra y respeto; 019. su vestidura brilla y resplandece como rayos de sol. 020. Y las piedras, los riscos en los que se yergue, lanzan dardos resplandecientes, 021. como de una ajorca de jades preciosos; 022. y se muestra la tierra como resplandor de arco iris. 023. Y los mezquites y los nopales y todas las otras yerbezuelas que allí se dan, parece que sus hojas son esmeraldas, de turquesas divinas; y su ramaje, sus espinas gruesas y delgadas brillan como el oro. 024. En su presencia, [Juan Diego] se inclinó, escuchó su expresión, su palabra, sumamente agradable, muy cortés, como que atrae de modo efectivo; 025. [Ella] le dice: escucha, mi hijito, Juanito, ¿adónde vas? 026. Y [Juan Diego] le respondió atentamente: Mi ama, noble señora, mi doncella, voy a llegar allá a tu casa en MéxicoTlaltelolco, donde yo sigo lo divino que nos dan, que nos enseñan los representantes humanos de Nuestro Amo, nuestros Sacerdotes. 027. A continuación, [Ella] le comunica, le descubre su preciosa voluntad, 028. [Ella] le dice: sábete, ten por cierto y entendido, mi hijito, que Yo soy la eternamente por siempre Virgen Santa María, Madre de Dios verdadero, de Aquel por quien se vive, del Creador de la gente, del que está próximo y cerca, del Señor del Cielo, del Señor del mundo. Bien quiero, mucho deseo que aquí me levanten mi Templo, 4


029. allí mostrar, manifestar, 030. dar a la gente todo mi amor, mi compasión, mi auxilio, mi defensa; 031. puesto que Yo soy la piadosa Madre de ustedes, 032. a ti y a todos los de esta tierra, todos ustedes en conjunto, 033. y a los demás de diversas naciones de gente, mis amadores, que me invoquen, me busquen, que en mí confíen, 034. para que allí Yo los escuche en su lloro, su tristeza, para que Yo limpie y cure todas sus miserias, sus tormentos, sus dolores. 035. Y para que se lleve a cabo lo que [Yo] pienso en mi compasión para la gente, ve allá a la morada de palacio del Obispo de México, y le dirás que Yo te envío como mensajero para que manifiestes que muchísimo deseo que aquí se me haga Casa, se me levante en el llano, mi Templo; con detalle manifestarás todo lo que viste, lo que te maravilló y lo que escuchaste. 036. Y ten por cierto y entendido, que bien lo agradeceré y lo pagaré, 037. porque por esto te enriqueceré, te haré próspero, 038. y tendrás gran merecimiento, pues compensaré tu cansancio, tu trabajo, en ir a procurar aquello por lo que te envío de mensajero. 039. Mira que ya escuchaste, mi hijo más pequeño, lo que te he dicho; anda esfuérzate en ello. 040. Y luego, inclinándose mucho ante Ella, [Juan Diego] le dijo con cortesía: Oh ama mía, oh noble Señora, ya me voy para 5


poner en obra lo que me has dicho; ahora solamente me despido de ti, yo tu pobre vasallo. 041. Desde luego [Juan Diego] bajó para poner en obra el mensaje de Ella: vino a encontrar la calzada que queda en línea recta a México. 042. En cuanto [Juan Diego] entró a la ciudad, inmediatamente fue derecho al palacio del Obispo que hacía muy poco había venido, Jefe de Sacerdotes, cuyo nombre era D. Fray Juan de Zumárraga, Sacerdote de San Francisco. 043. Y en cuanto [Juan Diego] llegó, desde luego intentó verlo; les suplicó a sus criados, a los servidores que vivían con él, ser visto por él. 044. Pasó bastante tiempo, [los servidores] lo fueron a llamar, que ya había ordenado el señor Obispo que [Juan Diego] entrara. 045. Y en cuanto [Juan Diego] entró luego en su presencia se arrodilló, se inclinó, en seguida manifiesta, declara lo que había dicho la Señora del Cielo, el mensaje; y también le dijo todo lo que lo hizo admirarse, lo que vio, lo que oyó. 046. Y [Fray Juan de Zumárraga] escuchó toda la palabra de él, el mensaje, como si no lo tomara en serio. 047. [Fray Juan de Zumárraga] Le respondió, le dijo: hijito mío, ojalá otra vez vengas, te escucharé más despacio, veré desde la raíz u origen, pensaré lo que te hizo venir, tu voluntad, tu deseo. 048. [Juan Diego] Se salió, viene triste, que de ninguna manera tuvo efecto su mensaje. 049. Luego [Juan Diego] se regresó ya casi al declinar el mismo día; luego allá fue directamente arriba del cerrito. 6


050. Y [Juan Diego] al llegar, la Señora noble del Cielo, en el mismo lugar donde primeramente la vio, lo estaba esperando, 051. Y así en cuanto [Juan Diego] la vio, en su presencia se inclinó, se humilló, le dijo: 052. Oh mi ama, Señora, noble Señora, la más pequeña de mis hijas, mi doncella, fui allá donde me mandaste como tu mensajero, para poner por obra lo que me dijiste; aunque muy dificultosamente, entré al lugar de asiento del Jefe de los Sacerdotes, lo vi, expuse ante él lo que me dijiste, así como lo aconsejaste. 053. [Él] Me recibió pacientemente, y lo escuchó de buena manera; pero en lo que me respondió, así como si en su corazón no lo aceptar[a], no lo tuviera por cierto. 054. [El Jefe de los Sacerdotes] Me dijo: otra vez vendrás, y con más detenimiento te escucharé; más aún veré su origen, por qué has venid[o], tu deseo, tu voluntad; 055. yo bien vi así cómo [el Jefe de los Sacerdotes] me respondió, que duda que quieras que hagan un Templo para ti aquí. Que tal vez yo nada más lo invento, que quizá no salió de tus labios. 056. Mucho te suplico, mi ama, noble Señora, mi doncellita, que ojalá alguno de los distinguidos nobles, que sea conocido, respetado y se le dé honra, sea él al que hagas que tome a su cargo y lleve su mensaje, para que sea creído. 057. Porque en verdad yo soy un humilde hombrecillo, valgo muy poco, soy despreciable, gente menuda, vasallo. Que no es lugar donde yo ande, que no es lugar donde yo pare, allí donde tú me envías de mensajero, mi Virgen estimada, la más pequeña de mis hijas, Señora, noble Señora. 058. Ojalá me perdones que yo dé pena a tu persona; que yo vaya a caer en tu disgusto, en tu enojo, Señora mi ama. 7


059. Le respondió la Virgen, digna de toda honra: 060. ¡Ea! pues, escucha, el más pequeño de mis hijos. Ten entendido y por cierto, que no son escasos mis servidores, mis mensajeros a quienes puedo hacer que se encarguen de mi mensaje y que se lleve a cabo mi voluntad; 061. pero es muy necesario que tú seas el que hable, y que por medio de ti se verifique, se haga mi querer, mi voluntad. 062. Y te ruego mucho, el más pequeño de mis hijos, y te mando con rigor, que no dejes de ir otra vez mañana para ver al Obispo, 063. y en mi nombre le hagas saber y que bien hagas que escuche mí querer, mi voluntad, para que lleve a cabo, haga mi Templo que pido, 064. y otra vez le dirás con empeño, de qué manera, Yo que soy la siempre Virgen Santa María, Yo la Madre de Dios, te envío allí de mensajero. 065. Y Juan Diego le respondió y le dijo con toda reverencia: mi Ama, noble Señora, mi Virgencita, ojalá yo no cause angustia a tu persona, porque pondré todo mi corazón en ir ciertamente a llevar a cabo tu mensaje, porque desde luego no me detendré ni tengo por penoso el camino, 066. porque ciertamente iré, porque iré a hacer tu voluntad. Solamente que tal vez no se me escuche de buen modo, y si soy escuchado, quizá no se me crea. 067. Así pues, mañana por la tarde, a la puesta de sol, regresaré con lo que de tu mensaje me responda el Jefe de Sacerdotes. 068. Por ahora, me despido de ti, la más pequeña de mis hijas, mi Virgencita, Señora, noble Señora; ojalá y descanses. 8


069. Inmediatamente, en el acto, se fue él a descansar a su casa. 070. Y al día siguiente, Domingo, muy de madrugada, al despejar la obscuridad, [Juan Diego] salió de su casa y se fue en derechura a Tlaltelolco, para venir a saber las cosas divinas y para que sea contada la gente. Y después de ver al Jefe de los Sacerdotes; 071. y a eso de las diez horas [, Juan Diego] se aprestó, después de oír Misa, y de que se contó la gente y que se dispersaron los de clase baja. 072. Y él, Juan Diego, inmediatamente fue a la residencia palaciega del Jefe, el Obispo. 073. Y cuando [Juan Diego] llegó puso todo su empeño para verlo, y mucho se le dificultó verlo otra vez; 074. [Juan Diego] se arrodilló a sus pies, llora, se entristece al informar y al exponer el mensaje de la noble Señora del Cielo, 075. para que quizá de una vez se crea en la embajada y en la voluntad de la eternamente Virgen, para que le hagan, para que le erijan su Templo en el lugar que [Ella] quiere. 076. Y el señor Obispo muchas cosas le preguntó, inquirió para cerciorarse por completo de en dónde la vio, de qué manera es. Totalmente [Juan Diego] lo relató al señor Obispo; 077. y aunque [Juan Diego] explicó muy bien cómo era, y todo lo que vio y admiró, que en todo se manifiesta ser Ella la eternamente Virgen, la reverenciada y digna de honra Madre de Nuestro Salvador, de Nuestro Señor Jesucristo, 078. empero [el señor Obispo] no lo tuvo por cierto;

9


079. [El señor Obispo] dijo que no solamente por su palabra, su pedimento, se haría, se verificaría lo que pide. 080. Que era muy necesaria alguna cosa como señal, para creer bien que lo envía de mensajero la Señora del Cielo. 081. Y al oír esto Juan Diego dijo al Obispo: 082. Señor, Jefe, ojalá veas cuál ha de ser la señal que tu pides, para que inmediatamente vaya yo a pedirle a la Señora del Cielo, que me envió acá como mensajero. 083. Y como vio el Obispo que [Juan Diego] está muy seguro, que desde luego de ninguna cosa se arrepiente ni duda, lo despide. 084. Y entonces [el Obispo] mandó a algunas personas de su casa, en quienes confía mucho que vayan tras de él, que espíen a donde va, y a quién ve y le habla. 085. Pues así se hizo; y Juan Diego inmediatamente se vino derecho, caminó por la calzada. 086. Y los que lo seguían, allí donde sale la barranca junto al puente de madera del Tepeyac, lo perdieron; aunque en todas partes buscaron, en ningún lugar lo vieron. 087. Así es que [aquellos] se regresaron no solamente muy enfadados, sino también porque [Juan Diego] les estorbó, los hizo enojar; 088. cuando [los enfadados] fueron a hablar al señor Obispo, lo inclinaron a que no lo creyera. Le dijeron que [Juan Diego] solamente lo engaña con intención, solamente le miente a sabiendas, en lo que viene a decir; o bien solamente lo soñó, solamente acababa de despertar en lo que le pide.

10


089. Y así [los enfadados] deliberaron que si [Juan Diego] otra vez viniera, volviera allí, lo agarrarían y duro lo castigarían para que otra vez ya no mienta, engañe. 090. Entre tanto, Juan Diego estaba con la Santísima Virgen, diciéndole la respuesta que traía del señor Obispo; 091. la que oída por la Señora, le dijo: 092. bien está, hijito mío, volverás aquí mañana para que lleves al Obispo la señal que te ha pedido; 093. con eso [, él] te creerá y acerca de esto ya no dudará ni de ti sospechará; 094. y sábete, hijito mío, que yo pagaré tu cuidado y el trabajo y cansancio que por mí has impendido; 095. ¡Ea! Vete ahora, que mañana aquí te espero. 096. Al día siguiente, Lunes, cuando había de llevar Juan Diego alguna cosa como prueba, para ser creído, ya no volvió 097. porque cuando [Juan Diego] llegó a su casa, un tío suyo que tenía por nombre Juan Bernardino, estaba aquejado de la enfermedad, el mal había avanzado mucho; 098. todavía [Juan Diego] fue a llamar al médico, todavía le habló de ello, pero ya no era tiempo, ya el mal había avanzado mucho. 099. Y todavía de noche, le rogó su tío que muy de mañana, cuando estuviera aún obscuro, saliera para ir a llamar allá a Tlaltelolco, alguno de los Sacerdote, para que venga a confesarlo, y a prepararlo, 100. pues que [Juan Bernardino] sentía en su corazón, que ya era tiempo para morir, que ya no se levantaría, que ya no se aliviaría. 11


101. Y el Martes antes de amanecer allá salió de su habitación Juan Diego a llamar un Sacerdote allá en Tlaltelolco; 102. y cuando llegó caminando junto al cerrito Tepeyac, al pie de donde antes ha pasado, dijo: 103. si sigo derecho el camino, no sea que me vea la Señora, que como antes me detendrá para que yo lleve la señal al Jefe de los Sacerdotes, así como me lo mandó mucho. 104. ¡Ea! pues nos queda nuestra pena, iré a llamar al Sacerdote, que el pobre de mi tío no se esté solamente esperándolo. 105. Inmediatamente [Juan Diego] rodeó el cerro subió por la cañada a la otra parte, del lado donde sale el sol, va a salir prontamente para llegar a México, que no lo detenga la Señora del Cielo, 106. pensando [Juan Diego] que por allí donde rodeó no es posible que [la Señora del Cielo] lo vea, quien está mirando bien a todas partes. 107. [Juan Diego] La vio cómo bajó de lo alto del cerrito, de allá hacia acá está viendo, donde antes acostumbraba verla; 108. [La Señora del Cielo] vino al encuentro de él en la loma del cerro, viene a detenerlo, le dijo: 109. Y, el más pequeño de mis hijos, ¿adónde vas? ¿A dónde te diriges? 110. Y él ¿acaso por eso se apenó un poco? ¿O acaso tuvo vergüenza? ¿O acaso se espantó? ¿Tuvo miedo? 111. En presencia de Ella, [Juan Diego] se inclinó con humildad y reverencia, la saludó, le dijo: 12


112. Oh mi doncellita, la más pequeña de mis hijas, noble Señora, ojalá estés contenta; ¿cómo te levantaste a la luz y al calor del sol? ¿Acaso estás bien de salud de tu cuerpo, oh mi señora, mi muy querida y estimada hija? 113. Voy a causar pena a tu estimada y reverenciada persona; sábete que está muy grave un servidor tuyo, mi tío; 114. una gran enfermedad se ha apoderado de él, y está por morir. 115. Y todavía iré de prisa a tu casa en México, para llamar a uno de nuestros Sacerdotes, que lo vaya a confesar y que lo vaya a preparar, 116. pues que nacimos para venir a esperar el trabajo de nuestra muerte. 117. Y si lo voy a hacer, luego otra vez volveré acá, para ir a llevar tu mensaje, Señora, mi doncellita. 118. Perdóname, en todo tenme confianza, que no te engaño en ello, la más pequeña de mis hijas, mi muy querida niñita, que luego mañana vendré de prisa. 119. Y así como oyó las palabras de Juan Diego, le respondió la piadosísima Virgen: 120. escucha, ten por cierto y bien entendido, el más pequeño de mis hijos, que no es nada en absoluto lo que te espantó y te angustió, no te turbe; no temas la enfermedad o angustia. 121. ¿Acaso no estoy aquí, yo que soy tu Madre? ¿Acaso no estás a mi sombra y bajo mi amparo? ¿Acaso no soy yo tu salud? ¿Acaso no estás en mi regazo y entre mis brazos? ¿Acaso necesitas alguna otra cosa?

13


122. Que ninguna otra cosa te angustie, te desasosiegue, que no te angustie la enfermedad de tu tío por que no morirá ahora de ella; ten por cierto y bien entendido que ya sanó. 123. (Y fue en ese momento cuando [la piadosísima Virgen] sanó su estimado tío, según después se supo.) 124. Y Juan Diego, así como oyó la plática de la Señora del Cielo, en gran manera por esto se consoló, quedó por esto bien tranquilo su corazón. 125. Y [Juan Diego] le rogó que cuanto antes lo enviara de mensajero, para ir a ver al señor Obispo, y llevarle algo de señal, de muestra, para que le crea. 126. Y la Señora del Cielo inmediatamente lo mandó que subiera a lo alto del cerrito, allí donde antes la veía; 127. le dijo: sube, el más pequeño de mis hijos, a lo alto del cerrito y donde me viste y te ordené con instancia, 128. allí verás tendidas diversas flores. Corta muchas, recógelas, júntala, luego baja, aquí en mi presencia tráelas. 129. Y Juan Diego desde luego subió al cerrito, 130. y al llegar a la cumbre, [Juan Diego] mucho se maravilló de todo lo que allí había, estaban brotando, estaban abriendo diversas flores preciosas de Castilla, sin ser todavía tiempo en que se dan; 131. porque ciertamente es cuando arrecia el hielo. 132. [Las flores] Tenían mucha fragancia, como perlas preciosas, llenas de rocío de la noche. 133. Inmediatamente [Juan Diego] comenzó a cortar muchas, recogió gran cantidad, las echó en el regazo. 14


134. Y allí en la cumbre del cerrito, no se dan flores en absoluto, porque está llena de peñascos, abrojos, muchas espinas, nopales, mezquites; 135. y sí se dan hierbecillas es el mes de Diciembre en que todo se come y destruye el hielo. 136. E inmediatamente [Juan Diego] bajó hacia acá, y le trajo a la Señora del Cielo diversas flores que fue a cortar muchas; 137. y así que Ella las vió, las tomó en sus santas manos; 138. y luego de nuevo las colocó en el regazo de él. Le dijo: 139. el más pequeño de mis hijos, estas diversas flores son la prueba, la señal, que llevarás al Obispo. 140. De mi parte le dirás que vea en ellas mi voluntad, y que con ello ponga en obra mi voluntad, mi deseo. 141. Y tú eres mi mensajero, porque eres muy digno de confianza. 142. Y te mando muy estrictamente, que sólo en presencia del mismo Obispo despliegues tu manta, y muestres lo que llevas. 143. Y de manera completa le relatarás, le dirás, cómo Yo te mandé que subieras a la cumbre del cerrito, para ir a cortar muchas flores, y todo lo que viste, lo que te maravilló, 144. para mover el corazón del Jefe de los Sacerdotes, a fin de que luego hable, para que se haga, se erija mi Templo que he pedido. 145. Y dada esa precisa orden por la Señora del Cielo, [Juan Diego] se apresuró a tomar por la calzada a México, directamente, ya viene alegrándose,

15


146. ya siente en su corazón que saldrá con bien, que lo llevará bien. 147. [Juan Diego] Viene con mucho cuidado de lo que trae en su regazo, no sea que algo se le vaya de las manos. 148. [Juan Diego] Viene gozándose con el suave olor de las distintas hermosas flores. 149. Cuando [Juan Diego] llegó al palacio de residencia del Obispo, salieron a su encuentro el mayordomo y otros de entre los residentes del Jefe de los Sacerdotes, 150. y les rogó que fueran a decirle cómo quería verlo, pero ninguno de entre ellos quiso hacerlo, aparentaron que no lo oían, ya sea porque todavía era muy de madrugada, 151. o bien porque lo conocen que solamente los molesta, los importuna, 152. y ya les habían informado sus compañeros que lo perdieron cuando lo siguieron. 153. Muchísimo tiempo estuvo [Juan Diego] esperando le hablaran. 154. Y cuando [los residentes] vieron que [Juan Diego] por muchísimo tiempo estuvo ahí de pie, bajando la cabeza cohibido, sin hacer nada, y por si acaso es llamado, y como que trae alguna cosa que tiene en su regazo, por eso desde luego [los residentes] se acercaron a él, para ver qué es lo que [Juan Diego] trae, para satisfacerse. 155. Y como vio Juan Diego que no podía ocultar lo que traía, que lo molestaran, le darían muchos empujones, o bien lo maltratarían, descubrió un poco que eran flores. 156. Y así como [los residentes] vieron que eran muchas y diversas flores de Castilla, y que no era tiempo en que se dieran, 16


muchísimo se admiraron, y que estuvieran sumamente frescas, tan abiertas, tan olorosas, tan maravillosas. 157. Y [los residentes] quisieron tomar unas cuantas, sacarlas; 158. y por tres veces hicieron el intento de cogerlas, no lo lograron 159. porque cuando [ellos] las van a tomar, ya no eran flores lo que veían, solamente como si [estas] estuvieran pintadas, o bordadas, o cosidas, era lo que [ellos] veían en la manta. 160. Inmediatamente [los residentes] fueron a decirle al señor Obispo lo que vieron. 161. Y que quería verlo el indito que tantas veces había venido, y que ya tenía mucho tiempo allí esperando, que le hablaran, porque quería verlo. 162. Y el señor Obispo así como lo oyó, entonces vino a comprender que ésa era la señal para que estuviera dispuesto a llevar a cabo lo que solicitaba aquel hombrecillo; 163. luego [señor Obispo] ordenó que inmediatamente [Juan Diego] entrara a verlo. 164. Y [Juan Diego] al entrar se humilló ante él, como lo había hecho antes, 165. y otra vez refirió todo lo que había visto, lo que le había causado admiración, y su mensaje: 166. [Juan Diego] Le dijo [al señor Obispo]: mi amo y señor, hice y puse por obra lo que me mandaste, 167. así fui a decirlo a la Señora, mi ama, la Señora del Cielo, Santa María, la Madre que Dios ama, que tú pides una señal para poder creerme, para que le hagan su Templo allá donde te pide, para que lo erijas; 17


168. y también le dije que te di mi palabra de que [yo] había de traerte alguna cosa como señal, como prueba, para que se haga, se lleve a cabo su voluntad. 169. Y que [la Señora del Cielo] oyó de buena manera tu recado y recibió alegremente tu petición de alguna cosa como señal, como prueba, para que se haga, se lleve a cabo su voluntad. 170. Y hoy, todavía muy de mañana, [la Señora del Cielo] me ordenó que otra vez viniera a verte; 171. y le pedí alguna cosa como prueba para [yo] ser creído así como me dijo que me la daría y desde luego lo puso en práctica, 172. y [la Señora del Cielo] me mandó a la cumbre del cerrito en donde antes la había yo visto, para que allí fuera yo a cortar muchas y diversas flores de Castilla; 173. y fui a cortarlas, las llevé allá abajo; 174. y [la Señora del Cielo] las tomó en sus Santas Manos, 175. otra vez las puso en mi regazo 176. para que [yo] te las trajera y las entregara solamente a ti 177. Aunque yo bien sabía que no es lugar donde se den flores la cumbre del cerrito, ya que solamente hay muchos riscos, muchos abrojos, muchas espinas, muchos nopales duros, muchos mezquites, no por eso dudé, no por eso vacilé. 178. Al llegar a la cumbre del cerrito contemplé que [allí] ya era un vergel; 179. estando allí juntas toda clase de hermosas flores de calidad de Castilla, brillando en el rocío a los rayos del sol, y luego fui a cortar muchas. 18


180. Y [la Señora del Cielo] me dijo que a su Nombre te las diera. Y es así como lo hago para que veas en ellas la señal que tú pides, para que pongas por obra su voluntad, 181. y para que aparezca la verdad de mi palabra, de mensaje. 182. ¡Hélas aquí! Recíbelas. 183. Y fue el momento en que [Juan Diego] desplegó hacia él su manta blanca, pues llevaba en su regazo las flores, 184. y así al esparcirse todas las distintas flores de Castilla, 185. desde luego ahí se marcó, vino a aparecer la venerable Imagen de la eternamente Virgen Santa María, Madre de Dios, tal como ahora está 186. allá donde ahora se conserva [la venerada Imagen] en su venerada residencia, en su estimado Templo en el Tepeyac que se nombra Guadalupe. 187. Y así como lo vio el señor Obispo y todos los que allí estaban, se arrodillaron, mucho la admiraron. 188. Se levantaron para mirarla, se entristecieron y se acongojaron, elevando el corazón y el pensamiento. 189. Y el señor Obispo, llorando entristecido, le rogó, le pidió que lo perdonara, porque no puso por obra desde luego su estimable voluntad, su respetable mandato. 190. Y [el señor Obispo] se levantó, le desató del cuello donde estaba atada la vestidura, la manta de Juan Diego, 191. en la que se apareció, allí se marcó la Señora del Cielo. 192. E inmediatamente [el señor Obispo] la llevó, fue a colocarla allá en su oratorio. 19


193. Y todavía pasó allí todo un día Juan Diego, en la estimable casa del Obispo, todavía lo detuvo. 194. Y al día siguiente [el señor Obispo] le dijo: ¡Ea! A mostrar dónde es la voluntad de la Señora del Cielo que se le erija su reverenciado Templo; 195. inmediatamente se invitó a la gente para hacerlo, erigirlo. 196. Y Juan Diego, así como señaló donde mandó la Señora del Cielo se erija su reverenciado Templo, inmediatamente pidió licencia, 197. [Juan Diego] quería llegar a su casa para ir a ver a su querido tío Juan Bernardino, que estaba muy enfermo cuando lo dejó para ir a llamar a alguno de los Sacerdotes allá en Tlaltelolco, para que lo confesara, lo preparara, y le dijo la Señora del Cielo que [su tío] ya estaba sano. 198. Y no solo no lo dejaron ir solo, sino que lo acompañaron allá a su morada, 199. y así como llegaron vieron a su tío ya estar bien contento, ya nada le duele; 200. y él se maravilló mucho de ver cómo su sobrino [Juan Diego] era acompañado y mucho lo honraban. 201. [Juan Bernardino] Le preguntó a su sobrino porqué se hacía eso, que mucho lo honraban. 202. Y él le dijo cómo cuando salió hacia allá para ir a llamar a un Sacerdote para que lo confesara, lo preparara, allá en el Tepeyac lo vió la Señora del Cielo 203. y [Ella] lo envió de mensajero allá a México a ver al señor Obispo para que le hicieran Casa allí en el Tepeyac.

20


204. Y [la Señora del Cielo] le dijo que no se afligiera, [Juan Diego] se puso contento y mucho se calmó su espíritu. 205. Dijo su tío que verdaderamente fue entonces cuando [la Señora del Cielo] lo sanó, 206. y bien la vio exactamente de la misma manera como la veía su sobrino, 207. y [Ella] le dijo cómo a éste [Juan Diego] todavía lo envió de mensajero a ver al Obispo. 208. Y que cuando él [el Obispo] fuera a verlo, que muy bien le manifestara, le relatara lo que vió 209. y que tan maravillosamente lo curó. 210. Y que al darle nombre, bien se llamara la siempre Virgen Santa María de Guadalupe su venerada Imagen. 211. E inmediatamente llevaron a Juan Bernardino a presencia del señor Obispo, para que informara, para que en su presencia testificara 212. Y a ambos, a él y a su sobrino Juan Diego, los aposentó en su casa el Obispo por unos cuantos días, 213. por todo el tiempo mientras se erigió el Templo de la Soberana Señora en el Tepeyac, donde la vió Juan Diego. 214. Y el señor Obispo trasladó allá a la Iglesia Mayor la venerada Imagen de la Señora del Cielo. 215. [El señor Obispo] La sacó del oratorio de su palacio, donde estaba, para que toda la gente la viera y admirara la venerada Imagen 216. Y todos por completo, la ciudad entera se conmovió, venían a ver y admirar su querida y venerada Imagen. 21


217. a rendirle Culto 218. a hacerle oración 219. muchos se admiraban de cómo en forma maravillosamente divina vino a aparecerse.

http://www.clerus.org/clerus/dati/2004-05/31-15/nocanm.html

22


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.