CARACALABAZA

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como si no pudiera verlo, además de que no parecía estar asustado en lo más mínimo, el pequeño esperaba que saliera corriendo como la niña de la otra vez. ― ¿Sera que no puedes hablar? Asintió con la cabeza, pero nuevamente no le hizo caso. ― Ya sé ― dijo el anciano entusiasmado ―. Si no puedes hablar has una especie de sonido para que entienda. El pequeño emitió un sonido y el anciano entendió que no podía hablar. ―Oh ya veo, bueno tampoco es que sea tan malo. ― dijo el anciano con mucha alegría―. Yo no puedo ver y no me ha dado ningún problema. Caracalabaza entendió la razón del porque el anciano no había salido corriendo. ―Si estas herido, puedes venir conmigo, mi hogar no está muy lejos de aquí, ahí podré atender tus heridas, no sé mucho pero siempre he curado mis heridas yo mismo, solo guíame en donde está tu herida porque como ya mencioné, no puedo ver ― dijo el anciano entre risas. ―Vamos, sígueme te mostrare donde es ― dijo el anciano, mientras tomaba la mano del pequeño ― por cierto mi nombre es Roble. Los dos se introdujeron al bosque, el anciano era muy platicador, no le importaba que Caracalabaza no le contestara, el solo quería que alguien lo escuchara. Al pequeño le agradó el anciano y como no podía contestarle, decidió aplaudirle después de que él le dijera algo, esto para que el supiera que lo estaba escuchando.

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