Jose Miguel Oviedo Historia de la literatura hispanoamericana v 1 1995

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El primer renacimiento en América 127

zó en la Junta de 1550-1551 convocada en Valladolid por Carlos V, figura en la Apología preparada en latín por Las Casas y cuya traducción castellana fue publicada por primera vez sólo en 1975.) El reconocimiento y denuncia del lado sombrío de la conquista comienza con él. Pero hay que advertir que Las Casas no niega la necesidad de llevar adelante la empresa misma; lo que sí quiere es reformarla y humanizarla mediante medidas que él llama «remedios», que permitirían cumplir los altos cometidos de la corona y al mismo tiempo los del humamsmo. El estilo personal del autor tendía a la hipérbole y al argumento inflamado: era a la vez un abogado, un fiscal y un juez implacables. De hecho, la composición de la Brevísima relación ... es el resultado de un esfuerzo por sintetizar y fijar en un «epítome» las copiosas argumentaciones orales que había hecho ante la citada Junta para presentar el problema. Debe aclararse, además, que la corona fue en general sensible a sus razonamientos y que, a íniciativa del clérigo, promulgó en 1542 las llamadas «Nuevas Leyes», un conjunto de provisiones, normas y reglamentos que tendían a mejorar considerablemente la condición de los indios; pero que fueron los encomenderos y autoridades coloniales los que representaron el obstáculo mayor para que la situación realmente cambiase. Si bien las ideas de Las Casas no alcanzaron el triunfo total que él esperaba, no es difícil imaginar lo que habría sido de los indios sin su intervención: el exterminio hubiese sido total y nuestra historia sería sustancialmente distinta. El impacto de su obra fue, pues, decisivo y mantiene su interés hasta ahora: no es exagerado considerar a Las Casas un precursor del pacifismo y la lucha por los derechos humanos. Su nombre, sin embargo, fue denigrado casi de inmediato como el iniciador de la llamada <Jeyenda negra» de la conquista española, campaña en la que se empeñaron después (por rivalidad política) las otras potencias coloniales de la época: Francia, Inglaterra y Holanda (6.4.). El argumento bien puede invertirse: si la pasión de Las Casas no hubiese llamado la atención a los españoles sobre sus propios excesos, la <Jeyenda negra>> habría sido más que una leyenda: una política generalizada e inapelable, ajena a toda razón humana y jurídica. Y tan importante como eso es que en sus obras más vastas, Historia de las Indias y Apologética histona sumaria (ambas publicadas muy tardíamente), se revele como un adelantado de la sociología y la antropología modernas. Esto no quiere decir que, aun siendo su causa básicamente justa, no puedan hacérsele críticas. Era un visionario, y como suele


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