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LA DEMOCRÁCIA, ESA FICCIÓN

LA DEMOCRACIA, ESA FICCIÓN MÁS GRANDE QUE YAHVÉ (JEHOVÁ) PARTE I Por: Giancarlo MORALES PÉREZ

El homo sapiens sapiens es el único animal sobre la tierra que nace con una desesperación inexplicable e inclasificable; como si el hambre no sólo se adueñara de su estómago y de su extraña anatomía, sino de todo su ser.

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Precisamente “ser” termina siendo una pesada carga en nuestra existencia y para sobrellevar esta maldición requerimos siempre de la invención desesperada de ficciones. Las mismas que según avanzó la historia, ese viaje directo y sin escalas hacia la nada, se hicieron más sofisticadas, más dificiles de explicar y sostener, confundiéndose con ideas impracticables de un mundo mejor con el confort para todos los habitantes humanos de este planeta que flota abandonado en algún rincón de esta galaxia que tuvimos la osadía ficcional y ególatra de llamar vía láctea.

Como en las religiones, esas gigantescas ficciones que el humano creó para explicar su casual presencia en el universo llegando incluso a declararse “hijo” del imaginado creador; un grupo de homo sapiens sapiens, los que tenían o querían reclamar el poder, el verdadero y único protagonista de la historia, crearon ficciones de lo más disparatadas para conseguir subirse en los lomos del poder y ser personajes secundarios de la historia pero protagonistas de la violencia. Fueron unos terratenientes ricos y dueños de muchos seres humanos, descendientes de protestantes anglosajones en Norteamérica los que dieron forma a una ficción que podríamos llamar “democracia moderna”. Toda ficción siempre está acompañada de exageradas mentiras escritas en sus actas de nacimiento o libros sagrados en las que se apoya. En este caso la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, esa

Pintura: Víktor Vasnetsov

que habla de libertad y búsqueda de la felicidad de los seres humanos por derecho divino e inalienable. Aunque en ese momento en el que se redactaba ese histórico documento esos terratenientes ricos tenían africanos trabajando hasta la muerte en sus campos de algodón mandaban a muchos jóvenes a una muerte segura para mediante la violencia hacerse con el poder. Los únicos que sangraron y se congelaron durante los largos años de “guerra de independencia” fueron los que no pertenecían a la clase social o económica de los terratenientes y estaban lejos de acariciar el poder. Para llegar a la prosperidad y la comodidad que tenían Thomas Jefferson o Benjamin Franklin tuvieron que seguir sacrificando a un miembro de la familia para arrebatarle la prosperidad a otros pueblos del mundo en numerosas e incontenibles guerras; siempre usando la ficción democrática para justificar la creación de un nuevo Imperio.

No nos adelantemos, sólo podemos decir que los Imperios siempre usan una ficción para poder desatar toda la violencia posible contra otros pueblos y otros seres humanos. Sobre todo desde el aspecto del desarrollo y la sofisticación filosófica, los imperios antiguos eran tal vez más sinceros y menos cínicos puesto que no justificaban su violencia con una ficción, sólo querían extender sus territorios en la búsqueda de recursos inagotables para sostener al verdadero protagonista de la historia: el Poder. Todo intento de demostrar la existencia o posibilidad de una sociedad democrática es ficcional y termina siendo absurda. Nuestro gregarismo eterno jamás lo permitirá, menos aún mientras vivamos inmersos en un infinita adicción a las ficciones. Juntos asistiremos al patíbulo para dejar caer la hoja de la guillotina sobre un cuello en nombre de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.

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