Revista spes unica nº 40 febrero 2014

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un hueco de oscuridad, un vacío de nada que era un todo al mismo tiempo y se deslizaban lentamente, en línea recta, hasta estrellarse en el suelo y romperse en mil pedazos. Luego volvían a romperse en mil más hasta quedar, como dijo el poeta, convertidos en polvo, en nada. Abrió los ojos y respiró profundamente. El olor de los pinos era ahora más intenso. El sol se filtraba entre el techo de hojas de la parra y rozaban su sombrero de paja, como invitándola a dejarse abrazar. El sonido de un tanguillo salía de los labios de Margarita. Esta vez sí lo reconoció, era el de ―Los duros antiguos‖ y a ella le sonó a vida en estado puro. Miró el reloj: Cuatro minutos, treinta segundos. Batió su record. Acababa de reducir su tiempo de sufrimiento diario, el limitado tiempo de su recuerdo.

(CONTINÚA EN EL PRÓXIMO NÚMERO) También pueden leer esta historia en el blog de la autora.

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