Nada en la Escritura es causal, toda ella “es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16-17), es así que la enorme cantidad de detalles que la misma arroja sobre el Tabernáculo deben tener un sentido cuya comprensión indica en la propia edificación. Diseños, medidas, disposiciones, materiales, colores y demás no tienen un fin meramente estético sino que necesaria y forzosamente, en consonancia con la Escritura, deben querer decir algo, ¿pero qué?