El Enigma Tan solo hace dos noches que tuviste aquel sueño. Exactamente el viernes. Estabas mirando la televisión cuando de repente unos pensamientos extraños te obligaron a levantarte. Era la angustia y el temor de siempre. Te dirigiste al comedor y dejaste a Rita, allí, como absorta delante de aquella pantalla luminosa. Ella apenas si se dio cuenta de tu ausencia. Fue como si te llevaras contigo el aire que respirabas y ella, en un esfuerzo inútil de su parte por retenerte, te pregunto: —¿Adónde vas? Tú la miras cuando pasas por su lado. Notas que no desvía sus ojos para hablarte. Que sus palabras se confunden con las que salen del televisor y no sabes si es aquella su voz. Te dices que no es a ti a quien le habla, que ella ahora se encuentra formando parte de otra vida que la absorbe y que pregunta sin saber a quien: — ¿Adónde vas? Tú sin darte cuenta le respondes: —¡Voy a leer un poco al comedor! La casa es pequeña. Casi pobre. Si quieres leer, sólo puedes hacerlo en tu dormitorio, o en el comedor, o en la pequeña cocina. Pero has dicho que ibas a leer al comedor, aunque en verdad quisieras irte a la cama. Y te vas hacia allá con el libro entre las manos. Pero no lees, piensas que ese sueño extraño que ha comenzado como un pedazo de vida cotidiana. Que ha empezado contigo y con tu mujer sentados delante del televisor, cuando algo extraño te cruzó por la mente y te obligó a salir de la habitación, dejándola a ella, a Rita, como hipnotizada delante del televisor, entonces ella te preguntó que adónde ibas y tú le respondiste que querías leer un poco porque aquella película la habías visto más de una vez. No estás seguro de que ella te haya oído, porque ni siquiera te ha mirado. Fue entonces cuando te marchaste al comedor a pensar entre líneas. Todo es tan natural que no te parece un sueño. Cada objeto se encuentra en su lugar: la mesa y las sillas en el centro de la habitación, el refrigerador en la esquina. Nada encuentra fuera de su sitio. Hasta las cosas tienen su propio color. No es como en los otros sueños en los que los colores, los olores y los ruidos se adivinan; se intuyen. Ahora no. Ahora parece todo tan natural, tan de verdad, que no crees que te encuentras soñando. Pero estas dormido y sueñas. Desde la sala un poliedro de luz, algunos ruidos vagos y ciertas palabras llegan hasta tus oídos. Y eso es lo que te resulta extraño, que escuches así, de manera tan clara lo que dicen aquellas personas dentro del televisor. Has podido escuchar claramente todas las órdenes: “¡Súbelo al auto! ¡Bájalo! ¡Ahora dispárale!”. No es como en los sueños anteriores que de antemano sabes lo que van a
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