Emma vivía en un mundo fantástico, un lugar donde el sol brillaba con un resplandor dorado y las aves cantaban suaves melodías. Todo era felicidad junto a sus dos mejores amigas, Adriana y Kiara. Ese día, exploraban los rincones mágicos del Bosque de los Sueños Perdidos, un lugar oscuro por fuera pero brillante por dentro, donde los árboles tienen hojas de cristal con una luz intensa y los ríos siguen su curso con aguas cristalinas.
Mientras exploraban el bosque, se encontraron con un camino de hojas de cristal. Adriana se dio cuenta de que el trozo de hoja que tenía encajaba perfectamente con el de Emma, entonces se sorprendieron. —¡Miren! —Emma señaló la primera hoja de cristal a sus amigas. —¡Rápido, ese camino nos espera! —dijo con emoción Adriana, apurándolas para seguir buscando las demás hojas. —Ese rastro de luz debe llevarnos a algo grande —respondió Kiara.
Las tres amigas buscaron con más cuidado por el camino luminoso y encontraron más trozos de hojas de cristal que brillaban intensamente. Cada pedazo que encontraban tenía una forma única, pero al juntarlos, comenzaban a formar un patrón. Las piezas encajaban con una precisión asombrosa, revelando lentamente la forma de un espejo. En ese momento, una luz muy intensa se desprendió del espejo, provocando que las tres amigas soltaran el objeto de cristal y cayera al suelo. Lo extraño era que el objeto aún seguía brillando y entonces…


—¡Riiiing! —sonó el despertador. —¡EMMA! —la estresante voz de su madre y el despertador sonando hicieron que despertara de un susto. Se incorporó rápidamente en su cama, con el corazón latiendo a toda prisa y la sensación vívida de su sueño aún presente en su mente. Miró a su alrededor, encontrándose en su habitación familiar. Los rayos del sol se filtraban a través de las cortinas, iluminando los posters en las paredes y el desorden habitual de su escritorio.
—¡Voy, mamá! —respondió Emma, tratando de sacudirse de la somnolencia.
Mientras se levantaba, no podía dejar de pensar en el sueño. El Bosque de los Sueños Perdidos, el espejo de cristal, y sus amigas Adriana y Kiara, todo parecía tan real. Se preguntó qué significaba todo aquello y por qué se sentía tan conectada con esa experiencia.

Después de desayunar, Emma decidió que tenía que contarles a Adriana y Kiara. Fue a su habitación, tomó su teléfono y creó una llamada grupal con ambas. —¡Hola, chicas! —dijo Emma cuando las dos atendieron la llamada—. Necesito contarles algo que soñé anoche. Fue muy raro. —Hola Emma, cuéntanos —respondió Kiara, siempre interesada. —Espero que no sea algo aburrido —dijo Adriana con un tono de impaciencia.
Decidida a desentrañar el misterio, Emma se dirigió a la cocina, donde su madre estaba preparando el desayuno, con una mirada aún perdida en sus pensamientos.
—¿Todo bien, cariño? —preguntó su madre, notando su distracción. —Sí, solo tuve un sueño muy extraño, se sintió tan real —respondió Emma.
Emma ignoró el comentario y comenzó a relatar su sueño con todos los detalles.
Habló del Bosque de los Sueños Perdidos, las hojas de cristal, el camino luminoso y el espejo. —Es tan extraño —dijo Kiara cuando Emma terminó—. Parece más real de lo que un sueño normalmente sería. Adriana soltó un suspiro. —¿En serio, Emma? ¿Un bosque mágico y un espejo que concede deseos? Esto suena como un cuento para niños. No veo por qué deberíamos tomarlo en serio.
Emma sintió una punzada de dolor por el comentario. —Solo pensé que era algo interesante para compartir. Se sintió tan real… —Sí, claro. Pero no tenemos tiempo para fantasías. Hay cosas más importantes que hacer en la vida real —respondió Adriana fríamente. Kiara intervino, notando el malestar de Emma. —Bueno, a mí me parece fascinante, Emma. Y si te hizo sentir algo especial, es importante. No debemos descartar tus sentimientos solo porque fue un sueño. —Gracias, Kiara — dijo Emma, sintiéndose reconfortada por el apoyo de su amiga.
Adriana bufó. —Lo siento, pero simplemente no creo que debamos perder el tiempo en esto. Nos vemos luego. Emma sintió las lágrimas asomarse a sus ojos, pero las contuvo. —Está bien, Adriana. Nos vemos. Adriana colgó la llamada abruptamente, dejando a Emma y Kiara en la línea. Kiara, preocupada, permaneció en la llamada. —Emma, no dejes que Adriana te haga sentir mal. Tu sueño es interesante y yo estoy aquí para escucharte. Siempre.
Emma sonrió, aunque aún se sentía herida por los comentarios de Adriana. — Gracias, Kiara. Eres una verdadera amiga. —Tú también lo eres, Emma. No olvides que siempre puedes contar conmigo para cualquier cosa —respondió Kiara con una sonrisa en su voz. Terminaron la llamada, y Emma se quedó mirando su teléfono por un momento. Aunque Adriana la había hecho sentir mal, sabía que tenía en Kiara una amiga en la que podía confiar plenamente. Con esa certeza, decidió seguir adelante, valorando la verdadera amistad y dejando que la magia de su sueño la inspirara en el mundo real.
Esa noche, Emma se acostó temprano, deseando volver al Bosque de los Sueños Perdidos. Cerró los ojos, recordando los detalles del sueño anterior, y se dejó llevar por el suave abrazo del sueño. De repente, se encontró de nuevo en el Bosque de los Sueños Perdidos, con el sol dorado brillando y las aves cantando sus melodías suaves. Allí estaban Adriana y Kiara, esperando, como si supieran que ella volvería. El espejo de cristal estaba en el suelo, aun irradiando una luz intensa. —Sabía que volverías —dijo Kiara con una sonrisa.
Emma se agachó y recogió el espejo. —Siento que este espejo significa algo importante, algo que debemos descubrir juntas —dijo, mirando a sus amigas. Adriana, más curiosa que antes, asintió. —Está bien, sigamos explorando. Quizás encontremos respuestas. Mientras caminaban por el camino luminoso, el espejo comenzó a emitir una melodía suave, como un eco del canto de las aves. El sol se intensificaba cada vez más, reflejándose en el espejo y creando un arcoíris de colores a su alrededor.
—Miren eso —susurró Emma, señalando un antiguo árbol. En el tronco había una escritura en un lenguaje que ninguna de ellas conocía. —¿Qué significará? —preguntó Kiara, acercándose al árbol. Emma levantó el espejo hacia la escritura, y al hacerlo, las palabras comenzaron a brillar, transformándose en un idioma que podían entender. —”Solo las verdaderas amigas pueden desbloquear los secretos del corazón”, —leyó Emma en voz alta. —Este lugar nos estaba esperando.
Adriana se quedó boquiabierta. —¿Y ahora qué hacemos? Emma, con una nueva confianza, miró a sus amigas. —Vamos a descubrirlo juntas. Justo en ese momento, una brisa suave sopló, y el espejo comenzó a mostrar imágenes de su vida real, momentos felices y tristes que compartieron. Emma sintió una conexión profunda entre sus sueños y la realidad, comprendiendo que las experiencias en ambos mundos estaban entrelazadas.
De repente, el espejo mostró una separación en el camino del bosque. Uno de los caminos parecía oscuro y desconocido, el otro brillaba con una luz cálida y acogedora. —Debemos decidir cuál camino tomar —dijo Emma, mirándolas con determinación. Kiara sonrió. —Elijamos juntas, como siempre. Adriana asintió, sintiendo por primera vez la magia del lugar y la importancia de su amistad. Tomaron el camino luminoso, avanzando hacia lo desconocido, sabiendo que, sin importar lo que encontraran, lo enfrentarían juntas. Mientras caminaban, la luz del espejo las envolvía, y Emma sintió que algo cambiaba.
El camino las llevó a un gran paisaje, lleno de misterios y maravillas, y al horizonte se perfilaba una majestuosa ciudad de cristal. Las tres amigas intercambiaron miradas llenas de asombro y emoción, conscientes de que este era solo el comienzo de una nueva aventura. Emma despertó lentamente, con la claridad del sueño aún presente. Aunque estaba de vuelta en la realidad, sabía que su conexión con el Bosque de los Sueños Perdidos y la ciudad de cristal la seguiría inspirando. Con una sonrisa en los labios, decidió que, en su próxima noche, volvería a ese mundo, segura de que aún quedaban muchos secretos por descubrir y sueños por vivir.