No 3 VOCES

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que piensa, pero de decirlo de tal manera que, en resumidas cuentas, lo que diga –que no es ni que lo que cree, ni lo que piensa ni lo que sabe- será, llegará a ser lo que creen y creen saber aquellos a quienes él se ha dirigido. En la retórica se deshace el lazo entre el que habla y lo que dice, pero su efecto consiste en establecer una relación vinculante entre la cosa dicha y aquèl o aquellos a quienes èste se dirige. Así todo discurso debe estar estructurado a la manera más convincentemente favorable al aspirante al poder, se pueden maquillar cifras deficitarias con pretextos coyunturales, errores administrativos con aciertos maximizados, desvirtudes comprobadas con demagogias populistas y sobre todo se debe trabajar en una seguridad que descansará en la autoridad intelectual personificada en la figura de un individuo maestro del discurso con un diálogo con tintes sinérgicos de erudición, convicción y sobre todo empatía y conocimiento de las necesidades de los gobernados, no solo de las masas sino también de la élites, un Leviatán de carne y hueso que conoce al Estado, sus virtudes pero sobre todo sus errores y problemáticas y es justamente esa experiencia la que le permite la etiqueta de hombre de Estado. La imagen, la publicidad y la mediaticidad serán importantes, pero el manejo discursivo es sin lugar a dudas el elemento determinante para envolver, convencer y conquistar un electorado.

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