Vivir el Vino 165

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to. En este sentido, “las industrias corcheras invierten cada día más en diferentes procesos”. Y, en el caso de Tripecork, “consiste en la aplicación de una mezcla de vapor de agua y etanol bajo condiciones controladas de temperatura” que consigue “reducir el TCA contenido en los tapones hasta niveles prácticamente indetectables”. Conservación del tapón de corcho Al estar fabricados a partir de un producto natural, resulta de vital importancia contar con “un local apropiado para el almacenamiento de los tapones, que debe ser seco y aireado, con una temperatura ambiental de entre 15 ºC y 30 ºC, y una humedad relativa de entre el 40% y el 80%”, recomienda Francisco Miguel. En definitiva, ha de “reunir las mismas condiciones que se exigen a cualquier producto alimenticio, con el fin de evitar el riesgo de absorción de olores extraños”. Por ello es fundamental no compartir ese espacio con “productos químicos, fungicidas y similares”. Igualmente hay que tener en cuenta que “el tiempo máximo de almacenaje no debe ser superior a los seis meses”. A la hora de usarlos, es imprescindible que “su humedad no sea inferior al 4% ni superior al 8%”. Es conveniente “no tumbar las botellas hasta pasados cinco minutos de su llenado”, de modo que puedan ofrecer al menos el 95% de su fuerza de recuperación”, continúa el director gerente de Tripecork. No hay que dejar de asegurarse tampoco de que “el interior del cuello de la botella esté limpio de líquido”, pues lo contrario puede provocar “falta de adherencia, pérdida de estanqueidad y una salida forzada del vino con el aumento de la temperatura”. Tras el embotellado, también es vital “vaciar la tolva de tapones y guardarlos bien cerrados en las mismas bolsas en las que se recibieron, practicando pequeños agujeros para evitar la condensación, y guardarlas en su correspondiente caja de cartón, que ha ser colocada sobre palets, no en el suelo, y estar cerrada para evitar el deterioro del producto a causa de factores como la radiación solar, el polvo y los insectos”, comenta Francisco Miguel. El corcho como base Tomando como base el corcho natural, algunas empresas como DIAM fabrican tapones de corcho microaglomerados. Es decir, son tapones que están elaborados “a partir de una lámina de corcho natural, que se tritura para convertirla en harina de corcho”, explica

Bruno de Saizieu, director comercial y de marketing de DIAM. Esa harina está compuesta por “suberina (un polímero insoluble), que aporta elasticidad; y madera, que desechamos por carecer de dicha propiedad”. De este modo, tras realizar el proceso de separación de ambos componentes “apenas recuperamos el 50% del corcho”. A continuación, “eliminamos las moléculas de TCA” llevando al subproducto obtenido “a un estado supercrítico” mediante el sistema patentado Diamant, consistente en aplicar “una presión de 100 bares”. Esta metodología presenta “la ventaja de que, como se trata de un producto industrial, es muy repetible” y eso “nos permite controlar la vida útil y densidad del corcho, y conseguir un nivel muy homogéneo de permeabilidad al oxígeno”. Dicha homogeneidad “nos permite, por ejemplo, saber la cantidad de oxígeno que va a recibir un vino sometido a una crianza de 10 años”, y eso “nos asegura que las botellas van a envejecer de la misma manera”. Esa cualidad también resulta muy interesante “para adaptar un mismo vino a los diferentes mercados dependiendo del tipo de la porosidad del tapón empleado”, como es el caso de “Japón, donde prefieren los vinos más abiertos” o “Estados Unidos, donde demandan vinos más cerrados”. Otra ventaja es “su alta resistencia”, pues este tipo de corchos, “a diferencia de los naturales cuando no están húmedos, no se rompen al descorchar una botella”. La determinación de usar un tipo u otro dependerá del bodeguero y de los resultados que desee obtener. Algunos optan por realizar “sus propios ensayos, para lo cual facilitamos diferentes tapones”. Otros, por su parte, toman sus decisiones “tras consultar a bodegueros de su misma zona, que elaboran vinos similares y que ya están usando nuestros tapones”. Desde un punto de vista organoléptico, “no existe ninguna diferencia entre los vinos que se tapan con corcho natural y los que se tapan con corcho microaglomerado”. Al menos así lo ponía de manifiesto “una macroencuesta realizada por DIAM en Francia”, según confirman desde la empresa. Tampoco existen diferencias con los fabricados mediante su sistema Origine by DIAM, que recurre a un aglutinante “a base de polioles vegetales, al que se añade un pequeño porcentaje de una emulsión de abeja que se hincha dentro del corcho” y que resulta “ideal para los vinos naturales”.

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