Revista Un Caño - Número 57 - Marzo 2013

Page 52

La picadora de carne LA ACUSACIÓN DE ASESINATO QUE PESA SOBRE PISTORIUS TRANSFORMÓ LOS ELOGIOS DESMEDIDOS EN CRÍTICAS DESAFORADAS. SIEMPRE SUCEDE LO MISMO CON LOS ÍDOLOS, SEAN BOXEADORES O VELOCISTAS, BLANCOS O NEGROS, POBRES O RICOS. por Ezequiel Fernández Moores

Oscar Pistorius se paró esa tarde delante de los fotógrafos. Un amigo suyo había atropellado y matado a una persona en una autopista y Pistorius quería evitar que los reporteros siguieran tomando imágenes. “¿Por qué no podemos hacerlo?”, preguntaron. “Porque soy Oscar Pistorius”, respondió el atleta sudafricano. La anécdota nos la cuentan recién ahora. Pistorius ya dejó de ser el ejemplo de millones de niños, el modelo de superación que nos vendía la prensa y la publicidad, una confundida con la otra. Pasó a ser el Carlos Monzón sudafricano. Todo lo que antes se mantenía oculto para proteger al ídolo pasó a ser tapa de los diarios. Que era violento, que la fama se le había subido a la cabeza y que se sentía impune. No hay por qué sorprenderse. Sucede lo mismo con todos los ídolos deportivos, sean boxeadores o velocistas, blancos o negros, pobres o ricos. Cuando no hay modo de seguir tapando la mugre, la picadora de carne no hace distinciones. Una vez ídolo, el deportista, sea cual fuere su origen, color, sexo o religión, sabe que, además de fama y dinero, también gana impunidad. O.J. Simpson -jugador de fútbol americano, también acusado de asesinar a 52 UN CAÑO MARZO 2013

su novia blanca en 1994-, contó una vez que dejaron de tratarlo como un negro –es decir, de modo despectivocuando se convirtió en ídolo. “En una reunión social escuché que uno le dice a otro: ‘mirá, ahí está O.J. Simpson con unos negros’”, reveló. Algo parecido sintió una vez el boxeador George Foreman: “Dejé de ser negro cuando dejé de ser pobre”. El caso de Pistorius carece del componente racial, un dato no menor en la sociedad sudafricana, que hizo de ese punto un tema central de su desarrollo social, político y económico. Fue un blanco exitoso, rico y famoso que, según la acusación, mató a una blanca exitosa, rica y famosa. La prensa era todo glamour hacia ellos. Eran celebrities, juntos o separados. En realidad, Pistorius había desnudado públicamente una parte oculta de su personalidad el día de su última derrota. Venía de convertirse en el primer atleta sin piernas que competía en Juegos Olímpicos y hasta estuvo cerca de subir al podio en Londres 2012. Pero, inesperadamente para casi todos, no para los especialistas, Pistorius fue derrotado días después en los 200 metros de los Juegos Paralímpicos, su especialidad. Acusó a su rival, el brasileño Alan Fonteles, de hacer trampa con

sus modernas prótesis. Los agentes de marketing actuaron de inmediato y Pistorius se rectificó al día siguiente. “En el deporte no se trata de ser el mejor, sino de dar lo mejor”. La Federación Internacional de Atletismo quiso en su momento tratar a Pistorius como uno más. Formó una comisión especial que hizo todos los estudios pertinentes y decidió que Pistorius debía seguir compitiendo como atleta paralímpico, porque sus prótesis de fibra de carbono propiciaban una ventaja artificial frente a atletas olímpicos. La prensa se indignó. Y el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS), con pobre rigor científico, rechazó los informes iniciales y decidió que Pistorius debía ser autorizado a correr en Juegos Olímpicos. Casi todo el establishment deportivo celebró la noticia. Pero en el deporte paralímpico, pese al agradecimiento por la visibilidad que le dio Pistorius, algunos expresaron reservas. No les gustó la insistencia del sudafricano para que lo autorizaran a correr con atletas convencionales. “Me gustaría –dijo en ese momento la atleta británica Tanni Grey-Thompson- que los medios cubran a verdaderos atletas corajudos que no son inspiradores por su discapacidad, sino con su discapacidad”.


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.