Revista Un Caño - Número 42 - Noviembre 2011

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mos a ver qué pasó con este muchacho”, podrían haber dicho. Porque son dos golpes de nocaut, dos piñas de Mike Tyson. –Uno siempre cree que sería imposible recuperarse de algo así –Sí, el que no lo pasó cree que es imposible. No volvés a ser el mismo, pero seguís tu vida dentro de las posibilidades. Pero si yo hubiese sido director de designaciones y a un árbitro le pasaba algo así, lo llamo. Busco ver qué le pasa y veo cómo está reaccionando. No tomo la decisión. Si el árbitro dice sí, lo pongo. Y lo evalúo, obvio. –¿Ellos no te exigieron psicólogos? –Nada, ni hablaron del tema. Yo, en el lugar de ellos, hubiera preguntado: “¿Cómo te sentís? ¿Qué te parece? “¿Querés dirigir?”. Acá, en el laburo en La Caja, me pasó. Yo estaba en una oficina de poco trabajo, muy analítica, era un espacio que daba un hueco y te hacía pensar mucho. Pedí otro lugar en atención al público y me tenía entretenido. Y les rendía mucho más. Necesitaba actividad, estar laburando; no me quería rajar, quería laburar. El gerente decía que no, que no podía estar ahí. ¿Cuál es la realidad? Que cada uno cuida su quintita, y lo que le pasa al otro es de segundo plano. –¿Tenían un tabú para mencionarte el tema? –Puede ser, quizás a mi me pasaría lo mismo. Si a un compañero mío le pasara algo así, uno no sé si le hablaría, porque no sabe si él quiere o no. Pero al menos una vez mis jefes o compañeros pudieron haber dicho: “¿Qué querés? ¿Qué te hace sentir bien? Dentro de las posibilidades, ¿cuál es el mejor lugar?”. Yo acá quería laburar más, no me quería ir a tomar café. –¿No les importó? –Cada uno cuidó su lugar, sin arriesgar nada, sin pensar qué era mejor para mí y para mi preocupación. –¿Qué te pasa cuando recordás a tus hijos? –Son momentos difíciles… Uno siempre piensa en todo lo que pasó y en cómo me pasó una situación tan grave. Pero las cosas se dieron así, uno no las puede modificar. Trato de no sobreproteger a mi nuevo hijo. Con él tengo una buena relación de comunicación, y eso hizo cubrir un espacio que había perdido en algo tan

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importante como es un hijo. –¿Hablaste con él del tema? –No, nunca lo charlamos. Sabe lo que pasó, pero la verdad es que tampoco nunca fui a un psicólogo para hablar del tema. –¿Es una tristeza continua o tenés bajones? –Son altibajos. Hay momentos en que un hecho te hace replantear todo. No te voy a decir algo puntualmente. Pasa algo en el trabajo, en AFA o en mi familia, alguna crisis, y ahí hacés una recapitulación de todo, y ves las cosas negativas que tuviste en tu vida. Son todos altibajos. –¿Cuál es el sentimiento que tenés hoy con tu mujer? –Ninguno. –En la cancha, muchas veces te han mencionado el tema… –Público, jugadores y técnicos... No importa quiénes. Alguna vez hablando con gente cercana me decían: “¿Cómo te van a decir eso?”. Y yo decía: “¿Que no? ¿Que no me lo van a decir?”. Yo estaba seguro… Antes de empezar a dirigir, surgió la conversación. Como árbitro, tenés que estar mentalizado para entrar a la cancha. Le ha pasado a Antonio Mohamed hace poquito (un hijo del Turco murió en un accidente durante el Mundial de Alemania y la barra de Independiente le tocó meses atrás la marcha fúnebre). Y yo digo que a cualquiera que le pase, en algún momento se lo van a mencionar. –¿Qué cosas te han dicho? –Ya no me ni me acuerdo, pero algo así como “te tenías que morir vos”. Barbaridades... –¿Y en esas barbaridades cuál era tu reacción? –Es todo un tema de mentalidad. Una cosa que vos me lo digas mano a mano, pero si estaba cumpliendo con mi actividad y le pegaba una piña a alguien iban a decir que yo no estaba en condiciones de

dirigir un partido. Una reacción de ese tipo en la cancha me hubiera llevado a decir que no estaba en condiciones de trabajar, y hubiera sido verdad. Por más tragedia que hubiera pasado, no puedo ir a agarrarme con el tipo que está en el alambrado. –¿El hincha es muy cruel? –No sé si es el hincha. Es el fútbol. Le pasa a cualquiera que esté relacionado con el fútbol. Pero con un árbitro es exactamente lo mismo en otros deportes que son pasionales: se puede llegar a ese extremo. –¿Es una cuestión relacionada con la pasión? –Esa pasión, esa locura hace que le digan lo peor que le pueden decir a un tipo que los está cagando. ¿Qué es lo peor? ¿Qué es lo que lo va a herir? Te lo tiran porque te quieren herir de cualquier manera. En ese momento no miden las palabras, sólo quieren destruirte a vos. Desequilibrarte a vos. Porque piensan que vos los estás cagando. –La pasión, de todos modos, no los justifica… –No, para nada. Por supuesto que no. Yo te puedo insultar, lo que sea, pero tiene que haber un límite. No lo hay y no lo va a haber. En este país, al menos no. Acá las hinchadas cantan más en contra del otro equipo que a favor del equipo de uno. –¿Los medios influyen? –La pasión ya está metida en la sangre argentina, no hace falta que el periodismo sume nada. Sin dudas, el periodismo hoy es la polémica, se busca la polémica y por ahí un comentario crea el clima. Por eso, los que participan en el juego tienen que medir las declaraciones. Es hincha de Racing. Su padre lo puteaba bastante cuando dirigía al equipo. Su madre, fanática de La Academia, lo increpaba seguido: “siempre nos cagás”. Ruscio recuerda el episodio familiar con una sonrisa. “Yo siempre tuve mi cabeza hacer las

“En la AFA nunca hablaron conmigo... ‘Vamos a saber qué pasó con este muchacho’, podrían haber dicho. Porque son dos golpes de nocaut, dos piñas de Mike Tyson.


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