Revista Un Caño - Número 32 - Diciembre 2010

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¡VÉRTIGO!

–¿Qué pensó cuando, ocho días después de que lo echaran de River, Borghi renunció en Boca? –Que tenemos que cambiar. Fue otra muestra de este fútbol demencial que tenemos. Un fútbol alterado, insoportable, que en juego es el peor del mundo entre las ligas de cierta jerarquía. –¿Peor que el italiano, aquel del que hace siete años dijo que lo engordaba de tanto que lo hacía ir a la heladera? –Hoy es peor el argentino, sin dudas. Varios jugadores de la Selección española me preguntaron por qué acá se corre tanto y por qué se disputa la pelota como se disputa. Se juega a correr para adelante, sin ningún tipo de criterio. Muy pocos futbolistas saben jugar. Riquelme es el ejemplo máximo. El Burrito Ortega, otro: aprendió a ocupar espacios vacíos como ninguno. Y Almeyda también, un hombre clave en este tipo de planteles con tantos jóvenes, con tantos cambios de ánimo. Almeyda no había jugado en la goleada ante Tigre del torneo pasado y sí en las victorias anteriores. Se lesionó cuando le ganábamos a Quilmes, salió y nos empataron. No volvimos a ganar hasta que me fui, jugó de nuevo y River le ganó a Boca. –¿Hoy tiene más importancia la presencia de un líder dentro del campo de juego que la del técnico? –No, el técnico es más importante que nunca. Para enseñar de qué manera jugar. O por lo menos la manera que le gusta a cada entrenador. La mía no asegura ganar, como tampoco lo aseguran las otras. Aunque aquí pregunto: a mí me dicen “vende-humo”, ¿no? ¿Alguien sabe qué manera proponen los que me critican? Un par de conceptos suyos bastan para conocer de quién se trata. Ángel Cappa se presenta por cuenta propia. No se moverá un centímetro de sus creencias, ni siquiera ante la evidencia. O por lo menos, la evidencia en la que muchos creen: el resultado. Porque ante el recuerdo de que su River naufragaba décimo primero en “el peor torneo del mundo” y no jugaba tal su prédica, recurrirá al poco tiempo de trabajo que tuvo. O puesto a analizar sinsabores de su corriente futbolística, dirá: “¿y cuál es la otra? Existe el menottismo y el antimenottismo, no hay nada más”. Confiado en lo que pregona y también en lo que hizo, llega a asegurar que “si les ganábamos a Quilmes, que nos empató sobre la hora, y a Godoy Cruz, con ese gol agónico mal anulado, nos ordenábamos y nos perfilábamos”. Incorregible por naturaleza, tiene estudiada la letra como pocos. Evidentemente son convicciones, no caprichos. Y plantea un atajo que se con-

vierte en camino: criticar a los críticos. Si Borghi pidió, en su conferencia de prensa de despedida, que “corten con los mensajes de texto para un Boca más tranquilo” y “ustedes también hagan un poco de autocrítica”, es decir, si Borghi les apuntó a los cronistas, Cappa elige los de otro rango: “La gente cree en lo que dice el periodismo sin reparar si es cierto, sin meditar ni reflexionar. En España, la misma noticia presentada en las tapas de los diarios Público y El País son noticias distintas. En Argentina pasa lo mismo. Ya no es como era antes, cuando las noticias iban acompañadas de una columna de opinión que, con toda lógica de procedimiento, dejaba clara la postura del medio. Ya no. Los medios se dieron cuenta de que la gente no tiene tiempo de leer la noticia y la columna, y empezaron a meter la opinión dentro de la información. No les importa nada”. –¿Incurre en el error de toda generalización al hablar del periodismo o cree que vale la pena generalizar? –Vale la pena. Hay que generalizar. Sólo hay excepciones. El día que un partido se defina con un golazo, pero en el último minuto, el arquero se caiga y quede con el culo destapado, el periodismo mostrará el culo del arquero. Peor: primero preguntarán qué vende más, si el golazo o el culo. Les dirán el culo, y mostrarán el culo. Importa vender. Y la opinión de los dueños de los medios. Las empresas y los poderes económicos que los poseen. –¿Lo perjudicaron los desbordes mientras dirigió River? –No fueron tantos, sólo dos. Contra Banfield y contra Godoy Cruz, por dos árbitros que, dicho sea de paso, fueron parados por sus actuaciones. Dos desbordes que, emitidos ciento cincuenta veces y repetidos otras ciento cincuenta, parecen trescientas. Un día me estaban haciendo un reportaje en un programa de televisión y partían la pantalla con mis quejas a los jueces, hasta que les pregunté si no tenían otra cosa para recordar; por ejemplo, los saludos de mis ex jugadores, como antes de River-Racing con Toranzo. Pero al periodismo televisivo no le importan esos gestos. Lo mismo ocurre con los cambios que hice de partido a partido. Para algunos fueron muchos, sin recordar que varios habían sido por lesiones o suspensiones. Sin embargo, si hubiéramos ganado un par de partidos más, el periodismo habría elogiado esos cambios: hubieran dicho “qué bien leyó el partido”, “está atento a todos los detalles” y otras boludeces sólo justificadas por el resultado.

“En juego, el fútbol argentino es el peor del mundo entre las ligas de cierta jerarquía”

DICIEMBRE 2010 | UN CAÑO 23


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