Revista Un Caño - Número 26 - Junio 2010

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PICADO

Detrás de un gran deportista, una pésima mujer

Nuestra especialista de moda se cansó de hablar de los trapos. Enojadísima con las botineras, traza un despiadado perfil de las chicas que se casan con los jugadores de fútbol. ¿Nace una nueva clase social? O mejor dicho, ¿nace una nueva subclase humana? Por CECILIA DI GENARO

E

l paradigma del sueño argentino va cambiando para hombres y mujeres. Los modelos lamentables que persigue la clase media masculina tienen moldes con nombre y apellido. Marcelo Tinelli es, para algunos, el prototipo del éxito. Pero el vaciamiento cultural y la pelotudez masiva siempre tienen origen en la desigualdad, y eso es lo que hace que un personaje chabacano como Ricardo Fort pueda funcionar como una brújula de lo cool. Salvo esta última tragedia mediática, los arquetipos no han variado para los varones. Pero del lado femenino sí. De la imagen role model que derivaba de las actrices locales y –en el peor de los casos– de las modelos, ahora lo in, la receta perfecta para zafar de la desgracia, tiene un título: “Ser botinera”. El tema me vino a la mente por este nuevo reality de la televisión española, Mujeres ricas, en el que Mariana Nannis –sí, la ex de Claudio Paul, esa rubia ordinaria que bañaba a los perros con agua mineral mientras juraba nunca volver a la Argentina– pretende reflejar el fastuoso estilo de vida que lleva en España. Siempre a destiempo, la fundadora de esta casta habla de sus excentricidades desde la tierra que, sumergida en la crisis mundial, está más cerca de volver a la peseta que de seguir produciendo este tipo de señoras. Mucho más baqueteada, pero con la lengua igual de filosa, le tira con todo a su discípula Wanda Nara por pasearse en su Ferrari roja envuelta en un jogging. La realidad mediática está compuesta por tantas capas como particularidades tiene la botinera. Pero la que más me llama la atención es la de la capacidad que tienen para opinar prácticamente de todo, aún sin tener idea de lo que están diciendo. Amalia Granata, por ejemplo, diciéndole al jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, que el gobierno de Cristina “es una dictadura”. ¿Qué significado tienen esas palabras para Granata? ¿Acaso vio mucho Almorzando con Mirtha Legrand –le grand fasciste–? ¿O Amalia se atragantó con cuatro taxistas escuchado Radio 10? Petinatto, a todo esto, muzzarella. El conductor, que no es una botinera pero que ya dejó muy claro que tiene el mismo coeficiente intelectual: lo único que se animó a acotar fue que quería que su pro-

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grama llegara a fin de año. El hombre –y la mujer– tienen cinco mil años de cultura y tres millones como especie. Evidentemente, el hombre se pasó mucho más tiempo portándose como chimpancé (¿gorila?) que como hombre. Y eso está grabado en algún lugar de nuestra cabeza, y en algunas personas perdura. A esto hay que sumarle la idiotización ideológica que cultivan los medios de comunicación, donde se cuecen estas generaciones de chicas que tienen lemas tremendos. La consigna “me agarro un jugador de fútbol, le hago un pibe y me salvo” es el último sueño argentino. Este nuevo paradigma de ascenso social también mete en la misma bolsa a Nicole Neumann, quien de chiquita ya dirigía su futuro. De hecho, su canción No quiero estudiar, I Wanna Go Home (no tiene desperdicio, búsquenla en youtube) fue premonitoria. A Nicole no le gusta estudiar y tampoco le agrada que la llamen botinera. Lamentamos decirte Nicole que no sólo sos botinera por casarte con un jugador, sino que compartís todas sus características, incluso la de decir pavadas y opinar –¿mentir?– sobre temas serios. Su denuncia de robo, con tiros y todo, quedó en la nada porque todos los testigos que estaban en el lugar desmienten de plano los dichos de la modelo. Ah… En el medio hubo que soportar toda la cantinela de la inseguridad y el clásico “en la Argentina ya no se puede salir a la calle”. Algo parecido ya había pasado con la mujer del Cholo Simeone, Carolina Baldini, que dijo que la habían asaltado a metros del Unicenter, pero más tarde las cámaras confirmaron que no había pistas, huellas o indicios de los ladrones. Baldini, igual, se sumó a aquella marcha por la seguridad convocada por el rey de los aforismos, el Rabino Bergman. Dicen los que estudian ciencias que el mandato masculino evolutivo es algo así como “fecundar la mayor cantidad de hembras posible”. ¿Qué hace la hembra? Lo opuesto. La hembra piensa “yo tengo que ser fecundada por el mejor macho posible”. Y algunas, como la mantis religiosa, hasta se lo morfan. El destino de los jugadores de fútbol que se casa con este tipo de bellas señoritas tiene algo de esto. ¿O no?


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