Ukränia 2

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La década de los 80 es quizá también la última en la que los canales de comunicación con las tierras del norte se mantienen abiertos, porque todavía sobrevive, aunque cada vez con mayores dificultades, la voluntad de consolidar el ámbito lingüístico catalán, y consolidarlo también en el teatro. Así, los autores que no proveníamos de la Catalunya estricta, entrábamos, con una cierta normalidad –lo he dicho más arriba, fue mi caso– en sus escenarios. Cuando los teatros públicos aparecieron a ambos lados del Sènia, se mantuvo en sus inicios mejor o peor esa voluntad de comunicación. Pero esta situación no duró demasiado. Por una parte, las estrategias de la política (el País Valenciano marcando distancias con Catalunya, primero; rompiendo abiertamente todos los lazos a partir del momento en que el PP se hizo con el poder... Pero al mismo tiempo, estableciendo pactos entre las diferentes fuerzas políticas para acceder a o para conservar ese poder, y abandonando progresivamente temas que pudiesen resultar conflictivos). Todo ello, unido al peso que iba adquiriendo la producción pública, la autonomía que iban ganando los directores, los gustos personales de cada uno. Y también el renacimiento, sobre todo en Catalunya, de la producción privada, una producción privada de nuevo cuño, que apostaba decididamente (con mucha lógica; empresarial por supuesto) por otros tipos de teatro, preferentemente no textuales.Y, paralelamente, la aparición de nuevas generaciones de dramaturgos con planteamientos estéticos diferentes, a veces opuestos; todo eso, todo lo que acabamos de enumerar, cerró definitivamente la mayor parte de esos canales de comunicación que hasta aquel momento habían existido entre el teatro de Catalunya y el País Valenciano. Pero, a finales de los ochenta, ninguno de nosotros éramos conscientes de lo que estaba sucediendo. Ni mucho menos de lo que nos esperaba. De lo que le esperaba a un teatro valenciano, que en los últimos años, navegando contra viento y marea, ha tenido que inventarse de nuevo. Y manteníamos ingenuamente el optimismo.

Imagen 1: Escena de la Obra “ Homenatge a Florentí Montfort” de Rodolf y Josep Lluís Sirera a cargo del grupo de teatro “El Rogle” en 1972.

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