EL ERMITAÑO (LOBSANG RAMPA)

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de aquella. Dónde estaba, yo lo ignoraba por completo; mas p ronto se me dio la información necesaria. Del cielo llegaron v arias n av es d el esp acio , que d iero n v arias vueltas po r el aire y después, lentamente, descendieron en formación ordenada hasta ocupar las laderas de una montaña. "Los dioses del Olimpo", dijo la Voz en tono sarcástico. "Los mal llamados dioses, que trajeron grandes luchas y tribulaciones al mundo joven. Es a g ent e, con el antigu o Prí ncipe Sat án en tre el los, l leg aron para instalarse sobre la Tierra; pero el Centro del Imperio s e e n c o n t r a b a mu y l e j o s . La s m a l i g n i d a d e s e i n c i t a c i o n e s d e Satán desencaminaron a los jóvenes de ambos sexos, que hab í a n s i d o a s i g n a d o s a l a Ti e r r a p a r a q u e a l l í p u d i e s e n a d q u i rir experiencia. " Zeu s , Ap olo , Te seo , Af ro d it a, la s h ija s d e C ad mo y much os otros, formaron esas pandillas. El mensajero, Mercurio, corrió de una nave a la otra, a través del mundo, repartiendo mensajes y escándalos. Los hombres, sintieron vehementes deseos de las mujeres de su prójimo. Las mujeres, se dedicaron a l a ca za d el v a ró n q ue anh elab an . A t r avés de lo s ci elos del planeta, naves rápidas eran tripuladas por mujeres persig uiend o a lo s h omb res y a lo s marido s , t ras su s mu je res fu g itivas. Y los ignorantes hijos de este mundo, observando las extravangan cias sexuales de aquello s que ellos tenían por dio ses , p en s aro n q u e e ra a sí co mo d eb ían co n d u ci rse en la v id a . De e ste mo do , empe zó u na e r a d e rel ajamie nto sen su al , en la que fueron holladas todas las leyes de la decencia. " A lg u n o s d e lo s n a t i v o s , l o s más astu to s y q ue v e ían más claro que el resto de los hombres, se proclamaron a sí mismos como sacerdotes, y pretendieron ser la Voz de los dioses. Ésto s, de masi a do at aread o s en su s o rgí as , n o se d aban cu e nta d e n ada. Pero est as org ías co n duje ron a otros exce sos; p r ovocaron numerosos asesinatos, hasta el punto de que llegaron las noticias al Imperio. Pero los sacerdotes naturales de la Ti erra, aq ue llo s q ue pr et end í an s e r rep res en tant es de lo s d ios e s , e s c r i b i e r o n t o d o l o qu e o c u r r í a y a l t e r a r o n l a s c o s a s , d e forma que sus poderes aun se vieron aumentados después. Siempre ha ocurrido así en la historia del mundo; nunca 173


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