EL ERMITAÑO (LOBSANG RAMPA)

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el mar. Desplazándose horizontalmente en un plano horizontal, pronto llegó a la tierra rocosa que se proyectaba sobre las aguas. "Las erupciones volcánicas, aunque eran de una gran violencia, no llegaban a la intensidad anterior. La lluvia de pequeñas p ied ras e ra me n os abu nd ante . C on un g ran c uid ad o , l a p eq ue ñ a nave fue descendiendo. Los ojos atentos del piloto buscab an el sitio más adecuado para el aterrizaje y, finalmente, cu and o lo d e ci d ie ron, p r acticaron la manio bra d e é st e. S ob re el suelo, la tripulación hizo las comprobaciones rutinarias. Satisfechos por lo visto, cuatro tripulantes entonces se vistieron con extrañas ropas que los cubrían desde el cuello hasta los pies. Cada uno, luego, encerró su cabeza dentro de un globo transparente, que se conectaba de cierto modo con el cuello de aquella vestidura. "Cada uno de los cuatro, llevando una caja, entró en una pequ eña cámara cuya puerta luego se cerró cuidadosamente con llave tras ellos. Una luz situada en otra puerta enfrente, se e n c e n d i ó e n c o l o r r o j o . La a g u j a — n e g r a — d e u n r e l o j e m pezó a moverse, y cuando reposó sobre una O mayúscula, la luz roja cambió su color en verde y la puerta en cuestión se abrió por completo. Una extraña escalera metálica, como d o tad a d e u n a v id a p ro p i a, se ar r ast ró p o r e l su elo d e l a h a b itac ió n y se ext endió h ast a to car l a ti er ra fi rme, u no s t res metros más abajo. Entonces, uno de los hombres, con todo cuidado, bajó por aquella escalera. De la caja, sacó una larga b arra y la p lantó en el su elo . Inclin ándose, contempló atenta, minuciosamente, unas señales que se veían en la superficie de la b arra en cu estión. Luego, enderezándo se, señaló a sus compañeros que le siguiesen; como ellos hicieron al acto. "El pequeño grupo, anduvo por aquellos alrededores, por lo q ue p a re cí a, más b i en al az ar. Si n o me hu b ies e co ns tad o qu e se trataba de adultos inteligentes, hubiera tomado sus ideas y venida s po r s i mp les juego s i nfan til es . Alg u no s de el los el e g í a n piedrecitas y las guardaban en una bolsa; otros, golpeaban el suelo con martillos o clavaban en él varas metálicas. Otro de ellos, una mujer, iba buscando pedacitos de cristal 159


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