Revista Réplica #51

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AMOR @ CADUCA por Psic. Esther Guadarrama Benavides

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uchos de los amores de la Segunda Guerra Mundial se mantuvieron vivos por cartas, y por supuesto, si había algo importante que comunicarse, enviaban un telegrama, que bien traía o una gran noticia o la peor de todas. Pero había una emoción en esperar un mes la carta del ser amado, se pensaba qué se iba a escribir y sobre todo se esperaba con ansias el día en que se vieran. Nuestros abuelos seguramente tienen miles de historias de cuando se escribían, se veían sólo un rato y tenían que pedir miles de permisos o ninguno de ellos y aventurarse a un paseo diurno. Tal vez nuestros padres en épocas más modernas, se conocieron en un café o en los conciertos de hagamos la paz y no la guerra. Y así cada generación ha ido teniendo su peculiaridad. Pero esta nuestra generación, se ha topado con un sistema revolucionario y un tanto cuanto impersonal, el ordenador como dirían los españoles y los sitios de citas por internet que abundan en número. Es impresionante saber que somos tantos los que estamos solos y algunos tan desesperados por no estarlo. Tal vez sea ahora y no en la guerra cuando más soledad abunda alrededor nuestro. La era de la competitividad, marcada por la resultante de la liberación femenina, en donde todos corremos, somos profesionistas, buscamos nuestra independencia y al final del largo día de trabajo, nos espera una casa sola, una cama sola, un plato y unos cubiertos, o tener cuarenta años y seguir viviendo con los padres en un esquema de incomodidad absoluta. ¿Será que el amor@caduca? No lo creo porque sigue siendo nuestra preocupación, el tema de conversación con los amigos, pero un enigma para una generación de personas solas y terriblemente aterradas a compartir, compartir el espacio creado, los logros, el tiempo, el dinero; compartirlo todo, se ha vuelto una complicación. Olvidemos si sa-

bemos o no llevar una casa, si hemos olvidado las labores del hogar, simplemente no deseamos compartir, puesto que por un lado se ha planteado tal esquema de competitividad, que nos ha alcanzado y rebasado, tanto así que la pareja ha quedado en este lugar sin poder librarse de ello. Se ha perdido la admiración por el otro y en lugar de ello, se busca el más mínimo error para ser resaltado con el marca textos del sarcasmo. Es un esquema en el que tal vez el único feliz sería Giuliani, sabiendo que en las parejas, su modelo de cero tolerancia ha funcionado con gran éxito. Somos por un lado hipersensibles a la crítica y defendemos nuestros derechos como si se tratara de delicadas piezas de porcelana china carísima, de colección. Y por otro lado somos terriblemente voraces en el trato, comentarios y hasta en la forma de ver al otro y por supuesto en nuestras caras y gestos que invariablemente muestran un reproche o un signo de reprobación ante lo que el otro dice, como si se tratara de un concurso de inteligencia. Hoy las relaciones de pareja se viven como juegos de ajedrez, en donde la prioridad es vencer al otro, no compartir con el otro. Las estrategias se despliegan para ver quién es el vencedor, olvidando que el juego de poderes es como el juego de manos, es cosa de villanos. Hoy en día cuidamos más a nuestros caros y pequeños perros de raza fina que a nuestra pareja, y cada vez las tiendas de mascotas son más exclusivas, prefiriendo, como diría Diógenes, la convivencia con un canino por ser el mejor amigo del hombre. Siendo esta nuestra realidad ¿qué necesitaríamos para cambiar? En primer lugar me parece que sobre todas las cosas, ser honestos y plantear si verdaderamente queremos una pareja, o deseamos encajar en el aún existente esquema social. En segundo lugar, asumir que si en verdad quere-

• Hoy en día cuidamos más a nuestros caros y pequeños perros de raza fina que a nuestra pareja

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