Exposiciones
tadas en un estudio que no tenía techo ni paredes, nos reafirman nuestra facultad de regenerarnos ante la destrucción. Como un mapa, las fotografías se posicionaron en la sala creando una guía del Perú. Desde la comunidad más escondida en la selva, hasta la puna más alta; desde la isla más impresionante, hasta el río más sinuoso. Una historia bañada de colores vibrantes y una espontaneidad que extingue la posibilidad de vivir un momento más de una vez. El autor cuenta con pasión las experiencias que lo llevaron a montar una exposición capaz de semejar uno de los mejores catálogos naturales del mundo. Las largas horas de viaje ahora parecen insignificantes, casi tanto como ese único segundo con el que se cuenta para captar aquello ajeno al poder de una cámara. Sin embargo, es suficiente, en especial cuando
SOMOSCULTURA
el fin del camino es la creación de una conexión entre nuestro ecosistema y la propia naturaleza humana. ¿Con qué finalidad? Vivimos en una época en la que nuestro hábitat se ve expuesto diariamente a las malas costumbres del hombre y a su falta de preocupación por el futuro de nuestras reservas. Por ello, Iriarte, con el apoyo del área cultural del CRL, envía un mensaje claro: incluso siendo conscientes de nuestra habilidad para resurgir, ¿para qué destruirnos? «La idea es recordarle a la población que vive en un país maravilloso. Un lugar sublime, basto en flora y fauna; en gente con corazón de oro. Tenemos que protegerlo». Y qué mejor forma de incentivarnos a cuidar nuestro entorno que cuando se nos invita a identificarnos con él. Ambos fuertes. Ambos valiosos. Y, sobre todo, ambos resilientes.
EL AUTOR CUENTA CON PASIÓN LAS EXPERIENCIAS QUE LO LLEVARON A MONTAR UNA EXPOSICIÓN CAPAZ DE SEMEJAR UNO DE LOS MEJORES CATÁLOGOS NATURALES DEL MUNDO.
Arriba. Sandra Leonara, Rodolfo Valcárcel, Rafael Iriarte, Flori Bandini, Augusto Sotomayor y Bárbara Biel. Abajo. Pati Valdivia y Cristina Pérez Puente.
Milagros Burga y Sophia Dávila.
REGATAS 71