ANTES La noche del 24 de julio del 2015, en el cuarto de un hotel belga, Diego Moreno comía un plato de pasta mientras veía una comedia de Adam Sandler acompañado por su papá. Al día siguiente, tenía que competir contra 199 extranjeros de su categoría —ocho años Experto— en el Mundial de BMX, realizado en la ciudad de Zolder. «Ya sabemos que un día antes de competir tiene que comer pasta porque le da un montón de energía», dice Marco Moreno, su padre. Pero al joven ciclista no le gusta la pasta: le parece aburrida. Sabe que debe comerla por el bicicross. Era su segunda participación en un mundial. Un año atrás, cuando apenas tenía siete años, había competido en el de Holanda donde quedó octavo en su categoría. Diego tenía cinco años la primera vez que se subió a una bicicleta de BMX que le había regalado su papá. Montarla dejó de ser un pasatiempo cuando le pidió que lo inscribiera a clases de bicicross. Marco Moreno accedió pues él también, a la edad de Diego, pedaleaba sobre una. En 1987, perteneció a la primera selección peruana de bicicross. Aunque es tablista, conserva una emoción intensa por el deporte que hoy comparte con su hijo mayor. Lo acompaña a todas las competencias locales y del extranjero. Diego entrena durante dos horas hasta cinco veces a la semana en el circuito Soul Bike, en Surco. También practica natación una vez a la semana —lo ayuda a concentrarse—, pertenece a la selección de fútbol de su colegio, y de vez en cuando corre olas con su papá. Marco recuerda que lo trepó a una tabla cuando tenía tres años y se metió mar adentro con él. La mañana del 25 de julio en Zolder, Diego calentó en la pista de entrenamiento, tomó agua con limón y escuchó a su padre decirle: «Chino, visualiza todo el tiempo que estás primero que todos y no olvides lo principal: divertirte».
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