NOTA DE TAPA
Llegó a su fin un año que difícilmente olvidaremos. La temporada 2020 probablemente será estudiada, en el futuro, como un punto de inflexión en la historia del comportamiento humano. Fueron muchos los hitos de trascendencia global que transcurrieron a lo largo de estos 12 meses, desde las tensiones entre Estados Unidos e Irán por el asesinato de Qasem Soleimani hasta la guerra entre Arabia Saudita y Rusia por el precio del barril de crudo, pero ningún hecho puede compararse con el colosal desafío sanitario, económico y social que implicó el combate contra la proliferación del coronavirus. Todavía no es momento de juzgar el desempeño de la Argentina en esta crisis, pero desde nuestra perspectiva podemos –al menos– anticipar algunas conclusiones sobre su impacto particular en cada una de las actividades que componen la industria energética local. En el negocio del petróleo, por caso, resulta imposible obviar la caída a cifras mínimas de
Apalancadas en el valor sostén que significa el barril criollo, las operadoras esperan por una nueva Ley de Hidrocarburos que renueve su optimismo de cara a 2021.
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El año que vivimos en peligro
Todavía no es momento de juzgar el desempeño de la Argentina en esta crisis, pero desde nuestra perspectiva podemos -al menos- anticipar algunas conclusiones sobre su impacto particular en cada una de las actividades que componen la industria energética local.
los niveles productivos frente a una demanda paralizada y a una dinámica de precios relativamente bajos. Apalancadas en el valor sostén que significa el barril criollo, las operadoras esperan por una nueva Ley de Hidrocarburos que renueve su optimismo de cara a 2021. En ese sentido, aunque las provincias productoras recaudaron menos regalías que el año pasado, algunos distritos como Chubut –con su barril Escalante– y Neuquén –con su shale oil– hallaron atractivos nichos de mercado en el exterior. En cuanto al gas natural, esta vez Vaca Muerta no pudo contener la caída en casi todos los ítems del negocio. Si bien volvió al ruedo la potencial construcción de un gasoducto desde la Cuenca Neuquina hasta Brasil, los ambiciosos planes de expandir la infraestructura instalada debieron pasar a un segundo plano. Tampoco hubo tiempo para proyectar millonarias iniciativas de gas natural licuado (GNL). El foco estuvo forzosamente puesto en sobrevivir. Acaso las perspectivas mejoren en los próximos meses a instancias del Plan Gas 4, que en su primera licitación adjudicó 67 millones de metros cúbicos (m³) diarios. Con este programa, las autoridades nacionales buscan reactivar las inversiones, recom-
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poner la recaudación y sustituir importaciones para detener la sangría de divisas. La industria petroquímica, por su parte, infló el pecho ante la adversidad. Si bien sus números anuales de producción y comercialización son negativos, la pandemia elevó la visibilidad y aceptación social del segmento, considerado esencial casi desde el arranque de la cuarentena.
Otras reacciones El año no fue menos desafiante para las energías renovables, que se toparon con esta crisis justo cuando venían solicitando señales para volver a ganar impulso. Si bien para los rubros eólico y solar el coronavirus significó un golpe duro, para los biocombustibles prácticamente fue una trompada de knockout. Finalmente debe mencionarse el curioso caso del segmento nuclear, acaso el menos afectado por las restricciones del COVID-19. De todos sus avances –vinculados con la operación conjunta de Atucha I, Atucha II y Embalse– el más auspicioso fue la obtención de su mejor marca histórica de generación: 7.947.430 megawatts/ hora (Mwh) entre enero y septiembre. ©
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